Faro Luminoso |
lunes, 15 de febrero de 2016
Leonora Acuña de Marmolejo (Colombia)
Gracias por las colaboraciones que nos manda
Leonora Acuña de Marmolejo
ciudadana Colombo-americana. Radicada en los Estados Unidos desde 1966. Poeta, escritora, ensayista, crítica literaria, prologuista, periodista, y pintora. Autora de varios poemarios, libros de cuentos, y novela. Su obra ha sido ampliamente difundida dentro y fuera de los Estados Unidos en periódicos, revistas, y antologías, como tambien en medios digitales. Reside en Levittown, Long Island, New York.
J. A. ALBERTINI y su Entierro del Enterrador
René León
He vuelto
a leer la novela El Entierro del Enterrador del conocido novelista cubano J. A.
Albertini, quien ha publicado, hasta el presente, seis novelas de temas
variados y dos obras de testimonios verídicos: Miami medical team: Testimonio de humanidad y Cuba y castrismo: Huelgas de hambre en el presidio político. Entre
las narraciones de ficción, sin volver a mencionar la que reseñamos, están: Tierra de Extraños, A orillas del paraíso,
Cuando la sangre mancha, Allá, donde los ángeles vuelan y Un día de viento, todas ellas muy
interesantes. El autor es miembro fundador del Pen Club de escritores cubanos
en el exilio. Colabora en periódicos, revistas, páginas digitales de la
Internet, en la radio y en la televisión con su programa dominical Cuba
y su Historia. Reside en los Estados Unidos con su familia. Es oriundo
de Santa Clara, provincia de Las Villas, Cuba.
Albertini,
en El entierro del enterrador,
proyecta su ambiente geográfico en un plano universal al reflejar la realidad
de naciones desangradas por las dictaduras. Ha recurrido aquí a experiencias
geográficas que nos comparte en un contenido filosófico, sin entelequias ni
sofismas. Desde el título del libro, él nos sugiere la muerte inexorable de un
país estrangulado culturalmente. “Las
revoluciones nacen y mueren en los cementerios”, declara uno de sus personajes. El sepulturero
Generoso entrena a su sucesor, Felipito, que está condenado a la lobreguez
cívica y humana de las generaciones siguientes. Para enfatizar la perpetuación
de la tragedia de la Isla, afligida por la revolución, el autor recurre a los
recuentos literarios (flash-back)
acerca del entierro de Generoso. El relato adquiere un matiz costumbrista al
desenvolverse los personajes en un ambiente cuajado de la cultura isleña y de
su folklore autóctono. Las comidas,
supersticiones, sacramentos, música, apariciones y fantasmas nos ubican en la
región de las Antillas, con sus sabores, aromas, sonidos y visiones tropicales.
La
extraordinaria habilidad de este autor, al detallar cada “escena” del
transcurrir comunal, transporta la imaginación a un mundillo peculiar pero
trascendente. Las novelas radiales dramatizadas aportan el ingrediente que se
convierte en el único medio de evasión escapista para dar un descanso o
distracción de la zozobra diaria. El relato da la impresión única usada en el
cine, cuando un cuadro pintado adquiere repentinamente movimiento humano y vida
auténtica. Aun el ritmo pastoso y adormilado del efecto alcohólico en
personajes desesperados por su destino imbuye la mente de una realidad
fantástica. La lengua popular se transforma en el condimento del giro popular y
de la expresión local metafórica. Incluso el título mismo de la novela es una
trágica pero impactante metáfora de la realidad de su país y de la de toda
nación que ha sufrido el grillo dictatorial. La narración es enfocada con una
magistral deliberación literaria, en la que el autor no ceja de infiltrarnos en
la pesadilla implacable que vive cada día un pueblo oprimido. La muerte de
Susanita y de Inmaculada nos espera en cada rincón del devenir humano de la
novela, para recordarnos la futilidad de una mínima esperanza. Albertini parece
asomar, desde estas páginas, su mano agarrotada por un dolor patente, para
asirse del corazón del lector, y ello sin un ápice de sentimentalismo ni de
melancolía. El relato de estos acontecimientos dramáticos llega al lector con
una semántica precisa e ingeniosa, que ilustra la estampa literaria de la
página con agudeza insuperable. Para citar una frase al azar, y las hay en
abundancia, “la vida se congela en los ojos” de un personaje que muere, en la
novela. La muerte es un incidente vital dificilísimo de representar con mérito
en literatura, sin caer en lo mórbido, lo efectista y lo chabacano, algo que
está totalmente ausente de esta obra. Las aleaciones verbales ingeniosas como
“lengüilarga”, “zoncera”, “flaquencia” etc., son otra muestra de su estilo
peculiar. El giro idiomático sorprende porque va más allá de la frase hecha y
combina vocablos con un acierto innovador.
Es
refrescante leer una novela acerca de un tema al que se recurre tanto, pero que
se las ingenia para aparecer novedoso, a pesar de un aciago mensaje. Por fin,
un autor que no escribe para otros autores ni intenta satisfacer modas ni
fórmulas aceptadas. Comentamos una novela que se lee “de una sentada”, a pesar
de su ambiente dolido y condenado a una diaria cadena perpetua. Su prosa es
luminosa, sobreponiéndose a la tragedia de la Isla, por su tremendo poder
ilustrativo. El lector se siente un observador alucinado por el destino de
seres que no tienen tregua para recuperar la respiración, con un ritmo de
aliento agitado por un devenir implacable y abrasador. Nos injerta en un mundo
cruel, en que la tortura no solamente está en la cámara de los horrores, sino
en la aberración histórica que significa la destrucción de la dignidad, en el
envenenamiento de almas, y la corrupción del sentimiento humano. Saludemos una
obra sobresaliente, de un autor que obviamente vive una pasión por nuestro rico
idioma y por la representación artística de, tal vez, el más vituperable vía
crucis de la condición humana
MEDIO SIGLO de la DOCTRINA PORTELL VILÁ
sobre la NEUTRALIDAD IMPOSIBLE
de CUBA
(Origen y significado de
un corolario de Política Internacional)
Parte 1 de 4
El periodo presidencial del ex
general del Ejército Libertador Gerardo Machado y Morales concluyó legalmente
el 20 de mayo de 1929. Sin embargo, entre marzo y junio de 1927 los dos órganos
legislativos del Congreso (la
Cámara de Representantes y el Senado) habían aprobado una Ley
de Reforma de la entonces vigente Constitución de 1901 –la primera y única que
había tenido Cuba republicana-, por la cual se prohibía la reelección del
Presidente Machado cuando cumpliese diez años en el cargo o, lo que era lo
mismo, se avalaba su permanencia hasta el 20 de mayo de 1935.
Convocada por la Junta
Electoral Central la Convención Constituyente
que requería el Artículo 115 de la Constitución de 1901 para conocer de dicha
Reforma, la misma se reunió entre el 14 de abril y el 10 de mayo de 1928,
aprobando –entre otras- la enmienda del Artículo 62 de la Constitución , que
ampliaba de cuatro a seis años la duración del mandato presidencial –en efecto,
hasta el 20 de mayo de 1931: ésta fue la espuria maniobra conocida como la Prórroga de Poderes para
todos los cargos electivos, salvo el de Presidente, para el que se convocaron a
continuación las elecciones del 1 de noviembre de 1928, cuyo resultado fue el
de proclamar reelegido a Machado (sin posibilidad de nueva reelección) por seis
años más.
La algarada del 12 de agosto de 1933 dio finalmente al
traste con el régimen machadista. Tras el episódico paso por la presidencia –de
apenas veintidós días- de Carlos Manuel de Céspedes (homónimo de su progenitor
el Padre de la Patria
e ilustre insurrecto de La
Demajagua ), cuyo Decreto número 1298 de 24 de agosto de 1933,
firmado junto con el Secretario de Justicia e interino de Estado Carlos Hevia,
derogó la Reforma
de 1928 y devolvió toda su fuerza y vigor a la Constitución de
1901, a partir del golpe de Estado
cívico-militar del 4 de septiembre de 1933 se instauró el llamado Gobierno de
los cien días, que abarcó, primero, a la efímera Pentarquía o presidencia
colectiva ostentada por el catedrático universitario de Medicina Dr. Ramón Grau
San Martín), el banquero Porfirio Franca, el profesor universitario de Derecho
Dr. Guillermo Portela-Muller, el abogado Dr. José Miguel Irisarri, y el
periodista Sergio Carbó; y después, en solitario, al autoproclamado Presidente
Dr. Grau San Martín, quien renunció el 15 de enero de 1934, ante la enemiga
irresistible del coronel-jefe del Ejército Fulgencio Batista, del embajador
estadounidense Benjamín Sumner Welles (quien se esforzó incansablemente con el
Secretario de Estado de su país, Cordell Hull, y con el Presidente Roosevelt
para rehusar el reconocimiento a ese Gobierno ante el cual precisamente por esa
razón no estuvo acreditado nunca), de la organización antimachadista ABC, y de
la clase política que sobrevivió al machadato –que a continuación auparon a la
presidencia de facto al ex coronel del Ejército Libertador, Carlos Mendieta y
Montúfar-.
Parte 2
de 4
Todo este periodo crepuscular de la época plattista o
liminar en la Historia de la República se caracterizó por el acentuado
injerencismo de los sucesivos gobiernos de los EE.UU., con amparo formal en el
apéndice impuesto a la Constitución de 1901 (cuyo Artículo III estipulaba “Que
el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el
derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el
mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y
libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba,
han sido impuestas a los Estados Unidos por el Tratado de París y que deben
ahora ser asumidas y cumplidas por el Gobierno de Cuba”).
La expresión más próxima en el
tiempo de los intereses económicos cuya salvaguarda necesitaba de esa
injerencia foránea en los asuntos políticos cubanos estaba ejemplificado por
los privilegios monopolísticos otorgados por el Gobierno de Machado a la
Compañía Cubana de Electricidad, filial de la Electric Bond and Share Company,
y por el conflicto del Gobierno Grau San Martín con los inversores norteamericanos
interesados en la adquisición de propiedades de la también estadounidense Cuban
Sugar Cane Corporation, cuando aquél anunció su intención de que el Estado
ejerciese el derecho de tanteo respecto de una quincena de ingenios azucareros
que dicha compañía iba a ofrecer en pública subasta, ante el desplome del
precio internacional del azúcar y la resultante sobrecapitalización que padecía
la compañía en Cuba.
La proyección internacional del
Gobierno de los cien días, presidido por el Dr. Grau San Martín, fue emprendida
en dos grandes líneas de actuación: la proclamación del antiinjerencismo por la
Séptima Conferencia Internacional Americana –reunida en Montevideo, Uruguay,
del 3 al 26 de diciembre de 1933-, y la abrogación de la Enmienda Platt a la
Constitución cubana de 1901 (efectuada mediante Tratado negociado personalmente
con el Secretario de Estado Auxiliar Sumner Welles por el Dr. Manuel Márquez
Sterling, embajador en Washington, en estrecha consulta con el Dr. Cosme de la
Torriente, Secretario de Estado, y firmado el 29 de mayo de 1934).
Esos logros no tuvieron parangón en la diplomacia cubana
hasta la intervención decisiva -para la aprobación por la Asamblea General de
Naciones Unidas, en su tercer periodo de sesiones en 1948- del Dr. Ernesto
Dihigo como ponente del primer proyecto de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, y en la presentación a votación de su texto definitivo por el
Embajador Guy Pérez de Cisneros, quien también en el mismo año fue Relator del
Comité sobre Derechos y Deberes del Hombre de la Novena Conferencia
Internacional de la Unión Panamericana, que aprobó la Declaración Americana
sobre los Derechos y Deberes del Hombre.
En una declaración hecha pública el
23 de noviembre de 1933, el Presidente Franklin Delano Roosevelt manifestó que
“Durante los meses que han transcurrido desde la caída del Gobierno del
Presidente Machado, hemos seguido el transcurso de los acontecimientos en Cuba
con la más amistosa preocupación y con un persistente deseo de resultar de
ayuda al pueblo cubano.
“Debido a la excepcionalmente
cercana relación que ha existido entre nuestros dos pueblos desde la fundación
de la República de Cuba y en particular debido a los Tratados que existen entre
ambos países, el reconocimiento por parte de los EE.UU. a un Gobierno en Cuba
brinda –en una medida más que ordinaria- apoyo tanto material como moral a ese
Gobierno.
“Por
esta razón no nos ha parecido que sería una política de amistad y justicia
hacia el pueblo cubano en su conjunto brindarle reconocimiento a cualquier
Gobierno provisional en Cuba a menos que dicho Gobierno poseyese claramente el
apoyo y la aprobación del pueblo de esa República…Nosotros hemos estado
seriamente deseosos durante todo este periodo de mostrar mediante acciones
nuestra intención de abrir negociaciones para la revisión del acuerdo comercial
entre ambos países y para la modificación del Tratado Permanente entre los
Estados Unidos y Cuba…No se puede avanzar en esta dirección hasta que exista en
Cuba un Gobierno provisional que, a través del apoyo popular que suscite y la
cooperación general de la que disfrute, dé muestras de una genuina
estabilidad…Como ya ha sido oficialmente declarado, el Gobierno de los Estados
Unidos no alberga parcialidad ni prejuicio contra ninguna facción o individuo
en Cuba. Dará la bienvenida a cualquier Gobierno provisional en Cuba al cual el
pueblo cubano demuestre su confianza…El Embajador Welles regresará a La Habana
en los próximos días. Tal como se ha anunciado, al término de su misión, que
ocurrirá en el futuro cercano, regresará a Washington a reasumir sus tareas
anteriores como Secretario de Estado Auxiliar, y será reemplazado por el Sr.
Jefferson Caffery, que ahora funge como Secretario de Estado Auxiliar”. Es
decir, el Gobierno de los EE.UU. rehusaba reconocer al Gobierno del Dr. Grau
San Martín y, no obstante, mandaba a un alto funcionario del Servicio Exterior
a relevar a otro ex alto cargo en el sillón de Embajador de los EE.UU. en un
país vecino y amigo, pero sin acreditarlo ante el Gobierno de éste. Éste fue el
resultado de las consejas de Sumner Welles, quien el 10 de septiembre -el mismo
día de la proclamación de Grau como Presidente- escribía a su jefe Cordell Hull
que Grau era “por completo intratable” y “en extremo radical”, y al día siguiente
remitía otro informe a su Departamento de Estado en el que pedía una
declaración oficial respecto a que los EE.UU. no reconocerían como “legítimo y
constitucional” a ningún Gobierno en Cuba a menos que demostrase contar con el
respaldo de la mayoría del pueblo cubano.
Parte 3
de 4
En este clima de hostilidad -ya que el Gobierno de Grau
sólo era reconocido por Uruguay, Perú, Panamá, México y España-, el Secretario
de Estado de Cuba recibe la invitación de la Cancillería uruguaya, en carta de
2 de agosto de 1933, para asistir, junto a sus colegas de todas las otras
repúblicas americanas (es decir, los Ministros de Relaciones Exteriores), a la
Séptima Conferencia Internacional de la Unión Panamericana, a celebrarse en
Montevideo del 3 al 26 de diciembre de ese mismo año.
A comienzos de noviembre de 1933, el Presidente Grau
designó una primera delegación, pronto sustituida por otra a raíz de la
sublevación fallida del día 8 de ese mes contra su Gobierno, y finalmente
asistieron en representación de Cuba, como embajadores plenipotenciarios a
aquel cónclave interamericano, el Dr. Herminio Portell Vilá, profesor de
Historia de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana; el
Dr. Angel Alberto Giraudy, ex Ministro del Trabajo –quien presidía la
delegación-; y el Ingeniero Alfredo E. Nogueira y Herrera, acompañados en
calidad de secretarios por dos miembros del ya disuelto Directorio Estudiantil
Revolucionario de 1930, Juan Antonio Rubio Padilla y Carlos Prío Socarrás.
En el Artículo 3 de la Convención de Derechos y Deberes de
los Estados, que recogía la ponencia presentada por el Dr. Portell Vilá y que
fue adoptada en su sesión del 22 de diciembre de 1933 por la Asamblea Plenaria
de la conferencia por unanimidad, incluido el voto favorable de la delegación
estadounidense expresado por boca de su presidente el Secretario de Estado
Cordell Hull, se plasmaba que “La existencia política del Estado es
independiente de su reconocimiento por los demás Estados. Aun antes de
reconocido el Estado, tiene el derecho de defender su integridad e
independencia, proveer a su conservación y prosperidad y, por consiguiente, de
organizarse como mejor lo entendiere, legislar sobre sus intereses, administrar
sus servicios y determinar la jurisdicción y competencia de sus tribunales”. El
Artículo 4 remachaba que “Los Estados son jurídicamente iguales, disfrutan de
iguales derechos y tienen igual capacidad para ejercitarlos. Los derechos de
cada uno no dependen del poder de que disponga para asegurar su ejercicio, sino
del simple hecho de su existencia como persona de Derecho Internacional”. El
Artículo 5 proclamaba que “Los derechos fundamentales de los Estados no son
susceptibles de ser afectados en forma alguna”. El Artículo 8 declaraba que
“Ningún Estado tiene derecho de intervenir en los asuntos internos ni en los
externos de otro”. Y, finalmente, el Artículo 11 establecía que “Los Estados contratantes
consagran en definitiva, como norma de conducta, la obligación precisa de no
reconocer las adquisiciones territoriales o de ventajas especiales que se
realicen por la fuerza, ya sea que ésta consista en el uso de armas, en
representaciones diplomáticas conminatorias o en cualquier otro medio de
coacción efectiva. El territorio de los Estados es inviolable y no puede ser
objeto de ocupaciones militares ni de otras medidas de fuerza impuestas por
otro Estado ni directa ni indirectamente, ni por motivo alguno, ni aún de
manera temporal”.
Diez años antes, como delegado de
las Escuelas Pías de Cárdenas, el todavía estudiante de la Facultad de Derecho
Herminio Portell Vilá había participado en el Primer Congreso Nacional de
Estudiantes, ante el que presentó una iniciativa encaminada a la denuncia
unilateral por parte de Cuba del Tratado Permanente entre Cuba y los EE.UU.,
firmado el 22 de mayo de 1903 y que reproducía al pie de la letra el apéndice a
la Constitución de 1901 conocido como Enmienda Platt, validando el derecho de
intervención de los EE.UU. en los asuntos internos de Cuba.
La moción de Portell Vilá en aquel
congreso estudiantil, ahora con firme apoyo en la convención panamericana sobre
los derechos y deberes de los Estados (ya que los efectos limitadores de la
soberanía cubana que imponía la Enmienda Platt quedaban rechazados por esta
novel doctrina interamericana), se abría paso definitivamente hacia la
repudiación formal del injerencista Apéndice Constitucional, aunque todavía
tuviesen que pasar otros cinco meses hasta que el Tratado de Relaciones de 29
de mayo de 1934 modificase el Tratado de 1903 y quedara abrogada la Enmienda
Platt iuris y de iure.
Cierto que la gloria de certificar
la defunción de la Enmienda Platt, y con ello la instauración del principio de
no intervención en las relaciones entre Cuba y los EE.UU., correspondió a
Manuel Márquez Sterling y a Cosme de la Torriente, pero las tareas seminales de
Herminio Portell Vilá en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes (1923) y en
la VII Conferencia Internacional de la Unión Panamericana (1933) constituyeron
sus antecedentes necesarios.
Precisamente el día antes del
señalado para la votación -en la Comisión de Derecho Internacional de la VII
Conferencia Internacional de la Unión Panamericana- de la Convención sobre los
derechos y deberes de los Estados mantuvieron Portell Vilá y Cordell Hull, a
solicitud de este último, una entrevista, en la que el Secretario de Estado y
presidente de la delegación norteamericana anunció que el nuevo embajador
Caffery (que carecía de toda acreditación, ya que su gobierno seguía y seguiría
negando el reconocimiento al gobierno del Dr. Grau) haría una investigación
preliminar de la situación en Cuba, que la Enmienda Platt sería abrogada, y que
se modificaría el Tratado de Reciprocidad. El Dr. Portell Vilá replicó que “lo
que realmente los Estados Unidos debían realizar es reconocer para después
tratar y no investigar para después reconocer…La oportunidad que tengo, de
acuerdo con mis instrucciones, para precisar a nombre de Cuba una actitud
contraria a la legitimidad de la Enmienda Platt y del Tratado Permanente, yo no
la hipoteco por promesa alguna”.
En su discurso del día siguiente (19
de diciembre de 1933) ante el pleno de la Comisión, el Dr. Portell Vilá
presentó el caso de Cuba “…frente a las fuerzas imperialistas de los Estados
Unidos que le impusieron un régimen de relaciones injusto utilizando al efecto
la coacción militar y las peores artes diplomáticas en ese quinquenio terrible
de 1898-1903”, reafirmando que “la Enmienda Platt tiene el vicio de la
coacción; fue impuesta a Cuba por las bayonetas de los Estados Unidos y por eso
Cuba es y será siempre contraria a la Enmienda Platt”.
Parte 4
de 4
Veinticinco años después, a comienzos de 1959, Portell Vilá
escribió en la revista habanera BOHEMIA un largo ensayo sobre La Neutralidad
Imposible, en el que planteó que “Cuba no puede pretender la NEUTRALIDAD
imposible en una guerra de los Estados Unidos con potencias
extracontinentales…No hay nación en el mundo que pueda considerarse neutral en
una guerra, si tiene la posición geográfica que Cuba y si los Estados Unidos
son uno de los beligerantes. Nuestro país es un trampolín natural para atacar a
los Estados Unidos…CUBA ES LA ALIADA NATURAL DE LOS ESTADOS UNIDOS EN CASO DE
GUERRA PORQUE EN ELLO LE VA LA VIDA A
CUBA…La alianza ha sido y debe seguir invariable, sin embargo, porque le
conviene a Cuba. ¡Que nunca haya quien pueda derrotar a los Estados Unidos
porque esa victoria significaría el fin de Cuba Libre!”
Como materialización de esa previsión,
esa consideración geopolítica fue el norte de la intervención soviética en Cuba
a partir de 1960, un episodio más de la Guerra Fría cuyas ascuas todavía no se
han apagado y que comenzó en febrero de 1945 en la reunión de Churchill,
Roosevelt y Stalin en Yalta (Crimea). Y sigue siendo el norte de Rusia hoy en
día, en sus intentos incesantes de penetración en América central y meridional,
y la cuenca del Caribe. Ese norte ha consistido y sigue consistiendo en el
establecimiento de regímenes satélites a través de los cuales subvertir el
orden político, económico y social consagrado en el preámbulo de la Carta de la
Organización de Estados Americanos (OEA), que dice que “la misión histórica de
América es ofrecer al hombre una tierra de libertad y un ámbito favorable para
el desarrollo de su personalidad y la realización de sus justas aspiraciones”;
que “la democracia representativa es condición indispensable para la
estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”; que “el sentido genuino de
la solidaridad americana y de la buena vecindad no puede ser otro que el de
consolidar en este Continente, dentro del marco de las instituciones
democráticas, un régimen de libertad individual y de justicia social, fundado
en el respeto de los derechos esenciales del hombre”; y que “la organización
jurídica es una condición necesaria para la seguridad y la paz, fundadas en el
orden moral y en la justicia”.
El epítome de las actuaciones y las prédicas del Dr.
Portell Vilá a lo largo de toda una vida de ejercicio de funciones públicas –en
la cátedra, en el Foro, en la prensa, en la investigación, en las reuniones
internacionales en representación de Cuba- nos deja el ejemplo y la
enseñanza de un sabio que supo, a la vez
que hacer un importante aporte cívico a la sociedad civil a la que pertenecía,
destilar en la Historia de Cuba el papel, la importancia y las querencias de
sus personalidades protagonistas, identificar las concausas y consecuencias de
los acontecimientos, a la vez que analizar el peso del pasado y los intereses
colectivos de la Nación cubana, con especial ahínco en sus relaciones
internacionales y en particular con los EE.UU. de América, trabajando para que
los vínculos de Cuba con los EE.UU. fueran de estrecha amistad y colaboración y
se desenvolvieran en un plano de igualdad, equilibrio y mutuo beneficio.
Al fatalismo geográfico de la Doctrina Monroe, a la
Doctrina del Destino Manifiesto (alegorizada por John Gast en una pintura de
los años setenta del siglo XIX sobre la marcha al Oeste del continente norteamericano),
y al Corolario Roosevelt de 1904, Portell Vilá tuvo la visión, el coraje y la
virtud de oponer el antiinjerencismo y la dignidad en las relaciones
internacionales de Cuba, la neutralidad imposible y la alianza con los EE.UU.
ante un ataque extracontinental (propensión política natural que el régimen
castrocomunista viró de revés al convertirse en punta de lanza de la URSS,
comenzando por dar lugar a la Crisis de los Cohetes de 1962 y continuando con
sus aventuras militares y fomento de la subversión guerrillera en todo el
mundo), y la necesidad de la probidad en la vida pública.
Ganadores XII Concurso de Poesías 2014
PRIMER LUGAR: Autora: Hortensia Munilla. POEMA: "El Tiempo”
POEMA: “EL TIEMPO”
El Tiempo… ¡Quién pudiera describirlo!
Mas por ser insondable desconcierta…
Es por eso que siempre será incierta
la opinión del que intente definirlo.
No es posible apresarlo ni evadirlo
ya que al ser intangible no se acierta.
¡Tan valioso es el Tiempo como cierta
el ansia que sentimos por vivirlo!
Y a veces lo vivimos banalmente
Sin meditar que pasa y diligente
Cual agua entre los dedos se nos va.
Es sabio quien lo vive con provecho
pues de que se nos escapa es un hecho…
¡Y ese tiempo jamás regresará!
El Tiempo en su correr irreversible
y a gran velocidad interrumpida
a través del camino nos convida
a anhelar siempre más de lo posible.
Con inmenso poder indescriptible
y enorme fortaleza indefinida
nos hace concebir la desmedida
ambición de un vivir inextinguible.
En parte nos dirige la existencia
pero también aporta la experiencia
que adquirimos, a veces, tras su paso.
El Tiempo nos abruma, nos consuela…
y se nos hace eterno cuando vela
nos envuelven las sombras del ocaso.
Por mucho que intentemos olvidarlo
el Tiempo nos impone su presencia
pues al ir tan prendido a la conciencia
no podemos dejar de recordarlo.
Nos presiona, nos urge… y sin notarlo
para todo contamos con su anuencia.
¿Cuál misterio es el suyo que la Ciencia
no ha logrado jamás dilucidarlo?
En la niñez a veces nos parece
que el Tiempo se detiene o que no pasa.
¡Entonces no sabemos lo que arrasa,
que a su paso la Vida desfallece!
¡Aunque a su mismo compás va la Vida
siempre el Tiempo le gana la partida!
Que el Tiempo cicatriza toda herida
las del alma como las corporales
y que suaviza las penas mortales
es una realidad reconocida.
Y que a través de la senda vivida
el Tiempo nos envía sus señales
unas felices aunque nunca iguales
es otra gran verdad establecida.
¡Mas ya basta de vanas conjeturas
y reflexiones todas inseguras
que así me han impulsado a divagar!
Abandono el tema, lo echo al olvido…
¡Qué siga el Tiempo su gran recorrido
con su misterio sin desentrañar!
EL CHORI
De "Memorias de un cubano":
Pero había alguien que se destacaba en la Playa de Marianao: Silvano Shueg Echevarría, “El Chori”, experimentado percusionista y rumbero cuyo anuncio de Chori estaba escrito creo que en cualquier parte. Para su actuación se valía de sartenes, cazuela, pomos de agua con distintas cantidades del líquido, hierros con sonidos, sus tambores y un ritmo imperturbable.
Las visitas de personalidades y turistas para ver al peculiar músico eran numerosas. Lo visitaron entre otros el gran Marlon Brando, admirador de la percusión, Agustín Lara, María Félix, Pedro Vargas y el percusionista Tito Puentes.
Las playas de Marianao devinieron centros de diversión espontánea e intenso, sobre todo a partir de la rotonda de Quinta Avenida y 112 y la rotonda del antiguo Habana Yacht Club. Los puestos de fritas cubanas se hicieron imprescindibles para los noctámbulos que asistían a diario a la espectacular playa de Marianao y no a bañarse precisamente. Estos puestos de fritas vendían pan con bistec, chicharritas, tamales, albóndigas de carne con pan y otros alimentos. Todos estos puestos emulaban con la calidad y por tanto sus productos resultaban exquisitos, existiendo vida para todos pues como se dice en Cuba: "la playa da hambre". Muchos años después, ya en la Revolución, el sitio se hizo famoso por haberse detectado que un vendedor de panes con bisté muy exitoso, utilizaba carne de tiñosa. Sin comentarios.
EL CHORI Y MARLON BRANDO EN LA PLAYA DE MARIANAO.
Existían varios cabarets de segunda categoría como “El Pensilvania”, “El Flotante”, “Mi Bohío”, “El Panchín”, “Los Tres Hermanos”, “La taberna de Pedro”, “La Choricera” y otros, construidos casi todos de madera, con piso de cemento y techos de zinc y que lindaban con lo marginal, pero que eran visitados por todas las clases sociales. El cabaret “El Rumba Palace” o Palacio de la Rumba, cabaret de segunda al igual que los demás, poseía un poquito más categoría que el resto. Algo muy especial de esta playa consistía en el uso exagerado de anuncios lumínicos.Pero había alguien que se destacaba en la Playa de Marianao: Silvano Shueg Echevarría, “El Chori”, experimentado percusionista y rumbero cuyo anuncio de Chori estaba escrito creo que en cualquier parte. Para su actuación se valía de sartenes, cazuela, pomos de agua con distintas cantidades del líquido, hierros con sonidos, sus tambores y un ritmo imperturbable.
Las visitas de personalidades y turistas para ver al peculiar músico eran numerosas. Lo visitaron entre otros el gran Marlon Brando, admirador de la percusión, Agustín Lara, María Félix, Pedro Vargas y el percusionista Tito Puentes.
Bayamo - - 10 de Octubre
La historia de Bayamo está representada por hombres que supieron entender y cambiar el
contexto de su vida y de quienes le rodearon, apreciar lo significativo de su territorio y hacerla
trascendental
contexto de su vida y de quienes le rodearon, apreciar lo significativo de su territorio y hacerla
trascendental
10 DE OCTUBRE: Otros argumentos
MsC. Ludín B. Fonseca García. Historiador de Bayamo
El 7 de octubre de 1868 llega a manos de Ismael Céspedes Yero un telegrama del capitán general Francisco Lersundi que ordena al teniente gobernador Julián Udaeta poner en prisión a varios bayameses por infidentes.
Se transmite de inmediato la información a Carlos Manuel de Céspedes y él adelanta la fecha de alzamiento. Esta explicación es la versión más divulgada y cuestionada, el documento no aparece después de ingentes búsquedas en archivos cubanos y españoles.
La falta del original en la contemporaneidad no implica su inexistencia en el siglo XIX. Las autoridades españolas y los conspiradores cubanos conocen su trascendencia, pero su preservación es imposible ante el torrente de acontecimientos.
El vínculo entre alzamiento y celebración del onomástico de la reina de España es poco citado, nuevos argumentos demuestran su vigencia.
El 10 de octubre de 1830 nace María Isabel Luisa. El 20 de diciembre los bayameses dicen que este acontecimiento resonó con los ecos más dulces y armoniosos en sus fértiles y risueños campos, cada año se hacían celebraciones fastuosas. La Plaza de Armas de Bayamo se denomina Isabel II.
Está por estudiar cómo la imposición de nombres de monarcas y dignidades coloniales alejadas de la identidad de los cubanos profundizó el pensamiento independentista.
La historiografía cubana enfatiza que la desaparición de los mismos en Cuba se inicia después de 1899, como resultado del proceso de descolonización, en Bayamo se realizan desde la primera década del siglo XIX.
Durante su mandato, la reina se alía a los conservadores. Los progresistas se inclinan por la insurrección y exigen su destronamiento, la acusan de intervencionismo partidista y de deslealtad hacia la voluntad nacional. Se produce la Revolución de 1868, que la obligó a exiliarse en Francia.
El 9 de octubre la Gaceta de La Habana publica un decreto que refleja las actividades a desarrollar por sus simpatizantes en la Isla. El 10, un artículo la elogia y el capitán general recibe a personalidades políticas.
Las autoridades desconocen que el 9 de octubre Pedro de Céspedes se alza en Macaca por orden de su hermano Carlos Manuel, como preámbulo del grito de independencia.
Intencionalmente el Padre de la Patria dota al 10 de octubre de evocaciones diferentes. La dinastía Borbón festejará por la monarca y los cubanos por el inicio del fin de la dominación colonial española en América.
Goza de pocas simpatías la reina defenestrada y su recuerdo es de mal gusto entre gobiernos de diferentes ideologías, que cambian su nombre a espacios públicos. En Bayamo aparece la Plaza de la Revolución y en Manzanillo la calle conde de Valmaseda, donde Céspedes tenía una casa y un solar.
La predilección del Iniciador por el sábado 10 de octubre nunca la fundamentó y continuará siendo una incógnita. Era un hombre de ímpetu que pensó la elección, porque sabía, como dijo José Martí, que se echaba a su espalda un pueblo.
MsC. Ludín B. Fonseca García. Historiador de Bayamo
El 7 de octubre de 1868 llega a manos de Ismael Céspedes Yero un telegrama del capitán general Francisco Lersundi que ordena al teniente gobernador Julián Udaeta poner en prisión a varios bayameses por infidentes.
Se transmite de inmediato la información a Carlos Manuel de Céspedes y él adelanta la fecha de alzamiento. Esta explicación es la versión más divulgada y cuestionada, el documento no aparece después de ingentes búsquedas en archivos cubanos y españoles.
La falta del original en la contemporaneidad no implica su inexistencia en el siglo XIX. Las autoridades españolas y los conspiradores cubanos conocen su trascendencia, pero su preservación es imposible ante el torrente de acontecimientos.
El vínculo entre alzamiento y celebración del onomástico de la reina de España es poco citado, nuevos argumentos demuestran su vigencia.
El 10 de octubre de 1830 nace María Isabel Luisa. El 20 de diciembre los bayameses dicen que este acontecimiento resonó con los ecos más dulces y armoniosos en sus fértiles y risueños campos, cada año se hacían celebraciones fastuosas. La Plaza de Armas de Bayamo se denomina Isabel II.
Está por estudiar cómo la imposición de nombres de monarcas y dignidades coloniales alejadas de la identidad de los cubanos profundizó el pensamiento independentista.
La historiografía cubana enfatiza que la desaparición de los mismos en Cuba se inicia después de 1899, como resultado del proceso de descolonización, en Bayamo se realizan desde la primera década del siglo XIX.
Durante su mandato, la reina se alía a los conservadores. Los progresistas se inclinan por la insurrección y exigen su destronamiento, la acusan de intervencionismo partidista y de deslealtad hacia la voluntad nacional. Se produce la Revolución de 1868, que la obligó a exiliarse en Francia.
El 9 de octubre la Gaceta de La Habana publica un decreto que refleja las actividades a desarrollar por sus simpatizantes en la Isla. El 10, un artículo la elogia y el capitán general recibe a personalidades políticas.
Las autoridades desconocen que el 9 de octubre Pedro de Céspedes se alza en Macaca por orden de su hermano Carlos Manuel, como preámbulo del grito de independencia.
Intencionalmente el Padre de la Patria dota al 10 de octubre de evocaciones diferentes. La dinastía Borbón festejará por la monarca y los cubanos por el inicio del fin de la dominación colonial española en América.
Goza de pocas simpatías la reina defenestrada y su recuerdo es de mal gusto entre gobiernos de diferentes ideologías, que cambian su nombre a espacios públicos. En Bayamo aparece la Plaza de la Revolución y en Manzanillo la calle conde de Valmaseda, donde Céspedes tenía una casa y un solar.
La predilección del Iniciador por el sábado 10 de octubre nunca la fundamentó y continuará siendo una incógnita. Era un hombre de ímpetu que pensó la elección, porque sabía, como dijo José Martí, que se echaba a su espalda un pueblo.
Angerona: historia de amor entre un alemán y una esclava negra
Publicado por: Redacción de CiberCuba
En el municipio de Artemisa, al sur de La Habana, en medio de la campiña cubana, se conservan las ruinas del viejo cafetal Angerona, cuyo dueño, un emigrante alemán venido de Brehmen, prosperó a costa del aromático grano, a principios del siglo XIX. Pero Cornelio Sausse, conocido como Sochay, nunca imaginó que la atracción por la piel negra con aromas y fragancias de perfumes franceses, lo llevarían a un inusitado e inolvidable amor. Ursula Lambert, acaudalada y elegante haitiana, exiliada después de la rebelión esclava en ese país, fue quien le motivó para quedarse. A partir de su encuentro en las callejuelas de La Habana, sintieron una atracción mucho más fuerte que la rigidez moral y el racismo imperantes en aquella época. Este amor tuvo su momento cumbre en 1813, cuando Sochay, por un precio de 14 000 pesos, compró una finca a la que su adorada Úrsula nombraría Angerona, y que convirtió en un maravilloso imperio cafetalero haitiano-alemán. Cuentan que este hombre hizo producir sus 538 hectáreas hasta sacarle 150 000 libras del preciado grano, siempre junto a su emprendedora pareja. Unos 450 esclavos gozaban de un trato preferencial, comparado con los desmanes que se cometían a otros similares traídos de África en aquella época. Sochay hizo construir una casa señorial de arquitectura ecléctica sobre una pequeña colina. Para dar la bienvenida, hizo colocar en la entrada, sobre un mínimo pedestal, la imagen latina de la diosa Angerona. El cuidado de la siembra bajo el orden perfecto de Sochay y el toque femenino y armonioso de Úrsula, aseguraron una prosperidad cada vez más creciente a este lugar. Pero la muerte le jugó una mala pasada a los amantes. El 13 de julio de 1837, este alemán enamorado del café y de la tierra cubana abandonó para siempre a su "roble de olor". Ella llevó consigo, durante los siguientes 23 años que vivió, el dolor de la pérdida. Entonces la caña de azúcar sentó pautas como monocultivo y comenzó a ganar terreno en la incipiente economía de la Isla, desplazando al café. La implacable fuerza del tiempo y el olvido comenzaron a adueñarse de cada rincón de Angerona y con ello, comenzaron a apagarse los ecos y remembranzas del intenso amor entre Sochay y Úrsula. El 6 de junio de 1989, la Comisión Nacional de Patrimonio declaró a esta joya monumento nacional, por su valor histórico, cultural y arquitectónico. Al museo municipal de Artemisa, localidad donde se encuentran las ruinas de este cafetal del siglo XIX, le fue encargada su custodia y restauración. Y Angerona, la diosa romana con su figura delicadamente esculpida sobre mármol blanco de Carrara, celosa guardiana de viejas columnas, paredes y romances, cuida cual sagrado templo una leyenda de amor con aroma de café. En el 2005 fue estrenado el filme Roble de olor, basado en esta historia, con Jorge Perugorría en el papel de Sochay
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Recuerdos del Ayer: Fritas Santiago
ESTADIO DEL CERRO
Foto tomado de: carlosbua.com
René León
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Hablaba con mi amigo Manuel Rivero, antiguo dueño del bar “OK” en la Habana, situado en la calle de Zanja y Belascoaín, hombre trabajador y atento con todos los que iban a comer sus famosos sándwiches cubanos , pero los verdaderos, no los cubanos de aquí en Tampa, que se han americanizado, con lechuga y tomate. Abierto las 24 horas del día, punto fijo de los madrugadores.
Frente a su negocio en la misma calle, pero en la acera del frente, había un griego que se llamaba Santiago Papadopulos, creo que ese era su apellido: tenía un negocio de vender fritas. Recuerdo cuando pasaba con mi hermano Julio de regreso del colegio para la casa de mis padres, siempre estaba allí y nos saludaba, algunas veces comíamos sus sabrosas fritas..
La historia que hoy voy a contar es de la vida real. Vestido de pantalón y camisa blanca y de sombrero uno de esos que usan los cocineros en los restaurantes, atendía a sus clientes. Conocido en la calle de Zanja y Belascoaín, como el “Rey de la Frita”. Hombre trabajador, cumplidor y honesto. Se sentía contento de lo que vendía al público. Cuando los ómnibus pasaban por allí los conductores, le decían que le tuviera preparada una frita para cuando volviera. En aquellos años el transporte pasaba a su hora en las paradas, pues era chequeado por los inspectores. Se viajaba la ciudad de la Habana, por el costo de centavos.
Santiago fue prosperando y se decide a abrir otras friteras en la ciudad, recuerdo había una en la calle de 23 y 12, y creo otra cerca del Mercado de la Habana. Tenía amigos en todas partes de la ciudad. Cuando alguien le decía que tenía hambre, y no tenía dinero, siempre y cuando él supiera que la persona no era un sinvergüenza o borracho, le preparaba su frita con papitas. Hubo veces que le hicieron ofertas de comprar el negocio de Zanja y Belascoaín, cosa que rehusaba, y siempre decía: “Ahí, di mis primeros pasos”.
Creo en el año de 1957 hace una oferta por la contrata de las ventas al público dentro del Stadium del Cerro, donde en aquellos años se jugaba la pelota profesional, entre los cuatros equipos. No faltaba un solo día. Pero otros vientos empezaron a soplar en nuestra Cuba, llega la revolución castrista, y sus nuevas leyes; los peloteros cubanos profesionales se empezaron a quedar en los Estados Unidos, y los americanos no volvieron más.
El año de 1961 sería el último año de la pelota profesional en Cuba. La situación de Santiago era bien mala, el gobierno le había quitado sus propiedades, acusado de colaborar con el gobierno de Batista. Santiago le había dicho a ciertos amigos, que había perdido todo lo levantado con su esfuerzo y honradez de años. Había tomado una decisión.
El día que se iba a jugar el último juego, espero que se fuera llenando el Studium. Santiago se fue detrás de los palcos y asientos de preferencia, atrás le quedaba el “home plate”. Debajo de la camisa tenía un cuchillo afilado y largo. Con el cuchillo en la mano empezó a gritarle al público para que le pusieran atención. Unos le gritaban que estaba loco, otros que se encontraba borracho. Cuando se callaron, les dijo a ellos con el cuchillo en la mano y puesto frente a su estómago: “Se acabó la pelota y se acabó Santiago”. Se lo enterró en el estómago, muchos corrieron para ayudarlo, pero ya era tarde. La revolución lo había llevado al desastre, el prefirió la muerte a la deshonra.
Los periódicos no hicieron mención de lo pasado. Así es la vida.
Foto tomado de: Recetas Cubanas |
Historia de la Biblioteca Nacional
Castillo de la Real Fuerza
De su memoria.
Anterior al surgimiento de la Biblioteca Nacional de Cuba el 18 de octubre de 1901, existía la tradición cubana de bibliotecas privadas y públicas. Se sabe de importantes colecciones privadas existentes desde el siglo XVII, como la del presbítero Nicolás Estévez Borges (2 000 volúmenes), deán de la Catedral de Cuba. A finales del siglo XVIII, con el fin de desarrollar los estudios que se impartían, surgió una pequeña biblioteca en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Lo importante de la misma es que, por prescripción estatutaria, los profesores del Seminario estaban obligados a escribir los libros de texto de las asignaturas que impartían. Gracias a ello, nos han llegado los textos de Filosofía Electiva de José Agustín Caballero y las Lecciones de Filosofía de Félix Varela, nuestros primeros filósofos y científicos cuyas primeras ediciones atesora la Biblioteca Nacional. Tres años antes de que concluyera el Siglo de las Luces se crea en la recién constituida Sociedad Económica de Amigos del País la biblioteca pública de la institución, la más antigua de Cuba y que, para comienzos del siglo XX, ya atesoraba 41 487 volúmenes.
Las más destacadas personalidades del mundo científico e intelectual cubano, casi todas pertenecientes a la más alta aristocracia azucarera del país, desarrollaron, durante el Siglo decimonónico, importantes bibliotecas particulares entre las que se destacaron las de Francisco de Arango y Parreño, Nicolás Calvo y O’Farril, Antonio Bachiller y Morales, Domingo del Monte, Vidal Morales y Morales, José Silverio Jorrín, Néstor Ponce de León, Domingo Figuerola Caneda, entre otros. Lo que hace valiosas a estas colecciones es que sus volúmenes fueron editados por prestigiosas casas editoriales europeas, norteamérica y cubanas en lujosas y artísticas encuadernaciones y cuidadas ediciones; a la vez, constituyen piezas excepcionales de la producción científica e intelectual mundial y cubana. El interés por la lectura y el libro era evidente en diversas clases y sectores sociales a finales del siglo XIX. Durante las tres últimas décadas, como consecuencia del surgimiento de sociedades culturales, de recreación y del trabajo de algunas logias masónicas, comenzaron a crearse bibliotecas públicas de muy escasos recursos. Así, al terminar la centuria decimonónica, existía un consenso generalizado sobre la necesidad de desarrollar las bibliotecas como el símbolo más evidente y la expresión más genuina de la cultura científica y literaria que alcanzara cada comunidad.
Por otra parte, la no-existencia de una biblioteca nacional hasta 1901 tenía, como origen, la inexistencia del estado nacional y la condición colonial de Cuba. Desde 1899, ya se observa el interés porque, entre las nuevas instituciones que debían nacer con el estado cubano estuviese la Biblioteca y el Archivo nacionales.
La Biblioteca Nacional de Cuba fue creada el 18 de octubre de 1901, mediante la ley militar No. 234 del Gobierno Interventor norteamericano en el cual se nombraba a su primer director. Su original ubicación estuvo en un salón de 30 x 7.5 metros, en el Castillo de la Fuerza, donde radicaba el Archivo General. Sus primeros libros los donó su primer director, Don Domingo Figuerola Caneda, y consistió en su colección personal de 3 000 volúmenes. A partir de ese momento, lo más granado de la intelectualidad cubana, consientes del valor de la nueva institución, comenzó a entregar en donación sus colecciones particulares. Este es el origen de valiosos fondos como los de Antonio Bachiller y Morales, Francisco Sellén y Manuel Pérez Beato. Poco después, en julio de 1902, la institución recién creada es trasladada a los altos de la antigua Maestranza de Artillería.
En 1909, la Sra. Pilar Arazosa de Muller dona una pequeña imprenta que permitirá comenzar a editar los primeros números de la Revista de la Biblioteca Nacional, fundada por Domingo Figuerola Caneda, quién dirigió la institución hasta 1920.
Según el testimonio de Francisco de Paula Coronado, segundo director de la Biblioteca Nacional, en 1929 las estanterías de la Biblioteca Nacional fueron trasladadas al Capitolio Nacional, entonces en construcción. Los libros se colocaron en cajas y se trasladaron a una nave del viejo Presidio, en la calle Prado. Un incendio que allí se produjo destruyó importantes documentos y libros. Otras obras que no cupieron en las cajas, quedaron amontonadas en los rincones a expensas de los daños que producen el polvo y la humedad. La situación de la Biblioteca Nacional, llegó a tal grado de deterioro debido a la desidia de los gobiernos de la época. Ello provoca que el destacado historiador de la ciudad de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, funde en 1936, la Sociedad “Amigos de la Biblioteca Nacional”. Por medio de la misma denunció el caos educativo y cultural que vivía Cuba y, en especial, su máxima institución bibliotecaria. Este movimiento unió a lo más destacado de la intelectualidad cubana, por no sólo salvar la Biblioteca Nacional, sino también por dignificarla y desarrollarla como institución insignia de la cultura nacional.
iEn 1938, después de una fuerte represión contra el movimiento progresista cubano, el jefe de la Policía Nacional, José Eleuterio Pedraza, traslada otra vez la Biblioteca Nacional hacia el Castillo de la Fuerza. Como consecuencia de la forma precipitada y poco cuidadosa en que se realizó la mudanza, se incrementaron los daños y fueron aún más seriamente afectados los fondos de la institución.
Con el propósito de reorganizar la Biblioteca, se nombró asesor técnico de la institución a una de las figuras más reconocidas de la intelectualidad cubana de la época, José Antonio Ramos. El mismo se responsabilizó con la catalogación y clasificación de los fondos existentes. Ramos es quien suprime la anterior clasificación de la Biblioteca por la llamada decimal, con las modificaciones de Bruselas y otras de su propia creación. Gracias a las gestiones de Ramos, se producen varios acontecimientos que serán trascendentes en la historia de la Biblioteca Nacional: se crea la Junta de Patronos que promueve el desarrollo institucional, tanto en la adquisición de libros como de financiamiento para el mejoramiento de la institución. El 21 de marzo de 1941, al amparo de la constitución de 1940, se promulga la Ley No. 20, mediante la cual el estado cubano determina el destino de lo recaudado en la zafra de 1941. En su artículo 21, la ley establece un impuesto de medio centavo sobre cada saco de azúcar de 325 libras. El importe de esta recaudación sería entregado a la Junta de Patronos para que se encargara de la compra del terreno y la construcción de un edificio destinado a la Biblioteca Nacional y al cual debía dotarse de las estanterías, muebles y talleres necesarios.
Pese a las dificultades que enfrentaba la Institución, lo más destacado de esta época es el desarrollo de sus colecciones con importantes donativos, la presencia de su Revista dentro del marco cultural cubano y, particularmente, el esfuerzo de los más prestigiosos intelectuales de la época para que en todo proyecto cultural relevante estuviese presente la Biblioteca Nacional. Para inicios de la década de los 50 ya la institución era poseedora de uno de los más importantes fondos bibliográficos y documentales del país. No debemos olvidar, que la preservación y cuidado de estos fondos, estuvieron siempre a cargo de un meritorio número de bibliotecarios que de manera callada, desapercibida, mal remunerada y no muchas veces reconocida, dieron lo mejor de sí en este empeño.
En 1949, por iniciativa de Don Fernando Ortíz, la Junta de Patronos acuerda designar con el nombre de José Martí al edificio que se proyectaba construir. La Junta adquiere por 300 000 pesos el terreno correspondiente. La colocación de su primera piedra tuvo lugar el 28 de enero de 1952. Una vez aprobado el plano de situación, comenzaron los trabajos por el entonces Ministerio de Obras Públicas. El 12 de junio de 1957, mediante el decreto número 1664, se dispone la entrega del edificio a la Junta de Patronos, así como el traslado de la Biblioteca Nacional al nuevo inmueble. Enclavada en la por entonces Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, la moderna institución constituyó una de las edificaciones más notables de su época. Una torre de 15 pisos, garantizaba un buen acomodo de los fondos existentes y por adquirir de la Biblioteca Nacional. Amplias e iluminadas salas de lectura y un equipamiento técnico para la preservación y conservación de los libros y documentos, una pequeña imprenta, sala teatro de conferencias y una moderna sala de música, colocaban a la Biblioteca en el lugar físico, espiritual e intelectual que habían soñado científicos, académicos, hombres de la cultura y, sobre todo, los propios bibliotecarios. Finalmente, tenía el espacio que le permitiría aspirar a ser la institución insignia de la Cultura Nacional.
En 1959, el triunfo de la Revolución Cubana determinó cambios en las estructuras sociales y económicas del país. El 5 de enero de ese año entran en la Biblioteca Nacional las fuerzas revolucionarias. La vida científica e intelectual adquirió una nueva dimensión. La Biblioteca Nacional entraba en una nueva etapa de redefiniciones, crecimiento e inserción en todo el renacimiento que se estaba produciendo en el país.
La reconocida bibliotecóloga y Doctora en Ciencias Sociales y Derecho Público, Dra. María Teresa Freyre de Andrade, asume la dirección de la Biblioteca Nacional y redefine sus objetivos, funcionamiento y normativas. A ella se debe una profunda reorganización, recatalogación y reclasificación de las colecciones existentes en los fondos y las que en el futuro se adquirieran mediante el empleo de las reglas de catalogación de la American Library Association, y para clasificar con el Sistema Dewey. Se ampliaron los departamentos ya existentes y se crearon otros ante las nuevas tareas que la Biblioteca Nacional debía asumir en su doble condición de Biblioteca Nacional y Biblioteca Pública. Se establecieron además los departamentos de Selección, Consulta y Referencia, Arte, Juvenil, Biblioteca y Mantenimiento (1959). Dos de las más audaces y novedosas creaciones de esta etapa fue la Biblioteca Juvenil y la Biblioteca Circulante para Adultos.
El proceso de desarrollo educacional y cultural del país, que implicó la Campaña de Alfabetización, el desarrollo de maestros voluntarios, las escuelas en fábricas, las Facultades Obreras Campesinas, las campañas por el Sexto y Noveno grado, y otras iniciativas encaminadas a crear un pueblo culto y lector, necesariamente tenía que tener un Sistema de Bibliotecas que colocara el libro al alcance de un creciente público que no siempre tenía la posibilidad de su adquisición. Uno de los pasos más trascendentes en la historia de la Revolución Cubana fue la creación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Esta red, que hoy cuenta con 412 bibliotecas repartidas por todo el territorio nacional, coloca al Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas en condiciones de llevar el libro a los más recónditos lugares del país. Entre 1959 y 1967 fueron entregados en las principales ciudades y pueblos del país algunos de los edificios más significativos y patrimoniales para instalar en ellos las Bibliotecas Provinciales, Municipales y Sucursales. El hecho tiene mucho de simbolismo; los edificios pertenecientes a estas bibliotecas ocupan un lugar destacado en cada una de las comunidades donde se encuentran. La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí es la rectora del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas.
El constante desarrollo del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas impuso la necesidad de formar personal capacitado y especializado, por lo que se hizo necesaria la creación de la Escuela de Capacitación Bibliotecaria (1962), que posteriormente llevó el nombre de Escuela de Técnicos de Bibliotecas.
El incremento de las colecciones fue otro de los elementos caracterizadores de este momento. No sólo se contó con sumas para la adquisición de libros y para la suscripción a revistas cubanas y extranjeras, sino que, mediante el movimiento de bibliotecas recuperadas, se enriquecieron de forma notable los fondos atesorados en el centro y de las bibliotecas que se abrieron en diversas partes de la capital y de todo el país. También crecieron las colecciones cubanas del siglo XIX, cuando se determinó, en 1960, que los títulos publicados en la colonia y hasta 1902, existentes en la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País pasaran a la Biblioteca Nacional.
Estos primeros años de la Revolución fueron de intenso trabajo debido a los proyectos culturales y científicos impulsados por la Biblioteca Nacional. La institución irradió una serie de funciones, de actividades divulgadoras de las últimas tendencias en las artes plásticas, en la literatura, en las bibliotecas, en la música. Se impartieron cursos, seminarios, charlas, conferencias, conciertos que colocaron a la Biblioteca como uno de los centros científicos y culturales más importantes del país y de referencia obligada tanto nacional como internacionalmente.
Entre los acontecimientos más importantes de la época para la Biblioteca Nacional, fue que la primera conmemoración del 26 de Julio después del triunfo de la Revolución y en la Plaza de la Revolución, tuvo como tribuna su terraza norte. Desde ella el Comandante Fidel Castro, líder de la revolución naciente, habló a los miles de campesinos que por primera vez visitaban La Habana.
Un hecho de singular relevancia fue la celebración de los encuentros entre los escritores, artistas, dramaturgos y figuras de la cultura en general celebrados los días 16, 23 y 30 de junio en la sala-teatro de nuestra Biblioteca Nacional. El discurso de clausura de dichos encuentros estuvo a cargo del Comandante Fidel Castro y constituye un referente obligado sobre la política cultural de la Revolución Cubana. Este discurso es conocido con el título con el que se publicó: Palabras a los intelectuales.
Entre el 6 y el 8 de junio de 1964 se efectuó el primer Fórum de Bibliotecarios. En el mismo se analizaron los programas de estudios bibliotecarios en la Universidad de La Habana y la Campaña de Lectura Popular. Esta última constituyó uno de los proyectos más significativos de este período por cuanto perseguía cultivar el hábito de lectura entre los recién alfabetizados y los sectores más populares y disímiles de nuestra sociedad. El director ejecutivo de la campaña fue el doctor Salvador Bueno. Se organizaron dos cursos para formar guías de lectores que llevaran a los diferentes centros laborales, escuelas y barrios esta actividad: uno en la Biblioteca Nacional José Martí, impartido por el doctor Salvador Bueno, y el otro, en la Biblioteca Municipal Enrique José Varona, de Marianao, a cargo de la escritora de radio y televisión, Mercedes Antón.
La impronta de la Biblioteca Nacional en la cultura cubana, constatable a través de las numerosas obras publicadas en los últimos cincuenta años, tiene su hábitat en las salas especializadas, las cuales constituyen uno de los centros de investigación más importantes del país, particularmente la Sala Cubana, que llevó durante muchos años el nombre de Colección Cubana, y que en la actualidad rescató este nombre. En el interior de estas salas se desarrolló un espacio de investigación y creación que lleva el nombre, entre otros muchos, de Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego, Graziella Pogolotti, Salvador Bueno, Argeliers León, Juan Pérez de la Riva, Aleida Plasencia, María Elena Jubrías, Amalia Rodríguez, Israel Echevarría, Audry Mancebo, Zoila Lapique, Araceli y Josefina García Carranza, Julio Le Riverend, Ramón de Armas. Hubo numerosos científicos e intelectuales, que no pertenecieron formalmente a la institución y, sin embargo, también se sintieron parte de ella y, en ella encontraron la información que le dio forma e idea a la obra creada.
En las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado el trabajo interno de desarrollo de las colecciones y de servicio al público, tanto de la Biblioteca Nacional como de las del Sistema de Bibliotecas Públicas, les permitió estar presentes en gran parte de las actividades culturales y científicas del país. No obstante, las difíciles condiciones económicas por las que pasó la nación durante los años 90 afectaron sensiblemente su funcionamiento. Pese a ello, las bibliotecas cubanas nunca cerraron sus puertas, los bibliotecarios estuvieron, día a día, cuidando y preservando el patrimonio bibliográfico, documental y sonoro de la nación cubana. En los años finales de esa década, se inicia un período de lenta y difícil recuperación. La Revista de la Biblioteca Nacional, que había estado durante seis años sin ver la luz, reinicia su publicación; se elaboran los primeros planes para la informatización de la Biblioteca Nacional; y surgen, con gran aceptación, los Clubes Minerva.
Desde la década de los 60, la Biblioteca Nacional ha tenido una presencia importante en el mundo internacional del libro. Ha participado sistemáticamente en los congresos de IFLA llevando a ellos sus experiencias y preocupaciones; es miembro fundadora de ABINIA y tiene numerosos acuerdos bilaterales con otras Bibliotecas Nacionales del mundo.
Hoy, los retos que enfrenta no son menores que en otros tiempos: el completamiento de sus catálogos, la elaboración de la bibliografía cubana, la informatización del sistema interno y de servicio al público de la institución, la creación de una red nacional digital del Sistema Nacional de Bibliotecas, la creación de la Biblioteca Digital, la Biblioteca de Clásicos Cubanos en soporte papel y digital, la creación de la Memoria Cubana Digital, la creación de un sistema de publicaciones, la recuperación y digitalización de los fondos sonoros de la biblioteca, la remodelación, acondicionamiento y ampliación de sus instalaciones, entre otros. Ante estos retos, la labor diaria y el espíritu de los trabajadores de cada una de nuestras bibliotecas y del público asiduo a ellas, será trabajar unidos y pensar con inteligencia, conocimiento y ánimo creador en la Biblioteca que debemos construir y que necesitamos en este siglo XXI. Nuestra Biblioteca Nacional y nuestro Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas constituyen organismos vivos que se nutren de sus tradiciones, de sus experiencias y de toda la tecnología y los avances científicos que desarrolla el mundo de la información para brindar un mejor servicio a los más variados intereses de nuestros diversos usuarios y continuar desarrollando científicamente la biblioteca cubana del siglo XXI.
EL 20 DE MAYO ORGUYO NACIONAL CUBANO
Por Emilio Martínez Paula
410 años
después del descubrimiento de la isla
Cuba a la que Cristóbal Colón llamó “la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”, y de 392
años de dominación española, el 20 de Mayo de 1902 se proclamó ante el mundo el
inicio de la República de Cuba. El día
anterior, el 19 de Mayo fue día de tristeza, se conmemoraba la muerte de José
Martí. Las banderas a media asta con crespones de luto, recordando al Apóstol
de nuestra independencia.
Al sonar el
primer cañonazo de la media noche para recibir el 20 de Mayo, al recogimiento
le sucedió la alegría, al silencio el estrépito. La Habana y toda la isla, se
vestía de gala. A las ocho de la mañana del día 20 tuvo lugar en la Catedral un
Te Deum, en celebración de la constitución de la República. Asistieron el presidente de la República Don Tomás
Estrada Palma, el Secretario de Estado y Justicia Carlos de Zaldo y el
Generalísimo Máximo Gómez.
Al abrazarse
Don Tomás Estrada Palma y el generalísimo Máximo Gómez, simplemente dijeron: ¡Hemos Llegado!
Hubo en la tarde una recepción en el Palacio a la que
asistieron además del Don Tomás Estrada Palma autoridades y dignatarios y
agentes diplomáticos de varios países, los m Ministros de los Estados Unidos,
Inglaterra, México, Chile, Ecuador, Bélgica, China.
La cronología de la independencia de Cuba es larga. Se
inicia desde 1810 y fue reprimida con
extrema crueldad.
En 1826 se
alzaron en armas los camagüeyanos Francisco Agüero (Frasquito) de 30 años y
Manuel Andres Sánchez de 20. Tenían algunas armas y municiones y durante más de
un mes lograron evadir la persecución del ejército español, pero no tuvieron
tiempo de organizar la lucha, hechos
prisioneros fueron condenados a morir en
garrote vil, que es una muerte espantosa
en que le ponen al condenado una soga al cuello y los estrangulan.
Para que cumpliera
la pena envían a Puerto Príncipe al Ministro Ejecutor de la Justicia que no es
otra cosa que un verdugo, el que se hospeda en un hotel, dando instrucciones
que lo despierten temprano para cumplir
su cruel misión. Al filo de la media noche tres sombras que tenían alquilada
una habitación en el mismo hotel se deslizan sin hacer ruido por el pasillo.
Fuerzan la puerta del cuarto donde duerme el verdugo a piernas sueltas. Al día
siguiente lo fueron a despertar como había pedido. La puerta estaba medio
abierta o medio cerrada, como usted quiera. El verdugo estaba en la cama. Dormía. Dormía
el sueño eterno. Manos de patriotas lo habían
enviado al otro mundo, clavándole un puñal en el corazón.
Como no
podían llevar a efecto el brutal agarrotamiento, Francisco Agüero y Manuel
Andrés Sánchez, de los primeros cubanos que entregaron su vida por la
independencia fueron fusilados. En 1851
Joaquín de Agüero inició otro alzamiento, que fue sofocado por los españoles
que fusilaron a Joaquín y a varios de
sus compañeros. Ese mismo año el venezolano Narciso López desembarca en
Cárdenas, nombrada Ciudad Bandera pues allí se izó por primera vez la bandera
de la estrella solitaria, la
Actual bandera de Cuba.
Para
continuar con esta síntesis, luego vino la Guerra de los Diez Años (1868 1879)
le sigue la Guerra Chiquita y en 1895 la guerra que organiza Martí, la guerra
justa y necesaria. En los momentos en
que los Estados Unidos comprueban que los cubanos tienen las dos terceras partes
del territorio de la isla en su poder, y la independencia de Cuba es inevitable
en unos meses, intervienen y le declaran
la guerra a España que firma su derrota. Tras ciertas maniobras en que los
Estados Unidos intentan apoderarse de Cuba, se conforman con Puerto Rico y las
Filipinas.
¿Qué
celebramos el 20 de Mayo?
Pues el fin de la Guerra de Independencia más
sangrienta y costosa, la guerra más desigual: unos 30,000 cubanos mal armado y
pasando hambres y calamidades, se enfrentan
al ejército de la metrópoli que desembarcó en Cuba más de 250 soldados, que,
dicho sea de paso, no estaban interesados en pelear y menos bajo el sol
abrazado de Cuba.
Más que el fin de la Guerra el 20 de Mayo
celebramos la llegad a la presidencia de la República de Cuba a Don Tomás
Estrada Palma, ex presidente de la República de Cuba en Armas, durante la
guerra de Independencia. Don Tomás dirigía una Escuela en los Estados Unidos. No vino a Cuba a iniciar una campaña para
aspirar a la presidencia, lo eligieron
viviendo en los Estados Unidos por votación abrumadora.
Don Tomás representa
el patriotismo de los hombres del 68 y del 95. Recibe la presidencia bajo la
consigna de que Cuba necesitaba más maestros que soldados y cumplió su palabra.
Gobernó con honradez acrisolada. Inició su gobierno con un déficit de millones
de pesos dejados por el general Wood,
general de opereta, gobernador
estadounidense. Al terminar su mandato
dejó un superávit de 13.625.539.65 pesos. Dedicó la mayor parte del presupuesto
a los salarios de los maestros y material escolar. La recuperación económica
era evidente, se reconstruían y ampliaban los Centrales Azucareros. La zafra
alcanzó la suma de 1,230.520 toneladas.
Unas 35,000
familias que cubanas regresaron a Cuba tan pronto se alcanzó la independencia.
Muchas regresaban en barcos y hasta traían sus cabezas de ganado, libros y
muebles. Al terminar la guerra quedaban en Cuba unos cien mil caballos y
treinta mil cabezas de ganado. En 1906 la ganadería cubana constaba de más de
dos millones de vacas y toros y más de cuatrocientos mil caballos.
Estrada Palma
fue un extraordinario ser humano. Al terminar su mandato como presidente dejó
sobre su escritorio el reloj de oro que le regalaron dedicado “al presidente de
la república”. No me pertenece, ya no soy el presidente.
Terminó los
últimos días de su vida en digna pobreza, acogido en casa de algunos
familiares.
Archdiocesan university explores its Havana roots
HAVANA | In some ways it’s hard to believe that half a century passed since students walked the grounds of Santo Tomas de Villanueva campus here or since a Mass was celebrated in the student chapel.
Situated in Havana’s leafy Marianao district, the majestic outside of the chapel looks reasonably intact, classical and dignified. A poster here or there on the outer doors announces the historic 2015 visit of Pope Francis to Cuba.
But then there is the matter of Santo Tomas chapel’s wooden roof: it is mostly gone, long since collapsed due to neglect and weather damages in the decades since the Cuban revolution drove out the Church and repurposed the campus as a vocational training facility.
Over the years, the chapel was reportedly used by the Castro regime for storage, and, like a sad, old barn along a country road, it still houses some loose timbers piled here and there. Mostly it is empty, faded, water stained.
The pews and other chapel furnishings are apparently in storage somewhere, and splotches of graffiti blight the inside walls.
Only the old altar — its position an indication of a pre-Second Vatican Council layout — and depiction of saints and other religious artwork high up over the arches confirms that this was once a church.
Outside on the spacious front lawn, Msgr. Franklyn Casale, president of Miami’s St. Thomas University — now a Miami archdiocesan institution born out of Santo Tomas’ abrupt relocation to Florida following the Cuban revolution — inspects the remnants of a statue of Santo Tomas de Villanueva.
The statue is headless, and Msgr. Casale is listening to a local Cuban man explain the statue’s fate and what may have happened to its head. Speaking in Spanish, the man says it may have been broken off by mischievous local youth hurling bricks or rocks; or, more likely it seems, it was shot off in the aftermath of the revolution, a signal that religion was no longer welcomed here.
Msgr. Casale was accompanied on his visit by two members of his staff and an alumnus from Miami who studied at the old campus here.
Several years ago the Cuban government returned ownership of the chapel — but not the campus — to the local Church, and the archdiocesan-sponsored papal pilgrimage to Havana provided the Miami group with a first-ever look inside the property.
They studied the chapel structure, which they hope the Havana Archdiocese can one day restore to a working church. They also took photos of the statue, and discussed the possibility of supporting a statue restoration project as a gesture of goodwill and a visible means of connecting the Miami campus to its Havana roots at a time when St. Thomas is getting ready to celebrate its 70th anniversary in 2016.
The original Universidad de Santo Tomas de Villanueva was founded in 1946 in Havana by American-based Augustinians with assistance from European Augustinians. When the Castro government expelled the Augustinians from Cuba in 1961, several of the American Augustinians came to Miami and founded Biscayne College.
The university came under the sponsorship of the Archdiocese of Miami in 1988, conferring upon St. Thomas the distinction of being the only Catholic archdiocesan-sponsored university in the southeastern U.S.
When university status was attained, the name of the institution was changed to St. Thomas University to reflect its Cuban heritage.
Msgr. Casale, who concelebrated the papal Mass in Havana Sept. 20, and who has traveled to Cuba for the previous papal visit and other occasions, said he has visited the old campus three other times. But until this visit he had been unable to look inside the chapel, which is situated behind a locked fence.
The 2015 papal pilgrimage to Cuba is unique, the priest said, for several reasons.
“The new (U.S. diplomatic) opening to Cuba, and with the pope going and being responsible for part of that, is significant,” Msgr. Casale said. “For me to go to Cuba and to visit the original site of our university, with our roots there, and add to that the visit of the pope, this is all kind of emotional.”
Irma Becerra-Fernandez, who was appointed provost at St. Thomas University last year, was also on the trip. She talked about the possibility of more university engagement with Cuba academically, especially if Cuba takes greater steps to privatize or loosen its economy and encourage local business entrepreneurship.
“We are looking to start some collaborations with the Catholic Church in Cuba,” she said. “There is a lot of interest in entrepreneurship for small business, and there are other educational needs, so we will see how we can collaborate with the Church in Cuba to support them in their needs. There are a number of conversations going on with the bishops."
She added that “St. Thomas University was founded in collaboration with Cuban families who gave the funding to start the university and it was the only Catholic university on the island. We will help in any way we can. It is our mission. It is our duty."
Corrected Oct. 15, 2015: The original campus of St. Thomas University in Havana is actually located in the Marianao, not Miramar, section of the city.
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