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miércoles, 15 de marzo de 2017

Recuerdos del ayer: Menú del "ten-cents" de Woolworth de Galiano de 1950


Bienvenidos a Pensamiento

EXPRESIONES DE LA CULTURA CHINA EN CUBA: EL TEATRO Y LA MÚSICA

 Tomada de: La Jiribilla 
El barrio chino de La Habana favoreció el surgimiento de actividades de la cultura china: el teatro tradicional y la ópera, y una vida muy activa donde participaban de costumbres y tradiciones de su lejana patria, como la celebración del año nuevo lunar.

María Teresa Linares Savio
La Habana

 

La presencia de elementos culturales chinos en Cuba a partir de una enorme inmigración en 1847, basada en la contratación de culíes que venían a trabajar en las plantaciones cañeras. Eran chinos en condiciones de pobreza que aceptaban un contrato leonino por el cual quedaban esclavizados por ocho años o más, sometidos a sistemas de trabajos forzados y castigos a veces tan crueles como los que se aplicaban a los negros. Este estado de esclavitud terminó definitivamente en 1886, cuando se firmó la abolición general que liberó, tanto a los negros que habían venido raptados desde África, como a los chinos, los yucatecos y los gallegos que habían aceptado contratos similares.
Hacia 1860 arribaron otros inmigrantes chinos, libres, desde California, a donde habían acudido llamados por la “fiebre del oro” y de donde debieron huir por los brotes racistas que luego se produjeron.
Se supone que durante todo este lapso llegaron alrededor de 150 000 chinos, los cuales mermaron aceleradamente a causa de los maltratos, los suicidios y las enfermedades.
La condición de esclavitud y pobreza de los culíes y la diferente condición económica y social de los de los chinos “californianos” —calificativo que les dio el historiador Juan Pérez de la Riva—, produjeron una división de clases que se tradujo en una dependencia económica de los primeros bajo el dominio de los segundos, algunos de los cuales habían traído grandes capitales.
Aunque los culíes habían sido destinados a las plantaciones cañeras, —fundamentalmente de La Habana y Matanzas—, una vez liberados, algunos se dedicaron al cultivo de huertos de frutos menores para el suministro de las poblaciones cercanas, y a otros comercios minoritarios, como talleres de lavado de ropas, comercios de frutas y vegetales, o de víveres, y pequeños restoranes o fondas, donde vivían en la trastienda algunos chinos asociados en el trabajo y las rentas. Muchos fueron trabajadores domésticos o por cuenta propia: cocineros, mayordomos, sastres, vendedores a domicilio de dulces, de sedas, bisuterías y perfumes. Los más ricos desarrollaron grandes negocios de importación de víveres o productos asiáticos, se dedicaron a negocios turbios de droga y prostitución. Otros establecieron la banca, lo que les permitió incrementar sus capitales.
La falta de relación, en un principio, con los otros grupos humanos asentados en Cuba, la discriminación racial y la dificultad en la comunicación hablada, hicieron que los chinos “californianos” importaran mujeres chinas o sus familias completas; y los chinos más pobres se unieran a negras, mulatas y blancas de pocos recursos. Esto produjo una mayor división de clases de los grupos chinos entre sí y la población cubana, ya que generaciones de criollos hijos de los dos padres chinos continuaban sus nexos culturales y se consideraban chinos, y los hijos mestizos de chinos y cubanas se consideraban criollos cubanos y no integraban los grupos sociales con los anteriores que tenían más alto rango económico y social.
Un proceso que permitió la identificación entre los dos grupos de chinos fue la creación de sociedades de ayuda mutua y recreación, en las cuales los directores seguían siendo los de mayores posibilidades económicas, y los socios comunes, que pagaban una cuota mensual, eran los de menor rango. Otra consecuencia de la llegada de los comerciantes chinos desde California fue la unificación en comunidades chinas o barrios principalmente en La Habana, con lo cual comenzó un rápido desarrollo hacia las postrimerías del siglo XIX. El área principal de asentamiento de la comunidad china en Cuba fue el barrio chino habanero –ubicado en el antiguo barrio de Guadalupe, entre las calles Zanja, Reina, Galiano y Belascoaín–, que se convirtió en punto de atracción para los chinos que llegaron en migraciones posteriores durante la primera mitad del siglo XX.
“En 1916 había más de 25 mil individuos dedicados a trabajos humildes, sin embargo había casas comerciales de regular importancia. Un grupo se ocupaba de unir sus compatriotas y levantar la colonia, elevar su cultura[...]. En La Habana tienen el periódico Wah–Man–Yat–Po. Tienen una Cámara de Comercio, un Casino y un Asilo–Hospital”... También contaban con algunas asociaciones de tipo político para estar al tanto de las luchas que tenían lugar en su patria, lo que hace suponer el origen de algunos inmigrantes.
“Un decreto que reglamentaba la inmigración china en Cuba tenía cláusulas especiales por las cuales solo podían entrar funcionarios, turistas, estudiantes y comerciantes [...] de lo que se deduce que la colonia china debe ser la más escogida de todas, en vista de los valiosos elementos que exclusivamente podían venir a esta nación” (Dollero, 1916).
El barrio chino de La Habana favoreció el surgimiento de actividades de la cultura china: el teatro tradicional y la ópera, y una vida muy activa donde participaban de costumbres y tradiciones de su lejana patria, como la celebración del año nuevo lunar.
La primera mención que se hace de la aparición del teatro chino es en 1873, y fue un teatro de títeres de madera, que eran manipulados por “chinos que tenían buena voz para el canto” [Antonio Chufat Latour] (Baltar, 1997:146).
Al parecer motivos económicos y de orden práctico dieron lugar a que la introducción de la ópera china en Cuba se produjera en sus inicios a través del teatro de muñecos, el cual resultaba más barato y se adaptaba a locales más pequeños, además de que en aquel momento no debía estar aún integrada una gran comunidad de chinos libres.
Como en China era muy gustada y aceptada la ópera tradicional, para los inmigrantes fue un gran aliciente contratar compañías de distintas ciudades, principalmente de Cantón, de donde era la mayoría de los inmigrantes. Los asentamientos de California habían tenido con estos grupos y habían creado teatros chinos, lo que en esta ocasión les sirvió de experiencia para obtener otra vía comercial para incrementar su desarrollo económico.
El segundo teatro chino ya fue con actores procedentes de California y se fundó en 1875. Este teatro recibió el nombre de Sun Yen. Ellos introdujeron el tipo de ópera de Cantón, que predominó en la Isla por identificarse mejor con la inmigración cantonesa. La ópera cantonesa obtuvo cada vez más demanda y aumentó también el número de teatros chinos en La Habana y otras ciudades. Paulatinamente fueron llegando compañías completas de actores que traían sus grupos de músicos.
El auge de la ópera china estuvo apoyado por nuevas oleadas de inmigrantes chinos que llegaron en forma continuada hasta los años 20 ó 30 del siglo XX. Al parecer las condiciones económicas y la cohesión que iba produciéndose en los barrios con los chinos que ya estaban asentados y los nuevos inmigrantes, la protección y ayuda que recibían, proporcionaron que la comunidad china tuviera un desarrollo coherente y se produjera un puente a través de California para la llegada de nuevos inmigrantes y su regreso a China de visita.
En los años iniciales del siglo XX se fundó el teatro La Gran China. Después, con la creación del cinema, aparecieron los cine–teatros Nuevo Continental y El Águila de Oro. Un centro que resultó muy importante fue el edificio del Teatro Pacífico en el que hubo sociedades de recreo y un afamado restorán de comida china.
Era usual que para estos teatros se contrataran compañías de ópera procedentes de China –de Cantón y Hong Kong–, y grupos de los Estados Unidos. A veces contrataban actores o pequeños grupos que eran respaldados por agrupaciones musicales de chinos radicados en Cuba. Estas agrupaciones asumieron la ejecución de la música de programas de radio que aparecieron en las radioemisoras en la década del 30 pagados por comerciantes chinos. Estos programas tenían una amplia radioaudiencia de chinos y cubanos, y eran un excelente medio divulgador de la música china.
La comunidad china se resintió como consecuencia de la II Guerra Mundial. Las actividades decayeron, pues las compañías de ópera que se encontraban actuando en La Habana se fueron a su país o a los Estados Unidos. También se fueron actores, actrices y maestros inmigrantes chinos que vivían en Cuba.
Quedaron algunos maestros que se agruparon en el Estudio de Música China Chun Wa Yin Lok Kow Se, en el tercer piso del Edificio Pacífico. A estos maestros correspondió el mérito de formar nuevas compañías de ópera cantonesa y enseñar a su vez a algunos descendientes mestizos de chinos y cubanos el arte de la ópera y sus diversos secretos.
De estos nuevos grupos de criollos surgieron las compañías Chun–wa, Kuog Seng, Kuog Kong y la Kua Tih Lock. Estos artistas aprendieron canto, actuación, mímica, danza, acrobacia y artes marciales. La preparación y ensayos de esos espectáculos eran muy rigurosos y los actores confrontaban dificultades al no conocer el idioma, ya que debían memorizar el contenido dramático, la fonética y los cantos, conocimientos que eran transmitidos oralmente.
Por ello estas compañías tuvieron una vida efímera. Se fueron desintegrando hasta que a fines de la década del 50 desapareció la última, poniendo fin a 80 años de tradición musical china en nuestro país.
La ópera china tradicional mantuvo la relación del inmigrante y sus descendientes con las tradiciones y costumbres de su país, y propició la introducción en Cuba de los elementos del arte milenario de China a través de sus danzas, la música y los elementos dramáticos de novelas, historias y viejas leyendas.
Las manifestaciones artísticas tradicionales de la cultura de los inmigrantes chinos en Cuba han constituido una temática compleja y poco estudiada en nuestro país. El proyecto de investigación del Atrás de la cultura popular tradicional cubana que incluía las manifestaciones artísticas del pueblo cubano y, por supuesto, de todos los grupos étnicos correspondientes, demostró esta insuficiencia al no detectarse fuentes informativas al respecto. Hoy se cuenta con los trabajos de diploma de los especialistas Lic. José Baltar Rodríguez (1) y el Lic. Wilfredo Díaz Guerrero, los que han realizado investigaciones directas con más de cincuenta informantes chinos muy ancianos que participaron en la última etapa y con algunos informantes cubanos, además de consultar toda la bibliografía histórica disponible. Entre sus trabajos más importantes se encuentra la reconstrucción de la Danza del León –que se había representado en público por primera vez en 1930 con motivo de las fiestas del Año Lunar y luego se incorporó a los carnavales habaneros hasta 1950–. También se les debe el intento de reconstruir un grupo musical asociado a las actividades del Casino Cheng Wa que aún celebra algunas fiestas.
El proceso de transculturación ocurrido a través de las nuevas generaciones permitió la incorporación de instrumentos occidentales que procedían de las orquestas cubanas del tipo jazz–band, como banjos, saxos, violines, xilófonos, ukeleles y otros. Del mismo modo se amplió el repertorio, aunque en pequeña medida, con géneros cubanos o internacionales que ejecutaron los músicos y cantantes chinos, de oído, con sus propios instrumentos.
Aún hay muchos chinos que conservan sus propios instrumentos y con ellos participan en algunas actividades esporádicas. En el Museo Nacional de la Música existe una pequeña colección de instrumentos, bien conservados, que incluye: un órgano de boca –shang en idioma cantonés–; varias flautas –siú–; cinco violines de distintas formas y tamaños –yi-wu–; un tambor bimembranófono pequeño –siao-ku–; un violín de caja circular plana, de cuatro clavijas –kan-chun–, y una corneta china–tié–. Esta última se ha integrado en la música cubana, en el conjunto instrumental de las comparsas santiagueras de carnaval.
Existe también en el Museo de la Música una variedad de pianitos chinos de varios tamaños y formas, llamados yongkam, que han sido adquiridos a varios músicos que los ejecutaban en sus fiestas, pues estos instrumentos se traían de China –algunos aún conservan sus marcas– y eran de propiedad particular de los músicos que se integraban en orquesta cuando venía un grupo de artistas contratados.
Los grupos de músicos, además de acompañar las actividades teatrales, podían amenizar otro tipo de fiestas, comidas y programas de radio que alcanzaron gran difusión. Estaban integrados por pocos músicos aunque se les llamara orquesta. Se reunían a ensayar cuando era necesario su servicio, pero no constituían grupos estables.
La música de estos espectáculos estaba basada en efectos sonoros que representaban distintos sonidos de la naturaleza, como el fluir del agua, el viento, la lluvia, la caída de la nieve, el rugido del tigre, el relincho de un caballo y el canto de las aves. Pero no era una simple reproducción anecdótica, sino la interpretación de su simbolismo, que podía ser creación personal del músico que la interpretaba según el desarrollo de la escena. De esta misma forma los golpes de la percusión –gongs, tambores de varios tamaños y címbalos– significaban batallas, tempestades, estados de ánimo.
Cada ópera china tenía sus fórmulas melódicas características que podían ser usadas en varias obras.
Las dificultades que enfrentaron los chinos residentes que asumieron la representación de la ópera china, luego del éxodo que se produjo durante y después de la II Guerra Mundial, que puede considerarse un síntoma del resquebrajamiento y decadencia de aquellas actividades, fueron, en primer lugar, la falta de adiestramiento técnico sistemático, el desconocimiento de la notación musical y del idioma, lo que les impedía leer partituras y aprehender el contenido de los libretos y textos; el esfuerzo físico y mental para reproducir de memoria la fonética de largos parlamentos; y la falta de profesionalidad, pues se trataba de comerciantes o trabajadores, o sus familiares, que en horas extralaborales se dedicaban a montar estos espectáculos.
Poco a poco se fueron sustituyendo por otros que fueran más fáciles de manejar y pudieran reproducir sonidos semejantes. Luego remplazaron los sonidos, las fórmulas melódicas características por melodías conocidas de la música occidental.
La complejidad de la ópera incluía vestuarios, maquillajes y atributos, en los que la combinación de colores jugaba un rol importante por sus significados, junto a los sonidos y el movimiento escénico. Todo este complejo simbolismo servía para expresar los argumentos con características peculiares de un alto valor artístico, lo que fue desapareciendo paulatinamente al no retroalimentarse con nuevas inmigraciones o visitas de grupos nativos, y quedar estos más alejados de su cultura originaria. Así, se perdieron los vestuarios y los atributos.
Se olvidaron también los sistemas de afinación y de notación numérica que se habían ensayado. Si bien se preocuparon porque todos los instrumentos tuvieran el mismo tono, el sonido principal o guía de la afinación lo daba el pianito (yongkam) o alguna flauta (siú), o alguno de los músicos, de memoria, daba los sonidos sol-repara establecer una escala de siete sonidos. De esta manera, empíricamente, afinaban y tañían sus instrumentos hombres con sensibilidad artística que hacían un esfuerzo por suplir a los profesionales y mantener viva una tradición que irremediablemente se perdía o se transformaba.
Los músicos que todavía hoy recuerdan la ejecución de los instrumentos tradicionales, animados por la acción de rescatar sus tradiciones culturales, son personas que se propusieron aprender estas músicas por transmisión oral de los últimos maestros nativos que hubo en las sociedades, los cuales se habían vinculado desde su país al teatro chino y se dedicaron a enseñar estas artes en el Estudio de la Música del Teatro Pacífico.
Hoy es posible asistir a fiestas que se celebran en el Casino Cheng Wa porque sus directores, chinos nacionalizados o nacidos en Cuba, realizan una amplia labor de divulgación cultural, aglutinando a los pocos nativos de China que quedan con los hijos y nietos ya criollos. En este sentido, el Grupo Promotor del Barrio Chino ha realizado desde hace varios años el empeño de reestablecer la cultura y las tradiciones chinas.
Una estrecha colaboración de la Embajada de la República Popular China, ha proporcionado una ayuda muy efectiva, por la que los artistas han recibido materiales y una nueva máscara para la Danza del León que utilizan en las fiestas en que se requiere. Para las fiestas del nuevo Año Lunar del 2000 se presentaron varias danzas, entre ellas las de los Nueve Dragones, de gran lucimiento por el excelente vestuario.
El Casino Cheng Wa también celebra otras fiestas, reuniones, exposiciones de pinturas, clases de idioma chino, clases de gimnasia tradicional y consultas con las técnicas más actuales de la medicina China. A veces reúnen un grupo incidental de música y danza para la celebración de alguna fecha importante.
No consideramos que se haya producido una transculturación profunda y continuada durante el tiempo en que existieron actividades de música y teatro chino en las ciudades de La Habana, Santiago de Cuba, Cienfuegos y quizás alguna otra con núcleos poblacionales chinos. Pueden haberse tomado los elementos más externos, como anécdota, adulterando el lenguaje, el vestuario, algunos elementos melódicos pentatonales, etc., presentes en los carnavales y en nuestro teatro vernáculo.
En casi todas las poblaciones cubanas donde se celebraban carnavales había la tendencia a asumir temas exóticos, sobre todo los chinos. En el carnaval habanero se conoció una comparsa llamada los Chinos Buenos, integrada por blancos, negros o mulatos vestidos y maquillados como chinos con coleta. En Santiago de Cuba salía la Comparsa de los Kimonos, que eran hombres vestidos con kimonos, que bailaban coreografías propias de las comparsas de carnaval con el instrumental de los llamados “paseos” –trompetas, saxos, trombones, percusión cubana y voces–. Igualmente en Santiago adoptaron la trompeta china, que compraron en las tiendas del barrio chino habanero, y con ella reproducían melodías improvisadas sobre los coros de la Comparsa de Los Hoyos. Más tarde la adoptaron otros grupos y hubo músicos que reprodujeron artesanalmente el instrumento. Últimamente, al fallecer el que las fabricaba, las han importado de Corea.
Otro aspecto en esta asimilación incompleta o parcial de la música china, fue el estilo que utilizaron los autores profesionales que, basándose en la pentafonía, idearon obras con melodías supuestamente chinas. Muy interesante como obra pianística resulta la danza Ahí viene el chino, de Ernesto Lecuona.
Por último, consideramos que es necesaria una acción continuada de rescate y revitalización de la música tradicional china, que pueda contar con el interés demostrado por las entidades culturales cubanas, mediante el establecimiento de convenios con otras entidades de la República Popular China. Pero estas gestiones deberán enfrentarse a otra realidad: el proceso de occidentalización de la música que se opera en aquel país, que ya tiene conservatorios, intérpretes, orquestas sinfónicas, grupos populares que difunden a través de la radio, el cine y la televisión la música de moda internacional, la música de concierto y las nuevas tendencias creativas.
Los restos de aquella música que sirvió de aliciente a los inmigrantes chinos se sostienen en el recuerdo de las últimas generaciones de chinos criollos de Cuba, pero estos participan de un movimiento más amplio de la música cubana y universal, por lo que cada vez parece alejarse más la referencia a su música primigenia.
Notas:
1 Una ampliación de este trabajo de diploma fue publicada como Los chinos en Cuba. Apuntes etnográficos, por la colección La Fuente Viva de la Fundación Fernando Ortiz en 1997. Como parte de un proyecto de la Fundación que se inició con el mapa de La ruta del esclavo, se realizó el mapa de la Presencia china en Cuba y se proyectan otros dedicados a otros componentes de nuestro pueblo.
Tomado de la revista Catauro. Año 2, No. 2, 2000.

Un paseo histórico por el Emboque de Luz

Tomada de: Habana Radio

11 de julio de 2016
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Centro Histórico de La Habana, Cuba, ,Emboque de Luz, Oficina del Historiador de La Habana, Patrimonio

Antiguo edificio del Emboque de Luz
Antiguo edificio del Emboque de Luz

A la presencia de la familia Luz deben su nombre la calle, el muelle y muchos de los establecimientos surgidos en este entorno, donde también confluyen las vías de Oficios, San Pedro y la Alameda de Paula. Don Antonio de la Luz y Do-Cabo, portugués de origen, fue el tronco de la familia Luzen Cuba, quien fundó además la Estafeta y por ello la calle Luz se llamó también del Correo. Uno de los descendientes fue Regidor y Correo Mayor de la Isla, José Cipriano de la Luz. En el sitio ocupado antes por un molino de su propiedad, construyeron los Luz una hermosa residencia erigida a todo lo largo de un costado de la plazoleta, hoy es el espacio que comprende el parque Aracelio Iglesias. Fue esta una estirpe distinguida y adinerada, siendo don Anselmo su figura más representativa. Aquí nació, en 1800, José de la Luz y Caballero, destacada figura de las letras cubanas, pedagogo y filósofo; considerado maestro por excelencia y formador de conciencias que exaltó el sentido de la nacionalidad cubana. En esta plazuela pasó su infancia Don Pepe, y su adolescencia cuando ingresó en el Seminario San Carlos y San Ambrosio.

Emboque de Luz, desde el mar
Emboque de Luz, desde el mar
El muelle de Luz fue una de las instalaciones que más movimiento y notoriedad otorgó a esta zona de la ciudad. Formaba parte de los espigones construidos en el siglo XVIII, al sur de la bahía para su tráfico interior, adonde arribaban pequeñas embarcaciones de remo y vela transportando pasajeros y productos de la otra ribera. En el extremo norte se habían ubicado los muelles de travesía destinados a la navegación ultramarina. A lo largo del tiempo todo este borde costero atrajo a sus proximidades las mejores casas, templos, comercios y plazas principales, conservando así su protagonismo entre los espacios urbanos de la centuria siguiente.
La importancia del muelle de Luz hizo que, en 1802, el asentista del tráfico de la bahía, Julián Guerrero, pidiera prórroga para continuar con esta función. Manifestó al Ayuntamiento la necesidad indispensable de alargar el muelle de Luz 15 o 20 varas y lo propio el de Regla, uno y otro de horcones gruesos y tablones “porque bajando la marea levantan los botes”. El contratista don José González, fue el mejor postor en el remate de las obras de los muelles de Luz y Regla, quien declaró concluidos los trabajos para octubre de ese año, los cuales fueron reconocidos por el maestro Juan Villarín.

Muelle de Luz, principios del siglo XX
Muelle de Luz, principios del siglo XX

Afirmaba el escritor Cirilo Villaverde en 1841 que, al cobrar importancia las localidades de Regla y Guanabacoa, la puerta de La Luz en la muralla de mar, se hizo “la más concurrida y transitada de la ciudad”. A ello contribuyó la popularidad del Santuario de Regla, así como sus antiguas y famosas ferias, por lo que a cualquier hora, con el fin de visitar esta población, se veía la bahía cubierta de botes repletos de pasajeros que se embocaban en el muelle de Luz, “el más cercano y el único entonces, para semejante uso”. No obstante, hacia mediados del siglo XIX el tropel de boteros y pasajeros por esta puerta decayó con la introducción de los botes impulsados por vapor.
El apogeo del neoclasicismo en el siglo XIX vino a ser, junto con las estructuras metálicas, una de las tendencias que dejaron una impronta determinante en la modernización del puerto habanero. Las obras levantadas en el siglo XX, en función de las instalaciones industriales, dieron continuidad al discurso empleado en el siglo anterior, en la misma medida que se enriquecieron con la aparición de nuevos lenguajes y la formación de diversas compañías dedicadas al tráfico de la bahía.

Muelle de Luz, 1905
Muelle de Luz, 1905

El mejor ejemplo lo constituyen las obras de la Havana Central Railroad Co. Incorporada el 4 de abril de 1905, bajo las leyes de New Jersey, Estados Unidos, esta empresa construyó líneas eléctricas entre La Habana, Güines y Guanajay, fabricó los muelles de madera y concreto reforzado en Paula, entre 1906 y 1908, y puso en funcionamiento los trenes eléctricos entre Regla y Guanabacoa.

Fachada y frente marírimo, planos de 1909
Fachada y frente marírimo, planos de 1909

Para los vapores ferries en la bahía esta compañía erigió en el antiguo muelle de Luz un nuevo edificio en 1909, el cual tenía dos salidas de circulación: para Guanabacoa y Regla, y para Matanzas y los Almacenes de Regla. Era una fábrica de dos pisos, levantada con una estructura férrea recubierta, a cuatro aguas, con el mismo material y el resto de mampostería. La fachada de la nueva estación se decoró con sencillez, pero sin poder eludir los elementos del código ecléctico en boga esos años. De allí, el uso en el mismo muro de platabandas, almohadillado y cabezas humanas en altorrelieve, de las cuales pendía una marquesina metálica colocada al centro del edificio. Sendos arcos rebajados presidían la entrada de los dos embarques. Tenía además dos espigones aledaños. Los planos estaban firmados por el ingeniero de vía y obras Philip Hammond y como contratistas trabajó la reconocida firma norteamericana The Snare &Triest Co.

Primera década del siglo XX
Primera década del siglo XX

Aunque el 1 de marzo de 1928 la Havana Central Railroad Co. se fusionó con los Ferrocarriles Unidos, estas instalaciones siguieron funcionando como fueron concebidas. Así, de la estación y emboque de Luz, como se le llamaba, o de Luz Ferries, según rezaba en la propia entrada de la edificación, continuaron saliendo las embarcaciones hacia la otra ribera.
En 1942, como figura en el Archivo de Amillaramiento, la estación de Luz aparecía arrendada a Juan Francisco Hernández Cortés para al atraque de las lanchas que hacían la travesía entre Regla, Casa Blanca y La Habana. Este señor pagaba por dicho alquiler $ 50.00 mensual, y por la cuota que le rebajan a $25.00, es que se conoce que le habían cedido dos terceras partes al Departamento de Incendios del Municipio para establecer allí un Cuartel de Bomberos para el auxilio del Puerto mientras durara el estado de Guerra.

Interior del Emboque de Luz, 1913
Interior del Emboque de Luz, 1913

Las Memorias del Departamento de Obras Públicas, en 1945, conservan imágenes de trabajos de remodelación en el antiguo muelle de Luz, lo que permite suponer que por esta época fueron trasladadas las salidas hacia Casablanca y Regla para un nuevo espigón inmediato que se construyó en ese año y para el anterior muelle de Caballería, respectivamente. Así, el Departamento de Incendios llegó a ocupar, a partir de entonces, todo el inmueble. De hecho, la nueva función que allí permaneció por décadas, hizo que al antiguo emboque de Luz se le conociera como Cuartel de Bomberos hasta la actualidad, cuando el desuso y el deterioro atentaron contra su integridad.

Emboque de Luz en el 2008
Emboque de Luz en el 2008

La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana propone un nuevo proyecto para devolverle a la otrora estación su utilidad y belleza. El objetivo principal de la intervención es restablecer la función original del inmueble como embarcadero para el atraque de las lanchas hacia el otro extremo de la bahía. De igual manera, la solución novedosa persigue mantener la estructura férrea preexistente, develada durante los primeros trabajos realizados en la obra, cuando se desconocían su existencia y sus valores ocultos en la albañilería.

Foto: Joel Guerra
Emboque de Luz, vista actual


El actual diseño pretende aportar una expresión diferente en diálogo con la antigua fábrica, de manera que la exponga y cualifique. Rescatar su importante enclave como espacio público a disposición de los ciudadanos, es otro de los propósitos del moderno proyecto que concibe, asimismo, la edificación como una pieza urbana dispuesta a ser recorrida y disfrutada en toda su extensión.

La historia de los Estados Unidos en el arte atesorado en Cuba


Pedro Antonio Briceño Ponte, Pandemonio

 Comentario por;
 René León


  Nos encontramos ante un libro muy original por la narrativa, si se puede llamar así. El autor nos va describiendo una época ya pasada del desarrollo económico industrial petrolero en la Venezuela de hace unos años, pues ahora un país que fue tan rico, por la estupidez de los gobiernos que en estos años han pasado y están en el país, la han ido destruyendo. En sus 90 páginas que son la que forma la obra, el autor hace gala de su dominio idiomático sin llegar a la ostentación nos presenta en forma sencilla y elegante la exuberancia de su pensamiento descriptico de ese mundo infernal.
  Tiene un estilo muy interesante y costumbrista, excelente, que nos recuerda a otros escritores hispanos entre ellos al desaparecido Reinaldo Arenas, en algún de sus novelas, pero él no llega al estilo barroco.
  El autor nos va introduciendo al través de sus capítulos en un mundo lleno se puede decir de vivencias, quizás de recuerdos de su infancia o juventud, donde proliferan las anécdotas, las citas y las expresiones que exponen sin afectación la forma natural, pero nunca rebuscada, de la erudición del autor. W. Somerset Maugham, en Cosmopolitas, Edit. Porrúa, S.A. México, 1988, dice: “El escritor tiene en sí el imperativo de crear, pero además tiene el deseo de presentar al lector el resultado de su trabajo y la legítima aspiración –que no concierne al lector- de ganar su pan”.
  La trama entremezcla la vida miserable, llena de privaciones, de sus habitantes, de una isla caribeña de su país. Destinada a albergar a enfermos del mal de “Hansen”, cuyo único futuro es morir a pedazos en la acepción exacta de la palabra, con la de los personajes que el autor nos va presentando con habilidad y soltura, brindándonos un panorama abierto de la vida de la isla “Pandemonio”. También para completar el argumento aparecen “Tuculpita”, con sus lacras y sus virtudes, muy pocas por cierto, y los “gringos” y los europeos que vienen a explotar la abundancia de petróleo en el subsuelo.
  La novela en si expone las calamidades de la injerencia extranjera que perturba la quietud maléfica del medio ambiente; la historia de las familias que se desenvuelven más o menos en el argumento con sus lacras y virtudes que vienen enlazadas a la incultura y la pobreza.
  El libro está cuajado de frases felices como “se sentía como sí “Pandemonio” estuviera más cerca del infierno o del mismo centro de la tierra que cualquier otro lugar en el “Universo” o ésta “de noche las torres de perforación parecían arbolitos de Navidad sobre el mar, tan inofensivos lucían sobre el lago, pero por debajo lo disfrazaban de luto con ese veneno negro”.
  En realidad el autor en algunos aspectos deja una interrogante abierta a la curiosidad del lector. La Venezuela de hoy es un desastre como país. Para cualquier autor le es difícil describirla.  Pedro Briceño es venezolano, nacido en Caracas. Tal vez él vivió de lejos o quizás demasiado cerca lo que nos narra sobre la historia del oro negro en su país y del antes bello lago de Maracaibo, motivo de inspiración y de descripción en su novela. Lo felicitamos de corazón y le auguramos  un éxito en su novela.

Benches Interesantes

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PANDEMONIO, DE PEDRO BRICEÑO


Pedro Briceño

Comentario
Por Lola Benítez Molina
Málaga (España)

D. Pedro Briceño, escritor reconocido, ya con la primera frase de su novela PANDEMONIO:
“Bienvenidos al pasado”, nos está invitando a adentrarnos en su singular visión de un mundo complejo (quizá sea solo un sueño, como él nos hace ver),  hostil, que resulta muchas veces kafkiano, pero ahí reside su maestría,  haciendo gala de un estilo excelente y peculiar, con un auténtico dominio del lenguaje y un amplio y erudito vocabulario, construye a cada paso hermosas frases que quedan grabadas en la retina del lector.

¿A quién no le gustaría retroceder, aunque solo fuese por unos instantes, al pasado y, más aún, si es “bienvenido”? No obstante, ese pasado que describe no resulta nada halagüeño. Retrata la vida en una isla donde residen los aquejados por el mal de Hansen. Enfermedad esta que está producida por la bacteria Mycobacterium leprae, que fue descubierta por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen. Por ello, tanto a la patología como a la bacteria, se las denomina de “Hansen”. Sin embargo, el nombre más usual de esta enfermedad fue “el mal de San Lázaro”. Incluso los hospitales, donde se atendían a estos pacientes, se les denominó “de San Lázaro”, y a los lugares, donde se apartaban a los enfermos para evitar el contagio, se les conocían con el nombre de “lazaretos”.

 En PANDEMONIO las frases destacan por su belleza en la construcción, aunque describa con gran realismo y crudeza la vida en dicha isla.

En medio de tanto dolor el personaje de Esperanza nos acerca a la importancia del amor, tema este que por su trascendencia siempre debe estar presente en toda obra que se precie, pues es el motor del mundo. Ella se imagina un mundo donde deben coexistir paz y amor. En palabras de Gandhi: “El amor es todo aquello que dura el tiempo exacto para que sea inolvidable”. Así lo es para Esperanza. En este caso se trata de un amor platónico a Inocencio, aquejado del ya mencionado mal.

Por otro lado, llama la atención las muchas referencias al “tiempo”, que son una constante en muchos escritores: “tiempos eternos, tiempos desesperantes de dolor, tiempos de masoquismos oníricos”, o, “para ellos, desde entonces, el tiempo dejó de tener fronteras prohibidas y se dispersaba de igual forma en todas las direcciones”.

Pandemonio, Tuculpita, Esperanza, Inocencio, Claridad son nombres perfectamente elegidos por el autor para entremezclar las miserias y las grandezas de la vida.

Manifiesta D. Pedro que el personaje principal de su novela, como único escape a las desgracias que tanto le acosaban y le atosigaban, leía y soñaba constantemente, pero “lo hacía solo de día por eso sus noches eran eternas”. Los libros del protagonista eran lo único que lo unían al recuerdo del ayer, que lo hacían soñar, como modo de evasión de la realidad a veces asfixiante. Los libros también salvaron a Esperanza de su perdición, de la locura, ya que la llevaban a otros mundos idílicos.

Además, todo conduce a un desenlace plausible por lo inesperado.

Es, por tanto, más que recomendable la lectura de esta brillante obra no solo por el contenido, sino por la forma. El éxito de esta genial novela está asegurado.

Trompe l'oeil Body Art


LUGAR DE ENCUENTRO DE POETAS

 El Azul Cafe


Por Lola Benítez Molina   Málaga (España)

 Hay un lugar que resplandece en el planeta. Es punto de reunión, más bien de unión de poetas.

Con el alma de los rapsodas desaparecidos otros poetas recitan, con placer, con serenidad y con brillantez lo que en el alma sienten: un palpitar de sueños, de dulces encuentros, de deseos aún en vuelo… Esas voces unidas, abrazadas, dan energía y valor al destino incierto de cada uno de ellos.
Ese lugar existe, es real, yo he estado en él. Es la cafetería “El Azul Café”. En ella, la unión de todos se hace universal, libre de máscaras y ataduras. Entrar allí es como adentrarse en el cielo al son de una música de fondo tenue, compuesta por compositores clásicos de antaño. El tiempo queda suspendido, no transita en esos momentos de dicha, sino que, simplemente, late en ritmo inusual.

Dicho establecimiento está exquisitamente decorado en tonos blanco y azul, de todas las gamas, haciendo honor a su nombre. Y de repente, un tono alegre, que engrandece su destello. Cada vez que traspaso su umbral siento que allí se halla el oasis de paz y serenidad que tanto anhelo. Aquel pulcro colorido, junto a la amabilidad de su dueña, le hacen al visitante desear volver aún antes de haberse marchado. Eso no es todo. La música de Richard Wagner: “La cabalgata de las Valquirias” se alterna con los tangos de Gardel o el “Azúcar” de Celia Cruz, pero, como ya mencioné, a unos estudiados decibelios que nos hacen alcanzar el éxtasis. Nostalgia, amor a la poesía y felices momentos se funden en el ambiente.
Para completar tan sublime sutileza no podía faltar el arte en sus impolutas paredes: hermosas pinturas de Sisley, Emil Nolde, Vermeer o los paisajes de Van Gogh junto a la pintura victoriana del holandés Lawrence Alma–Tadema, precioso lienzo el de “Las rosas de Heliogábalo”, emperador romano de la dinastía Severa, que reinó del año 218 al 222 d. C., personaje este conocido por sus excesos. Heliogábalo mandó arrojar por sorpresa tal cantidad de pétalos de rosas y violetas sobre sus invitados a una de sus fiestas, que la velada apacible de la Antigua Roma se transformó en tragedia debido a que algunos de ellos murieron asfixiados. Ese preciso instante en el que ocurrió tal peripecia es el que el pintor plasmó, con suma maestría, sobre un lienzo de 214 cm por 132 cm.
Tan magnífica cafetería es un lugar totalmente apropiado, por sus singulares características arquitectónicas, pictóricas y de placidez para los inolvidables encuentros de poetas.

MAYORIAS, LEY NATURAL y LEY DIVINA

Pablo Simon
 Pablo Simon es politólogo,. Doctor en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra. Actualmente es profesor visitante en la Universidad Carlos III de Madrid  En su ensayo sobre la democracia según Alexis de Tocqueville, Pablo Simon dice que "La tiranía de la mayoría exige una conducta conformista. Sostener en un asunto importante una opinión contraria a la establecida no solo es imprudente o inútil, es casi deshumanizador. La tiranía mayoritaria sobre los espíritus de quienes sostienen una opinión contraria y mejor fundamentada hace que la disposición de la democracia a la mediocridad sea absoluta".  

Mi Granada: Comentario


Mi Granada

Autor: Carlos Benítez Villodres
Edita: Granada Club Selección S.L. 1a Edición: año 2016 (Granada, España)
Por: Leonora Acuna de Marmolejo.

“El hombre pasa, pero lo humano permanence”

— Azorín

  Mi Granada, el nuevo poemario de alto nivel literario (como toda su obra), del destacado y bienquisto poeta y escritor malagueño Carlos Benítez Villodres, es un aporte más que viene a honrar nuestra preciosa Lengua Cervantina y nuestra cultura.
  En bien merecida y reconocida alfombra de honor, introduce su libro (cuya carátula está ilustrada con una vista panorámica de la ciudad) con los sonetos clásicos “Andalucía”; y “Granada” en el cual su inspiración se desborda con la emoción que vibra entre sus venas al decir en el último terceto: Oh Granada, en mis tuétanos te instalas/ queriendo redimir todos mis días/ abiertos con dulzura a cualquier trigo.
  La dinámica imperante en este poemario, es sin lugar a dudas el amor: Su inmenso amor por Granada, la impronta que subyace en este poemario, confirmando las palabras del insigne poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra en su poema “Canto Temporal”: Sin el amor no clama el pecho en universo,/ sin el amor no llega al pueblo nuestra voz.
  La sencillez y la transparencia que deben caracterizar la auténtica poesía, están presentes en los versos de Benítez Villodres, y aquí cabe citar estas sabias palabras bíblicas: [...] Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. —Corintios 14:9
  Sus inspirados poemas no son herméticos ni crípticos, sino por el contrario: claros, transparentes, y llenos de humanidad como lo es él; razón por la cual llegan a la hondura de sus lectores.
  El amor, la más invencible fuerza universal, es el centro neurálgico de sus poemas
  Su inmenso amor por Granada -de la que él, muy noble y orgullosamente se siente dueño-, lo conllevaron al inconfundible título de su poemario Mi Granada. Granada: el último valuarte de los moros en España y conquistada por los Reyes Católicos en 1492, ha sido siempre una ciudad carismática de gran atracción universal. Se dice que su fascinación por Granada, fue lo que sostuvo por tan largo tiempo allí a Washington Irving. Aquí viene al caso citar el proverbio árabe que dice que Dios concede a quien ama, la manera de vivir en Granada. El magnetismo inconfundible que ha caracterizado a esta bella región española, ha sido la inspiración de innumerables poetas, y le han cantado connotadas figuras de nuestro folklor y de nuestra música como Agustín Lara (el famoso compositor mexicano considerado también un poeta musical) en su preciosa canción “Granada”: Granada tierra soñada por mí/ mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti […] Granada, / tu tierra está llena/ de lindas mujeres/de sangre y de sol.
  Siendo como lo es Benítez Villodres: un maestro de la “Gaya Ciencia”, en sonetos endecasílabos de perfecta estructura, dedica hermosos poemas a diferentes comarcas de la provincia de Granada en el grupo titulado Comarcas Granadinas. Así con admiración y embelezo en su poema La Alpujarra dice: Cada vez que te beso, oh Alpujarras,/ y palpo tus encantos, lentamente,/ intimo con tu gloria reluciente/ al calor de tus cósmicas guitarras. Y en el cuarto verso del segundo cuarteto dice emocionado: ¡Oh! ¡Cuánto amor exhalan tus pizarras!
  Como es de esperarse, los sitios más simbólicos, históricos, y turísticos de Granada, relevantemente se hacen presentes en el grupo titulado Maravillas de Granada bajo los títulos (entre otros) de: El Albayzín; La Alcaicería; Generalife; El Sacromonte; La Casa de Chapiz etc.etc. En el poema “Alhambra, embrujo y duende” con cierta ternura nos dice: [...] cómo te arrulla la Sierra,/ cómo tus hijos te alaban,/ cómo te envidia la mar,/ cómo trinan balalaikas… En el poema “La Alhambra, el Palacio Rojo” del citado grupo, con íntimo reconocimiento se expresa así: “ Todo en ti, amada Alhambra, son rubies de vida/ que cantan a los hombres y a los siglos”. E identifica “La Casa del Chapiz” así: La casa del Chapiz, dos viviendas moriscas/ del siglo XVI. Se refiere a La Alcaicería identificándola con su cultura árabe ancestral, de esta manera: En medio de su sol, la Alcaicería/ muestra su esencia árabe, con cadencias de fuentes,/ a quienes la visitan ebrios de sentimientos.
  Orgulloso como lo está por su Granada, en el grupo titulado “Personajes Ilustres de Granada” hace honor a los personajes relevantes que en una u otra forma, culturalmente han enaltecido los valores de esta bella provincia, como por ejemplo (entre otros) a Federico García Lorca; Alonso Cano; Pedro Antonio de Alarcón; Fray Luis de Granada; Manuel Benítez Carrasco, para citar sólo unos cuantos; y por supuesto no podía faltar el genial Ángel Ganivet (famoso también por su distintivo amor a Granada), autor del libro “Granada la bella” quien en una cita especial dice: […] “Mi Granada no es la de hoy; es la que pudiera y debier ser, la que ignoro si algún día será”. Cabe aquí anotar, que en 1962 la editorial Aguilar, de España publicó “Granada la bella” de Ángel Ganivet como felicitación de Navidad y Año Nuevo, libro en el cual el autor dice: “Granada la bella” está formada por un bellísimo, abundante, y a veces paradógico raudal de meditaciones en torno a Granada, ciudad, aunque viva, histórica y monumental; meditaciones que pueden extenderse a toda España.
  Leer Mi Granada, es como hacer un tour anímico visualizando los sitios más bellos, históricos, e interesantes de esta gran comarca; y yo diría sin lugar a dudas que si ya hemos tenido el inmenso placer de haberla conocido (yo la he visitado 2 veces), deleitarnos en sus versos es como si regresásemos plácidamente por sus calles palpitantes de amor, de sol y de historia. Para quienes tenemos la dicha de estar amalgamados por la Lengua Cervantina, es un honor contar con una voz poética de tan altruísta y aquilatada inspiración como lo es la del distinguido vate Carlos Benítez Villodres.
  ¡Congratulémosnos con él y por él. Jubilosos, icemos a los cielos otro pendón de orgullo por nuestras letras. ¡Que en el alma y en la psique de este insigne malagueño, resplandezca siempre la brillante estrella del estro que lo habita!
  Carlos Benítez Villodres nace en Málaga, ciudad en donde reside habitualmente. Durante muchos años compaginó la docencia con la labor de escritor, poeta, y periodista. En la actualidad sólo se dedica a la literatura y al periodismo.
  Actualmente pertenece al Consejo de Redacción del Periódico “Granada Costa”, como coordinador cultural; a la Sociedad Brasileña de Poetas Aldravianistas; al Club Universal de Poetas y Escritores, Bogotá (Colombia), como Asesor Cultural de España; a la Cátedra Libre de Cultura Andaluza de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), como corresponsal de prensa en Málaga; al Equipo de redacción de la Revista de Poesía “Arboleda” de Palma de Mayorca; a REMES (Red Mundial de Escritores en Español), como Responsable Local para Andalucía…
  También es miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE); de C.E.D.R.O. ; de la Asociación Colegial de Escritores (ACE); de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios (AACL); de la Asociación Humanismo Solidario; del Grupo de Málaga; de la Asociación Iberoamericana se Amigos de la Décima “Espinel Cucalambé -Las Tunas- (Cuba); de la Casa de la Décima “Celestino García”, de -Pinar del Río- (Cuba); de “Poetas del Mundo”, cuya sede principal se encuentra en Santiago (Chile); etc.
  Asimismo, es cofundador, junto a Alfredo Arrebola, Andrés Cansino y Daniel Mora, de la Revista “Folklore y Flamenco”. Poemas, artículos, columnas de su autoría… fueron y son publicados en antologías, revistas, periódicos, etc. , tanto de España como de otros países del orbe.
  Le fue concedido, entre otros, el Primer Premio del IV Concurso Internacional de Poesía sobre la Paz “Ramón Lull” (Raimundo Lulio) 2005, de Palma de Mallorca; el Premio a la Cultura 2006 (Granada Club Selección, Granada Costa), de Granada. Fue Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2008 y 2009 con los libros Los Puentes Debilitados y Sinfonía a Dana, respectivamente. Primer Premio del Certamen Internacional de Poesía “Granada Costa” 2010, de Granada, con el libro Sinfonía a Dana. Premio de la Crítica Literaria “Granada Costa” 2015, de Granada.
  De su extensa obra literaria, ha publicado los libros Canto a Granada; Entre sonrisas; Requiem por un hombre bueno; Cada ola tiene su nombre. Incluídos siete poemas Gallegos, en edición bilingüe, Sustancia de vida, De la misma luz, Confesiones del alba, Vol. 1. A galope, El jardín habitado, Desnudo, 18 sonetos a poetas granadinos, Amantes, Canto a Granada, 2a. edición. Siempre en vuelo, Los puentes debilitados, Sinfonía a Dana, Cantigas de caminante, Guirnaldas de esencias, Por los derroteros de la luz, Vivir con esperanza, Sonata del agua viva, etc. Asimismo ha publicado poemas de su autoría en varios pliegos, plaquettes, cuadernos, etc.

William McBryar


William McBryar nació en Elizabethtown, Carolina del Norte, el 14 de febrero de 1861 - dos meses antes de que el ejército confederado bombardeara Fort Sumter, iniciando la Guerra Civil Americana. Era un niño justo durante la guerra, creciendo sus años formativos en el mundo difícil y explosivo de la Reconstrucción Sur. Él asistió a la universidad en Tennessee, era un estudiante excelente, y hablaba el español y el latín fluidos, pero todavía tenía apuro el encontrar trabajo constante en su ciudad natal. En 1887 vivía en la ciudad de Nueva York, y fue alrededor de esta época que el joven de 25 años pensó que era hora de intentar una nueva vida hacia el oeste. Se alistó en el ejército de los Estados Unidos, pidiendo ser enviado a la frontera. Lo enviaron a Arizona para unirse a la 10ª Caballería de los Estados Unidos, uno de los regimientos originales del Soldado de Búfalo.

He hablado de Buffalo Soldiers antes en este sitio, pero los hombres que compusieron la 9 ª y 10 ª Cavalry (y la 24 ª y 25 ªInfantería) fueron algunos de los más duros, más experimentados, los combatientes indios más experimentados en el Ejército de los Estados Unidos. Estos cuatro regimientos se componían enteramente de soldados negros con oficiales blancos, y (posiblemente debido a esto) se les daban típicamente algunos de los desplazamientos más peligrosos en Occidente. Cuando el soldado McBryar se presentó de servicio, el Décimo Cav había acabado de participar en una aventura épica de varios estados para cazar al malvado líder apache Gerónimo , donde se enfrentaron a la dureza del desierto y se fueron de pies a cabeza con algunos de los Jinetes más feroces y guerreros en la historia de América del Norte. En serio, echa un vistazo a la historia de Apache algún tiempo si tienes la oportunidad - este es un grupo de jinetes y combatientes sin igual. Un par de caballeros de esta época informaron que algunos guerreros apaches podían colgar del lado de su caballo a mediados de galope (sin una silla de montar!) Y disparar un arco y flecha dang de debajo del caballo dang mientras se estaba cargando . Ese es un Lars Anderson shiz justo allí.

Este era un regimiento de élite de soldados endurecidos por la batalla, y el soldado McBryar estaba a punto de hacerse un nombre para sí mismo como uno de los hombres más célebres y feroz que jamás sirvió en la unidad.


La primera expedición de McBryar fue una misión para perseguir al Apache Kid, un ex Apache Scout que estaba ahora huyendo del gobierno de Estados Unidos después de que mató a un par de caballeros en un tiroteo que (ahora sabemos) ni siquiera comenzó. Aún así, el Apache Kid era peligroso, mortal y viajaba con un grupo de hombres que no debían ser jodidos. McBryar estaba en K Troop del Décimo, y mientras que su unidad no era la que trajo al Apache Kid, McBryar pasó los siguientes meses montando patrullas de montaña en el rocoso desierto de Arizona, sin saber nunca qué tipo de problemas él iba Encontrarse con. Se metió en peleas con Apaches y proscritos, rastreó a los ladrones de ganado, resolvió disputas locales y persiguió a casi cualquier otra persona en los desiertos sin ley de Occidente que necesitaba ser arrestado - todo el tiempo desafiando todo, desde ataques de puma hasta deshidratación e insolación En el sofocante y opresivo calor de Arizona. Puso 400 millas debajo de los cascos de su caballo, cogió su parte justa de forajidos, y sufrió una lesión seria cuando un caballo cayó sobre él una vez (no tengo ni idea de cómo sucedió esto y no más detalles sobre esta lesión, y hasta ahora he sido Incapaz de mentalmente imaginar esto sucediendo de una manera no-hilarante). A lo largo de sus cuatro años en Arizona, recibió la puntuación de "Excelente" en todas sus calificaciones, y fue ascendido a Sargento.


La acción que ganó a McBryar su Medalla de Honor tuvo lugar en marzo de 1890, cuando llegó la noticia a Fort Thomas de que una banda de cinco Apache había emboscado y matado a un viajero mormón y robó su carro. Cuando el comandante de la tropa de K escuchó que alguien volvía a atar a los mormones, saltó a la mitad de su cena, agarró su cinturón de armas, le dijo a McBryar que reuniera a otros ocho hombres y el pelotón de diez hombres de caballería galopó para traer Estos proscritos a la justicia.

Cabalgando duro a través del desierto de Arizona, K Troop cubrió 290 millas en sólo cinco días. Siguiendo a los forajidos a través de cañones escarpados ya través de los ríos, los hombres de la tropa de K finalmente alcanzaron al Apache en un cañón rocoso, estrecho a lo largo del valle del río de Gila. Tomando fuego de francotirador de precisión de los rifles Winchester, los caballeros se agacharon para cualquier cubierta que pudieron encontrar y de inmediato trató de devolver el fuego. Ordenes de ladridos como un sargento malo, McBryar ordenó a sus hombres que volvieran la emboscada planeada con excelencia, y los Apache fueron rechazados constantemente, cubriéndose en una cueva a lo largo de los escarpados acantilados rocosos. Moviéndose a través de un granizo de disparos desde ambas direcciones, el sargento duro como las uñas se movió hacia delante, agachándose de roca en roca y disparando con su rifle mientras se acercaba a la entrada de la cueva.


Cuando McBryar se acercó a la cueva, pudo ver que no había manera fácil de tomar la posición sin perder muchos hombres. Los Apache tenían una excelente posición defensiva ... posiblemente uno que ya habían reforzado. Cargar era suicidio. Sin embargo, al mismo tiempo, los Apache todavía estaban apagando el fuego exacto del rifle en el resto de la tropa de K, que fueron encadenados hacia fuera a lo largo del barranco en posiciones peligrosamente expuestas.

Así que McBryar hizo una de las cosas más malas de vaquero que he oído hablar. Él no cobró allí como un idiota - él decidió que iba a Math los pantalones de estos chicos.

Tomó una buena posición, sacó su Winchester, y apuntó hacia el techo de la cueva, justo dentro de la entrada. Cuando el gran calibre de calibre .44-40 salió de su rifle, golpeó una roca justo en el ángulo recto que envió una lluvia caliente y afilada de roca y fragmentos de bala rebotando directamente en la posición de tiro enemiga.

Continuó haciendo esto, golpeando el mismo lugar una y otra vez, hasta que finalmente el Apache arrojó sus armas.

En la batalla, los cinco forajidos sufrieron dos muertos y uno herido. K Troop no sufrió una sola lesión.


El comandante de la Décima Caballería fue el general Benjamin Grierson, un endurecido caballero de los Estados Unidos que dirigió la famosa incursión de caballería que fue decisiva en la captura de la Unión de Vicksburg durante la Guerra Civil. Cuando Grierson escuchó la historia de cómo se ganó esta batalla, lo describió como "uno de los asuntos más brillantes de su clase que ha ocurrido en los últimos años ... un excelente ejemplo de lo que la prontitud y el esfuerzo infatigable pueden lograr frente a la casi insuperable Obstáculos ".

El Sargento William McBryar se convirtió en el primer hombre en la Décima Caballería de los Estados Unidos en recibir la Medalla de Honor.

La 25 ª Infantería en Montana, c. 1890

Asombroso, McBryar apenas estaba comenzando con su carrera. Después de cuatro años en el bullicioso calor de Arizona, fue trasladado a Fort Custer Montana, donde bajó del tren en medio de una tormenta de nieve sub-cero. Trasladado al 25º Regimiento de Infantería (otra unidad de Buffalo Soldiers), McBryar fue promovido a sargento intendente, ayudó a mantener el orden durante algunas viejas huelgas del ferrocarril del oeste, y finalmente envió a Cuba para luchar en la guerra hispanoamericana.

McBryar sobrevivió a una pelea mortal con malaria, pero ni siquiera una enfermedad tropical de asesinato en masa iba a impedir que este guerrero luchara en la línea de frente junto a sus hombres en una lucha épica contra el enemigo, y se reunió a tiempo para comandar su Hombres en la Batalla de El Caney. Mientras Teddy Roosevelt otros soldados de búfalo como Edward L. Baker peleaban por San Juan Hill, McBryar y la 25 ª Infantería recibieron órdenes de tomar una fortaleza bien defendida situada a lo largo de la avanzada española en Guantánamo. Muchos de los 25 oficiales estaban enfermos, por lo que McBryar recibió el mando del segundo pelotón de la Compañía H y ordenó que asaltara una casa española fortificada, donde un gran número del enemigo había cavado en la cima de una imponente colina. Bueno, jefe seguro, no hay problema. McBryar llevó a sus hombres hasta dentro de 500 yardas, golpeó la cubierta, y abrió sobre el enemigo. Una vez que los colocó desde el frente, condujo a un grupo más pequeño alrededor del flanco del bloqueo, conduciéndolos hasta 50 yardas (!) De los españoles y abriendo fuego una vez más.

Ellos agitaron la bandera blanca tan pronto como vieron que habían sido superados. La posición de McBryar estaba tomando tanto fuego cruzado de otros bloqueos controlados por España que tuvo que pedir a otra compañía que se moviera hacia arriba y aceptara la rendición mientras reposicionaba a sus hombres para devolver el fuego.

Guantánamo, como usted probablemente sabe, sigue siendo una instalación militar de los Estados Unidos hasta el día de hoy.