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viernes, 15 de enero de 2016

LA CONSPIRACIÓN DE LA ESCALERA:

Todas las Fotos Tomado de: Istopia Historia
EL PRECIO DE UNA TRAICIÓN

María del Carmen Barcia Zequeira, Manuel Barcia Paz
| La Habana
Tomado de: La Jiribilla


En los años cuarenta del siglo XIX la represión hacia los negros esclavos y también libres alcanzó su punto culminante. Por esos años, los forzados constituían en el occidente de la Isla el 43 % de la población en tanto que las plantaciones, cada vez más extensas, disponían de enormes dotaciones que tenían entre doscientos y cuatrocientos esclavos cada una.(1)
Tampoco puede obviarse la notable presencia de los negros libres, sobre todo en las ciudades. Éstos constituían un sector que aspiraba a ascender socialmente, presidido por una élite económica con cierto grado de ilustración, considerada marcadamente peligrosa y subversiva por el poder colonial. Desde 1810 negros y mestizos habían mostrado su vocación sediciosa conspirando contra el poder colonial.


Aunque la resistencia de los siervos había tenido una presencia constante y diversa en la isla de Cuba, sus manifestaciones más significativas habían sido las frecuentes sublevaciones ocurridas en las plantaciones azucareras y cafetaleras desde los años veinte del siglo XIX. A partir de 1843 estas rebeliones comenzaron a caracterizarse por su vastedad y organización. En ese año se alzaron las dotaciones de los ingenios Alcancía, La Luisa, La Trinidad, Las Nieves, La Aurora, el cafetal Moscú y el potrero Ranchuelo; también se amotinaron los forzados que construían el ferrocarril que iba de Cárdenas a Bemba, y por último se sublevaron los esclavos de los ingenios Triunvirato y Ácana. La oleada del movimiento sedicioso se extendió por toda la llanura de Colón cuando los esclavos invadieron los ingenios La Concepción, San Miguel, San Lorenzo y San Rafael.
En el mes de enero de 1844 se "descubrió", gracias a la delación de una esclava, que la revuelta respondía a un complot de gran alcance que ha pasado a la historia como Conspiración de la Escalera, porque este objeto se utilizaba para sujetar a los negros que eran torturados. El procedimiento era usual en la amplia gama de castigos que se aplicaban a los siervos; éstos eran atados por las muñecas y los tobillos a una escalera de mano, de forma tal que no pudiesen eludir los azotes que, con un látigo de cuero, les inflingía el mayoral.(2)
Como puede apreciarse, esa forma de castigo, que podía revestir la forma pública o privada, no sólo se utilizaba como escarmiento o corrección ante una falta cometida, sino también como procedimiento para obtener la confesión de un "delito". De esta manera la declaración pasaba a ser una prueba decisiva, capaz de confirmar el crimen, justificar la sanción y restablecer el precario equilibrio en el micromundo de la plantación.
Todo suplicio está sometido a reglas: se calcula el terror previo, los comentarios en torno al mismo, el número de latigazos que puede darse para que el esclavo no muera, el alcance de la fatiga. A menudo la muerte puede significar para la víctima el cese de la tortura; resulta preferible hablar para descansar, para que todo termine; asentir para confirmar y también delatar para que otros compartan el castigo, quizá así el dolor se difumine. Pero la memoria de los hombres conservará el recuerdo.
Desde la época en que se produjo la cadena de sublevaciones de los años 1843 y 1844, se establecieron dos posiciones fundamentales con respecto a su posible carácter espontáneo o provocado, y a la existencia real o construida de un proyecto conspirador: una respondía a aquellos que consideraban que Inglaterra, a través de sus cónsules en la Isla, había desempeñado un papel promotor; y la otra a los que argüían que todo era una falacia fomentada por las autoridades coloniales para eliminar la disidencia y establecer un control aún más férreo. La historiografía en torno al tema ha heredado esta dicotomía, sin que hasta el momento se hayan brindado los elementos factuales necesarios para llegar a un consenso sobre el problema.
Plácido
Una mayor convergencia entre los estudiosos de la esclavitud existe con respecto a que la represión del movimiento no sólo se dirigió contra los esclavos, sino, incluso con mayor fuerza, contra los libres "de color". En este sentido las cifras son elocuentes, pues de acuerdo con las sentencias 71,09 % de los participantes pertenecían a este sector, en tanto que 25,45 % eran esclavos, y sólo el 10,5 % procedía de las plantaciones. Aquí se refleja el poder ideológico del castigo, el control a partir de su posible aplicación; el "miedo al negro" justificaba la utilización de procederes sobrecogedores y paralizaba la movilidad de una sociedad que pretendía romper viejas ataduras.
La simple confrontación de estas cifras permite percibir que los criterios sobre la existencia de las plantaciones como enclaves cerrados, con esclavos imposibilitados de tener conexiones con el exterior, constituye una construcción histórica que no resiste el análisis científico del problema. El microcosmos social de la plantación -avizorado en múltiples documentos- muestra diversos tipos de relaciones entre amos y esclavos, entre trabajadores forzados y empleados libres, entre siervos y vendedores ambulantes o taberneros, y también entre los miembros de las dotaciones de diferentes ingenios o cafetales. Si estas formas de sociabilidad no hubiesen existido, la rápida dispersión del movimiento sedicioso hubiese sido imposible.(3)
Pero de una u otra forma, estuviesen presentes los intereses de Inglaterra o la necesidad de un control "justificado" por parte del poder colonial, el terror en su más amplia acepción se apoderó de la sociedad cubana. Pánico en los esclavos al castigo físico para que confesaran delitos pensados o realizados, pavor de los negros y mulatos libres a ser condenados a muerte o expatriados, temor en los criollos blancos acusados por sus expresiones liberales ante la esclavitud. Fue entonces cuando el terror brotó, invadió, penetró y caló las esencias más profundas de la sociedad cubana. Poco importa, a estos efectos, si se trataba de conjuras aisladas o de un plan concertado fuera y dentro de la Isla.
Desde luego, el miedo no era nuevo, y aunque hubo amos que se caracterizaron por ejercer el paternalismo sobre sus siervos, muchos más instituyeron la crueldad como un mecanismo de coacción generalizado. Uno de ellos fue Esteban Santa Cruz de Oviedo, quien "según pública voz y fama era un hombre ignorante, de limitadas facultades intelectuales, retraído del roce de la gente sensata, viviendo en su finca en completo aislamiento, entregado a los falaces goces de su harén de esclavas y reputado de cruel en el tratamiento que daba a sus negros".(4) Por estar en amores con una de sus siervas, hizo matar a golpes a un esclavo; a la negra Rufina, que trató de escapar para ver a su marido, del cual la había se parado hacía nueve años, le dio "bocabajo" durante siete días y después la mantuvo en el cepo, con grillos, durante cinco meses; a otros siervos los torturaba con hierros candentes.(5) Tal vez por esa razón la esclava Polonia, de "nación" gangá,(6) se decidiera a traicionar a los suyos. Según su testimonio, las dotaciones de los ingenios Trinidad, La Rosa, Santo Domingo, Jesús María, La Majagua y La Trinidad estaban complotadas para levantarse el primer día de la Pascua de Navidad del año 1844; en ese momento incendiarían los campos y las fábricas de azúcar y darían muerte a los amos.(7)
¿En qué fecha llegó Polonia a Cuba? ¿Quién la capturó? ¿Qué vicisitudes sufrió en la travesía? ¿Cuántos la violaron? Son preguntas sin respuesta; sólo cabe decir que era una esclava de dotación, que trabajaba en el campo y que ni siquiera logró llevar, como otros africanos, el apellido de uno de sus amos; era sólo una gangá más, calificada así por su supuesta "etnia" de origen.
Debió venir niña, pues hablaba el idioma de los amos, que a los africanos les llevaba años aprender, y era aún joven, porque formaba parte del harén de Esteban Santa Cruz. La delación se basó en que los esclavos pretendían dar muerte a los dueños, entre ellos al suyo; pero ¿fue amor o miedo a las consecuencias? Todas las sublevaciones anteriores habían fracasado y muchos esclavos habían muerto en el intento. ¿Pensaba Polonia en ello o simplemente calculó el beneficio que podía recibir? La traición podía llevarla a una libertad más fácil y segura; finalmente ése fue el camino que escogió, individual y artero. La esclava se transformó en libre, mientras sus congéneres pagaron su decisión con la muerte o la cárcel. Se le otorga el derecho a que "trate, contrate, venda, compre, otorgue, escriba testamentos, poderes y cuantos más documentos pueda y deba". También recibió quinientos pesos como premio, cifra notable para la época; con éstos debía iniciar, no sin cargos de conciencia, su nueva vida.
Desconocemos si Polonia tenía hijos; probablemente decidió marcharse del ingenio Trinidad y de Sabanilla del Encomendador para rehacer su vida, pero el recuerdo de la violencia que había contribuido a desatar y los lamentos de los esclavos torturados debieron perseguirla a todas partes.
En las largas jornadas de trabajo en el Archivo Nacional de Cuba a que el oficio de historiador nos obliga, Manuel Barcia Paz encontró la Carta de Libertad, otorgada a Polonia Gangá, que confirma su traición. Fue un hallazgo casual, pero no por ello menos valioso. No estaba entre los papeles de la Conspiración y ni siquiera aparecía registrada como tal. El documento fue localizado en el fondo Gobierno Superior Civil y forma parte de los testimonios de las sentencias sobre la conspiración de varias dotaciones de esclavos en la jurisdicción de Matanzas. Ese día Manuel y yo compartimos la alegría de un pequeño "descubrimiento" que ahora ponemos a la disposición de los estudiosos del tema.
En este documento el Capitán General de la Isla, Leopoldo O'Donnell, declara a Polonia acreedora de la libertad que se ha ganado con la delación; además le otorga, de acuerdo con lo señalado en el párrafo primero del artículo 38 del Reglamento de Esclavos, un premio de quinientos pesos. El gobernador de Matanzas sería el encargado de realizar las gestiones pertinentes.
El 21 junio de 1844 éste último informará al Capitán General que Esteban Santa Cruz de Oviedo había expresado su disposición de otorgar la carta de libertad a la negra Polonia por los servicios que ésta había prestado en la causa de la Conspiración, siempre y cuando el Gobierno le pagase los cuatrocientos pesos en que estaba coartada.
También expresa el Gobernador de Matanzas que no tenía dinero suficiente para entregar los quinientos pesos que, en clase de premio, debía dar el Gobierno a la ex esclava, porque en los fondos de Policía de la provincia sólo había trescientos cuarenta y dos. Ante esta situación, el Capitán General autorizó que se librase la cantidad de dinero que faltaba, tanto para la manumisión como para el premio, de los fondos de la Secretaría de Obras Públicas de la ciudad de La Habana. De esta forma se consumó la traición, y Polonia obtuvo el beneficio que esperaba desde hacía más de un año.

CARTA DE LIBERTAD (8)
En la ciudad de Matanzas, a veinte y cinco de julio de mil ochocientos cuarenta y cinco años: ante mi el Esb. Público y testigos que se expresaran compareció, D. Estevan Santa Cruz de Oviedo, vecino y hacendado dela Sabanilla del Encomendador Residente en esta a quien doy fe conozco Dijo: Que a consecuencia de la Conspiración proyectada por la gente de Color, habiéndose faltada la instruida en el citado Partido dela Sabanilla e Ingenio de su propiedad. Según el párrafo primero del articulo treinta y ocho del Reglamento de Esclavos y que se cita en dicho fallo, el Esmo. Sr. Capitan General por su oficio de doce de Enero del año prosimo pasado dirigido al Sor. Brigadier Governador de esta Ciudad, dispuso que a la negra Polonia esclava del compareciente sele otorgase desde luego la Carta de Libertad de toda servidumbre y sele entregasen ademas la suma de quinientos pesos, bajo su correspondiente recibo por haberse hecho acreedora a este premio segun lo dispuesto en aquel artículo, en su consecuencia en obedecimiento de aquel superior precepto: Otorga: Que ahorra y liberta a una negra de su propiedad nombrada Polonia, de nación Ganga que no esta gravada a ninguna reponsabilidad, como al final constara por Certificación de la Oficina de Hipotecas de esta Ciudad, mediante a que para esta le ha exhibido el Sor. Brigadier D. Antonio García Oña, Governador Politico y Militar de esta ciudad la suma de cuatrosientos pesos en esta forma, ciento setenta y ocho pesos dos reales en efectivo y los dosientos veinte y un pesos seis reales restantes, valor de un libramiento jurado por dicho Sor. contra los fondos de obras públicas dela Ciudad de la Habana a donde los cobrara el compareciente, de todo lo cual se da por entregado a su satisfaccion, remita la prueba, leyes dela entrega, esepcion de la non numerata pecunia dolo y demas del caso y otorga formal recibo. Consecuente al cual se aparta del derecho de propiedad que tenia a la Esclava Polonia, todo lo cede renuncia y transfiere en ella para que como persona libre, trate, contrate, venda, compre, otorgue, escriba testamentos, poderes y cuantos mas documentos pueda y deba gozando de su libertad y se obliga aquela presente sedara cierta y segura y a que no se le contradira por persona alguna y si lo tal sucediere siendo requerido saldra a la voz y defensa del litis que se moviere siguiendolo hasta su conclusión abonandole ademas las costas con costos, daños, y perjuicios que se le ocasionaren diferida liquidacion en el simple juramento de la parte que siendo legitima usare de esta escritura a quien releva de prueba, a cuya firmeza obliga sus bienes presentes y futuros prestando poderio y sumision a la justicia de S.M. y clausula cuarentigia que dio por inserta para su cumplimiento. En fe de lo cual asi lo dijo ratifico y firmo siendo testigos D. Francisco Reale, D. José María Güemes y D. Antonio Salinas, vecinos presentes = Estevan Santa Cruz Oviedo = Ante mi Angel Bruzón = Certifico que la negra Polonia Ganga de que dice es dueño Santa Cruz de Obiedo no consta este gravada por este hasta hoy. Fcha. Tu. Supra = Naranjo

(La ortografía del documento corresponde al original.)

Notas:

1 En 1850 los ingenios considerados como grandes productores tenían entre trescientos ochenta y seiscientos esclavos. El ingenio Santa Rosa, de Domingo Aldama, contaba con cuatrocientos. Ver: José García de Arboleya: Manual de la isla de Cuba. Compendio de su historia estadística y administración. Imprenta del Gobierno y la Capitanía General por S.M., La Habana, 1852.
2 Walter Goodman refiere ese tipo de castigo, aplicado en un cafetal, en su libro Un artista en Cuba Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965, p. 195.
3 Para este aspecto resulta sumamente interesante el trabajo de Gloria García Rodríguez: La esclavitud desde la esclavitud. La visión de los siervos, Centro de Investigación Científica Ingeniero Jorge L. Tamayo, México D. F., 1996.
4 Vidal Morales y Morales: Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana, Colección de Libros Cubanos, vol. XXIV, t. I, Cultural S.A., La Habana, 1931, p. 303.
5 Manuel Barcia Paz: Con el látigo de la ira, Pinos Nuevos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999.
6 Con este término se designaba un conjunto de tribus del interior de Liberia y Sierra Leona que participaban en común de la cultura mandinga. Ver Gonzálo Aguirre Beltrán: La población negra de México. Estudio etnohistórico. F.C.E., México, 1972, p. 122.
7 Hasta este momento toda la información que se tenía sobre Polonia se resume a estos datos, que fueron expuestos por Vidal Morales y Morales ob. cit. (4), p. 299.
8 La ortografía del documento corresponde al original.



Tomado de Catauro, revista de la Fundación Fernando Ortiz.
Año 2, No3 enero-junio de 2001

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