Carlos Benítez Villodres
Málaga
(España)
Tiempos difíciles siempre los hubo. La discrepancia en cuanto a posicionamientos ideológicos o partidistas late hoy, como lo hizo ayer, en la sangre del ser humano, de la sociedad. Ante esta realidad, el hombre actual es consciente de que, con la evolución de la vida, estos desacuerdos o disentimientos son más férreos, más sistemáticos, más generalizados, debido al incremento y desarrollo de la capacidad de invención. Por ello, a veces pensamos que cada día todo empeora, pero no es así, aunque la disconformidad entre los hombres se acreciente con el paso del tiempo y, por ende, la distancia que los separa.
En medio de esta selva de aciertos y desatinos, la grandeza está en la
concepción que determinadas personas tienen de la vida en continuo progreso,
gracias a la perseverante y solidaria alianza que logran unas y otras por medio
de su fe humana y colectiva. Quien asegure, pues, que ese avance natural es más
negativo que positivo para el ciudadano y para la sociedad está cometiendo un
error sin límites. El hombre comprometido en esa marcha hacia delante sabe perfectamente
que “ridiculizar las esperanzas de progreso, expone sir Peter Brian Medawar, es
la fatuidad suprema, la última palabra de la pobreza de espíritu y mezquindad
mental”.
Cuando el hombre reflexiona sobre temas que
afectan a la humanidad o a una parte significativa de ella, tales como la
situación política mundial, los atentados contra los derechos humanos, el
cambio climático por el calentamiento de la tierra, la pobreza en el mundo...,
se horroriza, pero qué pocos son capaces de cuestionarse cómo actuar para
mejorar estas realidades, tan crueles como devastadoras. Es más fácil pensar
que nada mejora, que no hay nada positivo que esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario