Foto De: Gaceta de Puerto Príncipe |
La guerra de los Diez Años (1868-1878) había dejado al pueblo cubano agotado, en especial en las provincias de Oriente, Camagüey y Las Villas. Pero la semilla de la libertad había quedado sembrada en toda la isla. El grito de "Viva Cuba Libre" volvería a oírse en 1895 en Cuba. Nuestro Maestro José Martí, caería en "Dos Ríos", pero Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García y otros llevarían la guerra de Oriente a Occidente. Los voluntarios españoles y las autoridades, daban rienda suelta a su cólera; persecuciones y vejaciones sobre el pueblo inerme de las ciudades y pequeños y poblados, pensando que así dejarían de ayudar al movimiento revolucionario. Pero era el miedo que le penetraba en los huesos, las entrañas y lo débil que se sentían ante el empuje de la guerra, lo que lo hacía cometer los atropellos.
En Isla de Pinos, en la villa de Nueva Gerona, se sentía cada día la tensión entre los cubanos y españoles. Las autoridades estaban al tanto de cualquier movimiento de protesta. Las damas usaban el cabello destrenzado o suelto, adornado con cintas azules y blancas, que eran los colores revolucionarios; muchas de ellas serían castigadas, siendo cortadas sus trenzas e internadas en sus casas sin poder salir sin el permiso del Alcalde o Capitán. Los hombres se lo jugaban todo cuando ostentaban los colores en sus corbatas, o en pañuelos que se amarraban al cuello, o en la cinta de sus sombreros de yarey. Muchos fueron enviados presos a La Habana. Nuestra heroína Evangelina Betancourt Cisneros, era una de aquellas jóvenes cubanas, que su cabello largo negro sedoso, lo adornaba con las cintas azules y blancas. Ojos negros, grandes, brillosos, labios sensuales, cejas espesas, que hacía resaltar más su belleza. Su familia vivía en las afueras de Nueva Gerona, donde su padre cultivaba la tierra, y en sus momentos libres ayudaba a los insurgentes que se •encontraban alzados en la pequeña isla. El Alcalde sabedor de todo esto lo vigilaba, pero su verdadero interés era poseer a Evangelina que se negaba a sus intenciones siniestras. Llegando a amenazarla de que si no cedía a sus deseos, tomaría represalia contra su padre y familia. Un día fue a ver al padre de ella y le pidió la mano de su hija. Negándose este. Al día siguiente un pelotón de voluntarios lo acusó de conspirar contra España.
Volviendo a sus requerimientos deshonestos con Evangelina, prometiendo la libertad del padre.
Un grupo de revolucionarios bajo el mando del Dr. Fernando Plazaola, deciden secuestrar al Alcalde, accediendo Evangelina a cooperar con ellos. Le hace llegar una nota donde le daba cita para la noche, con la condición de liberar a su padre. Pero sospechando una emboscada el Alcalde fue acompañado por soldados de la guarnición y sorprenden a los complotados, pudiendo escapar Evangelina, siendo capturada dos días después. Encarcelada, maltratada y luego llevada a la prisión de las mujeres de La Habana, conocida por "Las Recogidas". En el juicio celebrado en los tribunales, su principal acusador fue el Alcalde, quien vertería todo el odio y frustraciones. No serviría la defensa del abogado joven, quien explicaría los motivos de su encarcelamiento y persecución. Siendo condenada a veinte años de prisión.
El juicio fue seguido por las familias cubanas, y los extranjeros que vivían en la ciudad. Clara Bell Brown, directora de "La Liga Nacional de Mujeres Cubanas" defensora de los derechos del sufrido pueblo cubano, haría pública una carta de protesta contra las autoridades españolas, acusándolas de haber cometido una injusticia contra Evangelina. Enviando la protesta al Congreso de los Estados Unidos. La prensa se haría eco de ella. Pero nada de esto serviría para que las autoridades cambiaran de parecer.
Una semana después de la nota de protesta, el periodista Carl Decker, viaja a La Habana, con la intención de rescatar a la joven. Al llegar se pone en contacto con el joven Carlos Carbonell, de una familia prominente en la ciudad. Ambos empiezan a preparar un plan para lograr la fuga. Con ayuda de simpatizantes, consiguen ayuda dentro de la prisión por dinero. Por varios días pasan en carruaje por los alrededores de la prisión, buscando la mejor manera de entrar y salir. Cuando todo se encuentra organizado deciden dar comienzo al plan de fuga. La noche indicada Carlos Carbonell disfrazado de calesero, se dirige a los alrededores de la prisión. Las calles estaban silenciosas, desiertas. La guardia de recorrido había pasado. Decker camina hasta la casa contigua de la prisión, donde entra. A un aviso acordado se descolgó dentro de la prisión, esperado por alguien es llevado hasta el pabellón donde se encontraba Evangelina, que ya había sido avisada con anticipación. Salen al patio desierto donde escalarían la muralla.
Decker amarra una soga a la cintura de la joven ayudándola a subirse a la muralla, para luego descolgarse nuevamente a la calle, donde ya los esperaba el carruaje con el joven Carbonell, siendo llevada a casa de la familia del joven en el poblado del Cerro.
Una semana después disfrazados Decker y Evangelina de oficiales de un buque americano surto en puerto y Carbonell, como pasajero, salen con rumbo al puerto de Nueva York, donde llegan cuatro días después. Siendo recibidos por Clara Bell Brown y M.D. Lincoln de "La Liga de las Mujeres Cubanas" que le ofrecerían su protección. Presentada ante la prensa y autoridades de la ciudad y miembros del Congreso nuevamente la digna dama Clara Bell, denunciaría las vejaciones que había sufrido la joven y la que padecía el pueblo cubano. Las autoridades españolas en Washington pidieron el retorno de la joven, no aceptando el pedido las autoridades americanas.
Terminada la guerra, la joven Evangelina regresaría a Cuba como una Héroe, y a los pocos meses contraería matrimonio con el joven Carbonell. Así daba término feliz una historia de las tantas que ensombrecieron la guerra por la libertad de Cuba. En su estancia en Nueva York, viajo a varias ciudades de Estados Unidos, explicando los sufrimientos del pueblo cubano.
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