Por
Antonio A. Acosta
Te
digo hermano,
aunque
no lo seas de mi sangre,
pero
nos une una hermandad
que
compromete y estimula
y
tenemos la obligación de defenderla,
porque
eres hermano en Cuba esclava
y
compartimos angustias y quebrantos.
Hermano
de caminos y de huellas,
hermano
de mil sueños patria adentro,
en el
borde de un calendario equivocado.
Hermano
de nostalgia en otra orilla,
donde
el rumbo ha perdido su distancia
y la
brújula ya no marca derroteros.
La
lágrima trunca se quedó sin gemidos
y el
mar iracundo se ensañó con los nuestros.
Hoy
las calles del tiempo me resultan extrañas
y el
derecho al regreso se alejó de mi horario.
Las
olas insistentes no saben de respuestas,
no
saben de tragedias ni miserias humanas,
y
elevan sus crestas en son de madrigales.
La
palabra carece de euforia y entusiasmo
y no
es la misma de los años de aurora;
sólo
le queda nobleza en su afán quijotesco
y un
susurro de palmas y algarrobos
orquestando
el pentagrama de los vientos.
Pero
no todo está perdido en la isla del silencio,
pues
hay pinos nuevos en pos de nuestra lucha,
crecidos
de coraje y de vergüenza,
para
lograr una patria sin cadenas,
cubana
y martiana para siempre.
Muy interesante este escrito del amigo René León, que aclara de manera definitiva,
ResponderEliminarla contribución que las “Damas de la Habana” aportaron a la revolución americana, precisamente, cuando las arcas de Washington y Rochambeau, estaban casi exhaustas.
Este escrito de René, como todos los suyos siempre nos muestra la verdadera cara de la Cuba de ayer, siempre al lado de la Democracia.
Herminia D. Ibaceta