Acabo de recibir, por cortesía de Rene
Leon y entre las gemas que da a conocer a través de las PUBLICACIONES
CULTURALES que llevan su nombre y su patrocinio, las monografías de
investigación de su autoría, con diversos estudios sobre textos y figuras de la Literatura en español.
El análisis profundo que hace de la
obra en su conjunto de Ramón López Soler (completamente olvidado en las
Historias y Antologías de la
Literatura española, y del personaje
donjuanesco reflejado en su doble cara a través de las figuras de don
Pelayo de Luna -hijo del condestable de Castilla don Álvaro de Luna- y de don
Rodrigo de Alcalá, señor del castillo de Arlanza, en
cuanto antagonistas en su novela "Los bandos de
Castilla", es tan sumamente interesante por su planteamiento como
acertado por la conclusión a la que llega, y que constituye la tesis de su trabajo, respecto
a que esa novela
histórica, del magín del prolífico escritor y traductor
malogrado por su fallecimiento a los treinta años de edad, contiene todos los ingredientes del
perfil psicológico del don Juan de Zorrilla (en el
drama "don Juan Tenorio") y del subsiguiente don Juan de
Espronceda (en el poema narrativo "El estudiante de Salamanca").
Lo insólito ha sido que la
contribución de López Soler a este personaje arquetípico de la literatura
romántica haya caído y permanecido en el mas completo olvido en la bibliografía
en español durante los siglos XIX y XX, salvo
dos indagaciones relativamente recientes: la del hispanista Hans
Juretschke, que le dedicó un estudio que fue incluido en una
"Historia de España" publicada por la Editorial Espasa
Calpe en Madrid en 1989, y la del profesor Enrique Rubio Cremades
(actualmente, director de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes), que le
dedicó dos ensayos en 1992. He visto, en una tesis doctoral preparada
por Celia Romea Castro y presentada en la Universidad de
Barcelona en noviembre de 1991, que se atribuye a Mesonero
Ramos la observación de que "Los bandos de Castilla" o
"El caballero del cisne" es un "Ivanhoe disfrazado".
Pero para empezar debo ser
honesto y confesar que, en mis largos años como lector y
estudioso de la Literatura ,
no habia visto mentar ni siquiera de pasada a don Ramon López Soler. Estoy
seguro de que lo mismo le sucede a muchísimos lectores e incluso
estudiosos del Romanticismo en España. Le debemos a usted, Dra. Fabre, el
rescate del conocimiento de este escritor y de su obra, que
también cultivó el periodismo y la poesía, así como el fundamentado
estudio en el que don Pelayo de Luna se prefigura como
inmediato antecedente del don Juan que en Zorrilla -como usted claramente
señala- se salva gracias al amor de doña Inés pero que en
"El caballero del cisne" no lo logra por el mimetismo de su
autor respecto al anglicanismo que practicaba Scott e influía
sobre él, a tenor del cual la salvación se debía
solamente a la gracia divina y todavía no
se consideraba factible llegar a ella por la vía del
perdón.
A continuación, su evocación
y sintético pero ponderado resumen de la vida y obra del longevo y prolífico
escritor Pio Baroja mueve al lector a interesarse por la lectura de
sus novelas y artículos periodísticos, en los que trasuntó los
diferentes ambientes y preocupaciones de la sociedad española de su
tiempo, en un marco, como usted subraya, de apreciación profundamente
escéptica y pesimista pero con una pasión narrativa que sigue encandilando, y
cuya vida abarcó desde la coincidencia de su nacimiento con el inicio de
la Tercera Guerra Carlista, pasando por su actitud crítica sucesivamente frente
a la monarquía, a la dictadura de Primo de Rivera, a la República y al
franquismo, hasta su fallecimiento como ateo declarado, por lo que
fue enterrado en el Cementerio Civil de Madrid, llevando su ataúd Ernest
Hemingway y Camilo José Cela -entre otros-, haciendo acto de presencia,
no obstante, el Ministro de Educación en funciones en ese momento. Su
sobrino-nieto Pío Caro Baroja dejó constancia de la personalidad de este
escritor al escribir: "Yo viví con él
27 años de mi vida, 27 de sus últimos años. Lo recuerdo anciano. Era un hombre
afable, trabajador y muy sincero. No tenía pelos en la lengua, y no se dejó
convencer por el canto de las sirenas. Él fue anti todo en España, porque tenía una idea
distinta de lo que se llevaba. Era muy crítico. En su juventud se sintió
anarquista. Luego escribió unas novelas demoledoras sobre la situación social
de entonces. Más tarde fue anti
Primo de Rivera. Luego le pareció que la República había fracasado, se fue al exilio, volvió, y también pagó el hecho de manifestarse contrario al
franquismo, porque lo encerraron".
Su reseña biográfica y bibliográfica
de Pío Baroja tiene la virtud de desplegar sucintamente pero con riqueza de
referencias la singular vida y extraordinaria e impresionante obra
literaria del ilustre escritor donostiarra, y despertar el interés por
entrar en los fascinantes escenarios que nos abre en sus escritos, desde
la sociedad rural vasca de fines del siglo XIX hasta la vida en Madrid en
el primer tercio del siglo XX, pasando por sus recuerdos e impresiones de la
devastadora Guerra Civil española de 1936-1939.
Su ensayo sobre la representación
expresionista en la novela "Amistad Funesta" (Lucia Jerez), publicada
por entregas en "El Latinoamericano" de New York en 1885, es una
agudísima introspección en el prodigioso vergel martiano, y una incursión
en el estudio de la vertiente expresionista en Marti que es excepcional
en los estudiosos de su obra. En las citas textuales
que nos muestra, las alegorías se suceden en tropel, contraponiendo
las malas inclinaciones que sobrecogen al alma humana -y
la sofocan- al ideal de generosidad y rectitud que Martí
propugnaba para la realidad cotidana del hombre de su tiempo; su riqueza en
metáforas nos transporta como en ráfagas a algunos pasajes de la prosa del
torturado Edgar Allan Poe. Deja claro en su estudio que, en este campo, Martí
tambien abría camino en la
Literatura en español, y que
posteriormente continuó labrando en sus
poemas "Homagno" y "Crin hirsuta".
Por último, su incisivo análisis de la
poesía de Alonso Álvarez de Soria, ese gran desconocido de la literatura
barroca, víctima de una inquina que le llevó al patíbulo a la temprana
edad de treinta años, cuyas befas y vocabulario irreverente hoy en día no le
habrían acarreado, como mucho, mas allá de una querella por
injurias, le otorgan un justiciero recuerdo a quien en mala hora dedicó su
vis poética a atacar al entonces Asistente de Sevilla -un cargo
equivalente al de Corregidor-, don Bernardino González Delgadillo y
Avellaneda.
Junto con la reiteración de las
merecidas congratulaciones por los bien enfocados ensayos, todos con el
apoyo de la debidamente consignada bibliografía, aprovecho la ocasión para
enviarle al mismo tiempo un saludo muy cordial.
Sinceramente,
-Roberto
Soto Santana, de la Academia
de la Historia
de Cuba (Exilio)