Seguidores

Buscar este blog

Vistas de página en total

viernes, 15 de agosto de 2014

Bienvenidos a Pensamiento

Tomado de: Panama Notes

Fundada el 15 de agosto de 1519 por Pedrarias Dávila cerca de una ranchería Cueva a la que llamaban Panamá, actualmente ocupa un área de 2245 km2

Anuncios

En lo que va en el año 2014 han fallecido varios colaboradores de Pensamiento.


Dr. Filiberto Henderson



Nacido en Cuba, profesor escritor e historiador. Buen esposo y excellente padre. Enseño en varias universidades, recibiendo numerosas menciones como buen educador.


Dr. Armando Cobelo
Nacido en Cuba. Hombre de gran educación y muy altivo 
en la comunidad de Miami. Fue el director de la Editorial Cubana. 


Rosa de Armas
Nacida en Cuba. Gran colaboradora en Pensamiento Digital. 
Buena madre y esposa.


Los directores de Pensamiento Digital lamentamos su fallecimiento.

Vicepresidente de los Estados Unidos Toma Posesión del Cargo en Cuba


William Rufus King

Filiberto Henderson  (†) Cuba

  William Rufus King, vicepresidente de los Estados Unidos con el presidente Franklin Pierce, nace en el condado de Sampson, Carolina del Norte, en 1786, es electo por el partido demócrata en 1852, toma posesión en 1853 y fallece ese mismo año en el condado de Dallas, Alabama.
  Estando enfermo de los pulmones, el médico le recomendó el clima y aires de Cuba, así que pasó a la ciudad de Matanzas donde se alojó en la casa de un americano que tenía una gran finca en la Cumbre, al norte de la bahía, entre esta y el estrecho de la Florida. Este americano se llamaba Guillermo (William) Jenckes y Updike, que además de hacendado fue intérprete de Marina con los españoles.
  Como King estaba enfermo, al momento de la toma de posesión de su cargo de vicepresidente, el gobierno de su país mando un buque de guerra a Matanzas, a bordo del cual Rufus King juró su cargo.
  Alrededor del año de 1940 o principios del 1950, la Alabama Historical Society  colocó una tarja en las columnas cercanas a la entrada del Palacio Municipal de Matanzas ,  este suceso.
  Una hermana de Jenkes se casó con uno de los Ximenos de la distinguida familia matancera que produjo a don Francisco, creó que esté se llamaba Alberto Ximeno y Camach, y fue ingeniero de los antiguos Caminos de Hierro de la Habana, más tarde al fundirse con otras compañías de ferrocarriles originaron los Ferrocarriles Unidos de la Habana y Almacenes de Regla y Banco de Comercio.
  En la pared del fondo del panteón de la familia Ximeno en el Cementerio de “San Carlos de Matanzas”, había una tarja de mármol blanco donde aparece un escudo y un epitafio a la Sra. Jenkes Updike, donde decía era natural de Providence, Rhode Island y oriunda de Escocia

Sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.

Foto tomado de: mantakchia.com

Manuel I. Aparicio-Paneqe (Cuba) 
Nota: El autor elimina la "u" en la palabra que lleve "q" y "e"

Sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, es consigna dirigida a todos nosotros desde tiempos inmemoriales, como parte de nuestra misión en este Mundo. Cumplir con la misma no parece difícil, pero sí lo es tomando en cuenta la calidad qe resulte de cada una de esas encomiendas… Uno de los personajes del ‘Misántropo’, de Moliére, dijo: “No poseo las virtudes necesarias para el éxito. Mi talento sólo sirve para decir la verdad y no he aprendido a ser hipócrita.” Trataré aquí de explicar razones para cumplir con la tercera sugerencia, la que todos podemos lograr con un poco de dinero, en este país, donde existe el éxito sin talento. En mi caso dicho triunfo no está asegurado con la publicidad de un libro, sino con el contenido del mismo y eso no depende del dinero. La calidad de lo escrito en sus páginas dirá siempre la última palabra.
Los grandes escritores de ayer influyen en todos los qe tenemos el hábito de la lectura, y eso muchas veces, introduce en nosotros la idea de qe podemos ponernos al lado de ellos imitándolos. Tarea mucho más árdua de alcanzar de lo qe uno se figura. Pisar sobre los pasos de las grandes luminarias nos alienta, pero obtener resultados parecidos es otro cantar. Sobre esto mi madre solía decir: “Son muchos los qe empiezan, pero pocos los qe llegan”. Hay en esto una semejanza a aqellos soñadores de oro qe se iban a las orillas de los ríos con unas palanganas y se pasaban días enteros, por muchos años, colectando tierra y arena de los mismos, en busca de las pepitas doradas, qe los hicieran ricos. Muy pocos realizaron sus sueños. La gran mayoría de todos aqellos ansiosos de ver fortuna terminaron frustrados y desilusionados. El sueño de los mismos no era malo, lograrlo fue otra cosa muy distinta. Entre ellos hubo qienes desistieron. Otros alcanzaron un poco de bienestar con el producto de sus esfuerzos y un número reducido llegó a lucir, en alguna forma, gran beneficio tras años de trabajo y vicisitudes.
Como se puede apreciar, hay analogía entre los buscadores de oro y los aspirantes a la fama. La diferencia consiste en que los primeros pueden cumplir con sus metas o realizar sus sueños en vida, mientras qe en los segundos la fama les llega –muchas veces-, después de la muerte.
Entran, desde luego, los qe la compran por un tiempo, cuando no es valiosa y mientras dura el dinero. El número qe la alcanza legítimamente es reducido, porque para ello necesitan de los eruditos la aprobación, el reconocimiento de los lectores qe saben leer, qe no son todos los qe han ido a la escuela, y el factor “tiempo”, tamiz por el qe tienen qe pasar casi todas las obras duraderas en esta vida. Sería hipócrita de mi parte no decir qe me encuentro entre los últimos. La conciencia me dicta qe estoy lejos de llegar a ello como lejos estuve siempre de ser comprensivo con las personas allegadas a mí. Hoy, al darme cuenta de mi error, pido disculpas a todos, conocidos y no conocidos. Con mi madre lo hice muchas veces. Y mis hermanos fallecidos, y el resto de la familia, que llevó gran parte del cambio favorable operado en mi. ¡Gracias! Por el aporte espiritual y fraternal que me han dado y dan, y que son parte de mis pensamientos.

Miami, 2007.

EL LINAJE CUBANO DEL NEGRO QUE TENIA EL ALMA BLANCA


Doña Concha Piquer, cuando todavía era Conchita Piquer –por su lozana juventud-, en 1927 protagonizó una película española dirigida por el prolífico y legendario cineasta y empresario BenitoPerojo. La cinta se llamaba “El negro que tenía el alma blanca”.
En 1934, Perojo intervino en calidad de co-productor en una segunda versión de aquel argumento, esta vez protagonizada por la sevillana Antoñita Colomé y el elegante actor de pulidas maneras y clara dicción José María Linares Rivas, madrileño de nacimiento, casado con la actriz cubana Sara Cabrera entre 1939 y su propio fallecimiento en 1955, que encontró en la cinematografía mexicana su papel estelar como villano atildado y sometedor de las damas, y que en 1952 rodó, al lado de Gloria Marín (entonces ya divorciada de Jorge Negrete) y del posteriormente malogrado Jorge Mistral, “El Derecho de Nacer”, obra de la inequívoca autoría del novelista cubano Félix B. Caignet. En 1951, el afamado tanguista, actor y director argentino Hugo del Carril –quien en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo hizo repetidas apariciones en el teatro, la radio y la televisión de Cuba (desde el escenario del Teatro Nacional hasta los estudios donde se transmitía el programa televisado Jueves de Partagás)- coprotagonizó la tercera versión de “El negro que tenía el alma blanca”, al lado de la madrileña María Rosa Salgado –que había sido la esposa en primeras nupcias del matador de toros Pepe Domínguín, hijo del torero Domingo Dominguín, hermano de los también espadas Luis Miguel y Domingo Dominguín, y tío político de los igualmente consagrados Francisco Rivera (Paquirri), Curro Vázquez y Paco Alcalde-.
De la novela que dio pie a esas películas, “El negro que tenía el alma blanca”, salió publicada en el diario madrileño ABC del 6 de julio de 1922 una crítica firmada por José Ortega Munilla, escritor posteriormente afincado en Madrid si bien había nacido en Cárdenas (Ciudad Bandera) el 26 de octubre de 1856, siendo su padre funcionario de la administración colonial española en Cuba. Ortega Munilla casó con una hija del fundador del diario madrileño El Imparcial, doña Dolores Gasset, cuyos hijos fueron los archiconocidos hermanos Eduardo -que murió en el exilio en Caracas, en 1965-, Rafaela –fallecida en 1940-, Manuel, el autor de la Biografía de El Imparcial -muerto también en 1965-, y el gran filósofo José Ortega y Gasset. -que murió en 1955-. Y ¿quién fue el autor de “El negro que tenía el alma blanca” y qué conexión tenían él y esta obra suya con Cuba? –en cuya historia entran y salen continuamente actores, actrices, cineastas y escritores nacidos en Cuba o con una sólida relación con la Isla-. Pues su autor fue Alberto Insúa, nacido en La Habana en 1883, en cuyo colegio de Belén estudió, y de quien muchos años después (en 1969) llegó a decir Federico Carlos Sainz de Robles (escritor, dramaturgo, historiador, lexicógrafo, crítico e historiador literario, folclorista, bibliógrafo y ensayista) que “En cualquier otro país menos subdesarrollado literariamente que el nuestro, bastarían los tres nutridísimos tomos de sus Memorias: mi tiempo y yo (1952,1953,1959) para asegurar a Insúa un puesto permanente en las más ceñidas historias de la literatura española. Tantas son la verdad, la amenidad, los agudísimos juicios, las noticias literarias ‘de primera mano’ que hay en ellos…Pues si fuera preciso señalar las dos novelas españolas más veces reimpresas entre 1900 y 1936, sería de justicia proclamar que La casa de la Troya: estudiantina del madrileño Alejandro Pérez Lugín, y El negro que tenía el alma blanca, de Insúa. Novelas que hoy se reimprimen con frecuencia”. En sus Memorias, Insúa dice: “Nací en la ciudad de La Habana. Mi padre era español, de la villa de San Pelayo de la Estrada, en la provincia de Pontevedra. Mi madre perteneció a una familia aristocrática de Puerto Príncipe, provincia que en Cuba independiente ha recuperado su nombre indígena de Camagüey. Mi padre era abogado, escritor y periodista…mi abuelo materno, por su natural pacífico y tener ya una de sus hijas casada con un español, se redujo a abandonar su casa de Puerto Príncipe y refugiarse con su esposa y su prole en la más recóndita y fragosa de unas tierras que poseía en la provincia. Muchos cubanos procedieron como él en ambas guerras (se refiere a la Guerra de los Diez Años y a la Guerra Chiquita). Mas no le valió a mi abuelo aquella actitud sino para salvar la vida y apartar a los suyos de persecuciones posibles. Sus bienes fueron confiscados y su nombre pregonado como el de un rebelde. ¿Por qué? Porque su esposa, doña Dolores de Cisneros y Álvarez, era prima de dos prohombres de la causa separatista, don Salvador de Cisneros y Betancourt, marqués de Santa Lucía, representante del Camagüey en los preparativos del alzamiento de Céspedes, y don Gaspar Betancourt Cisneros, uno de los emigrados en los Estados Unidos que se dirigieron a Bolívar rogándole que interviniese con su espada a favor de Cuba.
“Si se añade –continúa nuestro autor- que mi abuela estaba emparentada con los Agüero y los Agramonte -familias próceres de Camagüey que dieron paladines y mártires a la causa- se comprenderá fácilmente que las autoridades españolas vieran en mi abuelo a un sospechoso. Las aventuras de éste, más bien sus desventuras, se resumieron en el éxodo familiar a La Habana y la pérdida –por confiscación- de todos sus bienes en Camagüey”.
Sin embargo, las simpatías juveniles de Insúa no estuvieron nunca con los separatistas, sino con el Autonomismo, sobre lo que en sus Memorias escribió lo siguiente: “Quiero también insistir en que mi ‘sensibilidad hispánica’, sucesivamente labrada en el hogar, en el colegio y en mis dos viajes a Galicia, no incluía en modo alguno desamor a Cuba, sino que –como en tantas personas mayores de la Isla, peninsulares y criollos- significaba, noblemente, un profundo anhelo de que Cuba no dejase de ser española. Es decir que yo, con mis trece años apenas cumplidos, pensaba como cualquiera de aquellos cubanos autonomistas, fieles a la Madre Patria, o como cualquiera de aquellos españoles que habían fundado en Cuba sus hogares y no podían admitir sino doliéndoles el alma la victoria posible del separatismo”.
En 1898, a las puertas de la intervención norteamericana en Cuba, los padres de Insúa deciden que la familia marche definitivamente a España. Alberto Insúa no olvida nunca su infancia cubana, los olores, los colores, las vistas y paisajes, la mezcla de blancos, negros y chinos y todas las combinaciones intermedias de razas. En sus Memorias escribirá muchos años más tarde que “…no ha habido, que yo sepa, hombres en el mundo que resolvieran más fácil y humanamente los conflictos planteados por la diversidad de las razas. Los resuelven, como es sabido, por el injerto, por la cruza. Nadie más exógamo que el español. A él se deben todos los mestizajes de América. Y a esa función magnífica, propagadora y niveladora de la especie como ninguna, venía preparado por esa larga experiencia peninsular que la Historia recoge y los biólogos estudian. En América, el español hizo con las indias –y también con las negras- lo que sus antecesores hicieron en España con las moras y las hebreas: mezclarse en matrimonio o en barraganía…”
No regresa a la Isla sino hasta 1929, y entonces se explaya: “Muchas cosas en La Habana me atraen como por instinto, como si me hubieran faltado durante mucho tiempo y me arrojara ahora sobre ellas con un ansia de desquite. Así, en la mesa, las frutas y los dulces. Así, en la calle, su colorido humano diverso. Veo, por detrás, una mujer admirablemente vestida y de rítmico andar, adelanto varios pasos para ver su rostro, y es el de una “parda” o “canela”, como aquí llaman a las mulatas”. ¿No es esta visión sensorial y sensual de la realidad más inmediata, más cercana, más cotidiana, una premonición de lo “real maravilloso” al que Alejo Carpentier habría de dar carta de naturaleza como forma venturosa de expresión literaria de las emociones frente a la realidad?
Ortega Munilla glosa en su crónica de 1922 la recién publicada novela de Insúa “El negro que tenía el alma blanca”: “He aquí que un negro oriundo de la isla de Cuba, de familia de esclavos, que se llamó al nacer Pedro Valdés, ha trocado su nombre por otro norteamericano: el de Peter Wald. Sus patronos fueron los marqueses de Arencibia. En su tiempo, el de la infancia del muchachito, ocurrieron las catástrofes de las guerra separatista. Mil aventuras pasaron sobre el niño negro. Una genialidad inesperada lo convierte en rey del baile norteamericano. Donde quiera que aparecía llenaba los teatros…Y en medio de todo esto surge un amor: el negro codicia noblemente a una artista humildísima, a una cómica desdichada. Esta es una española de verdad: ni se rinde a los halagos ni al dinero. Además, por un sentimiento racial odia al negro. Pero Peter Wald aparece ante ella, al fin de una larga lucha, como un caballero, como un mártir al que la naturaleza hubiera puesto la sombra de la desdicha. Peter Wald lucha por conseguir a esa española. En la fatiga de la contienda desfallece, y un día, cuando la española se entera de lo que vale aquel negro, éste cae en el morir. La comiquilla madrileña besa la frente del bailarín, y éste desaparece dejando a su amor un pingüe recuerdo testamentario…Un vil empresario rige aquel mundillo de la farándula, desdeñando a los maestros del ingenio. Más noble, más digno, menos impuro, es Peter Wald. El negro tiene el alma blanca y muchos de aquellos blancos tienen el alma negra”.
Alberto Insúa, cuyo nombre de pila era Alberto Galt y Escobar, a lo largo de la primera mitad del siglo xx pergeñó más de cincuenta novelas (como él mismo dejó escrito, a razón de una cada año) y cientos de artículos periodísticos, durante sus largas estancias en España, la Argentina y Francia. También incursionó en la dramaturgia, en más de una ocasión en coautoría con quien fue su cuñado, el escritor y diplomático cubano Alfonso Hernández Catá. En sus Memorias, el mismo Insúa adscribió el estilo literario de sus novelas a un realismo muy español, pero sin semejanza alguna con el Naturalismo de Zola, y todas con un fondo cristiano.
Fue un escritor que gozó de un gran predicamento entre el público lector de España y América, durante ese primer medio siglo, cuidadoso de la limpieza lingüística de sus textos, con un estilo expositivo realista –en cuanto sus argumentos se encuadran en una realidad vivida y conocida- e inspirado, al decir del autor, “en los hechos colectivos de la historia de España que me ha tocado vivir”.  Fue, además, toda su vida, un enamorado de Cuba, de la que siempre habló como de un paraíso perdido.




Hoy en día, Insúa está injustamente olvidado por la República de las Letras.

©Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba


LA TRAGICA NOCHE DE LOS CARICATOS HABANEROS. 22 DE ENERO DE 1869

El Teatro Tacon

Miguel de Varona Navarro (+) Cuba

El género teatral bufo -cómico y caricaturesco- después de haber obtenido notables triunfos en París y Madrid, tuvo en 1868 su primera compañía en La Habana. Se ha señalado que los Bufos Habaneros tuvieron su origen en los Bufos Madrileños de Francisco Arderías, parodia de los Bufos Parisienses de música alegre, mezcla de opereta y de can-can. Los Bufos Habaneros fueron creados y adaptados a nuestro ambiente popular por los autores Francisco Fernández y Joaquín Robreño, y por el constructor de los teatros Villanueva y Tacón, Miguel Nin y Pons, aunque de acuerdo con el escritor Francisco Ichaso se ha mencionado como constructor del Tacón a Francisco Marty Torrens. En el mismo 1868 se formó otro conjunto de bufos denominados Caricatos Habaneros. Bufo y caricato son apelativos procedentes de la ópera cómica italiana. En la ópera, bufo es el actor que hace el papel de gracioso, y caricato es el bajo cantante que representa el papel de bufo.

Ya había estallado la guerra independentista llamada de los Diez Años. Carlos Manuel de Céspedes y sus insurrectos se batían por la libertad de Cuba contra el ejército español. En la noche del 22 de enero de 1869, durante una función que celebraban los Caricatos Habaneros en el teatro Villanueva –representaban la obra “El perro huevero aunque le quemen el hocico” de Juan Francisco Valerio-, en el momento en que el actor Pepe Ebra exclamaba “¡Viva la tierra que produce la caña!”, los espectadores simpatizantes del patriota Céspedes gritaron “¡Viva! ¡Viva! ¡Viva Céspedes!”. Los españoles que asistían a dicha representación, contestaron “¡Viva España!”, y los cubanos, todavía más exaltados, “¡Muera España!”, Inmediatamente sonaron dentro del teatro varios disparos, originándose un tremendo tiroteo de fatales consecuencias tanto para el público como para los actores. La noche de los bufos, en esta oportunidad, fue ensangrentada despiadadamente. Al día siguiente de este dramático suceso, un joven de 16 años llamado José Martí publicaba en el semanario “La Patria Libre” – fue el único número que salió a la luz su primera obra teatral titulada “Abdala”.

En la revista española “Pipirijaina” (número 13, marzo-abril de1869) un periodista cubano escribe: “La noche trágica del 22 de enero vino provocada por el ambiente de insurrección que se vivía en la ciudad y por estar dedicada la función a beneficio de unos “insolventes”, alusión a Céspedes y sus tropas. Un día antes, un oscuro güarachero, Jacinto Valdés, en plena representación, había vitoreado a Céspedes desde el escenario.”

Después de 1883 el teatro bufo empezó a decaer por la falta de calidad en las obras de dicho género popular, en las que los diálogos y canciones eran de estilo chabacano y grosero. No obstante, el historiador de nuestro teatro lírico Edwin T. Tolón, “Teatro Lírico Popular de Cuba” dice que “por muy malas que sean esas piezas merecen que despasionadamente nos fijemos que fueron ellos (los bufos) los que lograron encontrar el lado “cómico” de nuestra vida social y llevaron a la escena los ritmos seductores de nuestra música popular y argumentos en pro de nuestra independencia.” 

Nota: Miguel de Varona Navarro, muere en el 2005, fue un escritor que investigó el origen de nuestro teatro, poeta y cronista. Ya van quedando pocos estudiosos de nuestras costumbres”.


Las fiestas en Arroyo Arenas

   Tomado de: Cuba Debate
Después de narrar el resultado del fallido secuestro de nuestro patrón, según me contaron hay otra historia que tiene que ver con nuestra iglesia. No he podido precisar la fecha pero de seguro es a partir de 1930. La Logia Masónica se edificó al pie de la escalinata de la parte oeste de la Iglesia de Arroyo Arenas, la misma que utilizaban las señoras para entregar sus limosnas, esto fue entre el año 1930 y 1931, el caso es que dicen que el cura de esa época determinó no subir a la iglesia por esa escalinata, debido a la Logia que allí existía. Aquí está foto donde aparece el local donde estaba la Logia, ubicada en casa de color azul.
Logia Arroyo Arena
En la casa azul se encontraba la Logia “Román de la Luz” al pie de la escalinata Oeste de la iglesia.
Históricamente conocimos después que en esta Logia (Román de La Luz) se refugio el mártir de la Revolución Cubana, Juan Manuel Márquez Rodríguez, allí fue detenido por los órganos policiacos del gobierno de Gerardo Machado y después de condenado por los tribunales del Régimen dictatorial fue enviado al Presidio Modelo de la Isla de Pinos, era el prisionero mas joven entre los presos políticos que allí radicaban, contaba entonces con sólo 16 años de edad.
El padre de Juan Manuel Márquez, quien fungía como uno de los directivos de la Logia, protegió a su hijo.

Las fiestas

Se vendían velas de a peso, de 50 y de 20 centavos y las grandes estaban adornadas con cintas de colores brillantes. En las procesiones, cuando el aire batía, los más experimentados ponían un cartucho desfondado alrededor de la vela para que ésta no se apagara. Algunas veces los que venían detrás quemaban a los que estaban delante. ¡Aquello era muy divertido! Mucho para mi mente infantil… Por sobre todas las cosas, lo que más me satisfacía era que en esos días siempre se hacía un gran esfuerzo en casa, pues nos compraban zapatos y ropa nueva y me ponían en el bolsillo un par de pesos para gastar. Era la única fecha del año que podía tener algo que me hiciera feliz.
En aquellos días recibíamos la visita de todos los parientes y amigos, los del campo y los de la ciudad; todos venían a rendir su tributo al santo. Lo primero que hacían al llegar, era pasar al excusado que estaba en el medio del patio y después, quitarse aquellos zapatos nuevos que les apretaban. En esos días mi papá gozaba de lo lindo. Él, que era loco aficionado del punto guajiro, traía a todos sus poetas amigos para que le cantaran. La cantaleta comenzaba a media tarde y llegaba hasta la media noche. Creo que eso me hizo detestar en ese tiempo a esa manifestación artística tan cubana. Años después comprendí su verdadera riqueza.
Por la noche comenzaban los bailes. En el Liceo, frente a la Iglesia, bailaban los blancos con las blancas y en el Caserón de Lupo, bailaban los negros con las negras. Allí estaba su sociedad. Entonces no comprendía yo, por qué tenía que ser así, pero todos lo aceptaban…
Cuando en el baile del Liceo aparecía algún joven, hembra o varón, aunque su piel fuera más blanca que muchos de sus directivos, pero su pelo era algo encaracolado, la Comisión de Orden actuaba de inmediato; iban con sus brazaletes y aquel que fuera detectado, tenía que abandonar el local. La pareja de guardias rurales estaba atenta por sí tenía que actuar. En eso, los de la Comisión eran muy estrictos, decían que a ellos “no se le podía pasar gato por liebre”.
La Sociedad de los blancos se inauguró en 1919 y la de los negros poco después.
La Sociedad de los blancos se inauguró en 1919 y la de los negros poco después.
Liceo de Arroyo Arenas ahora Casa de la Cultura
El Presidente de la Sociedad de Color era Juan el vecino, hombre bondadoso, respetuoso y servicial, que además se llevaba bien con todos, con blancos, con negros y mulatos. No obstante todo esto, Juan no podía ni acercarse a la Sociedad de blancos. Su presencia estaba vedada en aquel lugar.
Los viejos decían: —“Las cosas tienen que estar en su lugar, los blancos con los blancos y los negros con los negros, y no revueltos”. Esto lo garantizaban aquellos guardias rurales de traje amarillo, sombrero alón, botas altas y lustrosas, largo sable que rozaba el piso y el cuarenticinco a la cintura. Esto sin contar los springfields o cráckers que usaban en casos especiales como estos.
Además del baile de los blancos y el de los negros, en la Semana Santa se organizaba otro donde bailaban los que no se aceptaban en el Liceo, ni en la Sociedad de Color; a éste bailable lo llamaban la “ruñidera”. Aquí cobraban por pieza, se bailaba apretado, se sudaba mucho, las caras brillaban y el tufo no era nada agradable. Para garantizar las parejas, se reunían allí decenas de prostitutas que venían de La Habana. Algunos jóvenes, los más “audaces” del pueblo, se colaban allí y muchos también fueron bien “premiados”, al lograr algunas conquistas al terminar aquellos bailes… después, la penicilina. Por esas ironías de la vida, en la “ruñidera”, bailaba el blanco con la negra y el negro con la blanca.
Mi padre, que cada vez que se ponía bravo se fajaba verbalmente con Dios – esto era siempre que algo le salía mal- no quería que nos bautizaran ni a mi y ni a mis dos hermanas; teníamos 5, 6 y 7 años de edad respectivamente y mi mamá insistía en que nos bautizáramos. Ella estaba muy preocupada no fuera a pasarnos, a los tres, como le pasó a la vieja judía que vivía en una finquita en
Cantarrana. Alrededor de esta señora había todo un misticismo, un misterio… y nosotros en realidad, por lo que se decía, le teníamos temor. Después conocimos que ella era una buena mujer, muy trabajadora y con muchos hijos.
En una ocasión, aprovechando un bautismo masivo que se desarrolló en la parroquia, – fue en ocasión de la visita de un obispo o algo así- se corrió a improvisar los padrinos- y a echarnos el agua bendita en la cabeza. La gran mayoría de los niños no recuerdan este día, pero yo si; tenía 6 años y el agua estaba fría pues estábamos en invierno. Ya mi mamá estaba tranquila, ya podíamos morir, no nos iríamos al otro mundo, judíos… Para mí no hubo diferencia, seguía siendo el mismo, flaco, anémico, genioso, pataleando y llorando por cualquier cosa. No obstante todo esto, seguía estando orgulloso de la iglesia de mi pueblo.
Como toda iglesia, tiene su campanario y su púlpito, también tiene su cura y si excepcional era la iglesia, así lo era el cura. Este a diferencia de otros, era joven, esbelto y bien parecido. Era jimagua. El hermano no era cura.
En mi pueblo había eternas señoritas, beatas, de aquellas que corrían para la Iglesia a cada repique de campana. Allá iban ellas con catecismo, crucifijo y velo en la cabeza. Los suspiros de estas se escuchaban cada vez que el “padre” terminaba una oración y aparecían las miradas de “carnero degollado”. Si bien este hombre pudo arreglárselas para atender a los presidentes y sus familiares, los representantes etcétera, en honor a la verdad y a la justicia tendríamos que decir que también tuvo gestos que merecieron el respeto de todos, y lo más importante, quiso morir en su patria a pesar de los ofrecimientos que tuvo para marcharse del país, allá donde habían ido a parar sus beatas fanáticas y su hermano gemelo.
Un día inesperado, cuando nadie lo pensaba, hubo un cambio radical en la categoría de la iglesia de mi pueblo. Ese fue el día que apareció un nuevo santuario para el Nazareno. Uno más acorde a la estirpe de aquellas señoras y señores que daban tanto realce a la Iglesia de mi pueblo. Apareció Jesús de Miramar. Fue allí en la 5ta avenida. Nuestra parroquia, aquella que tanto nos había llenado de orgullo, perdió su nivel, dejo de ser lo que era. Aquellos señores encontraron algo más acorde a sus exigencias. Ahora mi ermita pasaba a la humildad, se situaba al nivel de la Virgen de Regla, la de Santa Bárbara, la de la Caridad, la de San Lázaro y la de las Mercedes. Con los señores y las señoras se fueron sus modestos aportes, sus elegantes choferes y detrás, los limosneros; se fue Paraguayo y Gurupela y otros de su negocio que me hacían feliz. Ahora los feligreses eran pobres y estaban más bien para recibir que para dar limosnas. El cepillo que pasaba el sacristán, aquel que se desbordaba antes de billetes de todos colores, ahora se veía vacío muchas veces.
Iglesia Jesús de Miramar
Iglesia Jesús de Miramar
Iglesia Jesús de Miramar.

La Noche de Boda


Foto tomada de: Saludos 180
Rubén Aportela (Cuba) Reside en México

Dos bocas que se muerden fieramente
porque no basta el beso en su locura;
cuerpos desnudos en la alcoba impura
que quieren penetrarse mutuamente.

Pechos erectos bajo la inclemente
presión que los oprime y los tritura:
de jadeos la noche se satura
y los suspiros llenan el ambiente.

Bailan salvaje rumba las caderas
en un ritmo febril, y en las ojeras
el instante crucial su huella arroja.

Ya cesan en el lecho los gemidos.
Los lobos del placer quedan dormidos
sobre el testigo infiel; la mancha roja


Pasado



Foto tomada de: Somo Todos Um
Hilda Norma Vale (Argentina)

Siempre existe un pasado y un presente.
El pasado fue sol y fue verano,
fue prodigio y milagro cotidiano,
fue llamarada y humo evanescente.

Y me dejé arrastrar por la corriente
de un sueño audaz y de un sueño vano
y fue así que el milagro cotidiano
se transformó en prodigio inexistente.

Lo que temí perder y que he perdido,
lo que no fue y lo que hubiera sido.
Dios, haz que borre ya de mi memoria,

la traición, esa daga y esa historia.
Haz que mi pensamiento enardecido

se olvide de esa daga y de ese olvido.

Presagios Funestos Observados por los Indios en México.

Tomado de: Soligram
Crónicas indígenas (p.50-57) y de la Historia de Tlaxcala, de Diego Camargo (extractados)

Primer Presagio funesto: Diez años después de venir los españoles, primeramente se mostró un funesto presagio en el cielo. Una como espiga de fuego, una como de fuego, una como aurora: se mostraba como si estuviere goteando, como si estuviera punzando en el cielo. Ancha de asiento, angosta de vértice. Bien al medio del cielo, bien al centro el cielo llegaba, bien al cielo estaba alcanzando.
Y de este modo se veía: allá en el oriente se mostraba: de este modo llegaba a la media noche. Se manifestaba: estaba aún en el amanecer: hasta entonces la hacía desaparecer el Sol. Y el tiempo en que estaba apareciendo: por un año venía a mostrarse. Comenzó en el año 12-Casa. Pero cuando se mostraba había alboroto general: se daban palmadas en los labios las gentes: había un gran azoro: hacían interminables comentarios.

Los presagios funestos fueron varios que los sacerdotes pudieron observar antes de la llegada de los españoles. Que vamos a seguir publicando.

Primer presagio funesto (un cometa de fuego)
Diez años antes de la conquista se observó en el cielo una estrella que se movía, con espigas de fuego, como si goteara: Un cometa. (tomado de: Listas de 20 minutos

viernes, 1 de agosto de 2014

Bienvenidos a Pensamiento

Caius Iulius Caesar Augustus (Roma, 23 de septiembre de 63 a. C.Nola,19 de agosto de 14 d. C.), en español Cayo Julio César Augusto, conocido como César Augusto y más habitualmente como sólo Augusto, fue el primer emperador del Imperio romano. Gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C.,Nota 1 año de su muerte, convirtiéndose así en el emperador romano con el reinado más prolongado de la Historia.1 2 (tomado de: Wikipedia)

Soy tuyo


Pedro Briceño (Venezuela)

Como las olas soy del mar
Soy tuyo.

Como la luna es de la noche
Soy tuyo.

Como anillo al dedo
Soy tuyo.

Como una sonrisa es de tu boca
Soy tuyo.

Como lágrimas de tus ojos
Soy tuyo.

Como el aire es para la vela
Soy tuyo.

Y soy porque tuyo soy.

Y tuyo soy porque soy.

Los carnavales de antaño

 Ahora que se ha cerrado ya el ciclo jubiloso de nuestras fiestas carnavalescas, suponemos no ha de desagradar a los lectores de Carteles -a modo de cuadro comparativo entre hogaño y antaño- la evocación de los carnavales durante la época de la colonia.

Ahora que se ha cerrado ya el ciclo jubiloso de nuestras fiestas carnavalescas, suponemos no ha de desagradar a los lectores de Carteles -a modo de cuadro comparativo entre hogaño y antaño- la evocación de los carnavales durante la época de la colonia.

Si volvemos la vista al ayer no muy remoto, a los comienzos del siglo XIX, hallaremos que nuestra Isla era una colonia perdida entre la ignorancia y la rutina, en la que sólo la ciudad de La Habana ofrecía cierto aspecto de población semicivilizada; aun en ésta, la mayoría de sus casas eran de embarrado o tablas y guano, y muy pocas de mampostería y tejas; el mobiliario compuesto de rústicos taburetes y mesas, catres de viento o tijera, baúl sobre banquillo, y, como único adorno, un pequeño espejo con sencillísimo marco; los útiles de cocina reducidos a un fogón compuesto de una caja llena de tierra sobre estacas y cuyas hornillas estaban formadas por tres piedras, alimentada con leña, y en el campo, el fogón únicamente consistía en tres piedras colocadas en el suelo; las mujeres para conocer las modas tenían que esperar no la llegada de los figurines que no existían, sino el arribo a nuestra capital o ciudades más importantes, de los galeones, por si en ellos viajaba alguna elegante esposa del nuevo funcionario civil o militar; se almorzaba a las ocho de la mañana, se visitaba a las 11, se comía a la una, se siestaba hasta las cinco, y de cinco a siete daban vueltas alrededor de la Plaza de Armas y otro paseo elegante; la agricultura estaba en pañales; no había carreteras y mucho menos ferrocarriles ni se conocía otros medios de locomoción por caminos reales y vecinales que el lomo de caballo o mulo o el quitrín; ni siquiera La Habana poseía pavimento en sus calles; los baños eran de bateas o palangana y los servicios sanitarios se hallaban limitados a un pestilente pozo negro; las basuras y desperdicios de todas clases se estancaban en las calles esperando que la lluvia las fuese destruyendo o arrastrando...
Y, sin embargo, esta sociedad criolla tan primitiva y mísera... ¡se divertía!, constituyendo el juego y el baile las principales diversiones que acaparaban buen número de horas cada día y no menor número de días cada año. Con cualquier pretexto se formaba una timba o un bailecito, o una timba con baile, o un baile con timba, y para bailar y jugar se escogían lo mismo 195 fechas religiosas que los acontecimientos familiares, locales o insulares; un santo, que un bautizo, una boda, que un velorio.
En esta época paradisíaca, los carnavales —motivos o pretextos admirables para holgar y divertirse- alcanzaban brillo extraordinario, que alcanzó su apogeo durante todo el siglo XIX, hasta los días mismos de la guerra del 95.
Cada población de la Isla tenía sus días típicos de carnavales, que no siempre coincidían con la fecha religiosa de las carnestolendas. En La Habana distinguiéronse los carnavales por los paseos, los bailes y las comparsas.
Los primeros tenían por escenario aquellas calles que según la época disfrutaban del favor de la aristocracia habanera: la Calzada de la Reina, la Alameda de Paula, el campo de Marte, el nuevo Prado o Alameda de Isabel II. En quitrines y volantes, de acuerdo con su posición económica, lucían nuestras tatarabuelas, bisabuelas y abuelas, su belleza, su gracia y su elegancia, recibiendo los homenajes de sus amigos y admiradores o del pueblo en general que a uno y otro lado de la vía, y desde ventanas, balcones y azoteas, presenciaban el paseo carnavalesco o tomaban parte en el mismo lanzándoles flores a las bellas ocupantes del típico carruaje cubano. Este fue sustituido por los coches, y las flores fueron desalojadas por las serpentinas y  los confetis.
Completaban el atractivo de los paseos carnavalescos las mascaradas de blancos, y negros, que recorrían las calles, y que las integraban bobos, osos, payasos, esqueleto, diablitos, reyes moros o cristianos, papahuevos, etc. Estos personajes de la farsa carnavalesca cantaban, gritaban, hacían gestos ridículos y contorsiones exageradas, asaltando con sus bromas a los transeúntes o a los vecinos que, presenciaban el espectáculo desde las ventanas de sus casas.
No es posible que dejemos de mencionar, al referirnos a la forma en que se celebraba el carnaval durante la colonia, a las comparsas constituidas por elementos de nuestra llamada clase baja, ya por los criados y criadas del señorito, vestidos a la última moda blanca y ataviados a veces con las joyas de sus amos, ya por negros curros o catedráticos, ya por las diversas potencias ñañigas, las cuales, desaparecido el Día de Reyes, carnaval de los esclavos africanos, dieron rienda suelta a su afán de tumultuoso esparcimiento en las comparsas que recorrían nuestras calles, cantando y bailando a los sones de sus típicos instrumentos africanos. El Alacrán, Los Moros Rosados, Los Moros Verdes, Los Hijos de Quirina, Los Turcos, Los Chinos, y otras, se hicieron celebres por lo pintoresco de los trajes, adornos y emblemas que lucían, y también, en ocasiones, por las sangrientas riñas que entre ellas estallaban, el dilucidar en plena vía pública las discordias, odios y venganzas de los respectivos fuegos o cabildos a que pertenecían esas comparsas. De las comparsas solo diré que, prohibidas por la autoridad al surgir la República, fueron, sin embargo, permitidas esporádicamente aquellos años que coincidan los carnavales con la celebración de elecciones generales o parciales, utilizando así los gobernantes o los políticos estas típicas y tradicionales manifestaciones del regocijo popular, como gancho para conquistar simpatía y popularidad, con vistas al esperado triunfo en los comicios.
De la celebración de los carnavales en otras poblaciones de la Isla, tenemos interesantes referencias en las memorias de Lola María (Dolores María de Ximeno y Cruz) publicadas con el título de Aquellos Tiempos.
Sus más lejanos recuerdos, allá en su ciudad de Matanzas, da a conocer cuando, de niña, solo se le hacía partícipe «en lo que érame permitido desde mi ventana, riendo locamente de las graciosas mascaradas ingenuas y sencillas, como de aquel que, con larga levita, sobrero de castor, una maleta en la mano y careta negra, gritaba sin parar en vertiginosa carrera: ¡Que se me va el tren!... ¿Qué tren?  ¡Ah, sí, el de la felicidad! Tarde y noche pasaba el sujeto en la desaforada marcha.
«También atraía mi atención la manada de monos con careta de lo mismo que todos los años invadían calles y paseos vestidos de negro con capuchón, y largo rabo formado por una cuerda que sin compasión con la mano agitaban, alcanzando a alguno la pesada broma. Eran terror de los niños y de los tranquilos vendedores de naranjas y bollitos; repitiendo como estribillo aquellos energúmenos:
Estos monos son de ley,
Meten cinco y sacan seis.
«Alusión muy marcada parece a los que, al apoderarse de lo ajeno, llevan con los cinco dedos de la mano, la ventaja, además, de la cosa robada. Formaban la bandada hijos del pueblo de distintas razas.
«Organizábanse en esos días comparsas de esclavos Que a las casas ricas concurrían. Eran estos criados y criadas del señorío y en el baile de figuras de preciosas combinaciones danzaban con arcos de flores, lujosamente vestidas ellas a la última moda y casi todas con lucidas y ricas joyas de sus amas. Y quizás si por eso a mi memoria viene cuanto sentaba a una joven negra que a nuestro servicio estaba un soberbio aderezo de purpúreos corales! Eran la mayoría costureras o sirvientas de los amos y tan finas, comedidas y discretas que ¡ay, ay, ay!...
«Sus compañeros, remedo exacto de los señores de quienes eran siervos, vestían de etiqueta irreprochablemente. Constituían la crema, lo mejor de ellos».
También habla Lola María del papel que desempeñaban en las fiestas carnavalescas matanceras los negros curros y los negros catedráticos, que vivían, como oasis florecido en el desierto de su triste condición social horas felices, sintiéndose libres e iguales a los blancos, alternando con ellos en tragicómica parodia, con sus ribetes de crítica burlesca a la distinción, finura e ilustración de sus amos:
«Y por último, fueron los negros curros en las carnestolendas motivo de mi mayor admiracjón. Por lo regular, negros criollos muy ladinos, desempeñaban airosamente el papel. Teñianse el rostro aun mas de negro, resaltando la blanca cornea del ojo, los dientes y la encendida boca. Vestían caprichosamente de blanco, pantalón muy ceñido y bombache desde la rodilla, desapareciendo el pequeñísimo pie en la exagerada medida con que terminaba, calzados como estaban por sueltos pantuflos. La camiseta de exagerada blancura llena de rizados, tufos y bullones, lo mismo que les anches mangas. Una enhiesta, fingida y solitaria rosa ostentábase prendida sobre el corazón. El sombrero pequeño de fina jipijapa sin cinta alguna. El pañuelo desplegado de extraordinarias dimensiones era lo único que en la mano llevaban. Al andar arrastraban los pies y movían los brazos, con algo de compás de baile en la característica marcha que el flojo calzado imprimíale.
«En grupos de ocho o diez visitaban las casas, siendo recibidos con las mayores atenciones. Sentábanse muy serios en el estrado principal en compañía de los dueños, comenzando la visita con una serie de palabras rimadas en los graciosos diálogos que sostenían y que francamente quiero confesar desternillaban de risa al elemento blanco que los escuchaba, sutilezas del ingenio, mil agudezas, un género especial solo de ellos conocido, habiendo desaparecido con la esclavitud la creación, que de España, como es natural, hubo de arrastrar los antecedentes, relegada después, como fué, al teatro bufo cubano y uno de sus principales puntos de apoyo. Gratificábanse espléndidamente.
«Iguales, en cuanto a rara especialidad, eran los negros catedráticos, vestidos de larga levita y chistera, y aire y porte tan doctorales que, barajadas en sus cerebros ciencias, artes y letras en lastimosa confusión, resultaba el disparatado discurso una serie de barbaridades, completando con los curros la nota más saliente y graciosa del carnaval».

Artículo histórico costumbrista publicado en la revista Carteles, 31(15): 80-81; 9 de abril de 1950
Emilio Roig de LeuchsenringHistoriador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso en 1964.

UN IMPOSIBLE

Foto de: PHOTOBUCKET
René León

Ha empezado a llover…
y en la soledad de esta mañana
cierro los ojos pensando en ti
y tú estás lejana, ausente.

Vuelvo a cerrar mis ojos.
Se que vi tu sonrisa, y tus labios,
y con un gesto cortés te retiraste,
y de repente comprendí, lo que es el amor.

Llegas a mi vida
cuando más solo me siento y necesito amar,
y desde esa noche te recuerdo.
Y sin que tú lo sepas pensaré en ti.

Te evoco día a día;
al abrirse de pronto una puerta,
al pasar al lado de alguíen que me recuerde a ti;
y trato de olvidar mi pasión tardía.

A veces oigo tu voz, sin decirme nada,
y me llega tu mirada.
Y miro hacia el arcano de la vida
en la soledad de la mañana.

Estás frente a mí, conversamos, nos reímos;
he de fingir un ademán indiferente;
mi boca cerca de tu boca;
me siento solo y necesito amar.

Si mi amor es un imposible,
y nunca sabrás cuánto te quiero.
Seguirás tu vida, como si nada.
Y yo he escrito las cosas que quería callar.

El Misticismo Científico de Gloria Antonieta Sagastume

Tomado de: Pensamiento. Publicación Literaria e Histórica, julio-agosto de 1996
Alfredo Leiseca (†) Cuba

La guatemateca Gloria Antonieta Sagastume le ha dedicado un poemario a la evolución, a la ciencia y a la vida. Su poesía es rara; tal vez representativa de una nueva filosofía que pretende darle una justificación química, física y biológica al misterio de la existencia. Le canta a la energía, a los átomos, a los genes y a las especies biológicas. A través del esteticismo lírico da la respuesta de un nuevo concepto de cómo la ciencia justifica a nuestras angustias, nuestros amores y nuestros temores. Le canta un himno nuevo a una nueva corriente filosófica que pretende darle otra justificación a nuestra razón de ser.
Mounier dijo una vez que la principal debilidad del existencialismo era que filosofaba como si la ciencia no existiera. Sin embargo, si lo meditamos bien, también tiene que haber alguna razón científica de nuestro dolor, de nuestros sentimientos y del enigma de nuestra conciencia. Eso es la “Epopeya del Origen” de Gloria Antonieta.
Comienza afirmando: “nada puede existir, ni aún Dios, sin la materia”. Trata de confirmar esto basándose en la frase de Einstein “La masa se transforma en energía y la energía en masa”. La tésis continúa con el axioma del científico californiano Marc Davis: “En la nada se crea ni se destruye, sólo se transforma”. De allí parte su canto de que nuestra energía y de nuestros genes se llega a algo nuevo y bello.
Eso lo expresa en el siguiente verso:
Semillero en torrentes/ embriaga la abundancia/ a la madre natura. Se abre/ la puerta molecular indefinible…”
Continúa su lirismo afirmando:
No es lícito/ quebrantar una ley cósmica/ ¡Cuantos al cegar el alma/ ignoran su evolución…”
De esa forma, se puede proseguir:
En espera/ del gran salto molecular/ espacio reposo y tiempo/ cristalizan deseos…”
Con esa idea científica justifica el concepto existencial:
“…!Qué difícil se hace el vivir,/ que terrible y difícil se hace el morir…”
Continúa afirmando:
“…Infinitudes se manifiestan/ el veredicto/ Asumen. Nada es obligado…”
Añade el siguiente concepto:
Morir a pausas/ sombría encrucijada/ resucitar un día/ con la Perla de los inmortales”
Finalmente todo se puede concluir con la primera estrofa:
Enjambres de chispas/ arremolinadas/ en el gran absoluto…”
No sabemos si esos conceptos los sacó Gloria Antonieta Sagastume de su propia cosecha o no. Tal vez se trate de una nueva filosofía en boga que aún no conocemos. Sin embargo, el mensaje de Epopeya del Origen está expresado con mucho vigor e imaginación. En el estilo de la autora se confunden imágenes futuristas, ultrístas y existencialistas. Son muy apropiados para ese nuevo misticismo científico. Su obra es muy refrescante.




© Pensamiento. Publicación Literaria e Histórica, julio-agosto de 1996

"Los Puentes del Condado York" (los puentes de Manhattan)

por Zilia L. Laje

    Diecisiete puentes conectan la isla de Manhattan con los "boroughs" del Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island al norte, este y sur, y al estado de New Jersey, al lado oeste del río Hudson. Me fascinan.
    Son:  El puente de arco de acero Henry Hudson de peaje del parque Inwood Hill hacia el norte sobre Spuyten Duyvil Creek a Henry Hudson Parkway West y la Calle 227 en el Bronx. Se inauguró en diciembre de 1936.
    El Puente de Broadway de acero de dos cubiertas tipo levadizo vertical de la Calle 220 y Broadway en Inwood, lleva las líneas de IRT hacia el norte sobre el canal de barcos del Río Harlem a la Calle 225 y Broadway en Marble Hill. Abrió en julio de 1962.
    El Puente de University Heights es móvil tipo giratorio tolerante de llantas estilo Beaux Arts de la Calle 207 del Oeste y la 9na Avenida en Inwood hacia el este a West Fordham Road y la Avenida Sedgwick en el Bronx. Re-abrió en enero de 1908.
    El puente Washington de acero de doble arco tiene líneas clásicas y soportes de piedra, de la Calle 181 y la Avenida Amsterdam en Washington Heights sobre el río Harlem hacia el este a la Avenida University y Edward L. Grant Highway en el Bronx. Abrió en diciembre de 1888.
    El puente de un arco Alexander Hamilton de diseño aerodinámico mas moderno conecta el puente George Washington de la Calle 178 del Oeste y la Avenida Audubon con Cross-Bronx Expressway. Se abrió en enero de 1963.
    El Puente High de arco de acero, de la Calle 173 del Oeste en Washington Heights a la Calle 170 del Oeste en el Bronx, es el tramo más majestuoso y visible del antiguo Acueducto de Croton. Habiéndose abierto en 1848, es el puente más antiguo que sobrevive en New York. La torre de agua se construyó en 1872. Se encuentra actualmente cerrado a todo tránsito.
    El Puente Macombs Dam de la Calle 155 del Oeste y la Avenida Edgecombe hacia el este a la Calle 161 y la Avenida Jerome en el Bronx abrió en mayo de 1895. Es el puente tipo apertura giratoria de vigas de celosía de tablero inferior más antiguo existente.
    El puente tipo giratorio de 145th Street con tres vigas de celosía de tablero inferior, de la Calle 145 del Oeste y la Avenida Lenox en Harlem a la Calle 149 del Este y la Avenida River en el Bronx. Se abrió en agosto de 1905.
    El puente Madison Avenue giratorio va de la Avenida Madison y la Calle 138 del Este a la Calle 138 y Grand Concourse. Las bases están sobre pilotes, los espigones del río son de concreto revestidos de granito. Abrió en julio de 1910.
    El puente giratorio de 3rd Avenue de hierro fundido y forjado de la 3raAvenida y la Calle 128 en Harlem a la 3ra Avenida y Bruckner Boulevard en el Bronx. Se abrió en agosto de 1898.
    El puente Willis Avenue de apertura giratoria tolerante de llantas de la 1raAvenida y la Calle 125 hacia el este sobre el Río Harlem a la Avenida Willis y Bruckner Boulevard en el Bronx. Abrió en agosto de 1901.
    El Puente Triborough se compone de tres tramos separados, un tramo levadizo de una cubierta de la Calle 125 del Este y la 2da Avenida hacia el este cruzando el Río Harlem a Randall’s Island; un tramo de vigas de celosía vía Randall’s Island cruzando Bronx Kill a la Calle 136 del Este y Bruckner Boulevard en el Bronx, y el tramo principal de suspensión vía Wards Island, usando las dos islas consolidadas para sostener el centro del tramo, cruzando el Río East a Astoria en Queens. La construcción comenzó el Viernes Negro en 1929. Fue uno de los proyectos más costosos de la Gran Depresión. Se abrió en julio de 1936, inaugurado por el Presidente Roosevelt.

    El Queensboro es otro puente de vigas voladizas de celosía estilo Beaux Arts de la Calle 59 y la 2da Avenida hacia el este sobre el Río East y Roosevelt Island, que proporciona la base para los espigones, a la Calle 21 y Queens Plaza en Long Island City, en Queens. Abrió en marzo de 1909.
    El puente colgante Williamsburg con vigas reforzantes macisas cruza el Río East conectando la Calle Delancey en el lado Este inferior con la Calle 5 del Sur y la Calle Roebling en Brooklyn. Se abrió en diciembre de 1903.
    El puente colgante Manhattan cruza el río East desde la Calle Canal en el Barrio Chino a la Avenida Flatbush en Brooklyn. Está muy próximo y paralelo al puente Brooklyn. Abrió en diciembre de 1909. Tiene un arco triunfal y un peristilo a la entrada, restaurado en el año 2000.
    El magnífico Puente de Brooklyn de piedra y acero de bella arquitectura descuella majestuosamente, su rasgo más notable las dos torres de mampostería con grandes arcos góticos, uno de los puentes colgantes más antiguos del país. Conecta la Calle Centre y Park Row en el Centro Cívico sobre el Río East con las Calles Old Fulton y Prospect en Brooklyn. Está paralelo a, muy cerca del puente Manhattan. Se abrió en mayo de 1883.

    El Puente George Washington de suspensión de dos cubiertas con torres de acero desnudas y refuerzos entrelazados hechos de cables y haces, cruza el Río Hudson desde la Avenida Fort Washington y la Calle 179 en Washington Heights hacia el oeste hasta los farallones boscosos de Fort Lee, New Jersey. El arquitecto suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris Le Corbusier lo calificó del puente más bello del mundo. Se inauguró en octubre de 1931. Es el puente de vehículos motorizados más transitado del mundo.
    El puente de peatones de Wards Island o de la Calle 103 va de la Calle 103 del Este en Harlem sobre el río East a East River Lane en Randall’s Island. Se abrió en mayo de 1951, está ahora pintado de azul zafiro y verde esmeralda.
    Putnam era un puente giratorio que cruzaba el río Harlem de la Calle 157 del Oeste y la 8va Avenida junto a Polo Grounds en Washington Heights hacia el este a la Avenida Sedgwick y la Calle 162 en el Bronx. Fue abierto en mayo de 1881, cerrado en agosto de 1958 y removido en 1960.
    Una excursión en ferry de la Circle Line de 3 horas zarpa del Muelle 83 en la Calle 42 del Oeste en el Río Hudson alrededor de la isla de Manhattan pasando debajo de todos los puentes.


Nota:  IRT - Interborough Rapid Transit - sistema Tránsito Rápido Inter-barrios
           Viernes Negro - Black Friday - octubre 25
           Gran Depresión - de la quiebra del Mercado de Valores en octubre 29 de 1929 a principios de la década de los 40.