Roberto Soto Santana |
Rosario de la Peña |
Manuel Acuña |
Este amor temprano de Martí por Rosario de la Peña, la que en 1875 tenía 28 años de edad, se le despertó cuando él tenía apenas 22 años cumplidos.
Rosario de la Peña ya habia sido causa de que el poeta mexicano Manuel Acuña,. con solo 24 años de edad, se hubiese suicidado el 6 de diciembre de 1873.
En el blog http://teconrosa.blogspot.com. es/ aparecen estas notas sobre Rosario de la Peña:
"...una musa mexicana de carne y hueso que fue muy popular entre los escritores, periodistas y políticos mexicanos del siglo XIX, su nombre sale a la luz pública luego de ser considerada la causa principal de suicidio del poeta Manuel Acuña. Nacida en la Ciudad de México el 24 de Abril de 1847, hija de un rico hacendado de nombre Juan de la Peña y de Margarita Llerena, Rosario y su familia estuvieron ligados al escritor español Pedro Gómez de la Serna y de ahí su contacto con el círculo literario de la época. La presencia de su imagen en los sonetos de los poetas más populares del siglo XIX, hace reflexionar sobre los hechos que rodearon la vida de esta insigne mujer, que sin ser escritora figura en la historia de la literatura mexicana. No sólo aparecía en los sueños de Manuel Acuña, también José Martí, le escribió varias cartas en las que le declaraba amor y fue pretendida por el poeta Manuel Flores con quien supuestamente mantuvo una relación por 11 años".
Por otro lado, en la siguiente página Web puede encontrarse material informativo adicional sobre Rosario de la Peña, como "musa oficial" de los ambientes literarios de la época:
que desmiente la imagen de "mujer fatal" que persiguió a Rosario de la Peña el resto de su vida:
La admiran los nocturnos luminares
Le sonríen los montes y los mares
Y es un rival del sol,
La huella de su pie, fosforescente,
Fuera guirnalda en la soberbia frente
No de un ángel, de un dios.
Así describía en 1874 el sabio Ignacio Ramírez a aquella mujer en torno de la cual se agrupaba entonces lo mejor de la intelectualidad mexicana decimonónica: poetas, prosistas, periodistas y oradores que la había elegido como la “musa oficial” del rico movimiento literario de esos años, el mismo que hoy reconocemos dentro de la historia literaria nacional como el periodo posromántico.
Pero ¿quién fue realmente Rosario de la Peña y Llerena, y qué virtudes y circunstancias personales le permitieron convertirse en el eje de una agrupación literaria masculina y-aún más-eminentemente patriarcal, de acuerdo con los cánones sociales y morales en uso?
Se sabe que nació en una casa de la calle Santa Isabel, número 10, de la ciudad de México, el 24 de abril de 1847, y que era hija de don Juan de Ia Peña, rico hacendado, y de doña Margarita Llerena, quienes la educaron junto a sus hermanos y hermanas en un ambiente de roce social y de actualización literaria, ya que estaban emparentados por diversas vías con personalidades de Ia literatura y Ia política de la época, tales como el escritor español Pedro Gómez de la Serna y el Mariscal Bazaine, deI Imperio de Maximiliano.
AsÍ también, cuando volvemos a las páginas escritas en México durante el último tercio deI pasado siglo, sorprende encontrar la frecuencia -hoy diríase desmesurada- con que aparece la figura de Rosario en la obra de los mejores poetas nacionales de entonces, siempre proclamada "no sólo como el símbolo de Io femenino, sino como la esencia químicamente pura de la belleza".
Sin duda, Rosario debe haber sido una mujer muy bella, mas si a esto unimos las dotes de talento, buen gusto, instrucción cuidadosa, trato delicado y bondad personal que le reconocieron admiradores y amigos, así como el dato acerca de la posición socioeconómica relevante de su família, todo ello, no obstante, resultaría aún insuficiente, en tanto no excepcional, para justificar Ia fama de esta joven cuyo nombre, sin haber sido jamás escritora, está unido indisolublemente a Ia historia de Ias letras patrias deI siglo XIX.
"....en el contexto posromántico (y aún en nuestros días), alcanzaba más fácil difusión una tragedia de traiciones y culpas femeninas, que la explicación de un suicidio por causa de una hiperestesia patológica; de manera que aquellas voces que, según el peruano Carlos Amézaga, se alzaron en defensa de la joven y, sobre todo, el testimonio de la misma en favor de su inocencia, quedaron ocultos bajo las voces anatemizadoras de los otros, ya fuesen éstos los ilustres miembros del Liceo Hidalgo -quienes la condenaron públicamente en la primera sesión celebrada al efecto tras el suicidio de Acuña- o algunos de sus pretendidos admiradores, quienes continuaron cimentando con sus obras poéticas la imagen sombría, incluso demoniaca, de Rosario hasta fines del siglo.
Cuando advertimos esto, podemos suponer en qué medida ese poema póstumo de Acuña y el crédito de sus congéneres, causaron daño moral y psíquico a la verdadera Rosario, una de las tantas mujeres reales silenciadas por la historia, imposibilitadas para construirse su propia imagen pública. No sorprende entonces saber que a pesar de su clara inteligencia, se convirtió en una mujer triste, desconfiada, ansiosa e insegura, como la describió Martí: "usted en todas sus dudas y todas sus vacilaciones y todas sus esperanzas ante mí". Ni extraña tampoco su soltería definitiva -a pesar de sus tantos pretendientes- tras un prolongado noviazgo de más de once anos con el poeta Manuel M. Flores, así mismo truncado por la enfermedad y muerte de él.
EI falso espejo de luz y sombra sobrepuesto a su figura real, dejó oculto hasta hoy otros datos que hubieran iluminado las múltiples razones que condujeron a Acuña hacia el suicidio, entre las cuales su pasión no correspondida -y probablemente desconocida- por Rosario, fue sólo una causa más. Mucho debió pesar en la fatal decisión del hipersensible joven su prolongada separación del hogar natal y la muerte del padre durante su ausencia -como se aprecia de manera repetida en su obra-, así como la infidelidad de la poetisa Laura Méndez, con quien sí había sostenido por esos años una relación amorosa efectiva, al punto de tener un hijo con ella dos meses antes de su suicidio.
...Próxima ya a cumplir los 50 años, Rosario de la Peña continuaba empeñada en demostrarle su inocencia a los pocos que Ia quisiesen oír, de ahí que, dando muestras de un juicio reflexivo y, a pesar de todo, sereno, expresara a Amézaga, en entrevista privada, más tarde dada a conocer por él: "Si fuese una de tantas vanidosas mujeres, me empeñaría por el contrario, con fingidas muestras de pena, en dar pábulo a esa novela de la que resulto heroína. Yo sé que para los corazones románticos no existe mayor atractivo que una pasión de trágicos efectos cual la que atribuyen muchos a Acuña; yo sé que renuncio, incondicionalmente, con mi franqueza, a la admiración de los tontos, pero no puedo ser cómplice de un engaño que lleva trazas de perpetuarse en México y otros puntos. Es verdad que Acuña me dedicó su Nocturno antes de matarse [...] pero es verdad también, que ese Nocturno ha sido un pretexto nada más de Acuña para justificar su muerte; uno de tantos caprichos que tienen al final de su vida algunos artistas [...] ¿Sería yo en su última noche una fantasía de poeta, una de esas idealidades que en algo participan de lo cierto, pero que más tienen del sueño arrebatado y de los vagos humores de aquel delirio? ¡Tal vez esa Rosario de Acuña, no tanga nada mío fuera del nombre! [...] Acuña con poseer una inteligencia de primer orden, con ser tan gran poeta, Ilevaba escondida en lo más íntimo de su ser aquelIa desesperación muda, aquel profundo disgusto de Ia vida que precipita ordinariamente al suicidio, cuando se ponen determinados sentimientos en conjunto.
Este testimonio es la única huella que hemos encontrado de su voz, de su ser real siempre entrevisto a través de la mirada de los otros. No obstante, la objetividad que trasciende aún de estas palabras -dichas hace más de 100 años- y la prolongación hasta nuestros días de esa imagen suya fraudulenta, nos dicen que la historia de Rosario de la Peña no está terminada, y que la tarea de iluminar su verdadero rostro tras el espejo sigue siendo mucho más que un mero ejercicio contra el olvido.
Soto escribe articulos interesantes sobre la Historia de Cuba, que nos dan la oportunidad de conocer informaciones desconocidas.
ResponderEliminarIsabel Hasty
Orlando, Florida