Foto tomada de: Blastingnews |
Lola Benítez Molina
Málaga (España)
Hace ya algún
tiempo, leí un libro que me atrajo por su sugerente título: “La vida no
vivida”, novela de Asunción Ramírez. Los personajes de dicha novela, como otros
tantos de la vida real, tienen que afrontar el presente sin haber resuelto
conflictos del pasado. Tal vez, eso forme parte del mundo que dejamos atrás y
de lo que proveeremos a nuestras generaciones futuras. De toda acción o
inacción resultan consecuencias. Eso es obvio, sin duda.
Las relaciones humanas son complejas,
y la vida está para vivirla con ilusión, a pesar de las incontables zancadillas
que se presentan. Vivir con alegría ante la adversidad no es fácil, pero, si se
consigue, el camino valdrá la pena porque permitirá percibir los pequeños
detalles, que son los que dan sentido y, muchas veces, pasan inadvertidos.
Como nos recordara Oscar Wilde “la
belleza está en los ojos de quien la mira”. Muchos escritores idean mundos de
fantasía para enfrentarse al mundo que no les gusta ver, pero que, a su vez,
plasman en lo que escriben. Tal es el caso del escritor estadounidense, de
origen judío, Philip Roth (1933-2018), galardonado, entre otros, con el Premio
Pulitzer y con el Premio Príncipe de Asturias de Las Letras, éste último en
2012. Entre sus novelas destacan la famosa Trilogía compuesta por “Pastoral
americana”, “Me casé con un comunista” y “La mancha humana”. En ésta última,
Roth examina la situación política estadounidense de la década de 1990. Otras
obras suyas son: “La conjura contra América”, “La contravida”, “Operación
Shylock”, “El teatro de Sabbath…”.
En mayo de 2006, le fue concedido el
“Nabokov” del PEN Club, y es en ese mismo año cuando ve la luz su obra
“Elegía”, en la que realiza una meditación acerca de la enfermedad, el deseo y
la muerte. “Némesis” fue su último libro, tras anunciar que dejaba de escribir.
La muerte irremediable le vino en 2018 por una Insuficiencia Cardíaca.
Como él mismo escribiría en “El animal
moribundo” refiriéndose al hombre: “Su heroísmo no consiste solo en soportar
estoicamente la cotidianidad de sus renuncias …”
El escritor siente la obligación
moral de denunciar, con su pensamiento y con su pluma, aquellas injusticias que
ve y percibe, pero también tiene el don de poder soñar con mundos de fantasía.
Tú, Philip Roth, te fuiste sin saber
que tus fantasías podían crear caricias imperturbables bajo un cielo de
sonrisas.
El amor genera amor y la violencia
genera violencia. En nuestras manos está dejar un mundo mejor. El mundo nunca
será perfecto, pero sí puede ser mejorable.
Concluyo con la brillante frase de
Antoine de Saint-Exupéry en “El principito”: “Solo con el corazón se puede ver
bien. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Qué verdad ,está todo muy bien dicho
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