En estos
días de fiestas navideñas, mi recuerdo ha volado al ayer lejano, de dicha y
felicidad. Y por un momento esa alegría perdida ya, ha vuelto a renacer.
Se oye el
rumor sonoro de las palmas batidas por el viento, el agitar de sus pencas en
las mañanas. El canto del gallo, que anuncia el nuevo día, se va repitiendo de finca en finca. A esta
hora de la mañana, todo es sonoridad en la campiña cubana. La claridad suave, verde, azul de la luz del
día se va vislumbrando, allá a lo lejos, a la vez que se va oyendo el zumbido
de los pájaros al iniciar su vuelo temprano en la mañana. Nuestro corazón se
oprime.
Las horas
del día dan comienzo. Por la guardarraya de palmas cabalga un campesino. Las
golondrinas cruzan raudas sobre el cielo azul. En estas primeras horas del día,
todos los detalles, y elementos de belleza se unen: luz, color, aire, los ruido
de los animales, y todo adquiere vida, que se funde en el ambiente campesino.
Es la hora viva, de los albores matutinos.
El río
cercano baja mansamente; su agua clara va llevando hojas sueltas que navegan
por su cauce buscando un destino lejano. El día va avanzando. La naturaleza es
otra, distinta a la del resto del día. Los árboles en estas primeras horas,
tienen sus tonalidades diferentes que no se ven después. A lo lejos, en el
horizonte va descubriendo su belleza tropical.
En los
bohíos cercanos se ve cierto movimiento no usual. En los rostros de las
familias campesinas, se ve el regocijo de ese día. Se siente el olor del
guayabo que se utiliza de carbón para asar el clásico lechón. En un caldero se
cocina el fríjol negro, en otro la yuca y así, entre cantos, tragos de ron y
café, se prepara la comida de Nochebuena.
Una joven
de cabellos negros como el azabache, fina, de ojos azules como el cielo
matinal, soñadores, pensativos. Observa todo esto en espera del ansiado
pretendiente que pronto va a llegar. Sonrisas ingenuas, miradas penetrantes.
Nos llegan
las notas de un tiple por el camino de la guardarraya y las voces de unos
trovadores:
Hoy es
Nochebuena
y
vengo traerte mi canción,
mujer que
llevo en el corazón,
de día y
noche
y así el tiple y las guitarras dan rienda suelta a la inspiración del
poeta-cantor, y el viento riega su melodía por la campiña cubana.
Por los
caminos carreteros o guardarrayas cercanas van llegando los campesinos de los
alrededores, vestidos con sus mejores galas. Los perros ladran a tanto
alboroto, es la alegría del guajiro cubano, sencilla, natural, feliz.
La llama
donde se cocina el lechón surge briosa, y sus chipas de color oro, rojas, y el
olor del guayabo recién quemado, va invadiendo todo el espacio.
Hoy es
Nochebuena
todo es
música y alegría,
y vamos a
echar un pie
con Josefa
y María.
Sonrisas, caras de alegría. Es la Nochebuena. De
lo lejos nos llega el sonido de la campana de una iglesia vetusta, anunciando
que muy pronto va a nacer el Niño Jesús, y todos miran al cielo y se persignan.
Es un pueblo que cree y venera año tras año al recién nacido.
La brisa
nos llega, y nos acaricia el rostro. Se escucha el punteo de las guitarras, el
ras-ras-ras del guayo, el tac-tac-tac de la clave, el chaqui-chaqui-chaqui de
la maraca.. La marimba empieza a sonar, a dar nueva vibración a la música. Y
las familias bailan, rién, son felices. La música se va esparciendo por la
campiña.
La noche
nos llega, y se oye el sonoro movimiento de los palmares, y las ramas de los
algarrobos, jagüey y árboles frutales. El ladrido de un perro se siente en la
noche y otro lejano le responde; parece un eco interminable.
El cielo
se ilumina. La llanura luce más inmensa, silenciosa, sólo se siente el sonido
de la música y el canto de los trovadores. Y las estrellas fulguran.
Debajo de
una palma, un joven le dice a la amada, palabras simples, palabras que salen de
su corazón. Ella inmóvil, con sus ojos bajos, y su cara encendida de vivos
colores, lo mira a él, bajo el cielo azul.
Las
estrellas fulguran en la noche; las nubes se mueven en el inmenso cielo,
silenciosas, majestuosas. Y pienso nuevamente en ese pasado feliz de una Cuba
que llevo en mi corazón.
Y lo
trovadores siguen con su cantar:
Don Pepe se
ha vuelto rico
con la
güira cimarrona,
ae…ae…ae la
Chambelona
ae…ae…ae la
Chambelona
La luna silenciosa ilumina los bohíos. El aullido
de un perro. Una lechuza emite su canto. Las campanas lejanas lanzan su
tan-tan-tan sonoro, ruidoso. En este momento en el cielo una estrella de gran
belleza cruza el inmenso espacio, con rumbo a Belén.
En canto
de los poetas-trovadores se siente con más brillo. Las parejas danzan. Rostros
felices, ojos brillosos, olor a lechón asado, frijoles negros, yuca con mojo,
café y ron, todo es alegría en el batey.
Para
finalizar mi recuerdo a Cuba, una décima a la bandera cubana del poeta
matancero Agustín Acosta:
Gallarda, hermosa, triunfal,
tras de múltiples afrentas,
de la patria representas
el romántico ideal…
Cuando agitas tu cendal
-sueño eterno de Martí-
tal emoción siento en mí
que indago al celeste velo
si en ti se prolonga el cielo
o el cielo surge de ti…!
Así era NUESTRA CUBA
FELIZ
NAVIDAD A TODOS.
GRACIAS querido Rene por esta nueva entrega digital de PENSAMIENTO diciembre 15!
ResponderEliminarMe encanto su escrito prosa poetica sobre las remembranzas de la Navidad en su amada patria!
Asimismo me gusto mucho el escrito "Celos" de nuestra querida Blanca Segarra, como tambien el maravilloso e historico de la autoria de nuestro mutuo y querido amigo Roberto Soto.
Una vez mas, deseo expresarle mis agradecimientos por su aprecio y gentileza de abrirme las puertas de su acreditadisima revista.
Que tenga una feliz Navidad y un prospero Ano Nuevo, y que Dios lo colme de bendiciones lo mismo a toda su bella familia.
Un afectuoso abrazo,
-Leonora