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lunes, 15 de octubre de 2018

Bienvenidos a Pensamiento

Cuba entre Rejas 
Pintado por René León

EL PARAÍSO DE LAS HORAS



Lola Benítez Molina
Málaga (España)


En el paraíso de las horas me encuentro, entre lo onírico y lo real, allí donde los sueños son alcanzables, y el “realismo mágico” de Gabriel García Márquez se hace patente. Su idiosincrasia lo distingue en la cúspide del “boom” literario, que marcó historia, y que supuso un impacto cultural en la década de 1960 al despertar el interés mundial por la literatura latinoamericana. Es tal su trascendencia que aún quedan reminiscencias en la estructura de la literatura actual.
           
Rodeada de los grandes titanes de las letras, me dejo guiar por ellos y, de la mano de Julio Cortázar, me adentro en el bosque del olvido para rescatar todo aquello que el tiempo volvió imperecedero y que me trae a la memoria, fuente de inspiración inagotable, su gran obra maestra: “Rayuela”.

Cortázar, al igual que Jorge Luis Borges, cultiva el “cuento fantástico” y en sus relatos breves ahonda en el enigma, que puede encerrar lo cotidiano, en un intento de encontrar el sentido profundo de lo real. Incansable en su afán innovador, da cuenta de ello con su estilo peculiar, con lo que consigue alejarse de las creencias y rutinas establecidas. A su sensibilidad artística se une su marcada preocupación social.

Yo me dejo llevar a esos mundos, en los que Neruda me susurra al oído las palabras de amor que nunca caerán al abismo porque son el sustento de nuestras vidas, y me rescatará de posibles naufragios, que ellos ya vivieron, pero a los que resultan incólumes.
           
Proseguí mi andadura junto a los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, pertenecientes ambos al “boom” mencionado. Asida a sus manos arribé a un nuevo sueño que apacigua las tormentas y me sumerge en hermosos arrecifes.

Carlos Fuentes diría que “el llamado Boom, en realidad, es el resultado de cuatro siglos, literariamente, llegado a un momento de urgencia en que la ficción se convirtió en la manera de organizar las lecciones del pasado”.

Cuando me hallaba perdida en el mar de las horas una brisa me acarició en el fulgor de la noche y volví a ser rescatada por Mario Vargas Llosa, el autor más joven de este movimiento, quien describe con maestría la sociedad peruana e intenta ahondar en el conocimiento del ser humano para tratar de comprender los diferentes hechos históricos y culturales.

Todos ellos “nos mostraron caminos literarios completamente nuevos, y no para seguirlos por el mismo sendero, sino para buscar salidas nuevas en cualquier encrucijada”, palabras sabias de Héctor Abad Faciolince.

HAZAÑAS del “HERCULE POIROT” de la POLICÍA HABANERA COLONIAL

Dibujo tomada de: kisspng.com

por Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba

Tal como quedó dicho en crónica anterior, el militar español Rafael Trujillo Monagas vivió en Cuba colonial entre julio de 1865 y por lo menos el año 1895 (cuando desapareció su rastro en los registros administrativos). Fue el abuelo de quien en el siglo XX ejerció durante treinta años como tirano de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo Molina –desde 1930 hasta su asesinato en 1961-. 

Trujillo Monagas se destacó con luz propia en la historia antillana, sobre todo en Cuba, pues llegó a ser Inspector del Tercer Distrito y Segundo Jefe de la Policía habanera. 

En los cargos de cuidador del orden público que desempeñó, desarrolló sus instintos de “sabueso” o investigador criminal dentro del Cuerpo de Policía de La Habana, habiendo dejado sus memorias e impresiones en el libro que en 1881 publicó bajo seudónimo, “Los Criminales de Cuba y el Inspector Trujillo”. 

Se puede decir, metafóricamente y a título de licencia literaria, que fue “nuestro” Hercule Poirot, aplicándole el nombre del personaje principal de las novelas de Agatha Christie protagonizadas por el ficticio detective solucionador de crímenes de sangre. 

Curiosamente, y como evidencia de que la naturaleza del malhechor ha variado poco o nada desde cuando Trujillo Monagas publicó sus apreciaciones, hace 137 años (aunque parezcan escritas hoy por la mañana) éste nos dice en su libro que “la Policía ha tenido necesidad de variar su organización y sus procedimientos según lo han exigido las evoluciones y los procedimientos de los criminales. Hoy, por ejemplo, aunque desgraciadamente no dejan de cometerse robos y asesinatos en las carreteras y ferrocarriles; en las casas de campos y en las quintas de recreo, por malhechores á mano armada y organizados en cuadrilla, como lo prueban los cuerpos de Guardia Civil, Gendarmería, Cazadores y otros de la misma clase, que han de mantener en activo servicio los Gobiernos de todas las naciones, para mantener el orden y asegurar las propiedades y las vidas de los habitantes de los campos y de los viajeros, es notorio que actualmente son más frecuentes que en otras épocas cierta clase de delitos que se cometen en las grandes poblaciones contra personas y contra propiedades, por medio de procedimientos que en nada se parecen á los que emplean los malhechores organizados en cuadrilla para robar á mano armada. Los envenenamientos y los asesinatos á domicilio, introduciéndose los criminales en las casas de los vecinos pacíficos por medio de llaves falsas ó con el auxilio de servidores infieles; las falsificaciones, estafas y otros delitos de la misma índole, son hoy más frecuentes que en otras épocas; y esto en gran parte consiste en que ha variado por completo el modo de ser de las sociedades: el movimiento mercantil, el crédito; el papel moneda; las sociedades anónimas; las compañías de seguros de vidas y de establecimientos que pueden excitar en las mujeres el deseo de enviudar, quedando con dinero, y en el hombre el de cobrar por triplicado el valor de los efectos que se le quemen, facilitan á la gente pervertida en nuestros días los medios de cometer crímenes de cierta clase, que solo podrán ser descubiertos y sus autores castigados en los países donde la Policía tenga la organización que este mismo nuevo modo de ser de las sociedades modernas ha hecho necesaria: esto no pueden desconocerlo en ningún país los que han de nombrar á los jefes de la Policía y proporcionarle el personal y los elementos que necesita para desempeñar bien su difícil cargo. Si se tiene en cuenta que los delitos de cierta clase han de tener por autores y cómplices a personas de reconocida inteligencia y de esmerada instrucción; que ocupan importantes posiciones y tienen buenas relaciones en la sociedad; que desempeñan altos cargos en las compañías y empresas, en los establecimientos de crédito, en la banca, en el comercio y en la Administración pública; que tienen fama de artistas distinguidos ó que son hombres de ciencia aventajados, se comprenderá cuánta habilidad, cuánto tino, cuánto celo deben desplegar los jefes y agentes de la Policía para descubrir los delitos cuando sus autores pertenezcan á los indicadas clases. En estos tiempos se han visto criminales que para consumar delitos de cierta índole han aprovechado los últimos descubrimientos de las ciencias y de las artes. 

Nadie puede desconocer la necesidad de conferir la dirección de la Policía á personas que conozcan perfectamente el país y las costumbres de sus habitantes y que hayan tenido la oportunidad de estudiar el modo de vivir de las diversas clases de la sociedad y los vicios que en cada una de ellas predominan. Deben los encargados de la policía conocer los puntos donde se reúnen las gentes de mal vivir: las relaciones que personas al parecer honradas pueden tener con otras de malos antecedentes; debe la policía conocer los jefes que eligen á los ladrones y combinan los robos y quiénes son los encubridores que se encargan de vender los efectos robados. El jefe de policía y sus principales agentes deben saber quiénes pueden ser los sujetos más á propósito para falsificar documentos 

y para negociarlos; y hasta debe tener noticia de los cafés, fondas y paseos públicos donde se alojan, se encuentran y se reúnen los criminales de cierta clase para preparar sus negocios. Como es imposible que los falsificadores puedan consumar sus delitos sin que varios individuos de distintas profesiones se pongan en contacto y queden de una vez acordadas las funciones que debe desempeñar cada uno de los comprometidos, la policía puede sacar gran partido del conocimiento de sujetos que se encargan de poner en relaciones á los criminales de distintas profesiones, cobrando su parte del botin y sin contraer compromisos serios. Para esto es necesario que los agentes de policía conozcan bien el país é inspiren confianza suficiente á las personas honradas, para que les digan sin temor de ser descubiertos lo que sepan respecto á las relaciones y conferencias entre sujetos sospechosos. Sin la confianza que en el jefe ó agente de policía han de tener las personas honradas, cuya confianza no se conquista sino después de haber dado pruebas repetidas de formalidad y de prudencia, la mitad de los delitos que se cometan en una ciudad no podrán ser descubiertos 

ni castigados. Esto lo ha probado ya la experiencia en todos los países; y por esto al tratarse de organizar una buena policía lo primero que los gobiernos procuran es buscar jefes que á las altas condiciones de inteligencia, valor y elevación de carácter que se necesitan para ejercer dignamente tan elevado cargo, conozcan además el país y sus habitantes; tengan relaciones íntimas con gentes de todas condiciones y clases y hayan conquistado suficiente nombre para imponer temor á los perversos y para inspirar ciega confianza á las personas honradas.” 



Los primeros servicios destacados del Inspector Trujillo Monagas, prestados en el año 1867, tuvieron que ver con la captura de dos bandidos de nota, la identificación y arresto de un asesino en La Habana y de otro huido a la Península, la reducción a prisión de un delincuente que fungía como cabecilla de una gavilla de bandoleros, y de un agresor de cuatro personas, con el resultado de la muerte de una de ellas. 

El mismo Trujillo Monagas relata en tercera persona: “El dia 1º de Abril de 1867, dos famosos bandidos conocido el uno de ellos por el Habanero, que acababa de herir al Capitán de Cojimar, se hallaban en un café del Mercado de Cristina, Súpolo Trujillo, y auxiliado por un artillero que á su paso encontró, pudo capturar á los dos bandidos que se habían hecho célebres entre los criminales de su tiempo. 

“El dia 1º de Mayo del mismo año de 1867 auxilió al Inspector del segundo distrito en el descubrimiento del autor del asesinato que se perpetró en la fonda del Templete, y cuyo cadáver apareció embaulado, á bordo de la goleta "Golondrina," atracada entonces en el muelle de Paula. 

“El asesino con el dinero y el pasaporte de la víctima, se había embarcado en un buque de vela, despachado para la Coruña: descubierto el crimen y sabiendo quien era y hacia donde se dirigía el criminal, se aprovechó la Policía del cable submarino, y al llegar el buque á la Coruña, el asesino fué en el acto reducido á prisión y conducido inmediatamente a l a Habana, donde fué sentenciado á muerte, y en seguida ejecutado en garrote en el lugar de costumbre junto al castillo de la Punta. 

“El dia 14 de Junio de 1867 consiguió Trujillo capturar á un moreno llamado José Govino, autor de un asesinato. 

“El 21 de Julio el Excmo. Sr. Gobernador General tuvo noticia de que D. Fernando Curaveda, conocido por el Asturiano, y que habia sido célebre capitán de bandoleros en la misma Isla de Cuba, acababa de llegar procedente de la Península, con nombre supuesto y con el propósito de reunir de nuevo á sus antiguos cómplices, que habían quedado dispersos, y capitanearlos como antes para repetir sus antiguas fechorías. El General comisionó á los funcionarios de Policía más distinguidos de aquella época para que descubrieran y redujeran á prisión á tan temible sujeto: á Trujillo cupo la suerte de descubrir el paradero del Asturiano y capturarlo, sin auxilio de ninguna clase. 

“El 13 de Setiembre siguiente, con el auxilio de varios vecinos de la calle del Sol, capturó á un pardo que acabada de herir á cuatro personas respetables y quedando muerta una de ellas.” 

[Continuará]

Diego Velázquez y Hernán Cortés: Enfrentados por la desconfianza y la traición.

Diego Velasquez



Por:  René León

  La mayor virtud del buen historiador, es contar sus vivencias, impresiones y recuerdos con la mayor exactitud, sin mistificaciones, alejado de los embustes que se encuentran hoy en día. Sin estas cualidades primordiales el historiador se pierde en vericuetos oscuro y son capaces de sembrar la duda y el desinterés sobre los personajes en este caso históricos que se van a analizar o estudiar. Desviando su objetivo y hacerlos parecer  como entes raros carentes de toda realidad: como seres humanos que fueron, poseen vida y alma dotada de razones terribles, exteriorizadas o recónditas, pero en este caso, explicables.
  Don Diego Velázquez es uno de esos personajes históricos con resplandor extraordinario que los cronistas de Indias poco o nada han sabido o han querido resaltar. Se le considera como el verdadero fundador de la civilización española en la isla de Cuba. Es muy cierto que no se puede estudiar su vida desvinculada de la estrecha relación que adquirió con la de Hernán Cortés, desde el momento en que se relacionaron hasta su muerte; pero no es menos cierto que la gloria adquirida por el conquistador de México opacó la suya, en gran parte por el poco interés de los cronistas en reconocer y resaltar la importancia que tuvo la actuación de don Diego Velázquez en la conquista y colonización de Cuba y en parte de la llamada Tierra Firme. Entre 1465 (la fecha no es segura), nació en Cuellar, pueblo de la provincia de Segovia, un gentilhombre nombrado Diego Velázquez, “de buen cuerpo, -anota el cronista- y de bella figura blanca y rosa, vivo y amable en la conversación, prudente y hábil; tanto que más tarde cuando sus cualidades se desarrollaron nadie como él supo conquistar la autoridad y conservarla”.
  Apenas Colón despertó y alentó el entusiasmo español por el anhelo de aventuras que atormentaba a estas almas caballerescas, se vio al joven Velázquez precipitarse por ese camino. Formó parte de la última expedición de Colón destinada a poblar lo que es hoy Haití. Acogido con gran beneplácito por el gobernador Bartolomé Colón, se le encomendó varias expediciones importantes dentro de la isla. Fundó las villas y poblados de Vera Paz, Salva Tierra, Jacomeló y San Juan. En todo este período de su vida mostró tanta prudencia como valentía. Sometió a varios caciques y fue elegido por Don Diego Colón para colonizar a la isla de Cuba.
  A finales de noviembre de 1511 con trecientos hombres; caballeros, soldados, prisioneros liberados que esperaban redimir sus faltas por medio de alguna aventura, acompañaban a Diego  Velázquez al desembarcar en la parte oriental de Cuba. La villa Salvatierra de la Cabana “que estaba en el cabo desta isla (Española) en la punta del cabo de Tiburón”. Informa Las Casas –será el lugar donde Diego Velázquez integra su expedición. Poco antes que los colonizadores había llegado a Cuba un cacique que Velázquez nombraba Yacagüey y los cronistas Hatuey, para oponerse a su desembarco. Cuando Hatuey y los indios sublevados vieron llegar las velas españolas, tiraron a la mar los metales preciosos que tenían con ellos, creyendo que su posesión del oro y la plata era la única ambición y avidez de los españoles; ellos se equivocaron. Los indios fueron perseguidos por los bosques y montañas por los hombres de Velázquez, terminando con el aprisionamiento de Hatuey. Y he aquí la mancha más odiosa de esta vida llena de empresas y de valor. Quemar vivo al infeliz indio sin conseguir su conversión al cristianismo, en nombre del cual actuaban los invasores.
  Pero el resto de su conducta dirigida o aconsejada por el célebre Fray Bartolomé de las Casas, su amigo íntimo, nos asombra por la rapidez del éxito tanto como por la paz bienhechora de sus actos. Nada de violencias, asesinatos ni de iniquidades. En menos de cuatro años, desde 1514 fueron fundadas siete villas, Baracoa, Santiago de Cuba, Bayamo, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Trinidad y La Habana. Se establecieron las relaciones mercantiles con La Española, Jamaica y Tierra Firme. Comenzó la explotación de las minas de cobre y el desmonte de las tierras, esto era suficiente para subsistir. Se acometió al reparto de lotes de tierra o encomiendas donde se le entregaba a parte de lotes de tierra a los expedicionarios, cierta cantidad de indios para trabajar la tierra o  en las minas. En esto se cometieron muchos abusos contra los indios. Estos o se fugaban a las montañas y se unían otros y formaban  un pequeño “kilombo”. Otros optaron por el suicidio de familias enteras tirándose de los precipicios de las montañas.  Diego Velázquez cuando se enteraba del maltrato de los indios, optaba por quitarle los indios y las encomiendas. Velázquez estableció las relaciones mercantiles con La Española, Jamaica y Tierra Firme. Se comenzó la explotación de cobre y el desmonte de las tierras para utilizarla para el cultivo. Empezó a repartir la tierra con los nuevos expedicionarios que iban llegando. Las noticias de los rápidos progresos alcanzados en Cuba no tardaron en divulgarse. Las medidas de Velázquez de honradez  en el gobierno de la isla, no habían sido bien vista por los nuevos colonos, estos contrariados trataron de rebelarse e independizarse. Velázquez reprimió estas tentativas haciendo prisionero al más considerado jefe entre ellos y fue enviado al Virrey. Los otros colonos contrariados por su seguridad buscaron la forma de hacer llegar a la Autoridad Suprema sus acusaciones. Para cumplir esa difícil y arriesgada misión se ofreció un joven, el mismo Secretario del Gobernador: Hernán Cortés. Cuyo nombre más tarde sonaría fuerte en la historia de América. Velázquez  lo hizo prender. En el momento de la traición, es perdonado y decide enviarlo a España. Cortés, tan arriesgado como astuto encontró el modo de romper las cadenas que ataban sus pies en la bodega de la nave. Mientras la tripulación dormía se refugia en una iglesia. Aprovechando el derecho de asilo. Al lado de la iglesia vivía un gentil hombre de Granada, llamado Juan Suárez, con su hermana Catalina, a las que Cortés contaba sus cuitas amorosas. La audacia de su huida y el reto de sus amores hubieran irritado a un hombre vulgar, a un tirano, pero Velázquez   tenía un alma compasiva y lo perdonó. No sólo lo perdona su alta traición, sino que lo honra y distingue, asombrado tal vez por su audacia, y su coraje. Le concede el perdón, caso inaudito, le da tierras y esclavos y lo nombra Alcalde Ordinario, de la que se aprovecha Cortés para hacer fortuna. Hombre de extraordinario carácter, ofreciéndole una nueva oportunidad para ser traicionado esta vez definitiva. Cortés se casa con Catalina Suárez, y Velázquez le bautiza su primer hijo.
  Diego Velázquez reclama el derecho de gobernar la isla, sin depender para nada del Virrey de las Indias. Hizo ver a la corte que Cuba era la verdadera llave necesaria para todas las expediciones que se intentaran a Tierra Firme;  incluyo un mapa de toda la isla y obtuvo la autorización pedida.
  El error de Velázquez fue su ambición de aumentar su poder sobre tierras desconocidas. Hombres más jóvenes se lanzaron a conquistar otras tierras. Pero el más peligroso fue Hernán Cortés.   
  Ya en abril de 1518 dieron comienzo sus recelos al descubrir Yucatán, Francisco Hernández de Córdova, que pagó con su vida. Juan de Grijalva, trayendo 15,000 piastras de oro dándole la información a Hernán Cortés, antes que a Velázquez de la mejor manera de llegar. Informaciones de la población y de unos castellanos que estaban viviendo en ella desde hacía varios años al estrellarse la nave que regresaba con oro a España.
  Busco mil pretextos para censurar a Grijalva y acabo por decirle: ”Usted sirve para monje, pero no para jefe de guerreros”. Hiriendo con estas palabras a Grijalva. Temía la futura rivalidad de su subalterno y solicitó para sí del gobierno de Madrid, el título de Adelantado de todos los países que Grijalva  bajo sus órdenes pudiera descubrir.
  Velázquez pensó en varios candidatos, los analizó  uno a uno y amedrentado por sus fuerzas o por su debilidad, lo repudio a todos. Sólo dos hombres tenían su confianza, Andrés de Duero y Amador de Haris estos se habían puesto de acuerdo con Cortés y lo recomendaron a Hernán Cortés, el mismo secretario que le debía todo que por su generosidad había sido elevado  a la categoría de Alcalde. Cortés se convirtió en el orgullo de Velázquez y en su hombre de confianza. Sólo la traición le esperaba.
Hernán Cortés
  Hernán Cortés aceptó la misión a él recomendada y los preparativos de la expedición se iniciaron en el puerto de Santiago de Cuba. Una noche Velázquez acompañado de Cortés y de varios de sus hombres, fueron a visitar la nueva escuadra. Se hicieron planes y se habló de los barcos: “Ellos darán caza y harán huir al enemigo si se presenta”, dijo el Gobernador. El bufón  del Gobernador dijo: ”La caza, replico el bufón es a Cortés a quien muy pronto habrá que dársela si usted no se pone en guardia”. Las palabras del bufón fueron proféticas. Desde ese momento la duda penetró en el espíritu de Velázquez. El 18 de noviembre de 1518 en la mañana, cuando paseaba por la playa, vio una chalupa que llevaba armas, equipaje y al mismo Cortés que abordaba una de las naves. El viento hincho las velas de la escuadra: Velázquez permaneció en la orilla y Hernán Cortés partió para la conquista de México. El estandarte de la expedición llevaba una cruz y este lema, “Sigamos la Cruz, que con esta señal venceremos”. Sólo se necesitaron seiscientos veinte hombres para darle al Viejo Mundo un Nuevo Mundo.
  El 18 de febrero de 1519, a los tres meses justos de haber partido de Santiago de Cuba, salieron los expedicionarios. La armada estaba formada de once navíos. Las fuerzas estaban formadas de 518 soldados, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 16 jinetes y 110 marineros. Llevaban 10 cañones de bronce 4 falco-netas, 200 indios, 2 negros y 16 caballos y yeguas. También iban en la expedición 8 mujeres.
  Destino grande y triste, mezcla de luz y sombra, lleno de gloria hasta el umbral de la vejez y en las angustias de los celos hasta la tumba acompaño a Diego Velázquez.
  ¡Cómo las injusticias humanas engendran nuevas injusticias! La mayoría de los historiadores de Hernán Cortés han ignorado o disminuido las grandes acciones de su jefe Diego Velázquez, como si estos dos personajes no resplandecieran aun en la rivalidad y fuese necesario opacar una vida para que brille más la otra.

FIGURAS Y FIGURANTES EN LA HISTORIA DE CUBA


por Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

UN ABUELO DEL TIRANO TRUJILLO, INSPECTOR DE POLICÍA EN LA HABANA
La siguiente cita textual corresponde a la página 16 de un libro que tenemos a la vista: LOS CRIMINALES DE CUBA Y EL INSPECTOR TRUJILLO, Imprenta “La Propaganda Literaria”, calle O’Reilly número 54, La Habana, 1881 –cuya autoría está atribuida a un anónimo “G.G. y F.” pero cuya identidad real se puede inferir que correspondía a José Trujillo Monagas, militar español nacido en Canarias en 1841 y quien, tras una estancia de servicio en Santo Domingo, con su pase a la vida civil e ir a residir en la Isla de Cuba a partir de julio de 1865, recibió la Medalla de Sufrimientos por la Patria, ingresó en la Policía colonial, llegando a Inspector del Tercer Distrito y Segundo Jefe de la Policía habanera (cargos en los que se labró una distinguida hoja de servicios contra la delincuencia común), con sede en la esquina de las calles Chacón y Monserrate-: “Y aquí es del caso advertir que, si muchos criminales salen absueltos de las cárceles, porque los jueces no han podido encontrar las pruebas necesarias para imponerles pena; si nadie quiere declarar contra los delincuentes, aun cuando hayan visto cometer el delito; si los penados cumplen pronto sus condenas y salen de los presidios con instintos é intenciones peores que los que les impulsaron antes á cometer los anteriores crímenes, y si parte de los condenados consiguen escaparse, no se pueden achacar estos males á la benemérita Guardia Civil ni á la Policía, que están desempeñando con celo y actividad el servicio, puesto que procuran y consiguen en los más de los casos, prender á los criminales y entregarlos á los Tribunales de Justicia.”
Trujillo Monagas vivió en Cuba por lo menos hasta 1895, cuando se pierde su rastro en los registros administrativos.
               Durante su permanencia de diez años en tierras dominicanas, se había arrejuntado con la mulata criolla Silveria Valdés, propietaria de una pulpería, con quien procreó a José Trujillo Valdés, el que a su vez entabló convivencia more uxorio –es decir, formando pareja de hecho- con la costurera Julia Molina, con la que tuvo once hijos, de los cuales sobrevivieron diez, entre ellos el segundo, Rafael  Leónidas Trujillo Molina (cuyos enemigos le restregaban, por supuesto en su ausencia, el mote de “chapita”, originado –según el periodista dominicano Carlos Acevedo- en que, siendo monaguillo, en sus días de mocedad, el muchacho hurtó de un altar unas medallas a las que popularmente también se les llama chapitas). 
            Trujillo Valdés (el padre del futuro tirano dominicano) cumplió condena en prisiones se su país natal, por robo de ganado y asesinato.

LEÓN PRIMELLES AGRAMONTE, CORONEL DEL EJÉRCITO LIBERTADOR
En el folleto intitulado “Combate de Russell House…Cayo Hueso 1870…Muerte de Castañón” (Editorial Alfa, calle O’Reilly,31, La Habana,1938), cuyo texto íntegro también tenemos a la vista, reproducido del original, y publicado y prologado por el ínclito galeno e historiador Benigno Souza (1872-1954) -quien atribuye su autoría a Juan Ignacio de Armas, expedicionario del Lillian que mandaba Domingo Goicuría-, dice Souza que “El Coronel del Ejército Libertador, León Primelles y Agramonte, tiene, entre otras plausibles manías, la de coleccionar curiosidades históricas, viejos documentos apolillados, papeles, no solo de nuestras crónicas patrias, sino de donde quiera, de cualquier otro país. Cuando murió el Generalísimo [es decir, Máximo Gómez], Primelles, con religioso respeto, cortó un mechón de sus gloriosos cabellos que ha unido en un medallón a otro que tiene del libertador Simón Bolívar. De las guerras bolivarianas guarda valiosos tesoros; entre ellos hemos visto el borrador original del armisticio de Trujillo, acordado entre el Libertador y su adversario  el Conde de Cartagena. Y la generosidad de este bondadoso camagüeyano no tiene límites, al menos conmigo, en eso de poner a la disposición de todo aquel que lo solicite éstas, que vienen a ser, verdaderas reliquias.”

CARLOS MANUEL de CÉSPEDES: SU DISPOSICIÓN DE SACRIFICIO
            En el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, dado el 10 de octubre de 1868 en su finca La Demajagua por su redactor, el Padre de la Patria señala: “En vista de nuestra moderación, de nuestra miseria y de la razón que nos asiste ¿qué pecho noble habrá que no lata con el deseo de que obtengamos el objeto sacrosanto que nos proponemos? ¿qué pueblo civilizado no reprobará la conducta de España y no se horrorizará a la simple consideración de que para pisotear ésta los derechos de Cuba, a cada momento tiene que derramar la sangre de sus más valientes hijos? No, ya Cuba no puede pertenecer más a una potencia que como Caín mata a sus hermanos, y como Saturno, devora a sus hijos.”
            Próximo a cumplirse el tercer año de guerra, el 5 de agosto de 1871 Céspedes escribe a su esposa: “Yo estoy muy delgado: la barba casi blanca y el pelo no le va en zaga. Aunque no fuertes, padezco frecuentes dolores de cabeza. En cambio estoy libre de llagas y calenturas. Todo no ha de ser rigor. La ropa se lava sin almidón: de consiguiente no se plancha, no se hace más que estirarla para ponérsela.”
            Dos años más tarde, en la anotación de fecha 8 de agosto de 1873 en el “Diario de Carlos Manuel de Céspedes (25-7-1873 al 27-2-1874)” obrante en el Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad [de La Habana], dice: “Cambié mis pantalones de casimir, que me acompañaban desde antes de la revolución por otros nuevos de igual género, aunque ordinarios. Ya de esas memorias no me queda más que una toalla de holanda bordada. Así todo va abandonándonos en este mundo hasta que nosotros mismos lo abandonamos todo.”
            Y el 31 de diciembre de 1873 asienta en ese mismo Diario –como si hubiera tenido una premonición de su caída apenas dos meses después, en la escaramuza del 27 de febrero de 1874 en San Lorenzo-: “Mandé con el Capitán Quintín Banderas, que lleva a Vega a Jamaica, un paquetico que contiene pelos de mi cabeza y barba para mis hijitos que están en el extranjero y tal vez sea lo único que vean de mi persona.”
             El 28 de octubre de 1873, el único cuerpo legislativo de la República en Armas (la Cámara de Representantes) había sido convocado para resolver sobre la propuesta de destitución del Presidente Carlos Manuel de Céspedes, lo que se acordó con el voto favorable de ocho de los catorce miembros que asistieron (del total de 15, solo no acudió el Representante por Camagüey, Francisco Betancourt, y se retiró antes de la votación su Presidente p.s.r. Salvador Cisneros Betancourt).
Ya el día 24 de ese mes, Céspedes había escrito en su Diario: “Hago un manifiesto al Pueblo y al Ejército para que manifiesten si es su voto que deje la Presidencia. No temo ser tachado de precipitación; porque además de que son públicas las voces a que antes he aludido, y tengo firme convicción de que algunos jefes militares han entrado en coalición con la Cámara, lo que varios miembros de esta han escrito al extranjero, los Mensajes descorteses y resoluciones maliciosas o arbitrarias que me han pasado, a pesar de mis terminantes manifestaciones, no me dejan duda de que ha emprendido conmigo una lucha a muerte en que cuenta con intrigas misteriosas de mal género en que yo no puedo, ni debo, ni quiero seguirla…No aspirando yo nada más que a la salud de la Patria, no quiero comprometerla con un silencio intempestivo. Ni aun puede argüirse que debí antes celebrar alguna entrevista con los Representantes porque si bien directamente no los he provocado a ella, evidente que evitan mi contacto, patentizando que están resueltos a llevar a cabo sus planes, y que no quieren oír razones, ni proposiciones.”
Al despedir a Fernando Figueredo dos días después, el 26 de octubre, Céspedes relata que “le hice presente que estaba esperando tranquilamente mi deposición; que mis servicios me habían dado una importancia que echaría la responsabilidad sobre ellos; pero que yo, obediente a la Constitución y las Leyes, no sería causa de que se derramara sangre cubana.”
Para Céspedes y cualquiera que tuviese ojos para ver era evidente que la concentración de unos tres mil insurrectos cuyo jefe era el mayor general Calixto García en el campamento del Bijagual, precisamente donde se reunía en sesión la Cámara de Representantes bajo la presidencia de Salvador Cisneros Betancourt –en sustitución de Francisco Vicente Aguilera, que se hallaba en comisión en el extranjero-, preanunciaba la destitución del Presidente de la República en Armas.
Propuesta la medida contra Céspedes por el Representante de Occidente, Ramón Pérez Trujillo, y apartándose brevemente de la sesión al Presidente de la Cámara (Cisneros Betancourt) “por una cuestión de delicadeza”, votaron a favor de la destitución de Céspedes los Representantes por Oriente Tomás Estrada Palma, Fernando Fornaris y Jesús Rodríguez, los Representantes por Occidente Ramón Pérez Trujillo y Luis Victoriano Betancourt, y los Representantes por Las Villas Eduardo Machado, Marcos García y Juan Bautista Spotorno.
Tras la destitución de Céspedes, el marqués de Santa Lucía (es decir, Salvador Cisneros Betancourt) asumió el cargo de Presidente de la República, y a formar parte del Consejo de Secretarios pasaron dos enconados adversarios de Céspedes, Francisco Maceo Osorio –que se convirtió en Secretario de Asuntos Exteriores y fue quien le negó a Céspedes la autorización que pidió para ausentarse de Cuba, retirándosele la escolta y solo permitiendo que su hijo el coronel Carlos Manuel Céspedes y su sobrino José Ignacio Quesada le acompañasen en su nueva calidad de ciudadano ordinario y sin derechos especiales- y el Dr. Félix Figueredo, Secretario de la Guerra en funciones –quien mortificó a Céspedes todo lo que pudo, con enojosas exigencias, incluida la de seguir al Gobierno en sus desplazamientos dondequiera que fuese, hasta que Céspedes logró mediante continuas protestas la conformidad para apartarse de la compañía del Gobierno si así lo decidía, lo que hizo trasladándose a la prefectura de San Lorenzo, en las alturas de la Sierra Maestra, de la que era prefecto el joven militar José Lacret Morlot, quien solo podía disponer de una exigua tropa para la defensa del caserío y de los ciudadanos allí residentes, entre ellos Céspedes-.
Cuatro semanas después de la deposición de Céspedes, Cisneros Betancourt intentó salvar su responsabilidad moral dirigiendo a la Cámara de Representantes un oficio en el que pedía se le asignara alguna protección al ex Presidente de la República en Armas. La Cámara, presidida por Jesús Rodríguez y con la actuación de Luis Victoriano Betancourt como Secretario, esperó al 13 de diciembre de 1873 para contestar a Cisneros Betancourt que la cuestión era de índole exclusivamente administrativa y no le competía resolverla al cuerpo legislativo.
En marzo de 1874, Cisneros Betancourt, quien tampoco había hecho nada, decidió autorizar al mayor general Manuel de Jesús “Titá” Calvar a marchar a San Lorenzo y proporcionar al ex Presidente Céspedes una escolta permanente de 40 o 50 hombres. Calvar, que por cierto era amigo de Céspedes, no llegó a tiempo para poner a Céspedes a salvo.

Tom Bob Street Art

 

Precursores de la Independencia de la América Hispana


René León

  Causas diferentes fueron las que motivaron a buscar la independencia de la monarquía española. En el siglo XVIII España había perdido el poder como potencia en el mundo. Los ataques de los piratas de Francia, Holanda e Inglaterra a las colonias de América. La revolución francesa. El contagio de la filosofía de los enciclopedistas como Diderot y D’ Alambert. Las ideas del Siglo de las Luces. Las ideas de Rousseau y Voltaire. Hocke ,Hume y otros. Fue un cambio general al pensamiento  de los pueblos de Hispanoamérica.
  En 1794, el bogotano Antonio Nariño (1776-1823) poseedor 
de una de las bibliotecas más importantes de América, publica la traducción de “La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”. Es encarcelado. Se le confiscan sus bienes y enviado a España.


Jose de SAn Martin

Antonio Narino


Camilo Torres Tenorio
  Nicolás Morales, mulato libre y pequeño propietario en Cuba. Inicia una conspiración contra España, en la zona de Bayamo a mediados de 1795. Con un grupo de adeptos y pocos criollos blancos, se adentran en las lomas. El abogado Manuel J. de Estrada y su hijo Gabriel J. de Estrada y algunos mulatos libres se le unen.
  Ellos querían que se aplicara en Cuba la real Cédula de “gracias al sacar” que había sido dictada en Aranjuez el 10 de febrero de 1795. En virtud de la cual y con pago previo de una suma determinada, los mulatos libres serían dispensados de la condición de pardos, y con los mismos derechos de los blancos. Al no tener apoyo por parte de los esclavos. Se internaron en las montañas un pequeño grupo. Delatados por un conspirador,  Morales fue capturado cerca de Holguín el 27  de agosto, juzgado sumariamente y ejecutado. El traidor recibió seis caballerías de tierra y 300 pesos para comprar un esclavo a cambio de la delación.
  El colombiano Camilo Torres (1766-1816) publica la “Carta de los españoles americanos”. Se pone a conspirar con un pequeño grupo de amigos. Cae preso y muere por la independencia de su patria.
  En Paraguay el oidor José de Antequera apoyo el alzamiento del Cabildo de Asunción de Paraguay. Combatió a las fuerzas españolas realistas. Vencido fue llevado a Lima y fusilado en 1731.
  El 25 de mayo de 1810 el Cabildo de Buenos Aires proclamó la independencia del Virreinato del Río de la Plata. Manuel Bejarano miembro de la junta revolucionaria (1770-1820), aspiraba al restablecimiento del imperio incaico. Se dirige al Paraguay con un ejército para ayudar a los rebeldes, pero es derrotado. Es enviado a pelear en Bolivia (Charcas) contra las fuerzas españolas, y vuelve a ser derrotado. Se confía el mando del ejército argentino al general José de San Martín (1778-1850). Veterano de las guerras contra Napoleón Bonaparte en España. Cruza los Andes con un ejército de 4,000 hombres, que se considera una proeza militar superior a la de Aníbal. Entra por la ruta de Mendoza y sorprende al ejército español. Siendo derrotados los españoles en Chacabuco en 1817, entrando triunfante en Santiago de Chile. Es elegido jefe supremo, pero renuncia en favor de Bernardo O’Higgins. En 1818 el ejército español sufre otra derrota en Maipú, quedando libre ya de España. Preparada la invasión del Perú, es enviada una escuadra al mando del almirante inglés Tomás A. Cochrane (1775-1860) con 4,000 hombres y 15.000 fusiles, desembarcan al sur de Lima en la bahía de Paracas. Al ser derrotados los españoles, San Martín declara la independencia del Perú, el 23 de julio de 1821. Después de renunciar al poder y de tener confrontaciones con varios jefes militares, reúne al Congreso en Lima, el 20 de septiembre de 1822. Renuncia a todos los poderes y regresa a Argentina. Luego se exila en Francia. Muere en la pobreza, olvidado por aquellos que él ayudó en 1850. Fue llamado “Santo de la Espada”

Calixto García: Un Cubano de Conducta Intachable -

Por René León


Calixto García un hombre que lo dio todo por la independencia de Cuba, pero que a finales de la guerra de independencia, tuvo que soportar la traición del mando americano cuando se rindieron las fuerzas españolas en Santiago de Cuba, al no permitir que las tropas mambisas entraran en la ciudad, so pretexto de que iban a cometer atrocidades con los residentes españoles. Bajeza que afectó a su honor militar y le hizo pedir la baja como Jefe de las fuerzas a su mando. Ninguno de sus aguerridos soldados que lo acompañaron en toda la campaña, pudo entrar en Santiago. García le envía una carta de protesta al general Shafter, donde le dice:” Circula el rumor que, por lo absurdo, no es digno de crédito general, de que la orden de impedir a mi Ejército la entrada a Santiago de Cuba ha obedecido al temor de venganza y represalias contra los españoles. Permítame Ud. que proteste contra la más ligera sombra de semejante pensamiento, porque no somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada.” Èste le responde: “Yo no puedo discutir la palabra del gobierno de los Estados Unidos al querer que continúen en sus puestos las personas que los ocupaban. Le remito copia de la instrucción del Presidente…” Las tropas cubanas habían salvado a los americanos de numerosos descalabros militares por su incapacidad.
Ésta fue otra de las tantas bajezas y traiciones que los cubanos tuvimos que soportar. La Junta de Gobierno de Nueva York, había enviado, antes de empezar las operaciones militares de los Estados Unidos, una orden al General Máximo Gómez y al Lugarteniente General Calixto García, la de no iniciar más operaciones de combate contra el ejército español y secundar a las fuerzas norteamericanas. Orden que Gómez y García expresaron su desacuerdo protestando, aunque aceptaron de mal gusto. Los españoles estaban imposibilitados de realizar ninguna aventura militar fuera de sus cuarteles. Máximo Gómez en su diario escribía, al terminar la guerra: “Tristes se han ido ellos (españoles) y tristes nos hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido…”
Después de pasar por este amargo momento, le llega la injusticia del Consejo de Gobierno que le destituyó de su cargo. La acta del 13 de agosto de 1898 contentiva del acuerdo en el que se destituye del cargo de Lugarteniente General a Calixto García. Decía así: “En la Viuda –Camaguey- a trece de agosto de mil ochocientos noventa y ocho, reunido el Consejo de Gobierno bajo la presidencia del Presidente de la República Mayor General Bartolomé Masó y Márquez, con la asistencia de los señores Ernesto Fonts y Sterling, Secretario de Hacienda en propiedad y encargado interinamente de la cartera de Guerra; Saturnino Lastra, Subsecretario de Hacienda en el desempeño de esa cartera el acuerdo tomado en sesión de doce de mayo último; Nicolás Alberdi, Subsecretario del Exterior, interinamente en el desempeño de esa cartera por ausencia del Secretario nombrado al efecto, por enfermedad del Sr. José Clemente Vivanco, que es lo en propiedad, se declaró abierta la sesión dándose lectura al acta de la anterior, que fue aprobada. ( El Consejo, después de leer el acta acusaba a García que no obedecía las órdenes civiles y se negaba a reconocer a los funcionarios civiles nombrados por ellos, imponiendo a otros que respondían a su autoridad) Ellos decían:”…Ha sido en Oriente un mito la existencia del Gobierno Civil. El Jefe de aquel Departamento Militar con propósitos malignos ha destruido la organización que en vano he tratado de implantar en dicho territorio. Abusando de la autoridad militar, ejerciendo coacciones incalificables sobre los funcionarios civiles y desautorizando públicamente las Leyes emanadas del consejo de Gobierno…dictando disposiciones para que los funcionarios civiles de las ciudades evacuadas por el enemigo sean designados por una autoridad militar y no obedezcan más órdenes ni se sujeten a más Leyes que las que fueran dictadas por él… “ ( Ellos acordaban, primero, que habiendo García desmerecido la confianza del Consejo, que se le destituyera del cargo. Segundo, que se procediera contra él por las faltas cometidas y que eran castigadas por la Ley Penal). En La Viuda, agosto 13 de 1898. Después de leída el acta se acordaba la destitución de García por dejar de merecer la confianza del Consejo. Pero al mismo tiempo se aprobaba la destitución de García como Jefe del Ejército en la zona Oriental. La segunda: “En cuanto a la segunda proposición resuelve se pase a la Secretaría de la Guerra para que averigüe la certeza de los hechos que se denuncian dando cuenta del resultado.”
“No habiendo otro asunto de que tratar se dio por terminada la sesión. Bart. Masó, Ernesto Fonts y Sterling. Dr. N. Alberdi, Sto. Lastra”
Es llamado por Estrada Palma para participar en unas conversaciones en Washington, como delegado del Ejército Libertador, con el gobierno de los Estados Unidos (muy importante: no se reconocía a Cuba como República). En el banquete celebrado, supuestamente en su honor, el 11 de diciembre de 1898, sufre una apoplejía fulminante que le causa la muerte. El cadáver nunca fue entregado a los miembros de la delegación allí presente, lo cual aumenta la sospecha que había sido envenenado, cosa que nunca se confirmó. Cuando su cadáver fue enviado por el gobierno norteamericano a Cuba, una gran multitud lo esperaba para rendirle respeto y un homenaje póstumo, y las fuerzas de ocupación desalojaron y atropellaron a los miembros de la Asamblea del Cerro, quienes emitieron una protesta al interventor, y ellos como si nada, se burlaron nuevamente de los cubanos e ignoraron a aquel ilustre general que había dado toda su vida por la libertad de Cuba, traicionada luego por los integristas cubanos y españolizantes. Bajo una fuerte custodia del ejército intervencionista fueron sepultados los restos de Calixto García, sin estar presentes sus compañeros de armas.
Francisco Figueras en su libro La Intervención y su política, publicado en 1906, decía sobre los americanos: “ mantienen aún y mantendrán por largo tiempo todavía la rencorosa hostilidad, que es natural de los vencidos, cuando los vencedores han obtenido la victoria por ajena cooperación…hubiera ocurrido, de lograr los cubanos el triunfo con su propio y exclusivo esfuerzo” entonces “esos elementos de oposición no existirían, porque habrían desaparecido envueltos y enterrados en la derrota y su triunfo mismo –el de los libertadores-, a más de darles la razón, hubiera acabado por legitimar su derecho a imponer al país la forma de gobierno de sus aspiraciones”. Termina diciendo Figueras:” Pero la victoria ha sido americana, y por serlo, no ha podido tener virtud para soldar en definitiva, sino sólo en apariencia, la base quebrantada de la vieja sociedad cubana. Mientras que esa soldadura no se realice, todo lo que sobre ella se edificare, estará amenazado de ruina y de colapso”. Estaba bien claro Figueras, y se ha demostrado con el tiempo, por gobiernos irresponsables Cuba está destruida y en el exilio seguimos igual, desunidos.
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Calixto Garcia 1898

Viaje a La Habana Mercedes Santa Cruz y Montalvo (Condesa de Merlin)

Tomada de: La Habana Elegante

Edición de Adriana Méndez Rodenas. Doral, FL: Stockcero, 2008. 101 pp.

Claire Emilie Martin, California State University, Long Beach


     Nacida en La Habana en 1789 y proveniente de una de las familias más poderosas de la sacarocracia cubana, Mercedes Santa Cruz y Montalvo llevó una vida saturada de aventuras y percances novelescos que se inician con su nacimiento. Abandonada a los pocos días de nacer por sus padres llamados a España para ocuparse de ciertos asuntos de negocios, Mercedes queda al cuidado de su bisabuela materna, Luisa Herrera y Chacón. Recién a los doce años volverá a ver a su padre quien finalmente accede a llevarla a reunirse con su madre y los dos hermanos que no conoce a Madrid poco antes de la invasión napoleónica. Su primer relato autobiográfico publicado en francés en 1831, más tarde traducido por Agustín de Palma en 1838, Mis doce primeros años, revelará este período con tono nostálgico entremezclado con descripciones de la vida colonial entre los horrores de la esclavitud y la ociosidad de la clase pudiente en el edén de la infancia. Souvenirs et Mémoires (1836) narra su vida en Madrid desde 1802 hasta 1810 y los sucesos históricos de los que fue testigo y protagonista en su segundo libro autobiográfico.  Ya instalada en París y casada con un general de Napoleón, Mercedes abre las puertas de su salón y recibe a los más célebres artistas de la época. Su voz y su talento atraen la admiración y la envidia. En esta época feliz publica la biografía de la famosa cantante, María Malibrán, Les loisirs d’une femme du monde(1838). Luego de la muerte de su marido en 1939, decide regresar a su Cuba natal por primera vez. Curiosamente, y a pesar de una recepción calurosa por parte de sus compatriotas, permanecerá en la isla tan sólo dos meses luego de visitar Estados Unidos. El folleto aparecido en La Revue de Deux Mondes y luego traducido e impreso en Madrid, Los esclavos en las colonias españolas (1841), Lola y María (1843), La Havane (1844), Les Lionnes de Paris (1845), Le Duc d’Athènes (1852) completan las obras escritas en francés por la condesa de Merlin y publicadas en París. 
     Viaje a La Habana constituye la versión breve y entretenida que la Condesa de Merlin quiso ofrecer al público de habla española sobre su viaje a Cuba en 1840. El original, La Havane, escrito en francés, constituye una ambiciosa obra en tres volúmenes parcelada en treinta y seis cartas y múltiples documentos todos ellos dirigidos a personajes célebres o allegados a la condesa. La selección de las cartas que forman parte de Viaje a La Habana, (sólo diez de ellas fueron incluídas) tuvo como objetivo eliminar todas aquéllas que contuvieran una crítica de España y su gobierno, del sistema esclavista, de la política colonial o expusieran las ideas de Merlin sobre la relación entre la metrópolis y Cuba. Otra particularidad de este breve texto, a más del hecho de que se ignora quién estuvo a cargo de la traducción, es el elogioso prólogo de otra cubana exiliada, Gertrudis Gómez de Avellaneda. Si bien poco conocida por el público general, la obra de la Condesa de Merlin merece más amplia difusión no sólo por la calidad de su prosa, sino por el interés de sus ideas sobre la esclavitud, la economía azucarera, las relaciones coloniales, el papel de Inglaterra y Francia en el teatro caribeño, y la variedad de sus escritos autobiográficos y biográficos. Cabalgando entre el siglo de las luces y un romanticismo rousseauniano, Merlin halla en su escritura la agencia histórica y cultural que había empezado a forjarse en su salón de la calle Bondy en París en la década de los años veinte y treinta. La presente edición de Viaje a La Habana de Adriana Méndez Rodenas ofrece un complejo aparato teórico, filológico y biográfico que permite una lectura enriquecedora tanto para el novicio como para el investigador avezado en la materia. 
     En el “Prólogo a la presente edición”, Méndez Rodenas introduce el concepto de la gira continental, el “grand tour,” de tradición europea “cargado de pulsión edípica,” y se pregunta, “¿Qué ocurre con este modelo cuando el sujeto es una mujer que se desplaza, no a Italia, sino a su propio país de origen?” (vii). Este trueque moviliza la perspectiva teórica que orienta la discusión sobre la diferencia entre esa tradición masculina y ese sujeto femenino “romántico híbrido, escindido entre dos culturas, dos lenguas y dos mundos: Cuba y Francia” (vii). La viajera-teórica idealiza el paisaje tropical y sus habitantes y se entrega a las digresiones sobre varios aspectos de la isla para satisfacer la curiosidad de sus lectores europeos y afirmar su identidad criolla al mismo tiempo. La embarcación en que llega al puerto, el Christophe Colomb, le da la oportunidad de “eliminar la distancia entre dos tiempos –pasado y presente- y dos espacios, Cuba y Francia” (xvi). Como Colón, Mercedes Merlin se dedica a la tarea de nombrar a los personajes y a los objetos que se le presentan para así recuperar el pasado enterrado en la niebla de la memoria. No reconoce sino nombra como por primera vez para recordar, en un “déjà vu” dramático de visos románticos. Si bien su mirada recorre la misma topografía de La Habana descrita con sopesada negatividad por el Barón Alexander von Humboldt unas pocas décadas atrás, Merlin observa con los ojos del pasado en calidad de criolla e “hija pródiga”. La hipérbole y la enumeración serán sus aliadas en la acumulación escrita de la isla para probar a sus lectores europeos y sus detractores isleños la validez de sus antecedentes cubanos. “Así la deliciosa lista de frutas tropicales (uno de los motivos fundantes de la poesía cubana) se tiñe de idealización y de nostalgia” (xviii). La isla, la perla de las Antillas, se torna espacio edénico en esta versión del Viaje a la Habana. En su versión ilustrada y enciclopédica dedicada al público francés, Cuba se transformará en motor económico gracias a sus ingenios azucareros. Esa tensión entre la Merlin criolla y la Merlin  francesa aflora a pocos días de llegar a la isla ante el calor, los mosquitos y la ociosidad de los criollos. Ese vaivén esquizofrénico le confiere a toda su obra un tenor moderno y perdurable que Méndez Rodenas explora con mayor detenimiento en su admirable obra Gender and Nationalism in Colonial Cuba. The Travels of Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin
     A diferencia del “Grand tour,” Cuba no ofrece al viajero monumentos históricos, sitios arqueológicos, pero la condesa deleita a sus lectores con descripciones de una naturaleza feraz que ha desplazado a la historia. La única ruina digna de mencionarse como tal es la tumba de Colón en la Catedral de La Habana donde yacen los restos de esa “figura hiper-masculinizada de Colón, “hombre célebre” que adquiere carga alegórica  como fundador de una futura nacionalidad” (xx). Méndez Rodenas ha señalado ya en anteriores trabajos la incipiente conciencia cívica que aflora en Merlin y que trasciende en su escritura. Su amistad y afiliación con el grupo encabezado por Domingo del Monte y “su crítica abierta al gobierno autocrático español en la isla: ‘La Habana egerce una suerte de despotismo’ (99)” (xx), apuntan a una concientización problemática, es cierto, ambivalente, de seguro, pero innegable con respecto al futuro de la isla. Es preciso recalcar nuevamente la distancia ideológica entre los textos en español y las versiones originales escritas en francés para un público más tolerante y dispuesto a la crítica del régimen colonial ibérico ya que sólo en ellos se encuentra articulado el pensamiento complejo, ambiguo y contradictorio de la condesa. 
     Siguiendo las huellas del viajero europeo, Merlin utiliza con habilidad la comparación y en ella destacan los elementos que diferencian: “Por tratarse de un medio de transporte típicamente cubano, la volanta o quitrín emblematiza la diferencia o alteridad del mundo insular ante el público europeo” (xxi). Méndez Rodenas concluye que la afrancesada criolla resuelve la tensión entre el sujeto europeo y la otredad mediante la afirmación de su cubanidad concretizada en la escritura y va más allá de resolver el conflicto individual pues: “Como viaje iniciático, Viaje a La Habana, anticipa el arquetipo fundante de la literatura caribeña trazada en obras del modernismo literario: “Viaje a la semilla” de Alejo Carpentier (1958)… y Cahier d’un retour au pays natal (1983) de Aimé Césaire” (xxii). 
     Con esta edición llamada a difundir más ampliamente la literatura de Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin, Adriana Méndez Rodenas ha producido un estudio sagaz y erudito, y una edición crítica de gran utilidad para aquéllos que se acerquen al sorprendente y polémico texto de esta cubana fallecida en el Castillo de Dissay, cerca de Poitiers, Francia en 1852.

El San Mateo: la roca flotante del Imperio español que combatió a ocho galeones franceses en solitario

Tomada de: https://www.abc.es/historia/
A pesar de sufrir dos horas de abordaje francés y recibir más de 500 proyectiles, los 250 soldados castellanos del San Mateo, arcabuceros y piqueros, aguantaron las acometidas enemigas en la batalla de las Terceiras (1582) hasta el punto de que la principal preocupación del maestre Figueroa pasó a ser que sus hombres no abandonaran el galeón


Tras la anexión de Portugal al Imperio español, el Rey Felipe II encargó al granadino Álvaro de Bazán que integrara en la flota hispánica, enfocada más para la lucha mediterránea, las grandes carracas lusas que invernaban en el puerto de Lisboa. Entre estas enormes embarcaciones se contaba un rocoso galeón nombrado San Mateo, de 600 toneladas, que fue apresado por el propio Bazán en los combates marítimos en Setúbal que precedieron a la toma de Lisboa.

En cuanto terminó de acondicionar la nueva flota atlántica, que los portugueses usaban en sus rutas comerciales, Bazán fue nombrado comandante de la campaña para recuperar el Archipielago de las Azores, que el Prior Antonio, pretendiente al trono, había rebelado contra Felipe II en su huida. El marinero granadino nombró al barco San Martín de 1.000 toneladas como su Capitana y se dirigió con 25 galeones, entre ellos el San Mateo, a reconquistar las islas rebeldes. Contra la flota hispano portuguesa, el Prior Antonio logró reunir a lo largo de 1582 una flota de 40 barcos, la mayoría de tonelaje medio, al mando de Felipe Strozzi, almirante florentino al servicio de Francia. En un tiempo récord, Francia levantó una sólida flota atestada de hugonotes entusiasmados con la idea de combatir al imperio católico. Sin embargo, dado que en ese momento Francia y España no estaban enfrentados, la presencia de Strozzi en las Azores no era oficial.

La epopeya del San Mateo

Poco había escrito sobre la lucha entre grandes galeones cuando ambas escuadras se enfrentaron. Ni siquiera Bazán, héroe en Lepanto, conocía los pormenores de un tipo de combate donde la artillería se presumía protagonista. Por si acaso, embarcó en sus barcos a otro de los protagonistas de Lepanto, al Tercio de Lope de Figueroa, a la espera de hacer valer la superioridad de su infantería llegado el caso de un abordaje masivo.

El 26 de julio de 1582, las dos flotas se toparon frente a frente. Tras una serie de maniobras por hacerse con el viento a favor, los españoles se prepararon para lanzar una ráfaga artillera. No en vano, el viento y las mareas beneficiaban a los franceses. Y la cosa todavía iba a complicarse más para los intereses hispanos. El galeón San Mateo, al mando de Lope de Figueroa, y donde iban embarcados los mejores soldados de la flota, se adelantó al resto y se dirigió en solitario al corazón enemigo. Han asegurado muchos historiadores que se trató de una audaz iniciativa a cargo del maestre de campo Lope de Figueroa; tantos como los que sostienen que fue un error de navegación.

El hecho de que Alonso, hermano de Bazán, fuera el capitán de este galeón armado con 32 piezas de artillería sugiere que todo pudo ser parte de un plan concebido antes del combate.


No lo creyó así Strozzi, que se lanzó al abordaje de la nave aislada con cinco naves de gran potencia bajo su mando directo. En ese momento pensó que iba a ser una presa fácil. El ataque llegó desde babor por parte del Saint Jean Baptiste, de Strozzi, y por la otra banda por el Brissac, mientras otros tres barcos más se situaban por los extremos de proa y popa. Como explica Agustín R. Rodríguez González en su biografía sobre Álvaro de Bazán (Edaf, 2017), los españoles prefirieron no responder al fuego a discreción de los franceses. Ello se debió a la táctica impuesta por Figueroa, y común entre los españoles, de retener el fuego hasta que los franceses estuvieran borda a borda. La descarga de arcabuceros y fusileros sembró de cadáveres la cubierta enemiga. Frascos y vasijas incendiarias o primitivas granadas de mano fueron el otro recurso de los españoles para mantener a distancia al enemigo.

A pesar de sufrir dos horas de abordaje francés y recibir más de 500 proyectiles, los 250 soldados castellanos del San Mateo, arcabuceros y piqueros, aguantaron las acometidas hasta el punto de que la principal preocupación del maestre Figueroa pasó a ser que sus hombres no abandonaran el galeón para lanzarse éllos al abordaje enemigo. El maestre de campo se vio obligado a prohibirles, bajo pena de muerte, saltar a los barcos enemigos. En el momento de mayor presión, el San Mateo fue atacado por cuatro bajeles directamente, entre ellos la Almiranta y la Capitana, mientras otros cuatro barcos se ocupaban, como si de perros guardianes se tratara, de cerrar el paso a un posible socorro.

Las dos horas de lucha desigual permitieron la llegada de los refuerzos y la batalla se situó en la posición que Strozzi había querido evitar: una maraña de barcos luchando cuerpo a cuerpo. Ahora sí, la victoria española quedaba servida. Ni siquiera hizo falta derramar mucha sangre: la flota enemiga se dispersó en mil direcciones en cuanto murió Strozzi y se perdieron los mejores barcos. Las bajas francesas rondaron los 2.000 muertos, siendo apresados o hundidos diez buques del tamaño del San Mateo.

El maestre de campo a bordo San Mateo se vio obligado a prohibirles, bajo pena de muerte, saltar a los barcos enemigos

Con cubiertas más altas y con soldados adiestrados para el combate marítimo -Lepanto da fe de ello-, las fuerzas de Bazán suponían un rival inabordable una vez iniciada la fase de los abordajes. Sin la protección de la flota francesa, cuyos barcos restantes iniciaron la huida al ver caer a la nave capitana, la isla de las Terceiras quedaba lista para su conquista. Solo una tormenta otoñal y la inoportuna llegada de la flota de Indias impidieron que se pudiera realizar el desembarco militar en ese mismo año.

La anexión completa del Imperio portugués animó al Rey a tomar una decisión que llevaba posponiendo varias décadas: la guerra con la Inglaterra de Isabel I. El episodio más conocido de este conflicto fue la mal llamada Armada Invencible, que fracasó en su objetivo de contactar con Alejandro Farnesio en la costa flamenca.

Sin el fallecido Bazán, algunos de sus almirantes de confianza presentes en las Terceiras trataron de emular la estrategia allí ofreciendo un señuelo como el San Mateo a los ingleses. Pero ni estos cayeron en la trampa, ni el nuevo comandante español, Medina-Sidonia, era partidario de presentar batalla a los ágiles barcos británicos. Su empeño en hacer las veces únicamente de convoy de transporte condenó al peor de los desenlaces a la Armada.


El barco de la Armada que vendió cara su piel

El 6 de agosto de 1588, la escuadra recaló en las proximidades de Calais con la intención de permanecer allí fondeada mientras su comandante escribía a Farnesio. Sin embargo, en la madrugada del 7 al 8 de agosto, la Armada española recibió el ataque de ocho brulotes (barcos incendiarios), que rompieron por primera vez el orden de la flota y, en un momento de pánico, algunos capitanes soltaran las cadenas de sus anclas para salir cuanto antes de Calais. Aquella salida desordenada derivó en un intercambio de fuego con los ingleses, que causaron averías de gravedad en barcos principales como el San Felipe, el San Mateo, el San Martín o el San Marcos.

En el legendario galeón estaba embarcado Don Diego Pimentel, maestre de campo del tercio de Sicilia, que en Lisboa reclutó a 277 hombres (repartidos entre las compañías de Ávalos, Pimentel y Francisco Marquez). El capitán del galeón, por su parte, era Don Juan Iñiguez Maldonado. Todos ellos se propusieron vender cara la piel del San mateo.


Grabado de Pieter van der Does

La columna inglesa al mando de Drake, con los barcos más fuertes de la escuadra inglesa, castigaron a los españoles en su desordenada salida de Calais. Hartos de la pasividad de la Armada, los galeones españoles con más mordiente, el San Mateo, el San Martín y el San Felipe, entre otros, cubrieron la retaguardia para dar tiempo al resto de barcos a marcharse de aquella ratonera. Este movimiento heroico rescató al San Juan de Recalde, que más retrasado estaba a pleno cañonazo del enemigo. Rodeado por el Ark Royal, el Golden Lion y el White bear, el San Mateo y el San Felipe combatieron contra al menos diez navíos durante varias horas.

Esa misma noche, el San Mateo y el San Felipe se echaron a la costa como animales heridos. Diego Pimentel se negó a abandonar el barco a pesar de los graves daños cuando Medina-Sidonia envió un socorro para que se trasladara la tripulación del San Mateo. Al contrario, Pimentel rogó al capitán general que le mandase «algún piloto para poder seguir navegando y un buzo para estancar el casco de la nave», lo cual le negaron por ser «ya tarde y los mares muy grandes no pudieron llegar» a nave.

El San Mateo encalló entre Ostende y Sluis. Dos buques holandeses, ayudados de tres bajeles británicos, se apoderaron de él. La resistencia numantina le costó la vida a la mayoría de sus tripulantes. Solo Diego Pimentel y un puñado de hombres sobrevivieron a esta resistencia suicida, quedando presos de los holandeses durante un tiempo en Amsterdam.

En total, el galeón recibió otros 350 impactos de cañón. La nave fue saqueada hasta sus raíces. Aunque solo fue posible aprovechar la artillería debido al estado calamitoso del barco, el holandés Pieter van der Does llevó a Leiden una gran flámula del San Mateo para exponerlo a modo de trofeo en la iglesia Pieterschurch, donde permaneció tres siglos.

Italia (Sexta parte)

Organización territorial[editar]

La Constitución de la República Italiana organiza el territorio desde 1948 en tres niveles de gobierno local, y declara57​ a Roma como la capital de la República. Tradicionalmente se divide en cinco grandes áreas geopolíticas y en veinte regiones administrativas:
De las veinte regiones, cinco (Valle de Aosta, Friuli-Venecia Julia, Sicilia, Cerdeña y Trentino-Alto Adigio) gozan,58​ por motivos históricos y geográficos, de autonomía y de un estatuto especial. De ellas, Sicilia adquirió su derecho a un estatuto especial autonómico en 1946 debido a su condición geográfica y política (cíclico sentido independentista); las otras adquirieron estatuto propio en los siguientes años: Cerdeña, Valle de Aosta y Trentino-Alto Adigio en 1948, por motivos lingüísticos, y en 1963 Friuli-Venecia Julia. La provincia (en italianoprovincia)? es una división administrativa de nivel intermedio entre el municipio o comuna (en italianocomune)? y la región (en italianoregione)?.
RegiónCapital
Valle d'Aosta-Stemma.svg Valle de AostaREE 1Aosta
Regione-Piemonte-Stemma.svg PiamonteTurín
Coat of arms of Liguria.svg LiguriaGénova
Regione-Lombardia-Stemma.svg LombardíaMilán
Coat of arms of Trentino-South Tyrol.svg Trentino-Alto AdigioREE 1Trento
Flag of Veneto.svg VénetoVenecia
Friuli-Venezia Giulia-coat-of-arms.png Friuli-Venecia JuliaREE 1Trieste
Regione-Emilia-Romagna-Stemma.svg Emilia-RomañaBolonia
Coat of arms of Tuscany.svg ToscanaFlorencia
Regione-Umbria-Stemma.svg UmbríaPerugia
Coat of arms of Marche.svg MarcasAncona
Lazio Coat of Arms.svg LacioRoma
Regione-Abruzzo-Stemma.svg AbruzosL'Aquila
Regione-Molise-Stemma.svg MoliseCampobasso
Regione-Campania-Stemma.svg CampaniaNápoles
Coat of Arms of Apulia.svg ApuliaBari
Regione-Basilicata-Stemma.svg BasilicataPotenza
Coat of arms of Calabria.svg CalabriaCatanzaro
Coat of arms of Sicily.svg SiciliaREE 1Palermo
Sardegna-Stemma.svg CerdeñaREE 1Cagliari
  1. ↑ Saltar a:a b c d e Región con un estatuto especial

Geografía[editar]

Topografía[editar]

Foto de satélite y mapa topográfico de Italia.
El relieve presenta cuatro grandes unidades regionales: al norte, un sector continental dominado por los Alpes; al sur un sector peninsular articulado por los Apeninos; entre ambas está el valle del Poo Padana; y finalmente las islas volcánicas.59​ El sistema alpino extiende por territorio italiano la casi totalidad de su vertiente meridional. En este gran conjunto montañoso destacan las formaciones calcáreas de los Dolomitas (Marmolada, 3342 m de altura) y en el sector cristalino, algunas de las principales cumbres de todo el sistema alpino como Monte Rosa (4634 m) o Cervino(4478 m).60​ Algunos pasos de montaña (Mont CenisSimplonBrennero) facilitan la comunicación con las regiones vecinas. La región prealpina presenta largos y profundos valles, con numerosos lagos: Garda (370 km²), MayorComoIseo. Al sur de los Alpes, entre estos y los Apeninos, se extiende el valle del Po (el río más largo del país, con 652 km de longitud), fosa tectónica rellenada por los depósitos sedimentarios aportados por los ríos que descienden de los Apeninos y, sobre todo, de los Alpes (Adigio, 410 km; Piave), y que se abre al mar Adriático por el litoral noreste de Italia.61
El resto de Italia, aunque numerosos valles, son de escasa extensión, y se localizan preferentemente en el litoral tirrénico, y algunas formadas por importantes ríos como el Arno o el Tíber. La cadena de los Apeninos constituye la espina dorsal de la península italiana, y en ella se distinguen tres sectores: los Apeninos septentrionales, los de menor altura y de formas más suaves (monte Cimone, 2163 m); los Apeninos centrales, también denominados Abruzos, que constituyen el techo de la cadena (Gran Sasso d'Italia, 2914 m), y presentan modelados de tipo cárstico; y por último, los Apeninos meridionales, que tienen su punto culminante en el monte Pollino (2271 m).62​ En ambas vertientes de la cadena se extienden formaciones de colinas, denominadas Subapeninos o Antiapeninos, destacando las del reborde Oeste, donde se elevan algunos volcanes (Vesubiomonte AmiataCampos Flégreos).
En el extremo sur de la península itálica, la isla de Sicilia es considerada una prolongación de los Apeninos (montes Nebrodi, Peloritani, Madonia), destacando el monte Etna, que con sus 3345 m es el volcán activo más alto de Europa.63​ La isla de Cerdeña es asimismo montañosa (Gennargentu), aunque cabe destacar la llanura de origen fluvial de Campidano, entre Oristán y Cagliari.64

Clima[editar]


Isla Levanzo, en Sicilia. El sur de Italia tiene un clima mediterráneo.
La climatología italiana, tiene en general un carácter continental (en el norte central), mediterráneo y subtropical, pero presenta notables variaciones regionales. En primer lugar, por efecto de su considerable extensión en latitud: medias anuales en Milán de 25,0 °C en julio y 1,4 °C en enero, mientras que en Palermo, dichas medias son de 29.3 y 13 °C, respectivamente.65​ El lugar con más precipitaciones del país es la provincia de Udine, en el nordeste, con 1530 mm, y por el contrario, el lugar con menores precipitaciones está en el sur de la región de Apulia, en la provincia de Foggia y en la parte sur de Sicilia, las regiones áridas con aproximadamente 460 mm.66​ Se puede diferenciar el país en tres regiones climáticas: el clima mediterráneo en el sur de Italia (bajo Roma), con veranos calurosos superando los 30 °C, los llanos del río Po, donde el invierno es muy frío como en los países del norte y los Alpes, y los Apeninos(Liguria), con clima suave en inviernos y calor en verano y precipitaciones fuertes.66

Medio ambiente[editar]

La mayor parte de Italia corresponde al bioma de bosque mediterráneo,67​ aunque también están presentes el bosque templado de frondosas, entre el valle del Po y los Apeninos, y el bosque templado de coníferas en los Alpes.68
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, el territorio de Italia se divide en ocho ecorregiones diferentes:69