La Milagrosa, la historia casi desconocida de la cubana que se convirtió en leyenda
El cementerio de Colón, en La Habana, es un sitio de obligatoria visita para quienes desean conocer la capital de la mayor de las Antillas.
Con su arquitectura barroca, sus caminos escoltados por frondosos framboyanes y palmas, y sus 56 hectáreas, este camposanto lleno de historias románticas, mitos y leyendas, es el más grande de América.
La tumba más popular de este camposanto es sin duda la de Amelia Goyri de la Hoz, quien fuera una dama de alta alcurnia y a quien en la actualidad se le conoce como “La Milagrosa”.
A los once años de vida Amelia queda huérfana de madre, por lo que su tía, Doña Inés, pasó a ser su tutora. La joven era sobrina de los Marqueses de Balboa, quizás una de las familias más famosas de la aristocracia cubana.
Los devotos de La Milagrosa acuden constantemente a la tumba, confiados en sus poderes de sanación.
Luego de muchos años de sufrimiento, tuvo que esperar que su tíos fallecieran para poder casarse con el hombre a quien amaba: su primo José Vicente Adot y Rabell. Aunque desde los 13 años hicieron publico su amor, la posición económica y social de este era insuficiente para garantizar un futuro de bienestar, según las exigencias de la época, por lo que comenzaron las prohibiciones familiares y las tristes aventuras de los adolescentes que se amaban a escondidas.
Sus tíos se opusieron siempre a la relación amorosa de la sobrina con quien era su primo, Vicente Adot, debido a que el joven no tenía la misma clase que ellos. Al estallar la guerra del 95 en Cuba, Vicente parte a la manigua. Al finalizar la contienda el primo de Amelia vuelve a casa ostentando los grados de capitán. Las glorias bélicas de Adot conllevaron a que los Marqueses de Balboa no vieran ya con tan malos ojos el noviazgo, permitiéndole poco tiempo después a la pareja que se casase.
Casi un año vivió feliz la pareja antes de que ella quedara embarazada. Entonces la dicha creció y disfrutaron de su gran amor a plenitud. Sin embargo, su dicha sería interrumpida trágicamente. A los ocho meses el parto se adelantó. El alumbramiento fue asistido por el Doctor Eusebio Hernández, considerado en la actualidad el Padre de la Obstetricia en Cuba. Por desgracia, el renombre del médico no pudo cambiar el curso de la historia. El parto tristemente terminaría a causa de la preeclamcia, no sólo con el fallecimiento de la madre sino también con el de su primogénito.
El 3 de mayo de 1901, día de la Santísima Cruz, el joven esposo perdía en el mismo momento a su amada de 24 años, a su hija y, con ellas, su felicidad y cordura. Se dice que quedó perturbado mentalmente y en su ilusión, Amelia yacía dormida.
La fama de Amelia traspasa fronteras y a ella la visitan extranjeros de cualquier parte del mundo
Cada tarde el hombre iba al cementerio y comenzaba a golpear la aldaba de la lápida al a tiempo que gritaba: “¡Amelia, despierta! ¡Amelia, despierta!”. Al momento de marcharse, lo hacía con el sombrero en la mano y sin voltearse, pues era de mal gusto darle la espalda a una dama. Día tras día, durante 17 años, José estuvo haciendo este ritual hasta que falleció.
La mujer fue enterrada con el niño muerto colocado a sus pies. Al abrir el sepulcro 13 años después para inhumar a otro familiar, encontraron intacta a la joven Amelia con su hija en brazos, en un gesto de protección maternal, tal como refleja la escultura que hoy descansa sobre tu tumba. A partir de este instante, su fama creció al punto de ser conocida como La Milagrosa…
En los días próximos al de Las Madres la afluencia de público es mucho mayor
En la actualidad, ni un solo día pasa sin que alguien visite a La Milagrosa y le haga sus pedidos, con el mismo ritual del esposo. Cientos de tarjas han sido colocadas en su honor, como fe de la ayuda que ha prestado a los necesitados. Su bebé en brazos frecuentemente se ve vestido con ropas que llevan los agradecidos y en su sepultura las flores son siempre nuevas y frescas, porque invariablemente las llevan los visitantes de toda Cuba y un poco más allá.
La Milagrosa recibe incluso más flores que las demás figuras sacras, y son decenas de personas las que acuden diariamente a ella para pedir por sus asuntos de amores o por sus hijos. Desde hace mucho tiempo, el rito consistía en hacer sonar las aldabas como mismo hiciera durante 17 años su devastado esposo. Al retirarse del sitio, los visitantes lo hacen caminando hacia atrás, para no llegar a dar la espalda a la estatua de Amelia, “La Milagrosa”.
Tomado de: cubacute.com
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