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viernes, 30 de septiembre de 2016

PRESENCIA DE LA ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (ANLE)

 EN EL 98° CONGRESO INTERNACIONAL DE LA AMERICAN ASSOCIATION OF TEACHERS OF SPANISH AND PORTUGUESE (AATSP)

Gerardo Piña-Rosales

Entre el 8 y el 11 de julio de 2016, y con el lema de ‘Puertas abiertas’, se celebró en el Hotel Marriot Biscayne Bay de Miami el Nonagésimo Octavo Congreso de la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués. La ANLE y la AATSP firmaron un acuerdo de colaboración hace diez años, por lo que no debe extrañar que en estos congresos anuales (el próximo será en Chicago y en 2017 en Salamanca) la participación de los miembros de la ANLE sea cada vez más numerosa.

                                           

Eduardo Lolo, Bibliotecario de nuestra corporación y miembro de su Junta Directiva, fue uno de los dos oradores principales del congreso (Alberto Carvalho, Superintendente del sistema público de educación del Condado de Miami-Dade, fue el otro). En su conferencia magistral --con la que se inauguró el congreso--, titulada “Literatura cubana: del terruño al universo”, Lolo trazó una panorámica general de la literatura cubana fuera de la Isla, examinando las obras de autores que, por una razón u otra, escribieron no solamente en español, sino en otras lenguas tales como el inglés, el francés o el italiano, llegando a formar parte del canon literario de otros países. Entre esos escritores, Lolo examinó las vidas y obras de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Eduardo Zamacois (España), la Condesa de Merlín y José María de Heredia (Francia), Oscar Hijuelos y Gustavo Pérez-Firmat (Estados Unidos), Italo Calvino y Alba de Céspedes (Italia), etc.
Ese mismo día, además de su brillante conferencia, Lolo fue de nuevo centro de atención –y admiración– en una sesión-homenaje, “Eduardo Lolo y los estudios martianos”, en la que intervinieron Liliana Soto-Fernández, Oneida Sánchez y Phyllis Van Buren, colaboradoras de la ANLE. Lolo ha dedicado gran parte de su vida al estudio de las obras de José Martí. Su edición crítica de La Edad de Oro se considera modélica, definitiva. Las tres ponentes pusieron de relieve la gran capacidad analítica de Lolo, el rigor de sus investigaciones y la elegancia de su prosa. “Hoy, gracias al reconocimiento de mis pares (destacados hispanistas) siento como si hubiera llegado a la culminación de décadas de arduo trabajo en la enseñanza y promoción del español y los estudios hispánicos en los EE.UU. Satisfecho estoy, pero también comprometido a continuar trabajando con más ahínco en las labores que determinaron la honrosa distinción de mis generosos colegas”, declaró el Dr. Lolo visiblemente emocionado.



Eduardo Lolo en un momento de su conferencia magistral
El sábado 9 de julio, Gerardo Piña-Rosales presentó su libro El secreto de Artemisia y otras historias (Monterrey/Madrid: Vaso Roto, 2016). Piña-Rosales expuso a grandes rasgos el contenido y gestación de la obra y leyó algunas de las historias del libro, compuesto de “sueños y visiones deletéreos, crónicas apócrifas, variaciones, viñetas, aguafuertes, retratos, instantáneas y momentos epifánicos”. Al final, se entabló un animado diálogo entre el autor y el público asistente.



Gerardo Piña-Rosales

El 10 de julio, la ANLE ofreció una sesión especial titulada  “’Don Quijote en Manhattan’ o lo hispano en Estados Unidos: experimentación lingüística y reflexión identitaria”. Participaron en ella Silvia Betti (Università di Bologna y ANLE); Domnita Dumitrescu (California State University, Los Angeles, y ANLE); y Gerardo Piña-Rosales (Lehman College y Graduate Center, New York City, y ANLE).  El encuentro fue muy significativo, precisamente porque se llevaba a cabo en la ciudad de Miami, donde el "guión" (término al que también había hecho referencia Lolo) desempeña un papel protagónico lleno de posibilidades.

Silvia Betti se concentró en el análisis y exégesis de un cuento de la puertorriqueña Luz Selenia Vásquez, "Como el cristal al romperse" (1983), que trata de la alienación y de la difícil, y en este caso, imposible, integración de los latinos que viven en los Estados Unidos. “Aun siendo una historia escrita hace muchos años –destacó Betti--, el aspecto lingüístico de esta narración nos parece particularmente interesante y actual. Vásquez alterna el español, idioma de la protagonista Lupe Carrera, con el inglés hablado por los otros personajes, involucrando al lector a través de la contraposición de las dos lenguas, hasta el momento más dramático y poético del cuento. La autora ambienta significativamente la historia en una clínica psiquiátrica de mujeres, probablemente en la ciudad de Nueva York, donde está internada la protagonista, única latina del lugar que apenas comprende el inglés, lengua hablada por los otros personajes: las enfermeras y las otras pacientes de la clínica. La dicotomía lingüística presente en el cuento es particularmente emblemática, justamente porque subraya dos mundos, dos culturas, dos modos diferentes de ver, entender y vivir la vida”.



Silvia Betti

En esta ocasión, Domnita Dumitrescu habló de “La literatura en Spanglish como espacio de encuentro e identidad: El caso de Junot Díaz”. Dumitrescu se aproximó, desde una perspectiva lingüística, a los tres libros de este escritor de origen dominicano: Drown, 1997 (una colección de cuentos traducida al español como Negocios, 1997, y Los Boys, 2009); The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, 2007 (novela traducida al español el año siguiente como La breve y maravillosa vida de Óscar Wao); y This is How You Lose Her, 2012 (colección de novelas cortas traducidas al español en mayo de 2013, con el título de Así es como la pierdes). “Junot Díaz crea con la mezcla de idiomas ‘rompiendo las normas’ del uso común y corriente (particularmente entre monolingües) y lo hace para cuestionar el status quo y para expresar su concepción de que el español, en Estados Unidos, no es una lengua ‘extranjera’ subordinada al inglés, sino parte constitutiva del tejido lingüístico estadounidense en su conjunto”, puntualizó Dumitrescu.


Domnita Dumitrescu

Gerardo Piña-Rosales leyó y comentó algunos pasajes de su relato “Don Quijote en Manhattan”, donde el escudero de don Quijote, un puertorriqueño o neorriqueño llamado Sancho, se expresa en un español fluido, aunque a veces pasa del español al inglés, recurriendo a lo que se ha llamado alternancia de códigos lingüísticos, práctica corriente en las personas de origen hispano que residen en los Estados Unidos, en este caso, en Nueva York. A este tenor, Piña-Rosales trató de responder, entre otras, las siguientes preguntas: ¿en qué momentos de la historia utiliza Sancho el inglés?, ¿por qué lo hace?, ¿cuál es la intención del narrador?, ¿cómo reacciona don Quijote?
Además de los colegas ya citados, participaron en este congreso de la AATSP otros miembros de la ANLE. Frank Nuessel (University of Louisville) demostró las enormes posibilidades pedagógicas que ofrece la colección de sellos “Hispanic people and events featured on US postage stamps”. Mark P. Del Mastro (College of Charleston), moderó varias sesiones de la Sigma Delta Pi, National Collegiate Hispanic Honor Society, de la que es director ejecutivo. Germán Carrillo (Marquette University) asistió a varias de las sesiones en calidad de oyente.



Miembros del Capítulo de Nueva York de la AATSP


Nueva York. 15 de julio de 2016


Ruiseñor común

Luscinia megarhynchos

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Ruiseñor común
Luscinia megarhynchos - 01.jpg
Estado de conservación
Preocupación menor (LC)
Preocupación menor (UICN 3.1)1
Taxonomía
Reino:Animalia
Filo:Chordata
Clase:Aves
Orden:Passeriformes
Familia:Muscicapidae
Género:Luscinia
Especie:L. megarhynchos
(Brehm1831)
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 El ruiseñor común2 (Luscinia megarhynchos) es una especie de ave paseriforme anteriormente clasificado como un miembro de la familia Turdidae, pero ahora generalmente considerado parte de la familia Muscicapidae.


jueves, 15 de septiembre de 2016

Bienvenidos a Pensamiento

Don't Worry Be Happy
Con: Bobby McFerrin, Robin Williams, and Bill Irwin,



La Negra Ma. Dolores Cabarnao

Por: René León

  En la zona de Trinidad y Sancti Spíritus, había una negra esclava gangá, conocida curandera en esa zona. Ella se llamaba María Dolores Iznaga, pero sus clientes y hermanos de raza la llamaban María Dolores de Cabarnao, por vivir en esa finca. Su vida era servil a sus hermanos de raza y clientes blancos, que la necesitaban, especialmente los criollos por no obtener su cura de los médicos de pueblo. La finca se encontraba  al Norte de la ciudad Trinitaria. Era un pobre bohío lleno de hierbas, plumas, polvos para los tratamientos de brujería y médicos.
  Siempre se encontraba lleno o de esclavos o de guajiros que la visitaban. Su fama se había extendido por toda la comarca. Muchos médico del pueblo la habían acusado de brujería negra, pero ella se burlaba de todas las acusaciones que se le hacían. De que usaba los huesos de personas muertas para confeccionar sus polvos. Ella había podido sobrevivir todas las acusaciones.
  Otros decían que la experiencia de ella la había adquirido en los barracones con los negros brujos africanos. El nombre de ella fue adquiriendo fama y se fue extendiendo. Venían a consultar con ella desde Sancti Spíritus y de más allá. Una de las cosas importantes era su honradez, no engañaba a nadie. Su bohío era centro de numerosas personas que la visitaban. Personas que habían sido abandonadas por no poder los médicos mejorar su estado de vida. Iban allí para encontrar la salud que otros le negaban.
  Al principio el bohío era visitado por sus amigos africanos de cualquier nación. Su fama fue creciendo por toda aquella zona. Algo que no gusto a las autoridades españolas, que decían que allí se reunían conspiradores criollos y espías de los mambises.
  Entre las cosas que se decía de ella, era que sabía del agua de un manantial que proporcionaba cura a todos los enfermos y en especial a los niños. Curaba con aplicaciones de saliva  y con aplicaciones del agua del manantial. Que con el tiempo fue conocido por La Poza de Ma. Dolores. Recuerdo haber estado allí con mi hermano Emilio (†) en los años 1947 o 1949 en busca de unos gallos finos, y el guajiro no las mencionó. El manantial tenía agua que era utilizada por los vecinos.
  Pero volvamos a nuestra historia.
  Pues bien los españoles no podían permitir que se reunieran esclavos y otros en casa de María Dolores. De los alrededores la visitaban, de la misma Trinidad, de las fincas cercanas. Su negocio se puede decir, marchaba de lo mejor.
  Las autoridades españolas tomaron la decisión. Como estaba en su apogeo la guerra de los Diez Años, aprovecharon para prender a Ma. Dolores y con unos veinte negros que se encontraban en su bohío. Sería acusada de ayudar a los insurrectos. Que el bohío era un centro de conspiraciones contra España. Se le acusaba de Infidencia, que era ser condenada a la pena de muerte.

  El 15 de mayo de 1875 fue llevada a la Cárcel Ma. Dolores, y unos 20 cómplices. En el registro de la propiedad no encontraron ningún tipo de armas; lo único caracoles, hierbas, huesos de animales y pluma, las plumas eran de lechuza, rosario, peonia; un altar donde se encontraban todos sus santos.
  Entre sus feligreses había uno que se llamaba Jesús Nazareno de 80 años. Un niño mestizo Jesús Barrizonte, apodado el Niño Jesús. Fueron liberados el 19 de octubre de 1875. (Se salvaron).
  Volvamos a Ma. Dolores que fue acusada de infidencia. La plaza estaba llena todos los días de esclavos libertos y criollos rogando por Ma. Dolores.
  Pero empezaron a pasar acontecimientos en la ciudad de Trinidad. Lo primero fue que el que hacía de juez que había ofendido a Ma. Dolores en el juicio, amanece enfermo  de gravedad en su casa. Una hemorragia cerebral. Aquí no termina la cosa. La noche anterior el cielo se nublo, y dio comienzo una fuerte lluvia, con descargas eléctricas. Un bohío que se había levantado frente al juzgado, cogió candela. El sargento pedáneo que salió con unos voluntarios para perseguir unos mambises, se cae del caballo,  y se parte una pierna.
  Las autoridades nerviosas por lo que estaba sucediendo después de la detención de la curandera. No sabían lo que iban hacer. 
  El tribunal la acuso y la condeno a la pena de muerte, pasada por las armas. Al ser notificada de la sentencia. Ma. Dolores, miro a los cabrones jueces y les dijo:
-A mí no mata nadie…Mis angelitos me viene a bucá y me vá lleva…….

  Desde el alba las calles cercanas a la cárcel se encontraban llenas. La multitud se dirigía a La Mano del Negro lugar donde ajusticiaban a los condenados a muerte. Soldados con bayonetas guardaban el orden, el pueblo estaba nervioso, los esclavos pedían por ella en su idioma materno. Pasaba el tiempo, nadie sabía lo que pasaba. No se veía su figura conducida en un carretón por la calle Las Chanzonetas.

  De pronto se formó una gritería. Se vio venir a un oficial español con un pliego en su mano.  Todos se quedaron en suspenso.

-¡Perdón ¡ ¡Perdón!, …repetía el oficial

La bruja gangá se había salvado, de una muerte injusta.
Todos recordaron el vaticinio de Ma. Dolores. El pueblo se fue a sus casas.
  Ma Dolores le fue conmutada la pena de muerte por la de destierro, el día 14 de Marzo de 1876 fue conducida a La Habana; señalado para cumplir su condena.


Han pasado casi 150 años y la tradición mantiene vivo el recuerdo de María Dolores Cabarnao.

Andrew Johnson

Andrew Johnson,
17,º Presidente de los Estados Unidos
15 de abril de 1865- 4 de marzo de 1869


  Por cosas de la vida al ser asesinado Abraham Lincoln, la guerra terminaría dos días después. Es nombrado como vicepresidente de Lincoln, Andrew Johnson presidente de la nación.  Fue la persona que se encargó de la reconstrucción del Sur. Trataría de unificar blancos y negros, y conseguir el apoyo de los políticos. Los derechos civiles, en especial obligar a los estados del sur a los derechos de los negros para que no fueran explotados y maltratados. Conseguir el derecho del voto de los negros. Fue una labor dura que necesito todos sus esfuerzos. En 1867 el Congreso establece un programa de reconstrucción militar para hacer cumplir los derechos políticos y sociales. Fue el primer presidente que fue llevado a renunciar por un impeachment, pero por un voto no se realizó.. 

Alice Paul

Alice Paul
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Alice Paul en 1915.
Información personal
Nombre de nacimientoAlice Stokes Paul
Nacimiento11 de enero de 1885
Bandera de Estados Unidos Mount LaurelEstados Unidos
Fallecimiento9 de julio de 1977 (92 años)
Bandera de Estados Unidos MoorestownEstados Unidos
NacionalidadEstadounidense Ver y modificar los datos en Wikidata
Educación
Alma máterSwarthmore College,Universidad de Pensilvania,Universidad Americana
Información profesional
OcupaciónActivista
Miembro de Ver y modificar los datos en Wikidata
Distinciones Ver y modificar los datos en Wikidata
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Alice Stokes Paul (Mount Laurel11 de enero de 1885 – Moorestown9 de julio de 1977) fue una activista feminista estadounidense, que lideró la campaña por la Decimonovena Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos.1
Formada en el activismo británico con Emmeline Pankhurst como referente, Paul ideaba a la lucha por el sufragio con medidas y formas radicales, lejos de la moderación de la Asociación Nacional del Sufragio de Mujeres americanas. Además, tenía como único objetivo la reforma de la Constitución del país, en vez de realizar referéndums estado por estado. Fue echada de la asociación en 1916 y fundó el Partido Nacional de Mujeres, con el cuál continuó su activismo por más de medio siglo.2 3 4
Paul le dio gran visibilidad al movimiento cuándo el día anterior a la primera investidura presidencial de Woodrow Wilsonorganizó un desfile por la Avenida Pennsylvania, el cuál llevaba los reclamos por el sufragio y contó con un público de más de medio millón de personas. Unos años más tarde, ante la negativa del presidente Wilson a hacer que la enmienda a la Constitución se tratase en el Congreso, Paul decidió realizar un piquete en las puertas de la Casa Blanca, que se repetiría cada día hasta que se aprobara la enmienda. Esto tuvo gran cobertura de la prensa, en especial por los hechos violentos que se registraron hacia las manifestantes cuándo el país entró en la Primera Guerra Mundial y las activistas seguían con la medida. Paul y otras activistas fueron arrestadas y mantenidas en condiciones insalubres. En modo de protesta, Paul realizó una huelga de hambre y fue alimentada forzadamente.5 6
Tras lograr la aprobación y ratificación de la enmienda a la Constitución en 1920, Paul continuó militando en el ámbito internacional bajo el Partido Mundial de Mujeres, que entre otras cosas logró la inclusión de los derechos de la mujer en la Carta de las Naciones Unidas. Además, la activista impulsó la inclusión de una protección a mujeres en la Ley de Derechos Civiles de 1964 y fue la autora de la Enmienda de Igualdad de Derechos, que fue aprobada por el Parlamento pero no logró la ratificación de suficientes estados para entrar en vigencia.1 7
En 1974, Paul tuvo un accidente cerebrovascular que la debilitó considerablemente y unos años después, en 1977, murió a la edad de 92 años.8

Tomás Moro

Tomado de: Biografias y Vidas

(Thomas More) Político y humanista inglés (Londres, 1478 -1535). Procedente de la pequeña nobleza, estudió en la Universidad de Oxford y accedió a la corte inglesa en calidad de jurista. Su experiencia como abogado y juez le hizo reflexionar sobre la injusticia del mundo, a la luz de su relación intelectual con los humanistas del continente (como Erasmo de Rotterdam). Desde 1504 fue miembro del Parlamento, donde se hizo notar por sus posturas audaces en contra de la tiranía.


Tomás Moro

Su obra más relevante como pensador político fue Utopía (París, 1516). En ella criticó el orden político, social y religioso establecido, bajo la fórmula de imaginar como antítesis una comunidad perfecta; su modelo estaba caracterizado por la igualdad social, la fe religiosa, la tolerancia y el imperio de la Ley, combinando la democracia en las unidades de base con la obediencia general a la planificación racional del gobierno.

A pesar de haber mantenido en el plano teórico estas aspiraciones premonitorias del pensamiento socialista, Moro fue prudente y moderado en cuanto a la posibilidad de llevarlas a la práctica, por lo que no combatió directamente al poder establecido ni adoptó posturas ideológicas intransigentes.

Enrique VIII, atraído por su valía intelectual, le promovió a cargos de importancia creciente: embajador en los Países Bajos (1515), miembro del Consejo Privado (1517), portavoz de la Cámara de los Comunes (1523) y canciller desde 1529 (fue el primer laico que ocupó este puesto político en Inglaterra). Ayudó al rey a conservar la unidad de la Iglesia de Inglaterra, rechazando las doctrinas de Lutero; e intentó, mientras pudo, mantener la paz exterior.



Sin embargo, acabó rompiendo con Enrique VIII por razones de conciencia, pues era un católico ferviente que incluso había pensado en hacerse monje. Moro declaró su oposición a Enrique y dimitió como canciller cuando el rey quiso anular su matrimonio con Catalina de Aragón, rompió las relaciones con el Papado, se apropió de los bienes de los monasterios y exigió al clero inglés un sometimiento total a su autoridad (1532).

Su negativa a reconocer como legítimo el subsiguiente matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, prestando juramento a la Ley de Sucesión, hizo que el rey le encerrara en la Torre de Londres (1534) y le hiciera decapitar al año siguiente. La Iglesia católica le canonizó en 1935.

José Lezama Lima

Tomado de: Biografias y Vidas

(La Habana, 1912 - 1976) Poeta, ensayista y novelista cubano considerado, junto a A. Carpentier, una de las más grandes figuras que ha dado la literatura insular. Nació en el Campamento de Columbia, cerca de La Habana, donde su padre era coronel. Ya en la capital participó en los alzamientos estudiantiles contra la dictadura de G. Machado e ingresó en la universidad para cursar la carrera de derecho. En toda su vida sólo abandonó la isla durante dos breves estancias en México y Jamaica. Entre sus actividades divulgativas, fundó la revista Verbum y estuvo al frente de la tribuna literaria cubana más importante de entonces, Orígenes, de la que fue fundador, con J. Rodríguez Feo, en 1944.


José Lezama Lima

En esta última revista se expusieron las tendencias literarias de sus fundadores y colaboradores: lirismo estetizante e intelectualismo, clasicismo inclinado hacia el neoculteranismo y ausencia de todo compromiso social, lo que determinó su carácter altamente elitista y le permitió tener entre sus colaboradores poetas como J. R. Jiménez. Los principales amigos y compañeros de ruta de Lezama por entonces fueron C. Vitier, E. Diego, V. Piñera y O. Smith, además del también poeta y sacerdote español Á. Gaztelú, que influyó enormemente en su formación espiritual.

Pero aparte de éste y otros grupos minoritarios que frecuentó en distintos períodos, la vida de Lezama nunca tuvo una gran resonancia pública, ni antes ni después de la Revolución, a causa de su singularidad y de una precaria salud que colaboraba a su aislamiento. Precisamente el agravamiento de su asma crónica y problemas causados por la obesidad que padecía parecen haber sido la causa de su muerte, tras una larga estancia hospitalaria, el 9 de agosto de 1976.

Gran conocedor de L. de Góngora y de las corrientes culteranas y herméticas, devoto del idealismo platónico y ferviente lector de los poetas clásicos, Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y a la escritura. Por lo que respecta a su poesía, no se alteró especialmente en la forma ni el fondo con la llegada de la Revolución y se mantuvo como una suerte de monumento solitario difícilmente catalogable. Para muchos especialistas, el conjunto de la obra lezamiana representó dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología, y aportó una alquimia expresiva que no provenía de nadie. J. Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta.

Su libro de poemas inicial fue Muerte de Narciso (1937) al que siguieron Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960), entregas que son otros tantos hitos de la poesía continental en la línea hermética y barroca de la expresión lírica.

Sin embargo, la obra que consagró a Lezama dentro de las letras hispanoamericanas fue la novela Paradiso (1966), en la que se ha querido ver una doble alusión a la inocencia bíblica anterior al pecado original y a la culminación del ciclo dantesco. Al mismo tiempo, en Paradiso se refleja la tradición y la esencia de lo cubano en una vertiginosa proliferación de imágenes que protagonizan la obra: un mundo de sensaciones, de recuerdos y de lecturas familiares que conforman y determinan la cosmovisión del novelista.

Esta obra, que merece un capítulo aparte en la bibliografía del autor, se ha considerado una novela de aprendizaje por la descripción a todos los niveles del proceso de desarrollo del protagonista, José Cemí, desde su infancia hasta la madurez. El conjunto de la narración muestra una imagen arquetípica en el sentido del platonismo de Cuba que es a la vez un contrapunto actualizado con las páginas del diario de Cristóbal Colón que describen la edénica belleza de la isla recién descubierta, que como todo Edén alberga la certidumbre de su pérdida.



Pese a no limitarse a los elementos autobiográficos, en Paradiso abundan las referencias al autor, a modo de enclaves verosímiles en el tejido de la trama: en el primer capítulo el niño José Cemí aparece en la cama enfermo de asma; luego, una regresión cronológica nos lleva al pasado del coronel y su familia; posteriormente se narra la iniciación sexual del protagonista en uno de los lugares de destino de su padre, con cuya muerte termina un ciclo placentero de la vida de Cemí y comienza un intenso desfile de personajes y situaciones, entre las que destaca la iniciación a la poesía del protagonista por parte de un tío.

Otra constante de la obra de Lezama aparece en el polémico capítulo octavo, donde se manifiesta el predominio del erotismo. Poco a poco los monólogos y disertaciones intelectuales, Aristóteles, San Agustín, un amplio comentario sobre F. Nietzsche indican el doble camino de búsqueda, bifurcado entre la erudición y la poesía, como una construcción verbal que apunta a una finalidad desconocida. A esas alturas se advierte que, más allá de un proceso de aprendizaje, se trata de una experiencia iniciática en la que el discurso narrativo del autor asume el protagonismo.

Póstumamente se publicó todavía una novela incompleta, Oppiano Licario (1977), en la que Lezama desarrolló la figura de un personaje de ese mismo nombre que ya había aparecido en Paradiso. La crítica ha señalado que, de modo inverso al del ciclo dantesco, a pesar de que el autor se inició en la poesía y derivó luego hacia la novela, es conveniente adentrarse en Lezama empezando por Paradiso, pasando después al purgatorio de sus ensayos, reunidos mayoritariamente bajo el título La expresión americana, y La cantidad hechizada, para acabar finalmente en su infierno poético.

Precisamente el carácter póstumo de las versiones definitivas de la obra de Lezama, aparecida casi siempre en forma fragmentaria durante su vida, es una de las señales inequívocas del ambiguo y socrático magisterio que ejerció en la literatura de su país, que puede rastrearse mejor que en sus libros en las revistas que dirigió: Verbum (1937), Espuela de plata (1939-1941), Nadie parecía (1942-1944) y sobre todo, una de las más importantes publicaciones hispanoamericanas, Orígenes (1944-1957).

A través de ellas el poeta devino una figura imprescindible para la juventud intelectual cubana, a la que sedujo también con su famoso don conversacional y a la que animó en la creación literaria. Muchos poetas y narradores posteriores a ese período siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta del maestro ha tenido en su obra: la más notoria se proyectó sobre S. Sarduy, que postuló su teoría del neobarroco a partir del barroco lezamiano.

LA FUENTE DE LA INDIA O DE LA NOBLE HABANA


Tomado de: redalyc.org

Esta fuente se colocó en el llamado Campo de Marte, espacio que sufrió transformaciones a lo largo del tiempo. Zona militar desde 1739, a partir de 1764, se usó para ejercicios de las tropas. A inicios del siglo XIX, el obispo de Espada promovió su continuación en la Avenida de San Luis Gonzaga. Durante el gobierno del capitán general Miguel Tacón el espacio se encerró con verjas de hierro con una gran puerta al frente y se colocó en 1837 la Fuente de la India o de la Noble Habana. El conjunto se realizó en Italia en mármol blanco de carrara, tanto la figura femenina sedente, como los cuatro delfines y el pedestal. La Fuente de la India es quizás, el primer símbolo criollo en la ciudad, con su mezcla sorprendente de lo aborigen americano, expresado en el penacho, en el carcaj y en las frutas tropicales de su cornucopia, símbolo del indianismo extendido entonces por el continente americano, presente en la poesía de Heredia y Plácido, junto a la serenidad clásica, orientación estilística procedente de Europa. La Fuente de la India fue encargada por el hacendado criollo conde de Villanueva, enemigo personal del capitán general Don Miguel Tacón. La obra se emplazó dando la espalda de manera provocadora a una de las puertas del Campo Militar. Esta escultura como otras de la época, no siempre estuvo en el mismo lugar. Al retirarse la Estatua de Isabel II por el derrocamiento de la Reina, la Noble Habana ocupó su lugar, más tarde fue restituida a su emplazamiento original, de espaldas al Campo Militar, posición que mantuvo hasta 1881 en que las reformas en el Paseo del Prado, la llevaron a su lugar original, pero de frente al Campo de Marte.2 Durante la República esta fuente giró en su emplazamiento hacia la amplia avenida que enlazaba el recién inaugurado Capitolio con la Calzada de la Reina.3 En el siglo XIX hay obras escultóricas importantes como la estatua en bronce de Isabel II de 1840 colocada en el Prado, frente al Teatro de Tacón y donada por el criollo Don Nicolás Muñoz, Conde de Casa Brunet. Este monumento que era pequeño se sustituyó en 1857 por una estatua de mayor porte elaborada en mármol de Carrara por el escultor francés Philippe Garbeille con taller en La Habana. En 1864 al ser destituida la reina en España, su escultura se trasladó al frente del café Escauriza.4 En 1869 con la restauración, la obra volvió al sitio inicial, donde estuvo hasta 1899, en que fue trasladada, primero a los fosos municipales y después al Museo de Matanzas.5 La Fuente de la India o de la Noble Habana. 1 La Giraldilla es la primera de una serie de importantes esculturas en La Habana cuya figura principal es una mujer, le siguen La Fuente de la India, La República, El Alma Mater (1919) de Mario Kolber, Mariana Grajales (1930) y la Maternidad del Hospital Eusebio Hernández en Marianao ( 1939), estas dos últimas de Teodoro Ramos Blanco. 2 Sánchez de Fuentes, Eugenio. Cuba monumental, estatuaria y epigráfica, tomo 1, p. 150. 3 “Del Campo de Marte a la Plaza de la Fraternidad”. Boletín de Obras Públicas, Vol. V, no. 1, abril-mayo, 1928, pp. 5-32 4 El café Euscariza se creó en 1843 y en sus altos se ubicó la heladería El Louvre que dio nombre a la famosa acera. 5 Diario de la Marina, La Habana, no. 46, 25 de febrero / no. 161, 15 de julio, p.2, col. 7 / no. , 251 octubre, p.2, col. 7 / no. 271, 20 de noviembre, p. 2, col. 1-2, de 1857. 

El primer automóvil en La Habana

Foto tomado de: La Nueva Replica
Josefina Ortega • La Habana

Negocios son negocios…

Muy bien pudo ser esta frase la que pronunció José Muñoz mientras se acariciaba el bigote, cuando decidió traer a Cuba en diciembre de 1898 el primer automóvil.

Tal vez pudiera creerse que lo suyo fue esnobismo o petulancia de nuevo rico, pero nada más lejos de la verdad.

El hombre había pasado los años de la guerra de independencia en París, donde pudo conocer de primera mano el esplendor que el nuevo medio de locomoción iba conquistando en el mundo, y no lo pensó dos veces que a su regreso a la Isla, en los días de la primera intervención, pudiera sacarle un buen filón a la venta de “aquel vehículo que no llevaba caballos y era capaz de propulsarse por sí solo”.

La crónica social se haría eco de tal suceso desde los primeros días, toda vez que el automóvil era considerado entonces un objeto de lujo y distinción, y no una necesidad, como lo es ahora.

A Enrique Fontanills, el más mimado de los cronistas sociales de la época, no podía pasarle inadvertido hecho tan excepcional que por otra parte, mostraba una nueva forma de ostentación, y a la que él, sin embargo, no dejaría de prodigarle un matiz de choteo criollo:

"Cuando hace tres años el señor José Muñoz se le ocurrió la peregrina idea de lucir su original automóvil por las calles de La Habana, la gente no salía de su asombro.

¿Se acuerdan ustedes? Era un carnaval, y muchos creían que se trataba de una broma:

—Diga usted, caballero —oíamos preguntar en el Prado—, ¿será verdad que camina solo?

—Quite usted, señora… ¡No ve que lleva dentro un gallego que lo va empujando…!" 

Con un explosivo taf-taf 

Es de suponer el pasmo y la curiosidad que despertó en La Habana de fines de 1898 el primer artefacto móvil desde su primera andanza desde los muelles, “con su crujir de herrajes mal ensamblados y el explosivo taf-tafque habrá de acompañarlo durante muchos años de su historia”, como dice Francisco M. Mota en su libro Por primera vez en Cuba.

Aquel vehículo hacía apenas unos 12 kilómetros por hora y costaba poco más de seis mil francos, equivalente a los mil pesos. Se trataba de una de las primeras marcas automovilísticas de la naciente industria francesa de ese sector.

La fábrica, nombrada La Parisiense, había entregado en exclusiva su representación en La Habana al susodicho Muñoz, quien

pensaba sacarle a ese convenio una buena tajada.

Sin embargo, aquello solo floreció en su acalorada mente, pues en un censo realizado diez años después sobre los vehículos y marcas que transitaban por la capital cubana, se encontraron muy pocos carros de La Parisiense, la marca que él personificó.

Por cierto, hay una vieja foto que eterniza el acontecimiento: Muñoz, con su esposa a la derecha del volante, presumiendo de su deslumbrante adquisición, el primer automóvil que rodó por las calles habaneras, en medio de la sorpresa, la admiración y hasta las chanzas de la gente.

No habría que esperar mucho para que otro representante de la burguesía cubana, el boticario Ernesto Sarrá, se convirtiera en el segundo de los automovilistas que figurasen por La Habana.

Aquello ocurrió en junio de 1899.

En esta ocasión el vehículo fue comprado en una fábrica de Lyon, en Francia, un Rochet & Schneider, con una mayor potencia que el de Muñoz y a un costo de cuatro mil pesos.

Se decía que hacía una velocidad de hasta 30 kilómetros.

No obstante, este carro presentaba también sus dificultades. Llevaba el timón en la parte posterior, la transmisión era por correa, y calamitosamente cada seis o siete cuadras, esta solía salirse de sus rodamientos, por lo cual era preciso que el encopetado boticario se bajara y colocara en su sitio la dichosa correa.

Por su parte, el negociante Muñoz no se daba por vencido. Y al fin logra vender una especie de camioncito de La Parisiense, capaz de cargar media tonelada de peso —que entonces ya era mucho— a la empresa Guardia y Compañía para un negocio de cigarros.

El cuarto vehículo de la historia rodante en Cuba será comprado por el entonces editor de La Gaceta de La Habana, don Rafael Arazoza, a la Locomobile and Co. of America, que ya producía más de 50 al año y los vendía entre tres y cuatro mil dólares.

Por cierto, este es el primer auto norteamericano de los muchos que luego rodarían por la Isla. 

“Ponme la mano aquí, Macorina” 

En 1903 se realiza en La Habana la primera carrera de automóviles, cuyo vencedor fue el francés Dámaso Lainé, propietario del primer garaje en el país, situado en la calle Zulueta, y donde también se albergó lo que pudiéramos considerar la primera estación de servicios automovilísticos en el país.

Dos años más tarde, en 1905, el cubano Ernesto Carricaburu, bate en la capital de la Isla el récord mundial de velocidad, lo que acredita que ya no se circulaba tan lento sobre nuestras polvorosas carreteras.

En 1913 ya existían en el país más de un millar de autos, conducidos por hombres. 

La primera mujer que se sentó al volante causó un verdadero escándalo. Fue en 1917 cuando obtuvo su cartera dactilar María Calvo Nodarse, La Macorina, una dama de no muy buena reputación y a quien una suerte de estribillo de una pieza musical la catapultó a la fama: "Ponme la mano aquí, Macorina…”

Con el paso del tiempo se fue haciendo más habitual ver a una mujer conduciendo un vehículo. Dicen que Flor Loynaz del Castillo tuvo uno al que llegó a dedicarle poemas. En él recorrió las calles de La Habana el poeta español Federico García Lorca.

Y por ser utilizado en una acción contra la dictadura de Gerardo Machado, se cubrió de un singular misterio. Como era un carro muy conocido, la familia Loynaz del Castillo decidió ocultarlo entre las paredes de la mansión.

Sería curioso conocer hoy qué cánones tomaba en cuenta Ernesto Carricaburu cuando en 1905, en su condición de Presidente de la Comisión de Examen, otorgó los primeros títulos oficiales de choferes.

Y cómo se las componían aquellos para conducir cuando no existían semáforos ni señales del tránsito.

Por cierto, el primer semáforo se instaló en La Habana en 1930.

El primer accidente automovilístico ocurrió en 1906 cuando Luis Marx, chofer de un general de apellido Montalvo, llevaba de regreso de un almuerzo en la finca La Zorrilla a Tomás Estrada Palma, y en la intersección de Monte y Ángeles, atropelló al dependiente Justo Fernández, a quien le causó la muerte.

En 1907 comienza a prestar servicios en Cuba la primera “guagua” (ómnibus) de Güira de Melena a San Antonio de los Baños.

Atrás iban quedando los días de cuando llegó el primer automóvil a La Habana, en 1898, cuando algunos graciosos comentaban en son de guasa:

"¡Qué va a caminar solo este carro! ¿No ve que lleva debajo un gallego que lo va empujando…?"

Los sucesos del Villanueva

Arte Factus Teatro

La noche del viernes 22 de enero, el Villanueva se abrió para un beneficio ofrecido por los Caricatos, y esa representación entró en nuestra historia como una acción bélica. El 18, el Diario de la Marina anuncia que la función es para favorecer a una desgraciada familia, y dos días después aclara que está destinada a socorrer a unos insolventes. La prensa partidaria de los mambises enfatizó el espectáculo:

Se dice que el viernes se trata de dar una función en el Villanueva por los bufos habaneros [error del cronista, sabemos que fueron los Caricatos] cuyo fondo se destina para un fin muy laudable; esperamos que todas nuestras simpáticas amigas y nuestros leales compañeros contribuyan con su asistencia. No se permitirá entrar a quien no lleve un garabato o una horquetilla.1

Y otro diario expresó: “¡Pueblo, allí todos! Extraño y más que extraño es que no se dispense la protección que merece este espectáculo verdaderamente provincial... ¡Pueblo! Tenéis una obligación patriótica que llenar sosteniendo este espectáculo.”2Tras los sucesos del 22, La Chamarreta fue más explícita al afirmar: “Insurrección armada. Anoche se dió una función en el Villanueva, cuyos fondos se destinaban para un fin que todos saben, y no dejó de haber la concurrencia numerosa que se esperaba”.3Parece pues, fuera de toda duda que la función era a beneficio de los mambises y Justo Zaragoza 4 coincide en este juicio, aunque La Voz de Cuba, sorprendentemente, no estuviese segura el 23 de enero de los fines subversivos de la representación.

Esa noche el Villanueva se engalanó y cubrió de banderas norteamericanas y cubanas. La ausencia del emblema español, el traje y cintas de las mujeres con los colores blanco, azul y encarnado, o bien estrellas blancas y solitarias y el pelo suelto, convertían la función en un abierto desafío al poder colonial.5 El programa incluía un precioso popurrí, las piezas Perro huevero… y Ataques de nervios de “Narciso Valor y Fe” (Juan Francisco Valerio) y El santo y la lotería, pieza de tipos diferentes, así como la canción “La crisis”, el estreno de la danza La insurrecta, la canción bufa “Los caricatos” y una rumba que cerraba la noche. La función estaba presidida por Antonio Fernández Bramosio, quien a pesar de negar su participación en los hechos, que fueron según sus palabras “obra de momento” sin preparación ni instigación alguna, se exilió cuatro días después ante amenaza de detención,6 y fue condenado, en ausencia, a muerte. En realidad, nada era nuevo en el programa excepto La insurrecta de Juan de Dios Alfonso, danza dedicada a las lindas cubanas, pero los títulos hacen pensar en alusiones más o menos veladas a la situación política del país.

Una parte de nuestra crítica, especialmente Arrom,7 descubre en Perro huevero… referencias muy directas de la insurrección, sobre todo en los versos de la guaracha que hablan de nuestra manigua:

No muy lejos de la antigua
provincia de Maniabón
se alza un esbelto peñón
en medio de la manigua.
………………………………
Hay una estrecha vereda
en el monte floreciente
para que la indiana gente
llegar a sus faldas pueda.

Escena IX

Y hasta establece que la fábula de la obra es revolucionaria. Así Mónica (que representa a Cuba) enamorada del Indiano (Céspedes) lucha contra su madre Nicolasa Cuesta-Arriba y de la Cruz Pesada (la corona española) y su padre Matías (el gobierno colonial), para finalmente escapar con su novio. Descubiertos, aceptan casarse si sus padres se regeneran. Pero en verdad hay más imaginación patriótica que realidad dramática. Perro huevero… fue estrenada el 26 de agosto del 68, representada a lo largo de la temporada bufa antes y después de la Demajagua, y publicada ese mismo año sin que las autoridades y la censura descubrieran las “ocultas” intenciones del autor, quien por otra parte no fue mezclado en el proceso del Villanueva y murió tranquilamente en Regla en 1878. Obra nada extraordinaria, ocupa un puesto especial en nuestra escena debido a la matanza que provocó indirectamente.

Entonces, ¿qué motivó la furia de los voluntarios? La noche del 22 de enero es el resultado de un clima de histeria guerrerista que los sectores más reaccionarios aprovecharon para imponer su política de exterminio con los revolucionarios. Cuando el general Dulce asume por segunda vez el mando de Cuba el 4 de enero de 1869, intenta una maniobra apaciguadora y viste su gobierno de casaca liberal. Pero al mismo tiempo, Dulce, viejo, enfermo (casi un cadáver lo describen las crónicas) tendría que batirse con otro enemigo: los voluntarios que mantenían una posición intransigente. Luchar en dos campos al mismo tiempo era una tarea gigantesca aun para el astuto Dulce. El 9 de enero decreta la libertad de prensa y La Habana se llena de periódicos subversivos, y suprime las Comisiones militares que, creadas por Vives 44 años antes, eran el más fiel instrumento de la opresión colonial. Tres días después dicta una amnistía política y envía comisiones a Céspedes para sofocar la insurrección.

Pero en la Capital el espíritu revolucionario era ya muy fuerte y se conspiraba abiertamente. El 29 de diciembre había muerto en la prisión, víctima de malos tratos, el patriota Camilo Cepeda, y su entierro el 31, al que asistieron más de cinco mil personas, fue un amplio desafío. El 6 de enero el joven habanero Tirso Vázquez es asesinado en la calle en una reyerta sin importancia por un oficial español, y su entierro al día siguiente es otra manifestación en la que se escuchan vivas a la independencia. Cinco días más tarde se descubre en Carmen 22 un importante cargamento bélico que iba desde fusiles y carabinas hasta machetes y cuchillos. La acción policial costó un muerto y cuatro heridos, y el 13 de enero los voluntarios se arman con el pretexto de que se iba a disparar contra ellos en un levantamiento armado.

Mientras tanto, Domingo Dulce asiste al teatro. El sábado 9 va al Tacón a presenciar la zarzuela Las hijas de Eva de Luis Mariano de Larra con música de Gaztambide, acompañada del himno de Riego, pero también escucha gritos de “¡Viva Cuba libre!” mezclados con “¡Viva España libre!” Cuatro días después acude al Villanueva a rendir tributo a los Habaneros. El programa era una invitación al choteo político. Se repusieron Los negros catedráticos y El bautizo y se estrenó el chisporrotazo de circunstancias Lo que va de ayer a hoy o El destronamiento de una reina de cabildo de Jacinto Valdés y Francisco Valdés Ramírez, en burla a la caída de Isabel II. Pero donde se alcanzaba el frenesí crítico era, como de costumbre, en la música: las danzas ¡Viva la libertad!, Los liberales, Gorriones y bijiritas, Se armó la gorda y la guaracha Ya cayó, en recuerdo a la derrocada reina española. Todo un programa bufo-político en homenaje a la revolución de septiembre del 68 en la que Dulce había sido uno de sus actores principales, pero con una danza que narraba la pugna entre gorriones (españoles) y bijiritas (cubanos) que daría lugar pocos meses después a uno de los hechos más ridículos e increíbles de la estupidez colonial. Y el liberal Dulce aplaudía ese programa el mismo día que los voluntarios —azuzados por Gonzalo Castañón— se armaban para defenderse de hipotéticos ataques.

Por eso, cuando Jacinto Valdés da el viva a Céspedes el 21, y los Caricatos anuncian su beneficio del día siguiente para socorrer a “unos insolventes”, el clima político llegó a tal grado de excitación que cualquier detalle podía provocar la masacre, sin necesidad de buscar en el texto dramático alusiones separatistas.

Testigos presenciales y cronistas ofrecen una descripción de aquella noche que, si bien contradictoria en algunos detalles, permite acercarnos a la verdad. La mayor parte de las opiniones coincide en que en la escena IX de Perro huevero… al gritar Matías, interpretado por José Sigarroa (otros señalan a Pepe Ebra): “No tiene vergüenza ni buena ni regular ni mala, el que no diga conmigo ¡Viva la tierra que produce la caña!”, el grito fue coreado por los espectadores, al que se unió nuevas vivas a Céspedes y Cuba libre, y hasta alguien completó el verso añadiendo de su cosecha ¡Y muera España! El entusiasmo fue enorme, y se afirma que una mujer (Antonia Somodevilla) tremoló una bandera cubana. Un periodista explica que:

a mitad de la función y a una señal dada desde las tablas por un cómico, se levantaron la mayor parte de los concurrentes, y entre ellos algunas señoras, que vestidas de blanco y azul, y adornadas con estrellas, se hallaban en los palcos, lanzando vivas a Cuba y a la independencia, seguido luego de algunos mueras a España e inmediatamente después, de varios disparos de revólveres.8

Otros cronistas afirman que el escándalo se produjo al terminar uno de los actores una canción, que hubo una manifestación antiespañola y los intérpretes se salieron del programa y entonaron canciones que herían el nombre y sentimientos españoles, mientras otros especifican que en el intermedio sonaron unos disparos en la cantina del teatro cerrando una discusión.

Lo cierto es que en las afueras del Villanueva estaban congregados varios cientos de voluntarios que aprovecharon los gritos para disparar sobre el edificio de madera y cargar luego sobre el teatro destrozando los vestidos, cintas y flores de las mujeres, y atacando a los concurrentes que fueron lidereados en el rechazo a los voluntarios por Rafael Lanza, condenado más tarde a cadena perpetua. ¿Cuántas víctimas hubo? Nunca se sabrá pues el gobierno prohibió hablar del hecho y aunque se calcula que los muertos fueron cuatro y los heridos ocho, en realidad la cifra debe ser inferior a la real debido a la brutalidad del ataque. Al día siguiente, Dulce proclamaba:

Habaneros. Anoche se ha cometido un grande escándalo, que será castigado con todo el rigor de las leyes. Algunos de los trastornadores del orden público están en poder de los tribunales. Ciudadanos pacíficos, confianza en vuestras autoridades: defensores todos de la integridad del territorio y de la honra nacional, se hará justicia y pronta justicia.9

Pero se hizo todo menos justicia. Los voluntarios se adueñaron de las calles y durante cuatro días La Habana pagó su saldo a la Revolución. Convertidos en bandas armadas, asaltaron el café El Louvre, el palacio de Aldama, y asesinaron a mansalva. La fiereza de estos cuatro días, que costaron no menos de 14 muertos, 16 heridos y 45 detenidos, echó por tierra la política apaciguadora de Dulce, radicalizó a los timoratos y lanzó la Capital de lleno a la lucha insurreccional. Los objetivos de Valdés quedaron cumplidos.

La noche del 22, mientras se masacraba a los espectadores del Villanueva, un joven de 16 años leía un periódico revolucionario, La Patria Libre, cuyo primer número aparecería al día siguiente. Años más tarde, ese mismo joven, José Martí, recordaba los sucesos de Villanueva en sus Versos sencillos, nro. XXVII:

El enemigo brutal
nos pone fuego a la casa.
El sable la calle arrasa,
a la luna tropical.

Pocos salieron ilesos
del sable del español:
la calle, al salir el Sol,
era un reguero de sesos.

Pasa, entre balas, un coche.
Entran, llorando, a una muerta:
llama una mano a la puerta
en lo negro de la noche.

No hay bala que no taladre
el portón: y la mujer
que llama, me ha dado el ser:
me viene a buscar mi madre.

A la boca de la muerte,
los valientes habaneros
se quitaron los sombreros
ante la matrona fuerte.

Y después que nos besamos
como dos locos, me dijo:
“Vamos pronto, vamos, hijo:
la niña está sola: vamos!”

Y en otro momento añadiría:

No basta que sobre un teatro indefenso y repleto, sobre mujeres, y hombres, y niños, se haya lanzado a un tiempo una muralla encendida de fusiles (...) ni los horribles días de Enero que llenaron de cadáveres asesinados la calzada de Jesús del Monte y las calles de Jesús María, y los que mi madre atravesó para buscarme, y pasando a su lado las balas, y cayendo a su lado los muertos, la misma horrible noche en que tantos hombres armados cayeron el día 22 sobre tantos hombres indefensos!10

El primer número de La Patria Libre, leído casi bajo las balas, publicó la pieza de MartíAbdala, que puede tomarse como la respuesta a la matanza del Villanueva, inaugurando el teatro mambí. La escena cubana se incorporaba directamente a la lucha por la independencia.

Ese 22 de enero de 1869 clausuró la brillante primera temporada de los bufos, comenzada el domingo 31 de mayo de 1868. Más de cuatro años La Habana vivió sin bufos, y cuando aparecen tímidamente en 1873, lo hacen sin el nombre genético que podía traer molestos recuerdos. Y sin embargo, en solo ocho meses cambiaron la imagen del teatro nacional y abrieron una brecha que llega a nuestros días.
Conseguir eso, empezando casi en cero, fue la proeza mayor de esa nueva compañía de aficionados.

Notas:

1. La Chamarreta, 20 de enero de 1869.
2. La Convención Republicana, 21 de enero de 1869.
3. La Chamarreta, 24 de enero de 1869. El subrayado es mío. Ver también César García del Pino: “El laborante: Carlos Sauvalle y José Martí”, en Revista de la Biblioteca Nacional, mayo-agosto, 1969, no. 2. pp. 168-177.
4. Zaragoza: Ob. cit, p. 275, dice: “Con el pretexto de auxiliar a unos insolventes, que no eran sino Céspedes y los suyos.”
5. Pascual de Riesgo: Dos habaneras, tomo II, pp. 199-209. Esta novela ofrece un amplio campo a la fantasía, pero parece que su autor fue testigo presencial de los hechos. Ver también Gil Gelpi y Ferro: Álbum histórico-fotográfico de la guerra de Cuba, pp. 136.139; y Ramiro Guerra: Guerra de los Diez Años, tomo 1, pp. 154-155.
6. Antonio Fernández Bramosio, “Al periódico de La Habana titulado La Voz de Cuba”, 13 de febrero de 1869, Colección Cubana.
7. José Juan Arrom: Historia de la literatura dramática cubana, pp. 70-71. Yo me hago eco de esa idea en “Que viva la tierra que produce la caña”, en Revista Cuba, octubre de 1968, p. 23.
8. El Noticiero de la Habana, revista quincenal, 30 de enero de 1869.
9. Sobre los sucesos del Villanueva, Zaragoza: Ob. cit., pp. 275-278; Luis Carbó: “Páginas de sangre. Fin trágico de una obra bufa”, en El Fígaro, 10 de septiembre de 1899. pp. 334-335; Pascual de Riesgo; Ob. cit, cap. VIII; Miguel Bravo y Sentiés: Deportación a Fernando Poo, pp. 12-15; Gaceta de la Habana, Prensa de la Habana y La Voz de Cuba, 23 y 24 de enero de 1869; Gil Gelpi y Ferro: Ob. cit., pp. 136-139; El Espectador Liberal, 27 de enero de 1869; El Tribuno, 24 de enero de 1869; Antonio Pirala:Anales de la Guerra de Cuba, tomo 1, pp. 408-410; Raimundo Cabrera: Sombras que pasan, pp. 204-205; Moro Muza, 31 de enero de 1869, p. 106; Emilio Roig de Leuchsenring: “Los sucesos del Villanueva”, en Carteles, 10 de enero de 1937; Francisco Javier Balmaseda: Los confinados a Fernando Poo, p. 36, nota 1; José Ramón Betancourt: Las dos banderas, pp. 51-53; Álvaro de la Iglesia: “Las jornadas de terror”, en Tradiciones cubanas, pp. 99-105; Vicente García Verdugo: Cuba contra España, pp. 46-47. En tan amplia bibliografía, el lector podrá descubrir los detalles contradictorios y los puntos aún oscuros. La causa judicial no la he podido localizar en el Archivo Nacional, por lo que presumo que se encuentra en España.
10. José Martí: “El parte de ayer”, en Revista Universal de México, 21 de mano de 1875. En Obras completas, tomo 1, p. 116.