Ciudad vieja de La Habana y su sistema de fortificaciones Patrimonio de la Humanidad de la Unesco Torreón de la Chorrera en 2011. |
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por Zilia L. Laje
El Torreón de Santa Dorotea de la Luna de la Chorrera formaba parte, junto con el torreón de Cojímar, del sistema militar defensivo español de La Habana. Parte de esa defensa era proteger la desembocadura del río Almendares y evitar que barcos enemigos de España se abastecieran de agua dulce en esa localidad. Se encuentra en el punto del litoral en el que la principal corriente de agua dulce de la ciudad, que tuvo por un tiempo por nombre “La Chorrera”, luego de un tránsito de alrededor de 45 Kilómetros, se une con el mar.
Por el desarrollo que progresivamente iba alcanzando la Villa de San Cristóbal como puerto intermedio de envío de mercancías de América hacia Europa, se hizo absolutamente necesario mejorar las condiciones defensivas de la ciudad. Culminadas las construcciones de las fortalezas de La Punta y El Morro, a ambos lados de la entrada de la bahía, se decidió la edificación de dos fuertes o torreones, uno hacia el oeste a la entrada del río, conocido por aquel entonces como La Chorrera, y otro hacia el este en Cojimar, para proteger esos lugares estratégicos de posibles desembarcos enemigos a la Corona Española.
Se propuso su construcción por el gobernador Pedro Valdés a principios del Siglo XVII, y reiterada su necesidad por otros gobernadores. Después de una visita en el año 1633 por una comisión a la que la Junta de Guerra del Consejo de Indias le encomendó dictaminar, fue ordenada su construcción urgente por la Real Cédula del 30 de enero de 1635, debiendo el gobierno mexicano situar el financiamiento y su diseño correría a cargo del ingeniero Juan Bautista Antonelli.
Por orden del gobernador Antonio de Oquendo, el capitán Juan Alférez escogió el lugar donde se debía situar el castillo y confeccionó su plano. El cálculo del costo de los materiales y la mano de obra que realizó resulta impresionante. Dejó este último aspecto a criterio del gobernador debido a su maña para estos menesteres, teniendo en cuenta la cantidad de operarios esclavos acostumbrados a tales trabajos.
No obstante la premura, pasaron algunos años y nada se hizo hasta el mandato de Álvaro de Luna (de 1639 a 1646), quien, temiendo un ataque de holandeses y portugueses, y cansado de pedir el aporte a México, que no se hizo efectivo, se apresuró a iniciarr las obras con la contribución económica de los vecinos.
Para dirigir las obras, De Luna mandó venir de Santiago de Cuba a Juan Bautista Antonelli “el Mozo” (Madrid 1585 - Cartagena de Indias 1649), hijo de Bautista Antonelli (Gatteo 1547 - Madrid 1616), el constructor de los castillos del Morro y de la Punta, quien comprendió la urgencia de la construcción del torreón. Originalmente era redondo, como las torres que había en las costas de España para rechazar los ataques de los moros y estaba artillado.
El torreón se terminó de construir en mayo de 1646. Resolvió que fuera cuadrado, con ochenta pies de lado y cuarenta de altura, y que cada uno tendría cinco cañones a una altura de veinte pies y otros seis en la cubierta. También le construyó escaleras fijas separadas de las torres, unidas a ellas por puentes levadizos, así como aljibes, almacenes y barracas para alojar hasta cincuenta hombres. El fuerte finalmente costó 20,000 ducados en total, y fue costeado por los vecinos. Por Real Cédula del 17 de septiembre de 1647 el Rey se da por enterado de la terminación de La Chorrera.
Cumplió su misión protectora hasta que en la toma de La Habana por los ingleses fue abatido por la escuadra de Lord Albemarle. A principios de 1762 Carlos III le había declarado la guerra a Inglaterra, y el 6 de junio ya estaba frente al puerto de La Habana una escuadra inglesa formada por numerosos navíos de guerra, cerca de 150 embarcaciones de transporte y varios miles de hombres.
El ataque mayor fue por el este, cerca de Cojímar, pero por La Chorrera también desembarcaron 2,000 soldados. Esta fortificación pudo probar su valor, cuando la dotación al mando del cubano Luis de Aguiar, ascendido a coronel de milicias, sostuvo el asedio de dos navíos ingleses comandados por el mismo Lord Albemarle, hasta que se le agotaron las municiones. El torreón sufrió daños mayores. Fue tan intenso el combate que la artillería de los barcos ingleses dejaron este pequeño fuerte casi destruido a cañonazos en su mayor parte y Aguilar tuvo que retirarse luego.
Cruzaron esas tropas inglesas el monte vedado, se situaron en las cercanías de la ciudad, sobre la loma llamada de Aróstegui, donde luego se construyó el castillo del Príncipe y, con la toma de Guanabacoa y la voladura del baluarte del Morro, La Habana tuvo que rendirse.
De menos de un año fue la ocupación inglesa, que terminó al firmarse en Fontainebleu y en París la paz entre las dos naciones, con el acuerdo de que Inglaterra le devolvía la ciudad a los españoles a cambio de la península de la Florida.
Otra vez así el monte vedado volvió a serlo, y en el islote donde estuvo el torreón de La Chorrera después que La Habana regresó al poder de España, fue necesario reconstruir posteriormente un pequeño castillo en forma de rectángulo con un segundo nivel, el torreón que vemos hoy en día, en cuya azotea se colocaron varios cañones.
En 1931 el torreón, así como los terrenos costeros a su alrededor, se le entregaron a la Marina de Guerra de Cuba para su uso.
A pesar de los años y los estragos propios del aire y el mar, el Torreón de La Chorrera se conserva como una atractiva reliquia con el añadido de su valor histórico y de la zona donde se encuentra.
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