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jueves, 1 de junio de 2017

Antiguo edificio The Royal Bank of Canada

 Tomada de: Opus Habana

The Royal Bank of Canada, principios del siglo XX
The Royal Bank of Canada, es la mayor institución financiera de Canadá, fundada en 1864 en Halifax, Nova Scotia, bajo la denominación Merchants Bank of Halifax. En 1901 cambió su nombre a The Royal Bank of Canada y se daba a conocer como “uno de los diez bancos más grandes del mundo”.
Esta entidad bancaria se asentó en el Caribe desde época muy temprana, principalmente en la región anglosajona, ganando un gran prestigio. Su primera sucursal fue fundada en 1882 en Bermuda, siguiéndole en 1899 las de New York y La Habana. En 1903 The Royal Bank of Canada compró el Banco de Oriente de Santiago de Cuba, y en 1904 el Banco del Comercio de La Habana. A mediados de la década de 1920 ya poseía en Cuba más de 65 filiales, convirtiéndose en la institución bancaria más grande de la Isla. En 1923 adquirió, y ayudó a consolidar, las operaciones bancarias del banco Pedro Gómez Mena e Hijo.
En 1898, Mr. E. L. Pease, entonces administrador general del banco, visitó La Habana con ánimos de inaugurar en ella una sucursal. Viendo el terreno propicio para ello –desde el punto de vista económico y de los valores de la ciudad misma–, la dirección del banco decidió abrir una oficina en la capital cubana en enero de 1899. Fue la primera filial extranjera que tras el fin del dominio colonial se radicó en Cuba sirviendo de escuela a una gran parte de ejecutivos bancarios cubanos. Asimismo, se escogió como depositaria de los fondos del Gobierno para el licenciamiento del Ejército Libertador, al cese de la guerra hispanocubana.
A finales de la década de 1930 llegó a poseer 9 centrales que eran operados por la Sugar Plantation Operation Company. Los primeros destinatarios de sus préstamos eran firmas de financiamientos de autos con el 14 % del total y la industria azucarera con el 11 %. Fue un banco comercial accionista del Banco Nacional que comenzó a operar en 1950 como institución centralizadora de toda la actividad bancaria en la Isla.
Sus principales clientes eran empresas extranjeras como la Compañía Nacional de Alimentos; Créditos y Descuentos Mercantiles; Esso Standard Oil; General Motor Acceptance Corporation; Compañía Petrolera Shell de Cuba; Cuban Telephone Company y la General Electric Cubana, S.A. Las utilidades siempre fueron superiores a 1 000 000 de pesos en la década de 1950.
Su primera ubicación en la capital cubana fue en un modesto local de la calle Obrapía No. 25, donde abrió como Merchant Bank, luego se mudó al número 33 de la misma calle, y allí se mantuvo hasta que construyó el gran building de Aguiar y Obrapía, pasando a la Bolsa de La Habana el primer edificio que había levantado expresamente para sus oficinas en 1904.

Oficinas, década de 1950
Según la Memoria Descriptiva para el nuevo edificio, la Dirección del banco solicitó licencia en 1917 para levantar una nueva fábrica de seis pisos, destinando la planta baja a las operaciones bancarias y los otros locales para arrendamiento. Participaron como director facultativo el arquitecto Luis García Nattes y como contratistas Purdy & Henderson, conocida y acreditada compañía, cuyas oficinas radicaban en New York y Chicago, con sucursales en las ciudades de Seattle, Montreal, San Juan de Puerto Rico, Puerto España, Santo Domingo y La Habana. Fue Purdy & Henderson quien igualmente ejecutó la construcción del anterior edificio y tendría a su cargo numerosas e importantes obras como el Banco Nacional de Cuba (Obispo y Cuba), la Droguería Johnson, el Centro Gallego, el Centro Asturiano, el Capitolio Nacional, entre otras, incluyendo un conjunto de residencias privadas en el barrio capitalino del Vedado. Esta firma se había establecido en Cuba desde 1901 y tuvo convenientes intereses en otros sectores de la economía cubana, pues L. F. Browson, su antiguo ejecutivo, había formado parte de la Junta del fracasado Banco Nacional de Cuba desde la década de 1910 hasta el crac de 1921. Era cliente del Banco Núñez y del Royal Bank of Canada.
Según el proyecto original, en la planta baja la fachada sería de cantería de Jaimanitas y el resto de piedra artificial de cemento incluyendo todas las decoraciones y cornisas, piedra a la que se le añadió un tinte amarillo para acentuar aún más su severidad y magnificencia. Las cimentaciones, columnas, arquitrabe y techo serían de cemento armado, como también la bóveda para valores, las cubiertas de azotea, y los muros y tabiques de ladrillo.
Un patio central se abría desde el segundo piso y la porción correspondiente a la planta baja quedaba cerrada por un lucernario de vidrios alambrados y emplomados.
Todas las decoraciones interiores se hicieron de yeso así como el uso del mármol y el mosaico prevaleció en los pavimentos, mientras el ladrillo catalán se utilizó en la soladura de cubierta. La armadura metálica y el cristal se emplearon en la carpintería en tanto las puertas de calles e interiores se fabricaron en cedro. El hierro forjado ornamentaría los huecos de ventanas y barandas de escaleras.
El acceso a los diferentes pisos se hacía por medio de dos ascensores eléctricos y una escalera, contando además con otra para incendios.
En 1918, durante el proceso constructivo, se le añade un séptimo piso destinado a restaurante y club, construido especialmente para ello. Este Lunch Club fue organizado por representantes, banqueros, comerciantes y profesionales en general de La Habana y funcionó hasta 1928 en que deciden ocupar los espacios del mismo para oficinas. En 1921 se le hicieron reformas en el segundo piso relacionadas al cierre de vanos y la construcción de una nueva bóveda, esta vez para libros.
Su fachada presidida por los órdenes clásicos se retira de la acera de manera que su entrada se hace más accesible y distinguida. Voluminosas columnas dan paso a la escalinata que conducía directamente a la entrada del banco, jerarquizando ésta con respecto al resto de las fachadas. El edificio es un gran bloque dividido en tres cuerpos, el primero formado por la planta baja; el segundo, por el resto de los pisos, y en el último, una gran cornisa a modo de remate. El arquitecto Pedro Martínez Inclán hacía la siguiente observación refiriéndose a este tipo de edificios: “… en general casi todos los edificios modernos, para comercios y oficinas demuestran una marcada influencia de la arquitectura neoyorquina con su gran número de pisos, la sobriedad de adornos, las larguísimas líneas verticales de su fachada, sus grandes cornisas y la distribución monótona de sus huecos que por necesidades del clima se hacen en Cuba más anchos”.
Como buen ejemplo de los edificios modernos de esa época, The Royal Bank of Canada, expresa invariantes a nivel de fachada como el uso de columnas colosales que en muchas ocasiones iban del basamento a la cornisa, la ornamentación concentrada en el primer piso mientras el resto es tratado como un elemento unitario caracterizado por la limpieza decorativa, con amplios ventanales sin balcones y para cerrar la composición, un gran ático remata el edificio a manera de cornisa. Estas construcciones se concebían como una gran columna con un tratamiento diferenciado en cada una de sus partes esenciales como el basamento, el fuste y el cornisamento.  Esta monumentalidad, dada por el crecimiento en altura, le valió para mostrar, además de su prestancia arquitectónica, su hegemonía en el sector de las finanzas.

Vestíbulo, dácada de 1950
Una descripción del edificio, recogida en la obra La Habana y sus grandes edificios modernos, publicada en 1919, ilustra muy bien lo antes expuesto en los documentos de construcción, referidos tanto a los elementos de fachada como al interior: “La planta baja, ocupada por las oficinas del banco, tiene su entrada por la calle Aguiar, donde se abre un amplio pórtico, fabricado de piedra y mármol blanco, con cuatro columnas toscanas que sostienen el arquitrabe, y a cada lado una puerta más con bellos ornamentos en sus remates. Una de estas puertas da acceso a los elevadores eléctricos para los pisos altos.
El gran salón donde se hallan las oficinas de contabilidad y caja, lo mismo que el mostrador con numerosas ventanillas para atender al público, están construidos siguiendo el estilo general, habiéndose empleado profusamente el bronce y el mármol de Tavernell. En el centro del salón se colocaron varias mesas también de mármol con cubierta de cristal, para uso del público y a su alrededor algunos bancos de caoba obscura barnizada. Esta parte del local está cubierta a la altura del segundo piso por una gran clarabolla de cristal cuajado en colores que matiza suavemente la luz.
Todo el interior del edificio está provisto de esos modernos detalles de utilidad; comodidad e higiene, como elevadores conductores mecánicos, teléfonos intercomunicables, armarios guardarropías, filtros para aguas, extinguidores de incendios, etc. Siendo necesario, a causa de nuestro clima, atender cuidadosamente a la libre circulación del aire, se construyó este edificio separado de los colindantes por un pasillo de dos metros; de modo que el aire y la luz penetran con abundancia, no solamente por el patio central abierto en los pisos superiores, sino también por el aludido callejón”.
Referidos en el mismo texto, la siguiente relación muestra algunas de las empresas instaladas en los departamentos del Royal Bank of Canada en esa época: Compañía de Seguros “El sol del Canadá” (seguros sobre la vida), despacho 512; “Sugar Sales Corporation” (compra y venta de azúcares y de sacos para sus envases), despacho 212; Señores Vilela y Mayorbe (corredores, fincas rústicas y urbanas), despacho 205; Sucursal de los Sres. Topping Brothers de Nueva York (exportadores de ferretería gruesa, efectos navales y herramientas) despacho 217; Sr. Rogelio C. Novo, representante de las “Canteras de Toledo” (contratista de carretera) departamentos 318 y 319; Cía. Forestal Agrícola y Ganadera, V. Hermosa, S. en C. (venta de maderas del país, traviesa, carbón vegetal y otros productos agrícolas y ganaderos) departamentos 209 y 210; Sres. J. A. Cabasa y Cía., representantes exclusivos de varias fábricas; Bufete del abogado Dr. Eduardo Delgado y el notario Dr. Adolfo Delgado, departamento 207 y 208; “Havana Importacion Co.” (importadores y exportadores) departamento 216; Barbería del Sr. Matías Bernardo, (salón elegante con variados servicios) departamentos 201 y 202.

Anuncio del Royal Bank of Canada. Años 1950
The Royal Bank of Canada se levantó con el esplendor del boom constructivo de los primeros diez años del siglo XX y el éxito económico de sus promotores, quienes aún en período de crisis sobrevivieron a ello imponiéndose con más fuerza en el mundo de las finanzas, el poder y la usura.
Luego del triunfo revolucionario, entre los años 1960 y 1961, se dictaron las resoluciones sobre la intervención de los bancos, la cual fue llevada a cabo por Ernesto Guevara y Rául Cepero Bonilla. Por la Instrucción Administrativa No. 44 del 5 de abril de 1961, se dispuso consolidar todas las oficinas bancarias con excepción de algunas agencias con las cuales se tomara otra resolución. Al nacionalizarlas, se le designó a cada banco un administrador delegado, en tanto se traspasaban a otras instituciones o empresas como es el caso The Royal Bank of Canada que fue adquirido por el Banco Nacional de Cuba. A la par de este proceso los directivos extranjeros renunciaban con los nuevos cambios.
En el momento de la intervención revolucionaria el edificio estaba ocupado por arrendatarios y por el propio banco, manteniendo éste la planta baja para sus funciones, 19 apartamentos para rentar, más 2 en la azotea. La oficina se describía como un área amplia para ambos propósitos, público y empleomanía. Su aspecto era elegante con buenas comodidades para los clientes, con aire acondicionado, 11 taquillas para la atención al público, mesas, asientos, entre otros. Los datos de la Inspección Bancaria contienen un listado del mobiliario y demás enseres que poseía el banco en 1961.

Hasta la actualidad mantuvo sus funciones de edificio civil público y a pesar de las reformas sufridas se conserva en su integridad como un valioso ejemplo del patrimonio cubano del siglo XX.

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