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jueves, 15 de mayo de 2014

Bienvenidos a Pensamiento

(Pintura, hoy inexistente, de la muerte de José Martí. El pintor fue al lugar, observó el lugar y hasta tuvo en cuenta la luz que había a la hora en que mataron al Apóstol de la Independencia cubana. El propio pintor la destruyó por las erradas críticas que se le hacía al cuadro)

Por Amor

Eliana Onetti

Me pierdo muellemente
en tu recuerdo
y a veces hasta olvido
lo que soy.
No puedo imaginarme la existencia
sin tu presencia,
llama en potencia que vitaliza
mi corazón..

Tú eres la ilusión deslumbradora
que viste mi mundo de nítido azul.
La más tentadora ilusión de mi vida.
Mi ilusión la más temida.
La anhelada, la rehuída, la fugaz
y fugitiva  ilusión que pese a mí,
me cautivó.

Yo sé que aunque cada día
se hace esta  ilusión más mía 
es una ilusión baldía.
Me lo dice la razón y yo lo sé
aunque prefiero alzar los ojos del suelo
para no ver
que voy derecha  a perder la paz,
el sueño y la fe.

Me abrasa en lenta tortura el temor
de ya no ser sino en ti.
La angustia de un presentir que perderte
es muy parecido a morir.

Y soy como viajero trashumante.
Llevo a cuestas mi tristeza.
Ella es todo mi bagaje.


Comentario sobre el hospital Topes de Collantes


Comentario de: Roberto Soto Santana

La primera piedra del Sanatorio Antituberculoso de Topes de Collantes se dedicó el 15 de junio de 1937. La iniciativa para su construcción provino del entonces Jefe del Ejército, coronel Batista. La obra se enlenteció durante las presidencias del propio Batista (1940-1944), del Dr. Grau San Martín (1944-1948) y del Dr. Prío Socarrás (1948-1952) hasta que el general Batista, reinstalado en el Poder tras el golpe de Estado de 1952, ordenó su reanudación y terminación. La construcción la había dirigido inicialmente el prestigioso arquitecto Cristóbal Díaz González. En 1954 la reanudaron los arquitectos José Pérez Benitoa y Rafael Castiz. El Sanatorio se edificó a una altura de 850 metros, sobre una superficie de 32.000 metros cuadrados, con 11 plantas, 183 metros de frente, 63 de fondo y 36 de alto. El acceso se practicaba por una empinada carretera de 23 kilómetros. Se emplearon unos seis millones de ladrillos. Su estructura era de acero, y se utilizaron 2,860 toneladas de vigas, 4.760 toneladas de cemento, 542 toneladas de cabilla, 23 600 metros cúbicos de piedra y 40,000 metros cúbicos de arena. La inauguración tuvo lugar el 11 de noviembre de 1954. Su nombre oficial fue "Sanatorio General Batista". Provisto de la más avanzada tecnología médica de la época, tenía además una sala-teatro con capacidad para 400 espectadores, biblioteca y sala de estudios. En la planta baja se encontraban la dirección y la administración, así como la cocina, frigorífico y otros servicios. En el sótano, los almacenes, la lavandería y la casa de calderas. Se le habilitó con capacidad para atender a 1,000 pacientes. Desde su apertura a fines de 1954 hasta el 30 de junio de 1958, ingresaron allí 1,930 enfermos, de los cuales 1,285 fueron dados de alta por curación, 30 fallecieron y 615 permanecían hospitalizados y en tratamiento. También se brindaba asistencia médica a los vecinos de la comarca, a los que se les prestaron 454,953 servicios, de ellos 13,785 de emergencia y casa de socorro. A la conclusión del año 1958, y como parte de la proyectada "Ciudad Collantes", se habían levantado la residencia del director, veinte viviendas para médicos y dos edificios multifamiliares (uno para alojamiento de enfermeras y empleadas, y otro para el personal masculino). Dependientes de la Jurisdicción Autónoma de Topes de Collantes (creada por la Ley 1008 de 6 de agosto de 1953), en este sexenio cerrado en 1958 al Sanatorio se le fueron incorporando la Península de Ancón, el acueducto y el Hospital Civil de Trinidad, la Unidad Médica del Puerto de Casilda y la Colonia Antituberculosa "Luis Ortega Bolaños" en la provincia de La Habana. Tras la toma del Poder en 1959 por el Gobierno liderado por Fidel Castro, los edificios del Sanatorio se utilizaron, primero, para alojar -y proceder a su adoctrinamiento político- a los contingentes de Maestros "Anton Makarenko" en formación, después para tratar a personajes del Régimen aquejados de trastornos respiratorios -como el mismísimo Che Guevara, en 1965-, y, con el paso del tiempo, han terminado formando parte del Parque Nacional Topes de Collantes, dedicado a la explotación del "turismo de salud" -para turistas extranjeros que paguen su estancia en divisas fuertes-.

El Sanatorio Topes de Collantes durante su construcción

El Sanatorio Topes de Collantes durante su construcción.

El Sanatorio Topes de Collantes tras su inauguración.

El Sanatorio Topes de Collantes tras su inauguración.

Salón principal del Sanatorio Topes de Collantes tras ser inaugurado.

Unos de los pasillos del Sanatorio Topes de Collantes tras ser inaugurado.

Teatro principal del Sanatorio Topes de Collantes tras ser inaugurado









Historia de las fotos que corroboraron la muerte de José Martí

Jorge Oller Oller tomado de: Cuba Periodistas

Cuando José Martí cayó combatiendo en Dos Ríos, numerosos patriotas cubanos, especialmente los que estaban en Nueva York, dudaron de la veracidad de su muerte. No podían concebir la perdida de aquel espíritu indómito y luchador incansable que creara y organizara el Partido Revolucionario Cubano para alcanzar la libertad e independencia de Cuba. Varias semanas después, confirmaron la triste y dolorosa verdad. Dos fotografías, publicadas en aquellos días en la prensa habanera, corroboraron que Martí había muerto luchando por sus ideales patrios. Cronológicamente ocurrió así:

Fotografía de José Martí hecha en 1894.
Domingo 19 de mayo de 1895. Alrededor de las 2 de la tarde, en un lugar donde confluyen los ríos Cauto y Contramaestre conocido por Dos Ríos, al norte de Palma Soriano, cayó combatiendo José Martí. Iba con el joven subteniente Ángel de la Guardia para unirse a los mambises que estaban peleando en la margen este del Contramaestre, cuando unos soldados españoles emboscados en una maleza dispararon contra ellos. Martí recibió un balazo en el pecho, otro en el cuello y un tercero en el muslo, cayendo del caballo que, también herido, se escabulló de allí. De la Guardia, aunque ileso, quedó atrapado debajo de su cabalgadura derribada por las balas enemigas. Cuando pudo liberarse del peso del caballo se cubrió detrás de unos arbustos para socorrer a Martí pero viendo lo inútil de su empeño optó por encontrar a los suyos y dar la fatal noticia a Máximo Gómez. El Generalísimo, que creía que Martí estaba en el campamento como se lo había pedido, reaccionó con repentina e irreflexiva furia y se lanzó solo a rescatar a Martí, sin siquiera reagrupar a su tropa. Casi muere en el empeño. No tuvo otra opción que replegarse con sus hombres, que habían corrido tras él, y buscar posiciones. A pesar de la bravura y patriotismo de los mambises les fue imposible rescatar el cuerpo del Apóstol que había quedado dentro de las cuantiosas fuerzas españolas.

  Retrato de María Mantilla que llevaba el Apóstol el día de su muerte.
Los soldados hispanos que dispararon contra los solitarios jinetes les llamó la atención que el caído vestía una chaqueta negra, pantalón claro y un sombrero negro de castor, una indumentaria extraña en aquellas tierras de nadie. Al revisar sus objetos personales, cartas, documentos, un pañuelo y un reloj con las iniciales J. M, se dieron cuenta que se trataba de José Martí. Los oficiales informaron rápidamente al Coronel José Ximénez de Sandoval, jefe de la columna, no sin antes quedarse con algún recuerdo, entre ellos el pequeño retrato de una niña.

Ximénez de Sandoval después de examinar la documentación y de ser identificado el cadáver por uno de sus oficiales, (el capitán Enrique Satué que lo conoció en Santo Domingo) y por el guajiro Carlos Chacón (apresado por colaboracionista y a quien Martí le había mandado a comprar algunas
cosas días antes) no tuvo dudas de quien se trataba. Rápidamente ordenó salvaguardarlo y partir hacia Remanganaguas para telegrafiar la noticia a sus superiores en Santiago de Cuba. Durante el trayecto y bajo una fuerte lluvia, la columna española fue hostigada por las fuerzas del General Quintín Banderas que trataban de rescatar el cuerpo del Apóstol.
Lunes 20 de mayo. Ximénez de Sandoval logró llegar a Remanganaguas pasadas las ocho de la mañana y telegrafió al Gobernador militar de Santiago de Cuba, General Juan Salcedo, informándole sobre el combate y la muerte de Martí. El gobernador inmediatamente lo comunicó al Capitán General de la Isla, General Arsenio Martínez Campos, quien a su vez cablegrafió urgentemente a la Reina Regente y al gobierno de Madrid dando la noticia. Por la diferencia de los husos horarios la comunicación llegó a España tarde en la noche y después de una reunión extraordinaria del gabinete ministerial, el Ministro de la Guerra Marcelo Azcárraga dio a conocer a la prensa la muerte del “llamado Presidente José Martí”. Entretanto, el gobernador militar de Santiago había ordenado al medico militar Pablo Aurelio Valencia que se trasladara a Remanganaguas para exhumar, verificar la identificación del cadáver, embalsamarlo y traerlo a Santiago de Cuba para ser enterrado en esta ciudad.
Martes 21 de mayo. La prensa en todo el mundo publicó la noticia de la muerte de José Martí. En Nueva York, los miembros de la delegación del Partido Revolucionario Cubano quedaron consternados y se negaban a dar crédito a la noticia. Unos meses atrás Martí había partido de esa ciudad para encontrarse con Máximo Gómez y coordinar la guerra necesaria y aunque sin noticias de ellos no pensaban que Martí estuviera en Cuba. Es por ello que Gonzalo de Quesada decidió comisionar a Ri¬cardo Muñiz, un revolucionario que tenia pasaporte norteamericano, para que esa misma tarde embarcara en el vapor Niagara rumbo a Santiago de Cuba y allí estableciera contacto con Desiderio Fajar¬do, conocido como El Cautivo, delegado oficial de la Junta Revolucionaria Cubana en esa ciudad, y confirmaran, sin lugar a dudas, si José Martí estaba vivo o muerto.

Miércoles 22 de mayo. También en La Habana los cubanos desconfiaban de las noticias de la muerte de Martí que divulgaba la prensa oficialista española. Y mientras Ri¬cardo Muñiz navegaba rumbo a la capital santiaguera, José A. Rodríguez, Helio, director del bisemanario La Caricatura, una publicación cubana dedicada a reproducir las fotografías de actualidad,

Grabado de la foto de María Mantilla publicado en el diario La Discusión.
encargó a su experimentado fotógrafo, Higinio Martínez, que viajara a Santiago de Cuba y retratara todo lo que pudiera sobre la aparente muerte de Martí.
Jueves 23 de mayo. Higinio Martínez partió para Santiago de Cuba con su pesado equipo fotográfico y unas cartas de presentación para las autoridades competentes de esa ciudad. Esa mañana, el general Gómez se dirigió a Camagüey para ampliar la guerra hacia esa provincia en tanto que Quintín Banderas se mantenía en los alrededores de Remanganaguas buscando alguna oportunidad para rescatar el cuerpo de Martí. Esa tarde el Dr. Valencia le practicó la autopsia al cadáver.

Viernes 24 de mayo. Llegó a Remanganaguas una columna militar española que custodiaría al cadáver hasta Santiago de Cuba.

Recorte de la primera plana del bisemanario  La Caricatura del 9 de junio de 1895 con la fotografía del cadáver de Martí hecha por Higinio Martínez, el 27 de mayo.
Sábado 25 de mayo. Las tropas españolas colocaron el cadáver de Martí en un tosco ataúd de madera, lo amarraron a unas cabalgaduras y avanzaron hasta Palma Soriano. Por el camino, las fuerzas de Quintín Banderas tirotearon nuevamente la columna, pero nada pudieron contra la superioridad numérica del enemigo. El cortejo militar español llegó a esa ciudad y expusieron el cadáver en el parque durante algunas horas antes de trasladarlo al cuartel. Mientras, Higinio Martínez que había llegado a Santiago de Cuba, obtuvo un permiso de las autoridades para realizar su labor foto-periodística.

Domingo 26 de mayo. Al amanecer la formidable columna española salió de Palma Soriano y avanzó hacia San Luis, hostigada siempre por la caballería mambisa que, a pesar de todos los intentos y del valor del General cubano y su escasa tropa, no pudieron rescatar el
cuerpo de su querido y respetado Jefe. Al llegar a San Luis el cuerpo del Maestro fue transportado por tren hasta Santiago de Cuba a donde llegó aproximadamente a las seis de la tarde. Inmediatamente fue trasladado al cementerio de Santa Ifigenia bajo una fuerte vigilancia y la mirada de un pueblo triste y silencioso.
Lunes 27 de mayo. El Gobernador militar de la plaza dispuso que el entierro se efectuara a las ocho de la mañana en medio de extremas medidas militares. Momentos antes, los cubanos Antonio Bravo Correoso y Joaquín Castillo Duany solicitaron al capitán español Enrique Ubieta, amigo de ellos y de Martí, que les permitieran identificar el cadáver. Ubieta se encargó de ello hablando con el Comandante de las fuerzas en el Cementerio quien atendía al fotógrafo Higinio Martínez. El jefe accedió y los cinco fueron al lugar donde estaba el ataúd y un soldado lo abrió. Los cubanos y el militar español Ubieta enseguida reconocieron a Martí mientras que Higinio Martínez aprovechó la oportunidad para retratar el cadáver. A la hora señalada el coronel Ximénez de Sandoval, que se encontraba allí por orden del Gobernador, preguntó a los presentes si alguien deseaba despedir e duelo y como no hubo respuesta el mismo dijo unas breves palabras, resaltando que Martí no se podía ver como un enemigo sino a un hombre “que las luchas de la política colocaron ante los soldados españoles”. Después el ataúd fue depositado en el nicho 134 de la galería sur de la necrópolis santiaguera. Durante este tiempo el fotógrafo Higinio Martínez retrató el nicho, el ataúd y la despedida de duelo de Ximénez de Sandoval. Cuando terminó la ceremonia fue a revelar sus fotografías para enviarlas a La Caricatura y también para obsequiar a los oficiales españoles que le habían viabilizado sus funciones de reportero grafico. No estaba presionado para enviar sus imágenes porque el bisemanario acababa de salir el del día 26 de mayo y el siguiente número, donde saldrían sus fotos, no se imprimiría hasta el domingo 9 de junio. Tenía tiempo de sobra.
Martes, 28 de mayo. Este día llegó el vapor Niágara a Santiago de Cuba. Muñiz, tan pronto se hospedó en el Hotel de Marcelina Reed, salió a buscar a unos amigos leales a la causa que se encargarían de avisar su llegada a Desiderio Fajardo el hombre que Gonzalo de Quesada le ordenó contactar.

Jueves 30 de mayo. Fajardo vino ver a Muñiz y éste le informó la misión que la Delegación del Partido Cubano de Nueva York les habían encomendado a los dos: comprobar si la muerte de Martí era cierta. Fajardo desconocía que Martí había sido identificado plenamente en Dos Ríos por la documentación que llevaba y gente que lo conoció y también por Antonio Bravo Correoso, Joaquín Castillo Duany y el capitán

Ximenez Sandoval  haciendo uso de la palabra en el entierro de José Martí. Se trata de un grabado basado en una de las fotografías que captó Higinio Martinez ese día y que fue  utilizado en varias publicaciones nacionales y extranjeras. Los grabados en madera, piedra litográfica o planchas de metal, dibujados a mano, eran los que utilizaban los periódicos en aquellos años. El fotograbado se encontraba aun en fase  de experimentación  y solo era usado por las revistas literarias como El Fígaro y La Habana
Elegante por la lentitud y el costo del proceso.
español Enrique Ubieta, en el cementerio de Santa Ifigenia, antes de enterrarlo. Es por ello que le explicó a Muñiz que sólo los españoles eran los que aseguraban que el cadáver era el de Martí y que los patriotas santiagueros, aunque no lo conocían físicamente recelaban de la noticia solo pudieron verlo de lejos. También le comentó que un oficial español, que participó en el encuentro de Dos Ríos, registró las ropas del caído y encontró en uno de los bolsillos del chaleco la fotografía de una niña que guardó como recuerdo. Esa foto la conservaba la esposa que vivía en Santiago. Muñiz se interesó muchísimo en el retrato y Fajardo le prometió hacer todo lo posible para obtener una copia.
Viernes 31 de mayo. Este fue un día muy activo para Fajardo. Encargó a una de sus colaboradoras, muy amiga de la esposa del oficial español que tenía el retrato, que tratara de que le prestara la fotografía, cosa que logró. Ya en manos de Fajardo fue rápidamente a la fotografía de unos amigos para reproducirla. La copia estaría lista a la mañana siguiente.

Sábado, 1 de junio. Fajardo recogió la copia en la fotografía y se la llevó a Núñez al hotel. Este, al verla, le preguntó si estaba completamente seguro de que ese retrato se encontraba entre las pertenencias que llevaba encima el baleado el día de su muerte y al afirmarle que si lo estaba, le dijo emocionado: “- Hemos perdido a Martí y la Revolución ha sufrido un golpe terrible, pero esto no significa que hayamos perdido la guerra"."Este retrato es de Maria Man¬tilla, una niña que vive en Nueva York por quien Martí sentía un gran afecto. Yo la conocí en Central Valley, en casa de don Tomas Estrada Palma, en el mes de septiembre del año 1892 y aunque no recuerdo haberla visto otra vez, no he olvidado sus facciones y sólo en poder de Martí podía encontrarse este retrato”. Por la tarde cablegrafió a Gonzalo de Quesada confirmándole. la irreparable perdida del Maestro. Fue así como la Junta Revolucionaria Cubana de New York tuvo la seguridad de que Martí había muerto.

Ese día, también el fotógrafo Higinio Martínez le envió las fotos del entierro de Martí y la siguiente carta al director de La Caricatura. José A. Rodríguez:

“Santiago de Cuba 1º de junio de 1895
Estimado Sr. Director: Después de obtener el correspondiente permiso de las autoridades, pase al cementerio de esta ciudad en donde se hallaba expuesto al público, para la debida identificación que le remito, por la cual de una manera absoluta se verá confirmada la muerte del actual jefe revolucionario.

“Aunque dicha fotografía está sacada –a los ocho días de muerto (…) en el combate de Dos Ríos no obstante los progresos de una rápida descomposición á causa de la humedad del terreno, todos han reconocido al revolucionario señor Martí, pues los rasgos distintivos de su fisonomía no han podido en ese tiempo ser borrados por la mano de la muerte.

“La frente espaciosa que daba á su rostro un sello tan especial, el cabello rizoso, y otras señales del cuerpo, convienen exactamente con los retratos que todo el mundo conoce y con los antecedentes suministrados por sus familiares, por lo cual el cadáver ha sido debidamente identificado”

“Al mismo tiempo le remito fotografías del cementerio, el ataúd en que fue conducido Martí desde Remanganaguas y el nicho en que reposa en la Necrópolis.

“Salgo con la columna del valiente coronel S. Sandoval y espero que se me ofrezca ocasión para remitirle algunas vistas,

“Queda a sus órdenes su amigo afectísimo

Higinio Martínez”

Martes 4 de junio. Sorprendentemente el diario La Discusión reproduce el retrato de Maria Mantilla con el siguiente pie informativo:

“PRUEBA PLENA El retrato cuyo facsímil nos apresuramos á publicar – enviado al efecto por nuestros activos reporters en el teatro de la guerra – fue encontrado en uno de los bolsillos de la americana usada por Jose Martí. Alguno de los familiares del Sr. Martí á quienes lo hemos mostrado, han reconocido inmediatamente en él a la señorita Maria Mantilla, nacida en Nueva York, de 13 años de edad, huérfana de padre y de madre venezolana, ahijada de Martí y á la cual quería éste con entrañable cariño. La señorita Mantilla reside actualmente en Nueva York”.

El activo reportero del diario La Discusión en el teatro de la guerra era Eduardo Varela Zequeira, quien además era un revolucionario muy sagaz que luchaba secretamente por la libertad de Cuba. Obviamente estaba relacionado con Desiderio Fajar¬do, porque solo éste le podía haber entregado la copia del retrato de Maria Mantilla que Muñiz identificó. Precisamente, en aquellos días, Varela Zequeira había ido al lugar donde murió Martí y envió al diario una sentida crónica describiendo aquel sitio. Tiempo después, al descubrirse sus actividades conspirativas pudo escapar e incorporarse al Ejercito mambí alcanzando el grado de comandante.

Domingo 9 de julio. La Caricatura publicó en su primera plana el grabado de Martí captada en el cementerio de Santa Ifigenia junto con la carta y otras fotografías e informaciones que enviara Higinio Martínez desde Santiago de Cuba. No existía ninguna duda. Martí había muerto..

Lunes, 17 de junio. A los 29 días de su muerte y de regresar Muñiz para escuchar personalmente sus impresiones, de haber recibido noticias confiables de las jefes mambises y ver los diarios habaneros con las fotografías probatorias, fue que el Partido Revolucionario Cubano publicó la siguiente nota en el semanario Patria que fundara el Apóstol: "Ultima hora" “Al entrar en prensa el presente número, recibimos la cruel certidumbre de que ya no existe el Apóstol ejemplar, el maestro querido, el abnegado José Martí. Patria, reverente y atribulada, dedicará su número próximo a glorificar al patriota, a enaltecer el inmortal."

Fuentes:
• Periódico La Discusión 4 de junio de 1895
• Bisemanario La Caricatura 9 de junio de 1895
• Emilio Roig de Leuchsenring: De cómo el retrato de una niña sirvió a la delegación cubana de New York para comprobar la muerte de Martí. Revista Carteles, 2 de mayo de 1937 pp. 44,45,49 y 53
• Emilio Roig de Leuchsenring: ¿Cómo pudo ser identificado el cadáver de Jose Martí? Revista Carteles, 5 de julio de 1953 pp. 64 y 65
• Enrique Ubieta: Efemérides de la revolución cubana, Librería e Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1920, t. IV,
Máximo Gómez: Diario de campaña, Talleres del Centro Superior Tecnológico, Ceiba del Agua, 1940, p. 335.
(Cubaperiodistas)

Recuerdos del Ayer: El Bolitero



Billete de lotería del 21 de diciembre de 1921.
Tomado de: Cuba Material
René  León

  Recuerdo que cuando me mude para Tampa, conocí al ya desaparecido Tony Pizzo, tampeño, historiador de la ciudad, fundador de la Tampa Historical Society y su primer presidente. Un día empezamos hablar de ese ayer maravilloso que se iba alejando de nuestras vidas; pero hay personas que lo llevamos muy adentro. Le decía a él que había leído su artículo sobre “El Bolitero”, publicado en The Sunland Tribune, órgano oficial de la Sociedad, con fecha de diciembre de 1983. El me habló de lo que él recordaba de cuando era joven, y del primer “Bolitero” que hubo en Ybor City, que era de origen español y se llamaba Manuel Suárez, le decían  “El Gallego”. Este señor había tenido un salón en Key West y se muda para Ybor City, por la importancia que iba cogiendo la nueva ciudad. Fue el que introdujo la “Bolita” en Tampa, siendo aceptada por los hispanos y americanos. Al principio se jugaba en algunos centros de trabajo, después se jugaba en todas partes. En las fiestas sociales era una manera de recoger fondos para los grupos sociales. “El Gallego” abrió un salón en el edificio Sevilla, que se encontraba en la esquina de la calle 14 y la avenida 9. Pizzo me contaba la historia, sonriendo y recordando tiempos ya pasado.
  Le hable de mis recuerdos,  de cómo la “Bolita” llegó a Cuba. Según la historia vino desde Francia, después del triunfo de la Revolución Francesa, se jugaba en los clubes de moda. También se utilizó para escoger a los que iban a ser ejecutados en la guillotina, que se les asignaba un número, y cuando salía el número se buscaba al que lo tenía y era el que moría en ese momento. Esta costumbre llega a España, donde ya se jugaba la lotería desde el reinado de Carlos III, o sea desde 1763. En Cuba en tiempo de la colonia se vendían los boletos de la lotería, que se jugaba una vez a la semana.. Pero al hacerse popular la “Bolita”, le fue ganando popularidad a la lotería. Cuando se empiezan a introducir en Cuba a los chinos “culies” a principios de 1840, como obreros asalariados (esclavitud disfrazada), al pasar los años, después de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), los chinos ya liberados empiezan a introducir la “Charada China” en el juego de la “Bolita”. La figura del chino con los números que tenían un significado, de persona o animal del 1 al 36, se hace popular en la Cuba colonial. Los chinos, dedicados en su mayoría en esa época a las labores del tren de lavado, la verdura, la bodeguita, o como cocinero de las familias de dinero. El Dios de la charada era amado por todos. Había personas que consultaban a una espiritista, porque las había que decían  que ellas podían darle el número agraciado a los que la visitaban. Se daban su despojo de hierbas, se invocaba a algún santo, y a apostar y esperar el número ganador. Volvían al día siguiente y le preguntaban a la espiritista por qué no tenían suerte y ella le mandaba a darse tres baños de agua bendita, con colonia barata, con pétalos de rosa. Y si todo fallaba, la respuesta común era: “Mi amor lo que tienes arriba es un chino encaramado de salación”. En tiempos de la República, hasta 1958, se jugaba la “Bolita” que se conocía por el nombre de los banqueros fuertes en dinero como de “Castillo” y “La China”.
  Me decía Pizzo, que la “Bolita” mientras fue el “Gallego” su patrón sólo permitía jugadas de cinco y diez centavos, y sólo en algunos casos no más de un dólar. Después los reyes del juego fueron conocidos uno por Pote y los hermanos Serafín y Rafael Reina, dueños del café “El Dorado”. Me contaba que al principio se jugaba de la siguiente forma: Dentro de una bolsa de tela burda se ponían cien números, en forma de bolas. El vendedor después de vender todos los números, anunciaba que se iba a abrir la bolsa. Se buscaba alguna persona de la concurrencia, se cogía una tijera, y se daba un corte a la bolsa, de donde se extraía una bola, para saber el número agraciado.
Billete de lotería, 1951.
tomado de:  Cuba Material
  Mi mente, por un momento se traslada a mi Habana, me veo caminando por las calles de aquella bella ciudad, hoy destruída. Los bocinazos de los autos de alquiler van sonando, los vendedores de periódicos dan al aire las noticias de última hora en la noche.; los transeúntes van caminando por las calles. Cerca, en el Malecón las parejas de novios caminan abrazados, se dan un beso soñador, la luna los observa, frente a ellos ese bello mar tropical, el cielo lleno de estrellas que van alumbrando la noche. La música sale de la vitrola de los bares o de las bodegas, se juega al cubilete, otros parados en las esquinas haciendo cuentos. Por la acera de enfrente va caminando una mulata de cuerpo escultural y caderas bien formadas. De la boca de uno de aquellos hombres sale un  piropo hacia la escultural cubana. Ella no mira, se hace la que no oye, ríe y sigue su camino, con su caminar sensual. De pronto, suena un cañonazo, son las nueve. Es el cañonazo que sale de los vetustos guardianes de la época colonial, que anuncia como en tiempos de antes, que es hora de dormir. En ese momento sale el número agraciado, en las quincallas o vidrieras donde se apunta la “Bolita”, se anota el número ganador. En aquellos tiempos vivíamos como en familia. La Habana era una ciudad ingenua, atractiva, bullanguera, donde se vivía sencillamente. Que no daría yo y muchos por volver por un momento a aquellos recuerdos de mi niñez, de las cosas que uno vivió y gozó, que permanecieron para siempre incólume, en nuestro recuerdo.
 

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Las parrandas de Nochebuena en San Juan de los Remedios II

Las parrandas de Nochebuena en San Juan de los Remedios.
Los barrios:su música y sus cantos.
Con el correr del tiempo las misas de aguinaldo y el anuncio estrepitoso que de ellas se hacía en Remedios -según di a conocer en el artículo anterior- fueron perdiendo prestigio y calor popular hasta desaparecer casi por completo, concentrados todos los esfuerzos en el realce de la gran fiesta de Nochebuena, con sus magníficas parrandas trabajos de plaza, carrozas, voladores y palenques, fuegos artificiales, entradas y bailes de las farolas.
En sus Cosas de Remedios, de 1932, se queja Facundo Ramos del decaimiento sufrido en la celebración de la Nochebuena: «Ayer todo era alegría, placer, diversiones y dulces esperanzas. Hoy, todo es soledad, disgusto, tristeza y fatídicos presagios”. Y se pregunta: «Mañana... ¿Qué será ¡Dios lo sabe!»
Yo puedo contestarle, después de haber asistido a la celebración de esta última Nochebuena en Remedios, que han vuelto ya aquellos días esplendorosos que él añoraba. El lector lo comprobará oportunamente.
Las Nochebuenas de antaño eran famosas en Remedios, al decir de Ramos: duplicaba su población ese día con la llegada de los estudiantes y familias que vivían en el campo, empleados de los ingenios vecinos y remedianos residentes en La Habana y otros lugares de la isla; las calles, plazas y tiendas se colmaban de público; en todas las casas se celebraba la tradicional cena; los puestos ambulantes de lechones, guanajos, guineas y golosinas pascuales interrumpían el paso en los portales, aceras y calles.
Poco después del anochecer se iniciaba el recorrido de las parrandas «o mejor dicho, las procesión de los barrios San Salvador y el Carmen, que pasaban por todos los puntos de la ciudad, con el mayor orden acompañadas de buenas músicas y llevando lujosos estandartes, faroles muy bonitos de papeles, de diversas formas y dimensiones banderas, velas encendidas grupos de niños y niñas, perfectamente vestidos, carros triunfales con alegorías especiales y un mundo de gentes detrás de cada una, que era saludada por otra tanta que le vela pasar desde las bocacalles balcones, puertas y ventanas.
Este recorrido duraba hasta la madrugada concentrándose la animación en la Plaza de Armas y sus alrededores.
«La Nochebuena de Remedios- pondera Ramos llegó a tomar como fiesta publica tales proporciones que en todas parte se hablaba de ella; y se puede asegurar sin exageración de ninguna clase que en ningún pueblo de esta isla se celebraba con tanta animación y gusto como aquí».
El elemento organizador, animador y realizador de las parrandas de Nochebuena en Remedios, son los de dos barrios de San Salvador y el Carmen.
La calle de la Amargura era la línea divisoria de ellos, «la frontera, el diafragma, la trocha, el Rubicon cayero de ambos barrios», como afirma Ramos.
No hay remediano, nativo o adoptivo, que no milite en alguno de dichos barrios, excepto yo pues mi adopción está demasiado fresca para inclinarme a uno de ellos, habiendo hasta ahora encontrado en ambos iguales motivos de admiración y simpatia y contando en uno y otro con muy estimados amigos.
En las familias se encuentra divisiones profundas –solo de entusiasmo y nunca de de distanciamiento- entre esposo, padres e hijos, hermanos y novios. Y es muy difícil que los novios, ni aun en los comienzos de las relaciones, logren hacer pasar a su barrio a su «adorado tormento» que ya militaba en el barrio contrario.
A los efectos de las parrandas, cada barrio tiene su directiva, a cuyo cargo corre la dirección general de aquéllas, recolecta de fondos, confección y custodio de las farolas y estrategia que se adopte para asegurar el triunfo de su barrio sobre el adversario. En el artículo en que describa estas ultimas parrandas a que asistí, ofreceré más detalles de la organización de los barrios.
Pero no puedo dejar de mencionar aquí la actuación –que hace resaltar Ramos—de las madrinas y simpatizadoras, «que forman la hueste femenina y la más intransigente y entusiasta del ejército combatiente de cada barrio»
Digno de señalar es también el hecho de que son artesanos locales quienes ejecutan la labor material y artística de los trabajos de plaza, las carrozas y las farolas, con singular buen gusto, que no podría ser superado en nuestra capital por consagrados escultores, pintores y decoradores: y lo realizan gratuitamente o a un costo infimo del jornal indispensable para su propio sostén o el de su familia.
Los voladores, palenques y fuegos artificiales son confeccionados por pirotécnicos profesionales, que cada barrio se apresura a contratar con la anticipación suficiente para arrebatárselo al contrario.
No hay lucha política que iguale en entusiasmo y constancia a la pugna que mantienen, año tras año, en Remedios, sansarices y carmelitas.
Dice Ramos que desde 1899 la línea divisoria entre los barrios de San Salvador y el Carmen es la calle de Pi y Margall (antes Gutiérrez), y declara que «el barrio de San Salvador es más pequeño y cuenta con menos posibles que su rival; pero en cambio hay en él más entusiastas y decididos partidarios que en el Carmen. Hoy, salvo la extensión de cada barrio, no sería posible mantener esas afirmaciones de Ramos pues en las recientes parrandas de Nochebuena, fui testigo de que en cuanto a entusiasmo sansarices y carmelitas quedaron a 29 iguales y los dos barrios, a la hora de gastarse la plata, tiraron la casa por la ventana.
Como bien sostiene Othon García de Caturla en sus Tradicionies Remedianas, «la música de las parrandas merece especial mención... primitivamente era un ruido infernal el que despertaba a los vecinos, pero después se fue estilizando la tradición y haciéndose mas armoniosos los llamamientos».
Data esta música de 1880 a 1890, decenio en que fue escrita, pero perdidos los manuscritos se ha seguido tocando de oído.
Cada barrio tiene dos poleas. El autor de las del Carmen fue Laudelino Quintero y Perico Morales el de las de San Salvador. La polka principal, que constituye como el himno del barrio, se toca en las entradas de las parrandas -farolas, carrozas, etc— en la plaza; y la segunda a la salida de ésta., ya victorioso, debiendo advertir que siempre cada uno de los barrios triunfa para sus militantes.
Carlos A. Martínez Fortín y Foyo ha dedicado un breve folleto a la acertadísima interpretación musical que las parrandas ha hecho popular y benemérito maestro Agustín Jiménez Crespo, fundador de la Academia de Música y de la Quinta Banda Infantil de Remedios. Como afirma el citado historiador, «la selección musical de Jiménez Crespo, sintetiza el alma de nuestra mas típica fiesta». Yo tuvo oportunidad de escucharla durante la Semana Santa del pasado año y comprobé, con el entusiasmo despertado entre el auditorio, cuan cierta es la aseveración de Martínez Fortún.
En los diversos motivos de su selección el maestro Jiménez Crespo ha recogido la música y los cantos populares remedianos.
El primer motivo se titula El pueblo duerme y en él se ofrece la canción El Sueño, del popular compositor remediano Perico Morales. El segundo, El pueblo despierta, con repliques ejecutados por los primitivos instrumentos que se utilizaban para anunciar las misas de aguinaldo. El tercero, Entrada de los barrios, y en él figuran las polkas-himnos de San Salvador y el Carmen. En el cuarto, La Aurora, desenvuelve el maestro Jiménez Crespo un canto popular en tres por cuatro, «con un aire lento que simula el amanecer y donde se escuchan los cantos del gallo, del pitirre y de otras aves que alegres saludan la llegada del sol». En el quinto, La porfía, se intercala una disputa entre un carme ita y un sansarice. En el penúltimo, Fuegos artificiales, los barrios proclaman sus respectivos triunfos y se escuchan El lucumí, de Perico Morales, y los cantos populares Maquinita de Longaniza, Alumbé, Tumbambé y otros del Folklore afrocubano. En el motivo final, la Retirada de lo barrios, que remeda el desfile de las parrandas, se escuchan las polkas tradicionales del Carmen y San Salvador.
Pasemos ahora a tratar de los cantos populares de los barrios. Aunque Othon García de Caturla ofrece la letra de los himnos respectivos, yo daré la versión recogida por Pedro Capdevila, el gran folklorista contemporáneo de Remedios, al que debo también los demás cantos de las parrandas que transcribiré en seguida.
El himno del Carmen es el siguiente:

Viva el Carmen con fervor
y su lucida bandera,
y mueran las chancleteras
del barrio de San Salvador.


He aquí el de San Salvador:

¿Dónde vas, San Salvador, con la noche tan oscura? Voy a abrir la sepultura del Carmen que ya murió.

Me dice Capdevila que, antiguamente después que se terminaban las parrandas, ya aclarando, Sa1ian ambos barrios a recorrer las calles con los faroles y la música, y en estos recorridos era donde los partidarios de uno u otro barrio cantaban 1as letras que él ha recogido expresamente para estos trabajos mios y que por primera vez son publicadas. ¡Muchas gracias, Pedrin!

Sansarí no tiene velas
ni faroles que sacar.
El Carmen tiene de todo
y nunca puede ganar. 


Estas decimas, cuyo autor es Evangelista Jiménez y pertenecen a la epoca de 1891 a 1892, las recogió Capdevila de un viejo remediano nombrado Leonardo Rojas, que cuenta 82 años de edad:

San Salvador victorioso
 plantó su bella bandera
 dando a conocer que era
 su terreno el más pomposo.
 Aquel arco tan lujoso
 que en la plaza se veía,
 aquel faro que tenía
 en compaña del central,
 porque todo en general
 el público lo aplaudía.

Todo nuevo y toda extraño
 San Salvador presentó
y su directiva dió
cuenta sin haber engaño.
 No negaron que este año
 ha salido vencedor;
 esa torre, ese vapor,
 los cestos y la mariposa;
 esa cruz hecha de rosa
 dió el triunfo a San Salvador.

Porque también los pescados
 que todos de movimiento
 que giraban con el viento
 por medio de su alambrada.
 Quedarán desengañados
 de que el gallo majadero,
 bravo, fuerte, erguido y fiero
 cantó su triunfo y entonces,
 era su pico de bronce
 y las espuelas de acero.

El aura alegre vagaba
por los montes y los aires
miraba los palmares
que al contrario le brindaba.
Pero no, no se acercaba,
 por no perder su alegría,
 pasaba alegre los días
 viendo su barrio frondoso,
 de noche busca el reposo
 y allá en las palmas dormía.


Las siguientes letras de cantos antiguos las obtuvo Capdevila de una señora vinculada con el barrio Sansarí desde hace 60 o 70 años, pues ella y sus padres, que murieron muy ancianos, siempre pertenecieron a la gente de bronce de dicho barrio:
Alumbé, alumbé, alumbamba
la mulata de Sansarí
 tiene jindamba...

La Nochebuena que ya pasó
 la boca mía llena de risa
 mirando ingenio moliendo caña con maquinita de longaniza...
Eso es primor
eso es primor.

que no hay quien pueda
 con San Salvador.

Tumbambé, tumba que tumba
 tumba a Molina...

Pobrecito Valladares
 la maquina lo mató
y las costillas dejó
 en el puente de Almendares.
Valladares, tu tienes fama
como no subes arriba’e palma
El pobre Valladares
yo lo miro y me da pena
que la gente anda diciendo
que su maruga no suena.
Valladares, tu tienes fama
como no subes arriba’e palma
.
 Artículo histórico costumbrista publicado en la revista Carteles, 13 de febrero de 1944.

Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964
Tomado de: Opus Habana

AMOR Y PRIMAVERA*

                                 
                            Tomado de: crazy-frankenstein.com
                                      
                         Por: Leonora Acuña de Marmplejo

        Yo he visto en primavera, brotar como un milagro
                         los nardos y los lirios con místico esplendor
                         como si regresaran de un sueño muy profundo
                         de la entraña amorosa  de  la tierra feraz.

                                Mis ojos asombrados no dejan de alabar
                         la grandeza infinita que nos permite ver
                         el cielo y las estrellas, la luna y los luceros
                         y el sol en un ocaso o un bello amanecer

                              los árboles que albergan los nidos amorosos
                         -que con paciencia y arte, los pájaros construyen-,
                         las gaviotas rondando los botes en la playa,
                         planeando enamoradas del imponente mar.

                              Mi lírico extasío no deja de admirar,
                        el milagro perenne de una tarde de  ensueño
                        cuando Véspero sale contra el plafondo malva
                        en el grandioso instante de un crepúsculo más.

                              Mi alma se estremece al ver tánta armonía,
                        y al ver el gran prodigio de valles y praderas,
                        de los ríos incansables en su eterno viajar,
                        de los mares  profundos y el misterio que encierran;

                               de la vida que brota en el vientre fecundo,
                        de la risa inocente en la cara de un niño.
                        Entonces pienso absorta y en fe sobrecogida:
                        que todo este milagro, tiene  el nombre de ¡AMOR!

                 * Poema del libro “Baraja de poemas” Ed. Betania. 2002


RECONDITECES EN LA HISTORIA DE CUBA


            Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba
Nuestra Historia atesora episodios y hechos harto interesantes, ocultos por olvidados, que convendría rememorar a fin de valorar con justicia su papel en la conformación de la personalidad de la Nación cubana.
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES, AUTOR DE LA MÚSICA DELA BAYAMESA


Rendimos culto, como es obligado, al recuerdo de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo como Padre de la Patria, el dador del Grito de Yara, el 10 de octubre de 1868. Sin embargo, habría que aquilatar en medida no menor la valentía personal que había evidenciado al rubricar por sí solo, en Manzanillo (no en el ingenio la Demajagua, donde se leyó y proclamó, pero no se firmó) el “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba”. En el momento de la suscripción en solitario de ese documento, asumió toda la responsabilidad como instigador de la rebelión independentista.
            También deberíamos evocar que, siendo del poeta José Fornaris el mérito de haber compuesto la letra de la primera canción que llevó el título de “La Bayamesa”, que se escuchó en la madrugada del 27 de marzo de 1851 ante la ventana de la vivienda de la joven bayamesa Luz Vázquez –quien, a su vez, años más tarde, iniciada la Guerra de los Diez Años, pereció en circunstancias familiares trágicas-, como parte de la serenata que le ofreció su novio Pancho Castillo y Moreno, fue autor de su música el Padre de la Patria.
            Esta primera “Bayamesa” no tiene nada que ver con la que compuso el guitarrista Sindo Garay en 1918 (y que durante su carrera formó parte del repertorio de Esther Borja –una de las musas de Gonzalo Roig, Rodrigo Prats Ernesto Lecuona, fallecida a los 100 años de edad, el 28 de diciembre de 2013-), ya que la canción inicial de 1851 tenía la siguiente letra:
¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que tú fuiste, mi sol refulgente,
y risueño, en tu lánguida frente,
blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que un tiempo dichoso,
me extasié con tu pura belleza,
y en tus senos doblé la cabeza,
moribundo de dicha y amor?
Ven y asoma a tu reja sonriendo,
ven y escucha amorosa mi canto,
ven, no duermas, acude a mi llanto
pon alivio a mi negro dolor.
Recordando las glorias pasadas,
disipemos, mi bien, la tristeza
y doblemos los dos la cabeza

moribundos de dicha y amor.

LA CUBANÍA DE JOSÉ ANTONIO SACO
           

Este bayamés ilustre fue uno de los grandes discípulos del Padre Félix Varela, a quien sustituyó a los 24 años de edad en la Cátedra de Filosofía del habanero Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1824 salió de Cuba en viaje de estudios de los EE.UU. Volvió a la Isla en 1826 y volvió a salir en 1828. En una convocatoria de trabajos encaminados al fomento del país, hecha en 1829 la Real Sociedad Económica de La Habana, le es discernido el primer premio y la condición de Socio de Mérito por su “Memoria sobre los caminos de la isla de Cuba”; y en 1831 recibe otro premio por su “Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba”. En 1832 es nombrado director de la Revista Bimestre Cubana por la Comisión Permanente de Literatura de la Real Sociedad Económica y director del Colegio Buenavista por la Sección de Educación de la misma. Hombre de conocimientos enciclopédicos, escribió y publicó una monumental “Historia de la Esclavitud”, en varios volúmenes. Abogó por la desaparición de esta inicua institución, al igual que se opuso a la corriente de pensamiento favorecedora de la anexión a los EE.UU. Fue expulsado de Cuba en 1834, por orden del Capitán General Miguel Tacón y Rosique –que dejó infausto recuerdo de su paso por la Isla, sobrepasado en este menester únicamente por Valeriano Weyler, quien ocupó la Capitanía General seis décadas después, entre febrero de 1896 y octubre de 1897-, en su calidad de Presidente de la todopoderosa Comisión Militar Ejecutiva y Permanente instaurada en 1825 a solicitud de su predecesor en el cargo, Francisco Dionisio Vives. Saco permaneció en el extranjero la mayor parte de su vida. Su última residencia la mantuvo en Barcelona a partir de 1877, y allí falleció y fue sepultado el 26 de septiembre de 1879. Cumpliendo su voluntad testamentaria, sus restos fueron trasladados a Cuba, donde fueron recibidos en La Habana el 17 de agosto de 1880 y expuestos en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales. Su entierro tuvo lugar en el Cementerio de Colón, bajo impedimento policial de  manifestaciones públicas con ocasión de las exequias.
            Saco ya había hecho la advertencia, en un trabajo publicado con el título “Cuestión de Cuba”, en París, el 2 y 3 de marzo de 1852, que “O España concede a Cuba derechos políticos, o Cuba se pierde para España”. En una cuartilla que fue encontrada póstumamente entre sus papeles, y que había titulado “Mi epitafio”, dejó escrito que “Cuando en 1849 tuve una recia polémica con los anexionistas cubanos, unos me tacharon de retrógrado, y otros me acusaron de mal cubano, de traidor y hasta de haberme vendido a España para escribir contra la anexión. Deplorando un día con un amigo la injusticia de mis compatricios, díjele, que si antes que él moría yo, hiciese poner sobre la losa de mi sepulcro el siguiente epitafio: “Aquí yace José Antonio Saco, que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los anexionistas”.



LA FECUNDIDAD DE LAS MATRONAS DE LAS VILLAS DE TRINIDAD y SANCTI SPIRITUS
El Nicho Falls, Sierra de Trinidad, Cuba
Tomado de: http://hot.besthdwallpapers.info/nature/el-nicho-falls-sierra-de-trinidad-cuba/

En sus periplos a través de la Isla, a mediados del siglo XIX, al escritor Ramón de La Sagra le llamó la atención la abundosa facultad reproductora de las señoras de Trinidad. Así, el matrimonio de Don Pedro Castellanos con Doña Serafina engendró 24 hijos; el de Rafael González con Dolores Pérez, 21; el de Mariano Castillo con Antonia López, 21; el de Félix Iznaga con la Sra. Rendón, 18; el de Gregorio Ferrer con Clotilde Calderón, 16; el de José Cadalso con Juana Padín, 15; el del Sr. Puertas con Juana López, 15; el de Antonio Pérez con Catalina Muñoz, 13; y asimismo 13, los de Antonio Germán Castiñeira deRomay con Bárbara Llanes, de José Felipe Pomares con Ana Monteros, de Juan Sánchez con Trinidad Pomares, de Domingo Ortega con Felipa Fernández, de José de Jesús Calderón con Simona Matanzas, de Antonio Pérez con Catalina Muñoz, de Fernando Castro con Concepción Bermúdez y de Pío Bastida con Josefa Hernández. La Sagra también refirió que había un gran número de matrimonios con 12, 11 y 10 hijos; y que los que tenían hasta siete u ocho vástagos ya no se consideraban merecedores de mención.
De acuerdo con el padrón de Trinidad de 1853, allí había 123 matrimonios que tenían entre 8 y 10 hijos vivos.
            En Sancti Spiritus –siempre según La Sagra- pasaba otro tanto de lo mismo. El matrimonio de Nicolás Abad Cancio con María de la Soledad Ochoa tuvo 26 hijos; el de Manuel Reyes y Cancio con Ana del Carmen Madrigal, 24; el de Manuel del Castillo con Francisca Piña, 23; el de Roque Piña con Dolores del Castillo, 22; el de Camilo Padilla con Rosa Fuentes, 20 –tres de ellos, gemelos-; el de Eduardo Gómez con Mauricia del Castillo, 19; el de Domingo Estrada con Rafaela Piña y el de José María Echemendía con María Francisca Piña, 18 cada uno; el de Agustín Brizuela con Inés María Fernández, 17; el de Antonio del Valle con Catalina Iznaga, 16.
           




           

Edificio del Bar La Victoria III



Yamira Rodriguez Marcano
Tomado de: Habana Radio

El espacio arrendado, según el Registro de la Porpiedad, ocupaba “todo el frente de la planta baja y entresuelos que mira a la calle y plazoleta de Luz en una extensión de 29m 50cm teniendo de fondo 9m 50cm o sea hasta la tercera línea de fachada y además una habitación de los mismos entresuelos que mide 13m 84cm. Por la calle de Oficios ocupa el frente de la planta baja y entresuelos en una extensión de 17m 20cm, teniendo de fondo 6m 50cm, o sea, hasta la segunda línea de fachada. De la parcela descrita anteriormente hay que excluir la parte que ocupa la escalera principal del edificio, entre muros cerrados y por tanto perfectamente determinada, así como la que ocupa la referida vidriera.” El plazo del arrendamiento era 15 años y el precio 320 pesos moneda de Estados Unidos de América mensuales. Era condición del contrato que los arrendadores conservaran el derecho de reedificar el edificio y edificar uno o más pisos altos, utilizando mientras duraran las obras la parte del local arrendado que fuere necesario, pero sin causar perjuicio a los arrendatarios.

Los señores Luis Valdés y González y Manuel Iraola y Álvarez arrendaron esta parte de casa con el objetivo de “continuar la explotación del establecimiento de café, Fonda y Posada, titulado “La Victoria”, situado en la finca de este número”, lo que confirma que desde antes se explotaban en la edificación negocios de este giro. Para ello, constituyeron la Sociedad Mercantil Regular Colectiva “Valdés e Iraola”, con un capital de 40 000 pesos moneda oficial que entregaron los dos socios de por mitad. Los señores Valdés e Iraola aportaron a la sociedad, que estaba domiciliada en esta casa, el contrato de arrendamiento del local que ocupaba el citado establecimiento. De este modo, la firma abría en Oficios No. 33 una sucursal del Hotel y Café León, que poseían en Galiano No. 22.
En los años 1930 fueron cancelados ambos contratos de arrendamiento, el firmado con la Sociedad “Valdés e Iraola” en 1932 por haber convenido ambas partes en la rescisión del contrato, y el establecido con José Santana y Viera en 1935, por haber expirado su término de duración. No obstante, consta en los directorios comerciales que seguía existiendo en la casa el establecimiento La Victoria, ahora clasificado como bar, y que en otro de sus locales radicaba un salón de barbería En mayo de 1944 la casa es vendida al señor Enrique Puente y Picanes, natural de Pontevedra, España, por 76 193 pesos moneda oficial.

Este señor se encargó de reformar y ampliar la edificación, con Licencias aprobadas en 1946 y 1947. Las obras corrieron a cargo del arquitecto C. Martínez Márquez y consistieron en reformar interiormente la planta del entresuelo y el primer piso para adaptarlos a apartamentos, construir otro piso alto para viviendas y edificar en la azotea varias habitaciones también para vivienda. Los muros de las nuevas fábricas eran de ladrillos y los techos de azotea. La construcción terminó el 20 de enero de 1948, y con ella, la antigua casona formada por planta baja, entresuelos y nivel principal, y dividida en pequeñas y hacinadas habitaciones (tenía un total de 42), se transformó en edificio de apartamentos (25 en total), conformado por planta baja con 4 locales comerciales, señalados con las letras A, B, C y el local esquinero del bar La Victoria; entresuelo con 8 apartamentos; primer piso 9 apartamentos; segundo piso 8 y 10 habitaciones en la azotea. Los 25 apartamentos, dedicados a vivienda, se distribuían en sala-comedor, dos cuartos, cocina y baño, y las habitaciones de la azotea poseían servicio sanitario. El inmueble se nombró, a partir de entonces, Edificio Puente.
Desde ese momento, el local de esquina en planta baja destinado a restaurante La Victoria y vidriera de tabacos, estuvo regentado por Agustín Rodríguez y Rogelio Fernández, quienes formaron la compañía Rodríguez Fernández y Co. La imagen que hoy conserva se corresponde con la intervención de finales de 1940. Los demás locales de la planta baja, marcados con las letras A, B y C, estaban ocupados, según el Archivo de Amillaramiento, por José Pego y Compañía, Enrique Fernández Peña y J. Almagro y Cía., respectivamente.
En los años 1950, el restaurante La Victoria pertenecía a Agustín Rodríguez, mientras que Rodríguez Fernández y Co. manejaba un billar en el propio espacio. En la edificación también radicaban las oficinas de Comercial Maqui-Nao S.A., sociedad dedicada al giro de maquinarias; el bufete del Doctor Román Díaz; la Unión Sindical de Artes Gráficas; las oficinas de Lloyd´s Agency, dedicadas a seguros; las del corredor Antonio González; las del contratista Arellano y Mendoza; y las de los Hermanos Ayo, Compañía Naviera Ayo, dedicada al negocio de vapores.
En 1958, Enrique Puente y Picanes, vecino de Marianao, constituyó, junto a Eliseo González Quintana, una Sociedad Mercantil de forma anónima bajo la denominación de “Inmobiliaria Nuestra Señora del Carmen, S.A”, que pensaba dedicar a la fabricación, compra y venta de inmuebles y a toda clase de operaciones con edificaciones o valores garantizados con las mismas y a cualquier otro negocio de lícito comercio. La Sociedad tenía un capital social de 400 000 acciones de a 100 pesos cada una, todas iguales en derechos y obligaciones. De esas acciones solo fueron emitidas 2 900, suscribiendo el señor Enrique Puente y Picanes 2 800 acciones, que pagó aportando a la sociedad la finca de este número, con un valor de 100 000 pesos moneda nacional, y otros cuatro inmuebles.


El 4 de mayo de 1959 la Junta General Extraordinaria de Accionistas de la referida sociedad mercantil acordó unánimemente disolverla y ponerla en estado de liquidación. Entonces eran accionistas de la misma: Eliseo González Quintana, Doña Milagros Otero Batana, Don José Enrique Puente y Otero y Doña María del Carmen Puente y Otero, o sea, la viuda e hijos de Enrique Puente y Picanes, evidentemente ya fallecido. Luego de las acciones de liquidación, todos los bienes de la sociedad fueron entregados a los accionistas, adjudicándose esta finca, por su valor de 100 000 pesos, a la señora Milagros Otero Batana, ocupada en su casa y vecina de Marianao.
A partir de 1960, con el proceso de nacionalización de las empresas, pasaron al Estado tanto el establecimiento gastronómico como el inmobiliario, cuyas viviendas quedaron en poder de sus antiguos inquilinos. Actualmente es un edificio multifamiliar y en la planta baja se mantiene el bar La Victoria. Está incluido en la lista de inmuebles con Grado de Protección III.