Publicado por Derubín Jácome
Generalmente utilizamos el dicho de “gatica de Maria Ramos, que tira la piedra y esconde la mano” cuando queremos referirnos a una persona hipócrita, que oculta sus verdaderas intenciones bajo otra apariencia, es decir, una persona que aparenta ser inocente y no lo es.


Es cierto que el cubano es reconocido por su chispa, su inteligencia y su sentido del humor, y que ha aportado al idioma castellano una fraseología muy ocurrente y muy cubana, pero en ocasiones ésta tiene referentes anteriores y su origen no es cubano.

Cuando decidí investigar sobre esta frase, encontré que la mayoría de las publicaciones la daban por cubana, e incluso se relataba una historia que la ubicaba en un marginal barrio habanero.
Según estas versiones, el personaje de María Ramos era una hermosa mujer que ejercía la prostitución en el popular y marginal barrio habanero de Jesús María, donde vivía con un proxeneta, que respondía al nombre de Virgilio, el cual la explotaba obligándola a ejercer el oficio más antiguo del mundo.
LA GATICA DE MARIA RAMOS
Según esta versión, encontraron muerto al “amigo” de María en su propia casa. Había sido asesinado con una piedra de amolar de la cocina de la propia María. Ella se defendió declarando que no estaba en casa, que cuando llegó encontró al difunto en el suelo y que la única que estaba en la casa era Mimí, su gatita. El juez no la creyó y la envió a la cárcel. La versión no aclara lo qué sucedió después con su gata, pero todos sabemos que “la gatita de María Ramos” goza de vida inmortal en el refranero popular por haber sido capaz “de tirar la tal piedra y luego seguir ronroneando como si nada hubiese ocurrido.

Este relato, que se repite muy similar en diferentes blogs, no esclarece la fecha en que sucede el horrible crimen, pero se afirma que apareció una reseña de este juicio en una crónica amarilla del “Diario de la Marina”, por lo que podemos deducir que ocurrió después de 1832, fecha de la fundación de este periódico.
Incluso se afirma que encabezaba la reseña una caricatura de la gatica Mimí, en pose amenazadora, alzando en sus patas delanteras una enorme piedra de río y como pié de foto: “La gatica de María Ramos dio la fatal pedrada… pero ¿con qué manos? “, y que esto daría pié a una coplilla popular que decía: “…La gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano, que mató a Virgilio y que mató a su hermano. ¡Que gata asesina! ¡Qué sino malsano!…” De esta forma María y su gatica Mimí pasaron a la inmortalidad y hoy forman parte de nuestro lenguaje popular.
No conforme con esta ingeniosa versión, me dediqué a “buscar” un poco más en las fuentes que tengo a mi alcance y este es el resultado de lo que encontré:
Ya en el tomo segundo del “Diccionarios Castellano con las voces de Ciencias y Artes y sus correspondiente de las tres lenguas francesa, latina e italiana”, del autor Esteban de Terrenos y Pando, editado en 1787 por la Imprenta de Ibarra, hijos y compañía aparece:
“…Hacer la gata, hacer la gata ensogada, o la “gata de Mari-Ramos” o de Juan Ramos: disimular, fingir, afectar la humildad y modestia, que no hay…”

También Ricardo Palma, escritor peruano de reconocido prestigio que dedicara buena parte de su labor literaria a la investigación y recopilación de leyendas, nos habla de “la gatita de Mari-Ramos” entre uno de sus relatos publicados a partir de 1860 en diarios, y más tarde en libros, que forman las varias series de crónicas de sus “Tradiciones Peruanas”. En una de sus historias también relacionadas con un crimen, que su autor sitúa alrededor de 1778, menciona la frase “gatita de Mari-Ramos… que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos…” como algo ya popular y común en boca del vulgo a finales del siglo XVIII.
En su “Crónica de la época del trigésimo cuarto virrey del Perú” nos relata que…”Al principiar la Alameda de Acho y en la acera que forma espalda a la capilla de San Lorenzo…existe una casa de ruinoso aspecto, la cual fue, por los años de 1788, teatro no de uno de esos cuentos de entredijes y babador …
En ella nos cuenta las desazones entre sobrina y tía, ya que la vieja trataba de malas formas a su sobrina, la que rompía a llorar como una bendita de Dios, lo que la enfurecía aun más y le gritaba: “…¡Hipócrita! A mí no me engatuses… ¿A qué vienen esos lloriqueos? …Quien no te conozca que te compre, saquito de cucarachas. Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. … ¡Miren, miren a la gatita de Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos! …”
Como estas discusiones eran muy frecuentes, las muchachas de la vecindad dieron en bautizarla con el apodo de Gatita de Mari-Ramos, lo que pronto le dirían a su paso los mozalbetes y demás niños que la encontraban al paso, al salir de misa :
“…¡Qué modosita y qué linda que va la Gatita de Mari-Ramos!…”

Otro texto que referencia la frase es el “Diccionario de la Lengua Castellana” de Vicente Salva, editado por la Academia Española en 1841, donde se define de este modo:
“…La gata de Mari Ramos, expresión con que se nota a alguno de que disimuladamente y con milindre pretende alguna cosa, dando a entender que no la quiere…

De cómo llegó esta frase a Cuba, o como se hizo popular, no dispongo de datos que aporten alguna nueva información, sin embargo encuentro en el semanario satírico “Juan Palomo” Núm. 18-21 de Mayo de 1873 que se editaba en O’Reilly, 54, entre Habana y Compostela, una nota sobre la existencia de una puesta en escena de una zarzuela con este nombre, que se representaba en el Teatro Albisu, de La Habana.
“…ALBISU.—La gata de Mari-Ramos…

Una gata que se convierte en mujer, contra lo natural, pues generalmente son las mujeres las que se vuelven gatas; una burra (con perdón de ustedes) que no se convierte en nada, pero cuyo dueño cree que se ha transformado en una campesina, fuerte, robusta y tan guapa como la Castro; algunas tiradas de versos agradables; varias escenas lánguidas; un narcótico, bastante eficaz, desleído en la acción, y una regular cantidad de música ligera y bonita, forman en conjunto esa zarzuela que se titula “La gata de Mari-Ramos”…”
La gata de Mari Ramos era una zarzuela en dos actos, de tema fantástico, con letra de D. Mariano Pina y música del maestro C. Oudrid , fechada en 1870.
Se comenta en esta nota teatral, que también existe una comedia de magia con el mismo título y las mismas metamorfosis, pero no he logrado encontrarla. Al parecer lo mejor de esta puesta fue la música, cantada por la De-Baillou. Enrichetta De Baillou-Marinoni, era una prima donna nacida en Cádiz, soprano del género ligero y de voz delgada, pero muy flexible y aplaudida por el público por su habilidad de ejecución en el género de fioriture.
Muy de la moralidad de esa época encontramos el comentario de que las coristas salen con vestido corto y con las botitas de raso, “…que son de reglamento, altas, bastante altas, para que solo se vea la parte gorda de la pierna…”
Músicas y moralidades aparte, la aparición en 1787 de la “gatita de Maria Ramos”, en el tomo segundo del “Diccionario Castellano con las voces de Ciencias …”, del autor Esteban de Terrenos y Pando, nos confirma que, aunque existiese el personaje de Maria Ramos en el barrio de Jesús María, la frase ya existía, al menos desde finales del siglo XVIII, y que solo sería aplicada a nuestra Maria Ramos, por su trágico conflicto.
CUBA EN LA MEMORIA 26 /02/2016