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domingo, 15 de julio de 2018
Recordando a Rosendo Rosell
June 25, 1918 - October 24, 2010
René León
Buscando en mi biblioteca encontré un libro que me trajo grandes recuerdos
del ayer Vida y Milagro de la Farándula en Cuba. En él, Rosendo nos
lleva nuevamente a ver los mejores artistas cubanos y extranjeros que actuaban
en nuestra Cuba Libre. En el Club Tropicana, Montmatre, San Souci, a presenciar
los famosos shows de Rodney. Ver bailar a las famosas Mulatas de Fuego, la pareja
de bailarines de Rolando y Gloria. Ver bailar con su maestría, y elegancia a
Elena del Cueto. Rosendo nos lleva en este maravilloso libro a ver los
programas de televisión, como jueves de Partagás, Cabaret Regalías, la famosa
Escuela de Televisión, el programa del querido José Antonio Alonso. Él nos
recuerda los programas de la RHC-Cadena Azul, Los Tres Villalobos que cruzaron
la frontera nacional y llegaron a nuestra América Hispana. Quien no se recuerda
de Tamakún, y del bandido de los pobre Manuel García. La batalla del survey
entre las emisoras de CMQ y la del guajiro Trinidad. Eso y mucho más he leído y
me llevo a mi Cuba la del Ayer que no volveré jamás. Rosell era un hombre que
amaba la tradición, amigo y buen compañero. Siempre acordándose de aquellos que
han sido olvidados. De otros que se fueron de este Mundo de la Farándula.
Dentro del libro encontré un comentario del Dr. Octavio R. Costa sobre
Rosell, y dice: “Sólo un hombre cabalmente serio, con la seriedad que le otorga
la caballerosidad y con la caballerosidad que le da su seriedad, puede ser
tomado en cuenta y lograr los éxitos que ha conquistado a lo largo de medio
siglo”.
Recuerdo que mis padres nos llevaban a mi hermano Julio (†) y a mí, a ver las temporadas del teatro
Martí, con Garrido y Piñero. Al leer estas estampas de Rosell, me pareció
volver a estar allí presente, mirando a aquellos reyes de la risa.
Al leer este libro, recuerdos y más recuerdos de mi querida Habana,
vienen a mi mente. El Malecón Habanero con sus casas de balcones altos, donde
las jóvenes lindas se sentaban a contemplar la caída de la tarde. Muchos
romance pase en él. En sus portales jugaban los niños. Enfrente a las casas, el
Malecón, y su acera donde los muchachos corrían con sus patines o en bicicleta,
salpicados por el agua del mar. Vendedores ambulantes de tamales y maní
ofrecían su mercancía. Al caer la tarde, las parejas de novios iban a decirse
cuanto se querían.
Él nos lleva en este libro por esa Habana, alegre, bulliciosa, con su
farola del Morro y el cañonazo de las nueve. Con su cielo azul, despejado,
lleno de estrellas que alumbran la noche. Las goletas entrando en la bahía,
hacia el litoral de Regla.
Cuando uno está ausente por tantos años de la patria, estas imágenes
resaltan más y queremos visualizar nuestra Habana querida, con sus costumbres.
El pregón de los vendedores callejeros. Aquellos tocadiscos que en las esquinas
donde estaban casi todos los bares y bodegas, salía la música de las canciones
del Beny, Lasarrie, Celia Cruz, La Sonora Matancera, Olga Guillot, y otros más.
Los trovadores en el Prado, o en los Cuatro Caminos, en la Playa,
improvisaban canciones. El olor a pan recién salido de los hornos. El café
recién colado. El vendedor de billetes. El vendedor de periódico. El vendedor
de frutas. Esa era nuestra Cuba del ayer. Que Rosendo nos detalla en este
maravilloso libro.
La Habana ciudad radiante, acogedora, llave del golfo. Ciudad del
recuerdo. Gracias a Rosell, la tengo en mis manos “a cuantos habrá hecho
felices Rosendo con la magia de su verbo” nos dice Octavio Acosta. Y a cuantos
nos hará recordar más a nuestra querida Cuba, con este libro. Al igual que con
su anterior libro Pequeña Biografía de un gran Pueblo (Placetas). Nos llevó de la
mano por su querido Placetas, aquí nos ha pasado lo mismo.
¿Por eso nos acordamos de…Rosendo
Rosell?
Lejos y Cerca
N.York, 7-20-1946.
Este opaco no es mi sol,
ni tampoco éste es mi cielo,
ni candente es este suelo
como mi ardiente crisol.
Por muy alto que yo suba
y abarque más la grandeza
recordaré con tristeza
que falta el cielo de Cuba.
Y cuando admiro el crecer
de una flor en el paisaje
no disfrute el homenaje
del sol que me vio nacer…
¡MULATA..!
¡Mulata! ¡Que linda eres!
¡Qué garbo tienes, Mulata!
Con tu elegancia mestiza
y aristocracia en el ritmo,
y aristocracia en el ritmo,
eres una pluma parda
que se desliza en la tarde.
Cuando cruzas por la acera
y te la coges pa tí,
cómo te envidian las otras, mulatas.
Riente tu boca plena,
que ya sabe de mis besos,
se asemeja a una bandera
de sangre, carne y marfil.
Tu cara es todo un poema.
Dos sonetos son tus ojos,
tu boca es un madrigal
y tu pelo un verso negro.
¡Mulata que linda eres!
¡Que garbo tienes, mulata!
Rosendo Rosell
Rosendo Rosell
Consejos a nuestro editor René
Fuente: discogs.com |
Desde Miami:
He recibido una carta de Miami, donde venía un poema dedicado a mi
persona por una santera, donde venían ciertos consejos para evitar el
“maldeojo” y la enfermedad. Me dice que tengo que tener mucho cuidado por la
envidia. Entre las cosas que debo comprar, es un “ónix”, para los malos ojos, y
darme muchos baños de buena colonia y flores.
Consejos a René
Con Sofía no te veas.
Aunque en Méjico
graduada,
dicen que la desgraciada,
además de coja es fea.
Si a Tata Eusebio te
arrimas,
el muy pícaro es palero,
con su fama de santero,
te echará un hechizó
encima.
Ve aver a Lily Eshudeke,
reina de los brujos
congós
que usando los
chamalongos
te quita todo tembleque.
Que Changó y Yemaya te protejan,
que si ellos no lo hacen,
no te salva ni un medico
chino.
Recuerda no dejes de ver
a Lily Eshudeke.
Mama Inés
Foto de: iworos.com |
Los 20 de Mayo y otros recuerdos de mi infancia
Articulo tomado de: Marti Noticias
mayo 17, 2018
24/febrero/1952. La maestra Carmen Córdoba y un grupo de alumnas de la Escuela Pública No. 126 Ramón Rosaínz en el Hogar del Veterano, en San Miguel y Agustina, en 10 de Octubre. Además de conversar con viejos mambises, le obsequiamos una caja de tabacos. Yo soy la del chalequito, en la fila delantera, la tercera de izquierda a derecha.
Nací en La Habana de 1942. En mi infancia, las dos fechas más esperadas eran el 6 de Enero, Día de los Reyes Magos, y el 20 de Mayo, Día de la Independencia. Cuando ingresé en la escuela primaria se sumarían dos más: la Semana del Niño y el 28 de Enero, aniversario del nacimiento de José Martí.
También, cómo no, las excursiones escolares, fueran al Parque Zoológico, el Valle de Viñales o las Cuevas de Bellamar; la preparación y entrega de la canastilla martiana el 28 de Enero; mantener ordenado el botiquín de la Cruz Roja; salir a la calle con una alcancía para recoger dinero el Día contra el Cáncer o visitar alguno de los Hogares del Veterano diseminados por la ciudad y se ocupaban de la atención de los mambises que lucharon en nuestras guerras de independencia. Y, por supuesto, los carnavales, que se celebraban en el mes de febrero. En aquella época, las carrozas, comparsas, camiones y autos subían y bajaban por el Paseo del Prado, desde Malecón hasta la calle Monte, donde daban la vuelta. El público, en palcos, sillas o de pie, disfrutaba del espectáculo, diurno o nocturno a un lado y otro del paseo habanero más emblemático. Entonces, las barriadas de la capital tenían sus comparsas, la nuestra era Los Marqueses de Atarés, aunque también pasaba La Jardinera.
Lo que diferenciaba al 20 de Mayo de otras efemérides y actividades, era que se trataba de una jornada patriótico-festiva: junto a desfiles y banderas, se realizaban verbenas, retretas (conciertos) al aire libre y bailes populares, en clubes, sociedades o los Jardines de la Tropical. Ese día, la gente procuraba estrenarse una muda de ropa y un par de zapatos nuevos, una tradición que creo en Cuba mantienen los 31 de diciembre, los que pueden, claro.
Como el 20 de Mayo era feriado nacional, yo iba con mis padres a visitar a mi abuela Matilde en Luyanó. La guagua que cogíamos era la ruta 5 o la 10, que paraban en la Esquina de Tejas, a dos cuadras de la casa, y nos dejaba en la parada siguiente del hospital materno-infantil Hijas de Galicia. Regresábamos temprano en la tarde, lo que me permitía con amiguitas de la cuadra, dar una vuelta a la manzana o ir un rato al Parque La Normal, nombrado así porque quedaba frente a la Escuela Normal de Maestros de La Habana, en San Joaquín entre Pedroso y Amenidad, Cerro. Antes o después, para curiosear, pasábamos por la Sociedad del Pilar, en Estévez y San Gregorio.
Nuestro barrio se llamaba El Pilar, igual que la Sociedad y la Iglesia, situada en Estévez entre Castillo y San Jacinto y que por párroco tuvo a un cura muy famoso, el Padre Ismael Testé. Fundada en 1848, la Sociedad del Pilar fue una de las más importantes de La Habana. Hurgando en internet, encontré que sus fundadores fueron un habanero, un catalán y un gallego y en sus directivas figuraron seguidores del movimiento reformista de la década de 1860, algunos de los cuales serían futuros luchadores en la Guerra de los Diez Años.
Los 20 de Mayo y los 12 de Octubre, día de Nuestra Señora del Pilar, en la Sociedad había fiestas y bailes. A propósito, vale la pena mencionar que entre los vecinos más notorios de nuestro barrio hay tres músicos: el violinista Enrique Jorrín (1926-1987), director de la Orquesta América y creador del chachachá (el primero, La engañadorafue estrenado en marzo de 1953); el trompetista Elpidio Chapotín Delgado, nieto del gran Félix Chapotín, y el compositor cubanoamericano Jorge Luis Piloto, hoy residente en Miami y quien a fines de la década de 1970 vivió en el mismo edificio donde nosotros vivíamos, en Romay 67 entre Monte y Zequeira. De los festejos por el onomástico de la virgen solo recuerdo que oficiaban una misa y una procesión recorría las calles cercanas a la iglesia.
De los 20 de Mayo, lo que más grabado se me ha quedado es la imagen de las banderas que los habaneros colgaban en puertas, ventanas, balcones... Más grandes o más pequeñas, más gastadas por el tiempo o acabadas de comprar: la enseña nacional formaba parte de la conmemoración de cada nuevo aniversario de la proclamación de Cuba como República. En el Parque Central, el Parque Maceo y el Anfiteatro, bandas de música, municipales o de la policía, ofrecían retretas. Eran gratuitas y asistían muchas personas, todas muy elegantes.
En el interior del país, las retretas o conciertos al aire libre no solo se ofrecían los 20 de Mayo y otras efemérides patrias, también los fines de semana. Al menos era así en Sancti Spiritus, cuando en las vacaciones de verano me pasaba una o dos semanas con familiares espirituanos. Una de las distracciones, el sábado o domingo, era sentarse a ver tocar a la banda de música desde la glorieta del parque que lleva el nombre de Serafín Sánchez (1846-1896), Mayor General del Ejército Libertador. O pasarse buena parte de la tarde o la noche dando vueltas por el parque, de brazos cogidos, por un lado las mujeres y por otro los hombres.
Por el blog Guantánamo City, he sabido que en la más oriental de las provincias, el 20 de mayo de 1902, en el Parque José Martí, situado frente a la Catedral de Santa Catalina de Ricci, a las doce del mediodía, varios veteranos, antiguos mambises, sembraron ocho palmas reales y una ceiba conmemorativa, justo en el momento en que en La Habana tomaba posesión de la presidencia de la República Don Tomás Estrada Palma. Donde actualmente se encuentra la estatua del Mayor General del Ejército Libertador, Pedro Agustín Pérez (1844-1914), existió una glorieta de dos pisos: en el inferior vendían helados, dulces y juguetes y en el superior la banda municipal tocaba la retreta. Y como en Guantánamo, en el resto de las seis provincias que había en Cuba antes de 1959, con gran fervor se conmemoraban los 20 de Mayo.
En las escuelas públicas, un acto cívico de los viernes siempre se dedicaba al Día de la Independencia. Se leían composiciones redactadas por los alumnos y poemas alegóricos. Uno de los más conocidos era Victoriosa, de la escritora y poetisa camagüeyana Aurelia Castillo de González (1842-1920):
¡La Bandera en el Morro! ¿No es un sueño?
¡La Bandera en Palacio! ¿No es delirio?
¿Cesó del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?
¡Muestra tu rostro juvenil, risueño,
enciende, ¡oh Cuba!, de tu Pascua el cirio,
que surge tu bandera como un lirio,
único en los colores y el diseño!
Sus anchos pliegues al espacio libran
los mástiles que altivos se levantan;
los niños la conocen y la adoran.
¡Y sólo al verla nuestros cuerpos vibran!
¡Y sólo al verla nuestros labios cantan!
¡Y sólo al verla nuestros ojos lloran!
Zilia L. Laje, cubana residente en Miami y autora, entre otros, de valiosos testimonios estudiantiles (algunos publicados en mi blog), me cuenta que cuando ella cursó la Escuela Primaria Superior No. 16 Domingo F. Sarmiento, en Santos Suárez, en las clases de música, entre otros himnos cantaban uno dedicado al 20 de Mayo, compuesto por el pedagogo, compositor y violinista Ramón Figueroa Morales (Santiago de Cuba 1862-1928).
Zilia no se acuerda de la letra completa del Himno del 20 de Mayo, sí de una parte:
Fecha augusta es el Veinte de Mayo
porque en ella la Patria surgió
como estrella radiante que vence
de la noche sombría el horror.
Es el Veinte de Mayo el gran triunfo
de la Patria ideal de Martí,
que en sus sueños de magno poeta
concebióla cordial y feliz.
Con una memoria prodigiosa, Zilia recuerda estrofas de poesías dedicadas al 20 de Mayo: “Ya mi bandera en el Morro tremola alegre y ufana/ Bendita por siempre sea la República cubana”, de Marín Varona y Villoch. Y “Yo levanto mi bandera/ con honor y gallardía,/ Llena el alma de alegría/ en esta fiesta de amor/ Porque es hoy veinte de mayo/ fiesta que a todos invita/ mi frase alegre palpita/ y un ¡Viva! a mi Cuba doy”, de Margarita Monreal.
No retengo las letras de canciones y poemas, recientes o de hace tiempo. Lo que suelo recordar son nombres, como el de mi escuela pública, la número 126 Ramón Rosaínz, en Monte y Pila. La directora se llamaba Modesta Agüero y el día de su cumpleaños, el 4 de marzo, le hacíamos un regalo. Tampoco he olvidado los nombres de casi todas las 'seños' o maestras (Carmen, Adolfina, Margarita, Roxana, Lucila, Amelia, Inés), el de muchas compañeras de aulas, y el de la conserje Cusa, negra alta y risueña que a la hora del recreo nos repartía galleticas de vainilla o chocolate con crema. Y también de un cubano ilustre que escribió sobre el 20 de Mayo: Emeterio Santovenia, historiador, político, periodista y escritor.
Por cierto, siempre pensé que el Asilo Santovenia, situado en la Calzada del Cerro entre Patria y Carvajal, se habría construido gracias a Emeterio Santovenia. Pero en un post de 2009 del blog de Eufrates del Valle, encontré la aclaración: "El actual Asilo Santovenia era conocido como La Quinta del Cerro, mansión palaciega propiedad de los Condes de Santovenia. La casa quinta fue construida entre 1832 y 1841 por Manuel Eusebio Martínez de Campos en El Cerro, el barrio de lujo habanero del siglo XIX. Los Condes de Santovenia vivieron allí unos años y luego la pusieron en venta. En 1886 fue adquirida por los albaceas testamentarios de la acaudalada cubana Susana Benítez de Parejo, fallecida en Madrid en 1885". La intención era fundar un asilo con capacidad para 200 ancianos, dirigido por las Hermanitas de los Ancianos Desemparados. Hoy, el Asilo Santovenia alberga el doble de internados, está considerado el mejor hogar de ancianos de Cuba, ha sido declarado Monumento Nacional y sigue siendo administrado y atendido por monjas católicas.
Unos par de aclaraciones más. Doña Susana Benítez de Parejo, nacida en Bejucal en 1811, en segundas nupcias, se casó con Antonio Juan Parejo Cañero (1807-1856), adinerado caballero de Puente Genil, Córdoba, Andalucía, que había emigrado a la Isla en busca de inversiones. Para saber más de los Condes de Santovenia, sugieroleer sobre la rama cubana de la Familia Martínez de Campos, que se estableció en La Habana a mediados del siglo XVII.
En Un día como hoy, publicado en 1946, Emeterio Santovenia describió los acontecimientos del 20 de Mayo de 1902. Al ser un texto que alguna vez leímos en mi escuela o en otra de Cuba, con él me gustaría terminar estos recuerdos:
“La intervención de los Estados Unidos de América en los negocios públicos de Cuba fue breve, más breve de lo que se esperaba hasta por patriotas de la Isla muy optimistas. La reunión de la Convención Constituyente, la adopción de la carta fundamental, la solución dada al serio problema de las relaciones que permanentemente debían existir entre la Unión y la mayor de las Antillas y la celebración de elecciones para cubrir los cargos nacionales y provinciales cuya designación dependía del pueblo en un ordenamiento democrático fueron hechos y sucesos que aceleraron y anunciaron el advenimiento definitivo de la República. En el mes de mayo de 1902 todo estuvo listo para que el día 20 Tomás Estrada Palma asumiese la jefatura del Estado y el Congreso se hallase organizado y en condiciones de laborar.
“El 20 de mayo de 1902, a las doce horas del día, se llevo a cabo en el Palacio de la Plaza de Armas, en La Habana, la ceremonia de transmisión de poderes. Leonard Wood, gobernador militar de la Isla hasta aquel momento en representación de los Estados Unidos, leyó dos documentos: uno firmado por Theodore Roosevelt, presidente de la Unión, y otro suscrito por él, con el carácter expresado. Ambos estaban dirigidos al Presidente y al Congreso de la República de Cuba. El de Roosevelt expresó sus votos por el buen éxito del nuevo gobierno y por el mantenimiento de la amistad entre los Estados Unidos y Cuba. El de Wood, más extenso, entró en consideraciones acerca de la administración que cesaba y declaro terminados la ocupación y el gobierno de la Isla por la Unión. Estrada Palma leyó una corta exposición, dirigida a Wood, por la cual se dio por enterado oficialmente de lo dicho por Roosevelt y Wood y admitió que Isla de Pinos, como acababa de manifestar el Gobernador, quedaba bajo la jurisdicción de Cuba, a reserva de lo que sobre su situación jurídica definitiva acordasen los gobiernos de Washington y La Habana.
“El cambio de banderas se efectuó en los mismos momentos en que se producía en Palacio la ceremonia en que hablaron Wood y Estrada Palma. Minutos después el Presidente de la República, requerido por el del Tribunal Supremo de justicia, prometió por su honor desempeñar fielmente su cargo, cumpliendo y haciendo cumplir la constitución y las leyes del país. Estos actos, en los que no podía faltar una honda emoción, estuvieron acompañados del entusiasmo delirante de las muchedumbres que en distintos lugares de la capital de la Isla participaban de la alegría de un hecho glorioso. Las mujeres y los hombres que presenciaron la mudanza de pabellones aplaudieron y lloraron: sus vítores y lágrimas resumían los anhelos y sacrificios de varias generaciones de patriotas, de los que unos habían perecido en la demanda heroica y otros eran actores y testigos del grande acontecimiento que a todos conmovía.
“El hecho de que en los edificios públicos ondease la bandera de la estrella solitaria simbolizaba mucho más que, una transmisión de poderes: simbolizaba el advenimiento de Cuba a la soberanía internacional. Ya la Isla, desde el 20 de mayo de 1902, formaba parte del concierto de las naciones libres e independientes. Lo que esto llevaba costado, llenaba las mejores páginas de la historia patria. En la mayor de las islas del Caribe se iniciaba una vida nueva: la vida vigorizada y lustrada por la soberanía internacional.”
Apuntes para una biografía poética
Por: Ramiro Lagos Castro
El poeta, ensayista y sociólogo santandereano, Antonio Acevedo Linares, nació en El Centro, Barrancabermeja, 28 de julio de 1957. Realizó estudios de Sociología en la Universidad Cooperativa de Colombia y de Especialización en Filosofía Política Contemporánea, del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, y Maestría en Filosofía Latinoamericana, con Especialización en Educación en Filosofía Colombiana, de la Universidad Santo Tomás. Ha ejercido la cátedra en varias universidades de la ciudad de Bucaramanga, como la Universidad Industrial de Santander, la Universidad Santo Tomás, la Universidad Cooperativa de Colombia, la Universidad Manuela Beltrán y la Universidad de Santander, en las cátedras de Sociología, Lenguaje y sociedad, Filosofía y sociedad, Literatura contemporánea, Filosofía contemporánea, Literatura colombiana, Sociología del trabajo, Epistemología y lógica, Historia de las ideas políticas, Socio- antropología, Proyecto de vida, Derechos humanos y derecho internacional humanitario, etc.
En su experiencia profesional como sociólogo, ha trabajado en la Alcaldía de Bucaramanga, en la Secretaría de Desarrollo Social, como Asesor en Participación y Organización Comunitaria, y en Convenio entre la Secretaria de Gobierno y la Universidad Industrial de Santander, en los conversatorios de construcción participativa del Observatorio de Derechos Humanos de Santander, como en programas de la Presidencia de la República, Jóvenes en Acción y Colombia Joven, y en la Alcaldía de Bucaramanga, en la Secretaría de Desarrollo Social, como Profesional de Apoyo, en el Programa de Minorías étnicas.
Ha publicado 6 Plegables de poesía, Arte erótica, 1988 y una muestra de poesía de poetas santandereanos, Sociedad de los poetas, 1998, CD, Poesía de viva voz, 2004 y, ha reunido en antologías su trilogía poética, Los girasoles de Van Gogh, 1999, Atlántica, 2004, En el país de las mariposas, 2007 y Por la reivindicación del cuerpo y la palabra, (reseñas criticas) 2008. La pasión de escribir, que reúne ensayos, artículos literarios y entrevistas con escritores y poetas colombianos, 2013. La poesía está en otra parte, 2016. Un trabajo de filosofía política titulado: Tolerancia, cultura, democracia y otros ensayos, que está próximo a publicarse. Su poesía figura en selección de poetas a nivel nacional y regional: Concurso Universitario de Poesía, ICFES, Bogotá, 1984. Palabra viva, Ecoe ediciones, Bogotá, 1992. En Voces encontradas, Biblioteca Pública Gabriel Turbay, 1997, Sociedad de los poetas, Cuarto de máquinas Editores, 1998, y Poética de la ciudad, Ediciones Higuerilla, 2006. Silencio… en el Jardín de la Poesía, UIS, 2012. Figura igualmente en el Anuario Quién es quiénen Santander, 2009 (Comp, Edmundo Gavassa Villamizar) y Espíritus Libres 2, Programa de Egresados, Universidad de Antioquia, 2012. Su poesía, ensayos, artículos, audios y videos figuran igualmente en la Web en blogs, periódicos y revistas virtuales.
Ha grabado su poesía en la Emisora Cultural Luis Carlos Galán Stereo,Programa Voz Viva y Letras, que dirigía Jorge Valderrama Restrepo, en 1994, 1996, 1997, 1999, 2000, 2001 y 2002 y, en la Emisora U.I.S, Stereo, un especial de poesía erótica, 2001 y un especial de poesía social, 2001. Ha participado como ponente, en la Octava Feria Internacional del Libro, con la ponencia, El amor en la poesía, dentro de la Mesa Redonda, El amor en la Literatura Regional, Bogotá, 1995. En la Casa UNAB, con la ponencia, La ciudad como imaginación, dentro del tema ciudad y literatura, 2002, en la Universidad de Santander, con la ponencia, La pasión de escribir, en el primer conversatorio de poetas santandereanos 2008, etc.
Una vida dedicada a la poesía
En la génesis de su creación poética, en los primeros diez años (actividad literaria que inició en los años ochenta) obtuvo mención honorífica, segundo premio y fue finalista en concursos nacionales y regionales de poesía. Fue seleccionado en la Primera Feria de la santandereanidad, Programa Crea, Ministerio de Cultura, 1996. Seleccionado en el Encuentro Regional Centro Oriente, Programa Crea, Ministerio de Cultura, 1998. Seleccionado en el Encuentro Nacional, Programa Crea, Ministerio de Cultura, 1998. Después de ese periodo no volvió a participar en concursos literarios consciente de que la poesía no es una competencia de caballos sino una pasión solitaria en busca de una voz propia.
El poeta Antonio Acevedo L. ha escrito en el prólogo de sus libros una reflexión sobre su propia poesía en donde afirma que: “…la poesía es un oficio que se me ha ido imponiendo con los años y siempre he estado abierto a sus sonidos y furias. No la he acechado premeditadamente sino que me ha llegado de la manera más natural y así la he escrito. He escrito poesía con los elementos más cotidianos y autobiográficos que he tenido a la mano, lecturas y viajes han sido las fuentes principales para escribirla, poco he dejado a la imaginación, aunque sé que es su fuente originaria, pero he recurrido más a la experiencia vivida y leída que son los materiales de la que está hecha esta poesía”… “… La imaginación seguramente está en la forma de escribirla pero su fuente es la vida misma. No de otra manera concibo una poética, aunque en la literatura así éste basado en un hecho real, todo es imaginario. No he hecho poesía en un lenguaje abstracto, y he tratado de no quedarme en las palabras o en las imágenes sino que he intentado contar una historia, revivir un episodio, explorar una reflexión”. ”La ciudad, la poesía y el erotismo han sido temas permanentes en mi poesía, no obstante, nunca me propuse escribir éste o aquél tema, escribo lo que llega por esa vía que muchos todavía llaman inspiración pero que en realidad es experiencia. Hay muchas vetas o líneas de creación en la poesía como lo son la poesía amorosa, erótica o política de las que nunca he sido ajeno, en tanto que la diversidad es también la expresión de la riqueza de la experiencia humana”.
Parafraseando a José Eustasio Rivera ha escrito, que “antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la poesía”, y así lo consigna en un poema de variación de su célebre comienzo de novela. Un libro de poemas, dice el poeta Acevedo Linares: “… a veces tiene en ésta sociedad una suerte azarosa pero a veces también tiene un lector que se merece, la poesía también se enriquece con la lectura de sus aliados y cómplices. El poeta escribe para la sociedad y hay quienes hubieran deseado escribir éste o aquél verso o texto, pero el poeta lo ha escrito a partir de su propia experiencia, que es también la experiencia de cualquier hombre”.
El poeta Acevedo Linares ha expresado en sus prólogos su poética: “La poesía es la exploración de la palabra como el amor es la exploración del cuerpo. La hermosura de escribir sólo es comparable con el amor. La escritura de la poesía ha sido en estos años un oficio que me ha hecho sentir que cuando no escribo, siento que pierdo el tiempo, pero cuando escribo, recobro el tiempo perdido. La poesía nos recobra y redime. Su ejercicio es redimir las cosas cotidianas que pasan inadvertidas y soñar un país. Su esencia es la comunicación, porque creemos que la poesía es fundamentalmente comunicación. La comunicación del asombro y la dulzura de las cosas. Son más de treinta años ya dedicados a la escritura poética, un oficio que ha sido mi mejor coartada, y muchas cosas me han sido cómplices y me han deslumbrado a tal punto, que todavía se persiste en este oficio como un heroísmo en estos tiempos difíciles para la poesía”. “El poder desprecia a los poetas porque los poetas se han apropiado de sí mismos y así mismos se pertenecen, y eso es peligroso en una sociedad de servilismo y pusilánimes. La poesía, no obstante, continúa en su ejercicio como el más precioso atributo de la condición humana. Son muchos los poetas que me han aportado con su lucidez para escribir poesía; cada quién tiene las influencias que se merece y espero que las mías no sean menos dignas que la fervorosa admiración que la originó y se reflejen en estos libros”.
"Borges siempre escribió sus prólogos a sus propias obras y, hacer lo propio, es dejar que sea la obra misma la que por sí sola se defienda. Como un poeta marginal en mi propio país, desligado de modas, grupos, estéticas y editoriales durante años publiqué mi poesía en plegables y en ediciones de reducido tiraje (recopilado como antologías en tanto que por esa marginalidad no se publicaron los libros uno a uno como es lo propio) no obstante, que realicé lecturas de poesía en bares, cafés, tabernas, museos, universidades, emisoras culturales y bibliotecas, sin perder en un sólo instante la pasión por la escritura de la poesía, que ejercí con fervorosa exploración por la palabra, y que me maravilló desde un principio que comencé a leerla, y que se convirtió con los años en los libros que hasta hoy he escrito; doce en total. Son muchos libros tal vez en más de treinta años, pero tal vez también perdure en ellos la emoción de la escritura que los creó”.
En la actualidad el poeta Acevedo Linares continúa escribiendo (después de 36 años en olor de poesía) y preparando sus próximos libros a publicar y ejerciendo la cátedra de Literatura y Pensamiento, Cine Literario, Ética, Procesos de Lectura y Escritura en las UTS de Bucaramanga.
SENSACIÓN DE LIBERTAD
Foto Tomada de: mi-web.org |
Lola
Benítez Molina
Málaga
(España)
De nuevo, una de esas frases que se graban en mi
retina y se incrustan en mi piel: “No hay amor si no hay libertad”, hermosa
frase dicha por Jorge Bucay. Según él, “el amor es la decisión de trabajar
activamente por la libertad de otra persona para que elija qué hace con su
vida, aunque no me incluya”.
Sensación de libertad, bendita
locura. Dejarse llevar. Un susurro de mar, que viene a despertar sensaciones
dormidas en un tiempo marchito. Vaivenes del corazón que trae recuerdos de
juventud y los acerca a nuestros días con nostalgia de fuego.
Libertad, palabra sugerente,
llena de vida, que te hace entrar en éxtasis, donde los sueños tienen cabida.
Perderla es perder la vida en insufrible agonía. Los que, por circunstancias de
la vida, y por motivos ilógicos (los lógicos están justificados y tipificados)
la pierden, experimentan, cuando la alcanzan de nuevo, una valentía y fuerza
inigualables para afrontar las vicisitudes que a todos se nos presentan. Ya
nada es obstáculo.
¡Qué curioso! Me llamó la
atención que la palabra inglesa para “libertad”, “freedom”, proviene de una
raíz indoeuropea que significa “AMAR”.
Esa sensación tan sublime la
encontramos al admirar la naturaleza. Cuando uno se encuentra a sí mismo, el
momento presente se hace inherente al ser, y es sumamente placentero. La brisa
del mañana ya no atraerá tormentas, y el ser humano sabe que todo puede cambiar
en segundos.
Como diría el universal poeta
estadounidense Walt Whitman, padre del “verso libre”: “No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre”. David S. Reynolds, biógrafo de Whitman,
nos dice del poeta de West Hills, Nueva York, (EE UU): “El individualismo, los
relatos de sus propias experiencias, un tratamiento revolucionario del impulso
erótico y la creencia de los valores universales de la democracia son los
rasgos novedosos que definen su poética”.
Se podría hablar mucho más de
libertad, pero, para concluir, me quedo con esta frase de Voltaire: “No
comparto tus ideas, pero moriría por defender tu derecho a expresarlas”. ¡Qué
hermosa frase sobre libertad y generosidad!
LA GATICA DE MARIA RAMOS
Tomada de: Cuba en la Memoria
Publicado por Derubín Jácome
Generalmente utilizamos el dicho de “gatica de Maria Ramos, que tira la piedra y esconde la mano” cuando queremos referirnos a una persona hipócrita, que oculta sus verdaderas intenciones bajo otra apariencia, es decir, una persona que aparenta ser inocente y no lo es.
Es cierto que el cubano es reconocido por su chispa, su inteligencia y su sentido del humor, y que ha aportado al idioma castellano una fraseología muy ocurrente y muy cubana, pero en ocasiones ésta tiene referentes anteriores y su origen no es cubano.
Cuando decidí investigar sobre esta frase, encontré que la mayoría de las publicaciones la daban por cubana, e incluso se relataba una historia que la ubicaba en un marginal barrio habanero.
Según estas versiones, el personaje de María Ramos era una hermosa mujer que ejercía la prostitución en el popular y marginal barrio habanero de Jesús María, donde vivía con un proxeneta, que respondía al nombre de Virgilio, el cual la explotaba obligándola a ejercer el oficio más antiguo del mundo.
Según esta versión, encontraron muerto al “amigo” de María en su propia casa. Había sido asesinado con una piedra de amolar de la cocina de la propia María. Ella se defendió declarando que no estaba en casa, que cuando llegó encontró al difunto en el suelo y que la única que estaba en la casa era Mimí, su gatita. El juez no la creyó y la envió a la cárcel. La versión no aclara lo qué sucedió después con su gata, pero todos sabemos que “la gatita de María Ramos” goza de vida inmortal en el refranero popular por haber sido capaz “de tirar la tal piedra y luego seguir ronroneando como si nada hubiese ocurrido.
Este relato, que se repite muy similar en diferentes blogs, no esclarece la fecha en que sucede el horrible crimen, pero se afirma que apareció una reseña de este juicio en una crónica amarilla del “Diario de la Marina”, por lo que podemos deducir que ocurrió después de 1832, fecha de la fundación de este periódico.
Incluso se afirma que encabezaba la reseña una caricatura de la gatica Mimí, en pose amenazadora, alzando en sus patas delanteras una enorme piedra de río y como pié de foto: “La gatica de María Ramos dio la fatal pedrada… pero ¿con qué manos? “, y que esto daría pié a una coplilla popular que decía: “…La gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano, que mató a Virgilio y que mató a su hermano. ¡Que gata asesina! ¡Qué sino malsano!…” De esta forma María y su gatica Mimí pasaron a la inmortalidad y hoy forman parte de nuestro lenguaje popular.
No conforme con esta ingeniosa versión, me dediqué a “buscar” un poco más en las fuentes que tengo a mi alcance y este es el resultado de lo que encontré:
Ya en el tomo segundo del “Diccionarios Castellano con las voces de Ciencias y Artes y sus correspondiente de las tres lenguas francesa, latina e italiana”, del autor Esteban de Terrenos y Pando, editado en 1787 por la Imprenta de Ibarra, hijos y compañía aparece:
“…Hacer la gata, hacer la gata ensogada, o la “gata de Mari-Ramos” o de Juan Ramos: disimular, fingir, afectar la humildad y modestia, que no hay…”
También Ricardo Palma, escritor peruano de reconocido prestigio que dedicara buena parte de su labor literaria a la investigación y recopilación de leyendas, nos habla de “la gatita de Mari-Ramos” entre uno de sus relatos publicados a partir de 1860 en diarios, y más tarde en libros, que forman las varias series de crónicas de sus “Tradiciones Peruanas”. En una de sus historias también relacionadas con un crimen, que su autor sitúa alrededor de 1778, menciona la frase “gatita de Mari-Ramos… que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos…” como algo ya popular y común en boca del vulgo a finales del siglo XVIII.
En su “Crónica de la época del trigésimo cuarto virrey del Perú” nos relata que…”Al principiar la Alameda de Acho y en la acera que forma espalda a la capilla de San Lorenzo…existe una casa de ruinoso aspecto, la cual fue, por los años de 1788, teatro no de uno de esos cuentos de entredijes y babador …”
En ella nos cuenta las desazones entre sobrina y tía, ya que la vieja trataba de malas formas a su sobrina, la que rompía a llorar como una bendita de Dios, lo que la enfurecía aun más y le gritaba: “…¡Hipócrita! A mí no me engatuses… ¿A qué vienen esos lloriqueos? …Quien no te conozca que te compre, saquito de cucarachas. Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. … ¡Miren, miren a la gatita de Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos! …”
Como estas discusiones eran muy frecuentes, las muchachas de la vecindad dieron en bautizarla con el apodo de Gatita de Mari-Ramos, lo que pronto le dirían a su paso los mozalbetes y demás niños que la encontraban al paso, al salir de misa :
“…¡Qué modosita y qué linda que va la Gatita de Mari-Ramos!…”
Otro texto que referencia la frase es el “Diccionario de la Lengua Castellana” de Vicente Salva, editado por la Academia Española en 1841, donde se define de este modo:
“…La gata de Mari Ramos, expresión con que se nota a alguno de que disimuladamente y con milindre pretende alguna cosa, dando a entender que no la quiere…”
De cómo llegó esta frase a Cuba, o como se hizo popular, no dispongo de datos que aporten alguna nueva información, sin embargo encuentro en el semanario satírico “Juan Palomo” Núm. 18-21 de Mayo de 1873 que se editaba en O’Reilly, 54, entre Habana y Compostela, una nota sobre la existencia de una puesta en escena de una zarzuela con este nombre, que se representaba en el Teatro Albisu, de La Habana.
“…ALBISU.—La gata de Mari-Ramos…
Una gata que se convierte en mujer, contra lo natural, pues generalmente son las mujeres las que se vuelven gatas; una burra (con perdón de ustedes) que no se convierte en nada, pero cuyo dueño cree que se ha transformado en una campesina, fuerte, robusta y tan guapa como la Castro; algunas tiradas de versos agradables; varias escenas lánguidas; un narcótico, bastante eficaz, desleído en la acción, y una regular cantidad de música ligera y bonita, forman en conjunto esa zarzuela que se titula “La gata de Mari-Ramos”…”
La gata de Mari Ramos era una zarzuela en dos actos, de tema fantástico, con letra de D. Mariano Pina y música del maestro C. Oudrid , fechada en 1870.
Se comenta en esta nota teatral, que también existe una comedia de magia con el mismo título y las mismas metamorfosis, pero no he logrado encontrarla. Al parecer lo mejor de esta puesta fue la música, cantada por la De-Baillou. Enrichetta De Baillou-Marinoni, era una prima donna nacida en Cádiz, soprano del género ligero y de voz delgada, pero muy flexible y aplaudida por el público por su habilidad de ejecución en el género de fioriture.
Muy de la moralidad de esa época encontramos el comentario de que las coristas salen con vestido corto y con las botitas de raso, “…que son de reglamento, altas, bastante altas, para que solo se vea la parte gorda de la pierna…”
Músicas y moralidades aparte, la aparición en 1787 de la “gatita de Maria Ramos”, en el tomo segundo del “Diccionario Castellano con las voces de Ciencias …”, del autor Esteban de Terrenos y Pando, nos confirma que, aunque existiese el personaje de Maria Ramos en el barrio de Jesús María, la frase ya existía, al menos desde finales del siglo XVIII, y que solo sería aplicada a nuestra Maria Ramos, por su trágico conflicto.
CUBA EN LA MEMORIA 26 /02/2016
Mercedes Matamoros: Una Poetisa Olvidada
Foto tomada de: Librinsula |
Ponciano Blanco Couret (†)
Quien haya entrado profundamente o simplemente leído la obra literaria de Mercedes Matamoros habrá quedado impresionado de la exquisita sensibilidad que de ella se desprende, habrá aquilatado que su alma atormentada desde muy joven, estuvo siempre preparada para recibir el verso en su expresión más sublime.
Nació Mercedes Matamoros en la ciudad de Cienfuegos en 1858, en la provincia de Las Villas. Murió en el hospital de Guanabacoa. en la provincia de La Habana, el 25 de agosto de 1906.
Huérfana de madre a los tres años, fue llevada a La Habana por su familia donde muy joven aún comenzó a revelar su talento literario en los artículos de costumbre que publicó bajo el seudónimo de "Ofelia". Era poseedora de una educación esmerada que le permitió a los 18 años iniciarse en el cultivo de la poesía con traducciones de Melodías Hebreas de Lord Byron; La Joven Cautiva de Andrés Chenier; El Alba de Longfello y los Cantos y Baladas de Tomás Moore.
Pero el infortunio se abatió muy joven sobre ella; enloquecido su padre y arruinada la familia, tuvo que trabajar para subsistir morando en una miserable casucha en Guanabacoa, donde escribía silenciosamente poemas estremecidos por la angustia o de exaltada sinceridad erótica.
A iniciativa del periodista Antonio del Monte y prolongadas por Aurelia Castillo de González, se publicó en 1892 una edición de sus poemas para dedicar el producto de la venta a remediar los apremios económicos de la autora.
Pasó el resto de sus días en constante lucha con la adversidad. Pero esta tragedia de su vida, no la impulsó hacia el resentimiento, ni el escepticismo. Una de las constantes de su poesía es la misericordia hacia el dolor ajeno. El tono general de su producción es indudablemente romántico. En sus 24 sonetos del poema "El último amor de Safo" donde revive el mito de la poetisa de Lesbos con natural quebranto de la historia, da escape a sus mismas pasiones y se anticipa a la valiente desnudez sensual que caracteriza gran parte de la lírica femenina de nuestro tiempo.
Casi la totalidad de su obra poética está reunida en la colección antes citada y en el folleto prologado por Manuel Márquez Sterling, donde se recoge "El último amor de Safo" y una serie de sonetos de índole diversos. Mercedes Matamoros, a pesar del infortunio que le deparo su destino y que amargó su existencia en los cortos años que le tocó vivir, supo sobreponerse y no permitió que su inspiración fuese nublada. ni su mente desviada y ofrendó al Parnaso Cubano una producción de versos de muy estimable valor, clara y vigorosa que enriquecido, junto a las poetisas de su tiempo; la lírica de su amada patria.
A pesar del olvido en que hoy permanece su nombre, Mercedes Matamoros brilla con luz refulgente y propia entre todos los poetas cubanos que hayan pulsado la lira en cualquier tiempo.
CONVERSACIONES A CUATRO (II)
Foto Tomada de: Huffington Post |
Dr. Juan
Gustavo Benítez Molina
Málaga
El día que conocí a Araceli, la abuela de Dolores,
el pueblo entero estaba sumido en un profundo pesar. Durante la noche, una de
las más gélidas que se recuerdan, los días del hijo pequeño del herrero habían
llegado a su fin. Los hechos habían acontecido de forma inesperada. La
desgracia se había instalado en la familia de José el herrero y de Gertrudis,
su joven y delicada esposa desde hacía tiempo, y, al menos, de momento no se
vislumbraba ningún halo de esperanza que hiciera prever un cambio de rumbo en
sus vidas. Y es que era el segundo hijo que habían visto morir en menos de dos
años. Ya había gente en el pueblo que empezaba a pensar que a lo mejor alguien
había hecho caer una oscura maldición en el seno de dicha familia. Hacía tan solo
cuatro meses que su hijo mayor, de apenas ocho años, había sido encontrado sin
vida a los pies del precipicio conocido por las gentes como “La guadaña”. La
forma en que había llegado allí se desconocía. Tras cinco duros días,
desaparecido el pequeño, la búsqueda había llegado a su fin del modo más
horrible que se podía esperar. El misterio de su muerte, a ese día, seguía sin
esclarecerse, y para colmo, ahora, su hermano pequeño también había decidido
traspasar el umbral entre la vida y la muerte, acompañándolo así en su
deambular por lo desconocido. De este modo, José el herrero y Gertrudis habían
pasado en apenas dos años de tener dos hijos a no tener de nuevo ninguno. El
primero se había ido tras despeñarse desde lo alto de un precipicio en oscuras
circunstancias. El segundo, con tan sólo tres años, había perecido, tras una
grave infección gastrointestinal. El doctor certificó la muerte del pequeño por
causas no bien conocidas. Según refirió este, el origen de la infección pudo
tener lugar en el pescado contaminado, que ingirió el pobre niño hacía apenas
seis o siete días atrás. O bien, por aguas contaminadas, carne o a saber qué
otra cosa.
Don
Matías hizo aquí una breve pausa en su relato de los hechos para tomar un
generoso sorbo de café. Los niños lo miraban absortos, con los ojos abiertos de
par en par. Si una mosca hubiera pasado por allí en esos momentos, esta podría
haber traspasado fácilmente las fauces del ensimismado Francis, el cual tenía
la boca más abierta que los mismísimos ojos. Sin embargo, fue Teresa la que
quebró de nuevo el silencio.
—Abuelo,
debió de ser muy duro para los padres de esos dos pequeños el perderlos en tan
poco tiempo, pero… ¿qué tiene que ver todo eso con la abuela de Dolores? Ya
sabes que no me gustan las historias tristes —dijo a la vez que fruncía el
ceño.
Don
Matías no pudo más que sonreír y dirigirle una mirada que denotaba cierta
compasión hacia su nieta, además de complicidad.
—Lo
sé, lo sé pequeña y dulce niña. Y perdona por lo que a mí concierne, mas temo
que si no cuento la historia al completo no captéis la esencia de los hechos
acaecidos en aquel triste día. La amistad verdadera es más fácil que surja al
compartir intensas emociones —tras estas palabras el abuelo continuó con el
relato.
El
pueblo entero se movilizó como muestra de apoyo a José el herrero y a su mujer
Gertrudis. La casa de estos estaba a rebosar. Todos se congregaban allí. La
triste noticia se había propagado entre la multitud como un auténtico reguero
de pólvora. Uno tras otro iba pasando por delante del herrero y de su esposa ante
los cuerpos sin ánima de sus hijos, brindándoles sus más sinceras condolencias.
Recuerdo
ver cómo de la casa no cesaba de entrar y salir gente. Parecía un verdadero
hormiguero al que estuvieran llevando en volandas las provisiones con las que
abastecerse durante el frío invierno.
En
contrapunto al hormiguero de adultos, la calle estaba repleta de niños y niñas
de todas las edades. A todos les habían dicho sus padres lo mismo que a mí: que
aguardáramos allí afuera hasta que regresaran.
Yo
contaba entonces con ocho primaveras en mi haber. Muchos de los niños allí
presentes me eran totalmente desconocidos. Nos reuníamos en pequeños círculos,
intentando pasar el tiempo. Unos hablaban, otros reían. También había quien se
pegaba empellones con otros y, desde luego, no faltaba el que se contentaba con,
simplemente, escuchar y pasar desapercibido. Entre este último grupo me
encontraba yo.
—¡Vaya,
don Matías, pues ahora cualquiera lo diría! No para usted de hablar y aún no
sabemos nada acerca de la abuela de Dolores —soltó Francis de forma inesperada.
Teresa y Jorge se miraron el uno al otro y, tras unos segundos de profundo
silencio, la carcajada que estalló fue de tal magnitud, que todos los presentes
en el jardín de la residencia dirigieron sus miradas hacia nuestra mesa. Don
Matías tampoco podía dejar de reír ante el elocuente comentario de Francis.
—¡Calla
cocotero y déjale hablar! —le recriminó Teresa a Francis, al tiempo que
extendía hacia adelante ambos brazos en señal de protesta.
—Paciencia
muchacho, paciencia. Tenemos todo el tiempo del mundo —consiguió articular don
Matías después de apaciguar a duras penas la fuerte carcajada que le provocaron
las palabras del joven. Tomó otro sorbo de café y prosiguió con el relato.
Nunca
podré olvidar la fuerte algarabía que se produjo de súbito. Unas voces, que
denotaban desesperación y pedían auxilio, se hicieron eco entre la multitud de
niños. Todos nos encontrábamos allí apilados cerca de la casa del herrero.
—¡Ayuda,
ayuda! —gritaban al unísono un muchacho de unos seis o siete años y una niña
aún más pequeña. Ambos tenían el cabello cobrizo, lo cual hacía pensar que tal
vez fueran hermanos.
—¿Qué
ocurre? —respondieron dos o tres voces a la vez, las que se encontraban más
próximas a la atemorizada pareja.
—Nuestro
perro, Persucán, necesita ayuda. Hace más de una hora que se metió en una cueva
y sigue sin salir. Le ha debido de pasar algo, estoy seguro —dijo el joven con
una mueca de desesperación dibujada en el rostro—. No es normal. Hemos
intentado entrar, pero está todo muy oscuro y no vemos nada.
—Calma,
no os preocupéis. Decidnos dónde está la cueva e iremos a buscarlo ahora mismo.
—Venid,
venid. No hay tiempo que perder. Puede estar atrapado o herido. Hay que darse
prisa. Necesitaremos lámparas o fuentes de luz, pues de otro modo será
complicado entrar.
Llegados
a este punto, don Matías hizo una pausa. Teresa, Jorge y Francis se removieron
en sus asientos como, si la amistad que los unía los hubiera llevado ya a tener
una consciencia común. Don Matías se quedó por unos instantes en silencio con
la mirada perdida en el horizonte.
—¿Qué
ocurre abuelo? ¿Por qué te detienes? —preguntó extrañada Teresa. Tras unos
segundos que parecieron eternos, el anciano volvió a articular palabra.
—Nada,
Teresita. Solo estaba intentando recordar las facciones de aquellos dos niños
de cabellos rojizos. Uno se llamaba Juan y su hermana pequeña Araceli.
—¡Araceli!
—gritó Francis con todas sus fuerzas—. ¿Esa niña era la abuela de Dolores?
—¡Eso
es! —exclamó don Matías con una sonrisa rebosante de satisfacción—. Por fin,
llegamos a la parte interesante de la historia. ¿Quién me iba a decir a mí que
aquella niña asustada, que llegó ese día con su hermano pidiendo ayuda, iba a
resultar ser una de mis mejores amigas durante muchos, muchos años? En la vida,
como ya veréis, suceden muchas veces acontecimientos que parecen escritos de
antemano, pero no quiero demorarme mucho.
Sigamos por donde nos habíamos quedado…
(Continuará)
Dos triángulos. El de nuestros días. Parte II
- Tomada de: Opus Habana
En esta ocasión, el articulista afirma: «la historia de la Humanidad puede decirse que es la historia del triángulo amoroso: un hombre y dos mujeres o dos hombres y una mujer».
Y parece que el triángulo y no el ángulo será la figura geométrica del porvenir. La pareja, o dúo, símbolo religioso y social de la civilización cristiana, está siendo sustituida hoy, en la práctica, y desalojada por el trío o terceto.
No es un breve artículo como éste el que debiera escribirse sobre el triángulo amoroso en nuestros días, sino toda una biblioteca de centenares de millares de volúmenes; que así es, de manera tan asombrosa, como se ha seguido y multiplicado el ejemplo que en el Paraíso dieron a sus futuros semejantes Adán, Eva y la Serpiente.
Y tan es cierto, q. la historia de la Humanidad puede decirse que es la historia del triángulo amoroso: un hombre y dos mujeres o dos hombres y una mujer. Y parece que el triángulo y no el ángulo será la figura geométrica del porvenir. La pareja, o dúo, símbolo religioso y social de la civilización cristiana, está siendo sustituida hoy, en la práctica, y desalojada por el trío o terceto. Las costumbres van ya aceptando éste, como suceso o fenómeno, natural y hasta lógico. Tal vez dentro de algunos años, la legislación recogerá esa costumbre, generalizada, para reconocerla y reglamentarla.
Pero, dejemos para otro día este estudio interesantísimo, conformándonos hoy con examinar las distintas clases y formas de triángulos amorosos; tarea que haré muy ligera y rápidamente, pues el hacerla a conciencia resultaría completamente imposible, pues en realidad existen tantas formas diversas como triángulos.
La primera gran división que podemos hacer es en dos partes:
1. cuando es un hombre el que viene a convertir en triángulo el ángulo matrimonial: o sea el marido, la mujer y el amante, 2. cuando es, por el contrario, una mujer la inmigrante.
De esta segunda parte no nos ocuparemos hoy limitándonos a decir que sus formas y variedades son cada día más numerosas, originalísimas, complicadas y civilizadas.
La primera parte, objeto de este articulo, podemos a su vez subdividirla en los siguientes grupos:
1. Que el marido ignore que es engañado.
2. Que lo sepa t no lo tolere.
3. Que lo sepa y no lo consienta.
Este 3. Vuelve a subdividirse en:
A. Que el consentimiento sea gratuito.
B. Que sea remunerado o productivo.
Primero
Es el caso en que el marido vive en perpétuo ridículo; que toda la sociedad lo sabe menos él; que es objeto de las indirectas de sus amigos, de los comentarios de los conocidos y de los chismes de todo el mundo. Si quisiéramos calificarlo como enfermo diríamos que padece de miopía conyugal.
El primer síntoma es la despreocupación. El marido tiene fé absoluta en su esposa, y por lo tanto, se despreocupa de todo lo que a ella se refiere: de sus entradas y salidas, de sus vueltas y revueltas, de sus amistades, de su manera de vestirse, de los gastos que hace, del dinero que maneja.
Para descubrir su triste estado le bastaría a ese marido tener buena vista o saber mirar y ver, porque hay quien mira y no vé. Hay quien mira que su mujer se pasa el día en la calle y no para nunca en casa; o que usa las modas más provocativas y demostrativas, de esas modas que para el que va acompañando a la mujer que las usa, el papel es igual al de los individuos que en las ferias o exposiciones ganaderas pasean un ejemplar (caballo, asno, perro, toro, etc), para q. el público lo vea, con la agravante en el caso particular a que nos referíamos, que el marido exhibidor muestra a los demás las bellas o feas cualidades de su esposa, y él no ve nada; o que se reúne con amistades peligrosas: hombres conquistadores profesionales, mujeres, engañadoras profesionales; o hace gastos en sus trajes o joyas, superiores a las entradas que él le dá; hay, repito, maridos que miran todas estas cosas, y, sin embargo, no ven nada de malo ni peligroso.
De las mil anécdotas que podrían referirse de maridos miopes solo voy a citar una. Un marido, empleado, con el sueldo propio de un jefe de negociado y sin más entradas conocidas, que siempre estaba con su mujer, de ponche de leche en todas las fiestas sociales: cines, teatros, bailes, tés, comidas, charada, digo, ruleta en el Casino de la Playa, etc, y un día, en un grupo de amigos, se comentaba q. la suerte que tenían algunas personas, y entonces él, exclamó:
—¡Y bien! Díganmelo a mí. En eso no puedo quejarme, pues mi mujer tiene una suerte maravillosa. Gracias a ella podemos hacer la vida social activa que llevamos. Mi mujer siempre se esta sacando la lotería; raro es el sorteo en que no le toca algún buen premio; después, sus amigas son esplendidas con ella: le regalan trajes, joyas; y hasta frecuentemente se encuentra dinero en la calle: diez, veinte, cincuenta pesos. Y ya por dos veces se ha sacado un automóvil en rifas benéficas. (!)
¡Bienaventurados los maridos miopes, porque de ellos es el reino de los cielos!
Hay otro tipo de marido engañado ignorante: el que, lejos de ser miope, quiere ver demasiado, y como consecuencia de ello, tampoco vé nada; o como diría Carlitos Macía:
«Le pasan los strikes, y no los siente». Es el marido celoso, que sospecha que lo engañan, que siente el olor a chamusquina, pero no sabe donde es el fuego. El ridículo que éste hace es tal vez más grande que el del marido miope. Por lo pronto, la tiene perdida por completo con su esposa, pues al demostrarle que siente celos, le hace ver que acepta que hay otro hombre que está próximo a sustituirlo. (Conviene aclarar, para satisfacción de los interesados, que no es lo mismo sentir celos que tener dignidad: un marido puede no sentir celos y sin embargo
no permitir que su esposa realice tal o cual acto que lo ponga en ridículo o dé lugar a que se hable de él). El marido celoso, se convierte en marido carcelero, que espía y sigue, ya personalmente ya por intermediarios, a su esposa, le pide minuciosa cuenta de donde vi; está regañándola constantemente porque miró a Fulano o se sonrió con Mengano.
Los hay que hasta le ponen teléfono oculto y en combinación con el de su casa y el del sospechado amante; otros, que fabrican su morada en forma de castillo feudal, con altos ventanales, una sola puerta de entrada y de salida y no le ponen puente levadizo, por las ordenanzas de construcción lo prohíben.
En los siglos feudales, el Caballero, cuando se marchaba a la guerra, para tener la seguridad que su esposa no le era infiel durante su ausencia, llevaba consigo, orondo y confiado, la llave del famoso cinturón y el Paje preferido de la Castellana, ¡Se quedaba con otra llave! ¡Y eso que aún no se habían inventado los llavines Yale!
Es esta la tragedia de los maridos celosos. A ellos le pasa lo que a las personas aprensivas: que al fin llegan a enfermarse de verdad, y a morirse.
A fuerza de creerse engañado, el marido celoso, si no lo era, lo es. Se sugestiona a si mismo y sugestiona a su propia mujer. Es él, el que en múltiples ocasiones provoca y lleva a su mujer al adulterio. Sospechando de ella todos los días, ella un buen día se dice: «pues ya que sospecha, ya que por ello me mortifica, fastidia y me hace sufrir, al menos que sea verdad,» «sarna con gusto no pica… y si pica, no mortifica».
Y el engaño ocurre entonces, ya con el hombre que no conoce el marido, ya con aquel de quien nunca se le ocurrió sospechar. Porque hasta en esto son tontos los maridos celosos. Se fijan en los individuos, obsequiosos, galantes con su esposa, insinuantes, conquistadores, confianzudos.
Pero hay uno que a penas la mira, que cuando habla con ella, le dice siempre con el mayor respeto, «Señora», y no le gasta bromas… ¡Ahí es el fuego! Pero el marido celoso lo anda buscando por otras barriadas, mientras la casa se le quema.
Segundo.
Sobre el marido que sabe q. es engañado, y no lo tolera, no tengo para qué referirme en este estudio.
Es el marido digno, que una vez enterado de su desgracia, la resuelve.
Solo tiene un problema, que es: como debe resolver su situación.
El Código Penal le dice que mate, y que si mata, no le pasará nada (Art. 437). Es este el más salvaje asesinato, tolerado y fomentado por los legisladores; cosa que no debe extrañar, porque hasta ahora, los Códigos han sido hechos por los maridos y para los maridos.
Hay marido que resuelve su problema, matando, casi siempre al amante, lo cual dá por resultado, que la mujer vaya pregonando escandalosamente la desgracia de que ha hecho víctima a su esposo.
Hay otros, que se querellan criminalmente por adulterio. Sobre la ineficacia de este sistema, solo debo decir que en ninguno de nuestros penales existen hoy cumpliendo condena ni esposas adúlteras ni sus amantes. Al final se perdona siempre, ya por sentimentalismo, ya como negocio, pues el marido recibe cierta cantidad por dar su perdón. Y a veces es este el único el único fin que se propone el marido al acusar a su mujer de adulterio. Los duelos con pan son menos, es máxima muy antigua y muy sabia.
¿Quieren ustedes, señores maridos, que les de gratis el mejor sistema para resolver su situación al verse engañados por su esposa?
Pues oído a la caja.
Domina uno de los nervios; se arregla la corbata; si tiene bigote, se lo atusa; se coge delicadamente la mano derecha de la esposa, como si se fuera a ensayar un minuet, se dan dos pasos a la derecha, tres hacia adelante ( o cinco o veinte, pues a veces el amante se retira, discretamente, bastantes metros); ya cara a cara con el amante, se suelta, imprimiéndole un ligero impulso hacia adelante, la mano de la esposa, y con tono sereno, pero firme, en forma que no admite lugar a dudas replicas ni discusiones, se le lanza al amante esta frase: ¡ahí te la dejo! Y en seguido se corre uno, abandonando si es posible la población, para evitar suplicas y arrepentimientos.
Entonces suceden una de estas dos cosas. O el amante se corre también, dejando a la mujer en la calle, y queda castigada la esposa. O el amante se queda con la mujer, convirtiéndose en marido; y quedan castigados los dos, pero el amante, a cadena perpetua o muerte.
(Por resultar esta película de largo metraje, dejo para el próximo jueves el tercer rollo que aun queda por exhibir, con sus dos partes, a cual mas competentes).
(Artículo de costumbres tomado de Carteles, 7 de febrero 1926)
Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964
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