1929 - 2005 Foto tomada de: Wikipedia |
por René León(†), Editor del blog PENSAMIENTO
Mejor conocido entre los estudiosos de la Literatura en español como el
icono más destacado de los novelistas cubanos del “post-boom” de las Letras
latinoamericanas del siglo XX, Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 22 de
abril de 1929 – Londres, Reino Unido, 21 de febrero de 2005) sobresale a partir
de 1960, con su colección de relatos y obra prístina “Así en la paz como en la
guerra”, entre los cultores de un nuevo canon creativo: “novelas largas,
tortuosas, fragmentadas, barrocas” –para decirlo en el resumen que de este
estilo narrativo hizo Philip Swanson en 1990, citado por Karl Kohut en los “Cahiers du CRICCAL» (Año 2000, vol. 24 pp.9-21)- (Nota 1,
al pie)
Estilo que, invariablemente, caracterizó toda su ulterior escritura, hasta
su última obra conocida, la autobiografía novelada “Mapa dibujado por un
espía”, póstumamente publicada en 2013.
Quede dicho, antes de cualquier otra consideración, que a Cabrera Infante
(Nota 2, al pie) le llegó pronto la escabechina del Pensamiento Unico, con el
cierre del semanario LUNES DE REVOLUCIÓN –que se repartía junto con la edición
del periódico oficial gubernamental REVOLUCIÓN- a cuyo frente le había designado precisamente el Máximo
Líder (el “Gran Hermano” Fidel Castro) y en la elaboración de cuyo contenido
hacía gala Cabrera Infante de un cosmopolitismo reñido con la pureza ideológica
y exclusividad política inmanente al marxismo leninismo que Fidel Castro había
proclamado el 17 de abril de 1961 como dogma único del Régimen que se
incorporaba a la constelación de países de la órbita soviética.
El “Número final, noviembre
6 de 1961” de
aquel semanario cultural revolucionario, dirigido desde su número inicial por
Cabrera Infante –también titular de los cargos de director del Consejo Nacional de
Cultura, ejecutivo del Instituto del Cine y subdirector del diario Revolución (hoy en día, Granma)-, contenía dos
artículos reproducidos por la Imprenta oficial bajo el rimbombante encabezado
de “DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y
SECRETARIO DEL PURSC (Nota 3, al pie) COMO CONCLUSION DE LAS REUNIONES CON LOS
INTELECTUALES CUBANOS, EFECTUADAS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL EL 16, 23 y 30 DE JUNIO DE 1961”.
Entre otras muchas lindezas desperdigadas a lo
largo de la soflama del Máximo Líder, estuvo la de que “Esto significa que
dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución
nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de
la Revolución es el derecho a existir. Y
frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie -por cuanto la
Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución
significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un
derecho contra ella. Creo que esto es
bien claro. ¿Cuáles son los derechos de
los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la
Revolución, ningún derecho”.
La actividad de Cabrera Infante recibió así su
obituario, poniendo fin a los breves años
iniciales (de enero de 1959 a noviembre de 1961) de incorporación entusiasta a
las huestes de la Revolución castrocomunista, una seducción a la que
sucumbieron otros muchos intelectuales (algunos de ellos, que permanecieron
sine die voluntariamente apesebrados; otros, como Cabrera Infante, que
rechazaron el envilecimiento requerido para continuar teniendo asiento
directivo y chupóptero en el aparato “cultural” del Régimen, de cuya mesa y
mantel inficionados cual se apartaron).
En 1962 fue nombrado agregado cultural en la embajada cubana en Bélgica,
cargo en el que permaneció hasta 1965. Habiendo regresado a Cuba con motivo del
sepelio de su madre, la temible y temida Seguridad del Estado le retuvo dentro
del país durante cuatro meses hasta que se las arregló para viajar a España y a
partir de ese momento declararse exiliado. En 1965 se trasladó el Reino Unido,
donde adquirió la nacionalidad británica en 1979 y mantuvo su domicilio
permanente hasta su fallecimiento en 2005, víctima de una septicemia derivada
de una operación de cadera.
En 1997 había recibido en España el Premio Cervantes.
Como todos los cubanos exiliados, conservó el sentimiento de nostalgia de
la Isla –aunque no del infierno dejado atrás, sino del pasado vivido por él y
excoriado por la sedicente “Revolución”-. En su obra de 1964 “Vista del
amanecer en el trópico”, Cabrera Infante apostilló en relación con Cuba que “Como dijo alguien, esa triste, infeliz y larga isla estará
ahí después del último africano y después del último americano y después del
último de los cubanos, sobreviviendo a todos los naufragios y eternamente
bañada por la corriente del golfo: bella y verde, imperecedera, eterna».
Publicada por Cabrera Infante en 1967 -el mismo año que lo
fue “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez-, su novela “Tres Tristes
Tigres” deviene epónima de una época y del pueblo que la habitaba. Consiste, según
su autor, en “una
galería de voces, casi un museo del habla cubana, en la que generaciones por
venir podrían oír hablar a sus ancestros”. Calificada como la novela más audaz del boom
hispanoamericano, revive La Habana de 1958 y en particular su universo
trasnochador, en el que se desarrollaba una vida artística creativa y palpitante.
El último texto
que Cabrera Infante escribió para el diario español EL PAÍS, y que se publicó
el 27 de febrero de 2005 con el título “La Castroenteritis aguda”, contenía el
siguiente testimonio y reflexión sobre la aciaga trayectoria existencial en la
que el Régimen mantenía –y actualmente sigue manteniendo- al pueblo cubano:
“Pude ver así cómo era la vida en Cuba fuera de La Habana.
“Vi a gente desarrapada haciendo labores de limpieza de escombros
vegetales, pero vi también la extrema pobreza en que viven los cubanos del
campo.
“Los vi arando con arados de madera tirados por bueyes famélicos. También
vi a campesinos vistiendo harapos y llevando desvencijados sombreros de paja.
“Todos parecían consumidos por una enfermedad que los discursos de Castro y
las amañadas estadísticas oficiales no permitían ver. La visión que ofrecía el
canal internacional cubano (es decir, la versión oficial) dejaba ver antes de
emitir el noticiero otra Cuba secreta, pero mostrada ahora como si se tratara
de una visión del paraíso.
“Se veían árboles frutales cuyos frutos iban a dar a las mesas de
blanquísimos manteles en restaurantes y hoteles, que permitían que el locutor
hablara de sitios paradisiacos.
“Sólo que esta visión estaba vedada a los cubanos, como estaba prohibida la
presencia de cubanos en hoteles y restaurantes. Los cubanos eran los sirvientes
de los turistas extranjeros y parecían hacerse invisibles entre el boato de los
buffets y los juegos de mar, en que hombres rubios remaban ociosos en
kayaks y piraguas de lujo, mientras rubias espléndidas se paseaban inocentes
por la playa exhibiendo la última moda de bikinis cómplices.
“Pero Castro era bien visible en este noticiero. Había unas reuniones que
llamaban mesas redondas, que eran también pretextos para que Castro apareciera
iluminando a los reunidos y a los temas con su verbo que a veces se convertía
en verborrea.
“En una ocasión, una de las mesas redondas era sobre los ciclones del
Caribe. Habían traído ahora al flamante director del observatorio nacional para
que hablara de una teoría ciclónica. No bien había comenzado a dar su lección
el eminente meteorólogo cuando Castro lo interrumpió para revelar cuánto sabía
de, entre otras cosas, ciclones y huracanes. Ya no volvió a hablar el eminente
experto porque Castro comenzó a darle lecciones a él y a los otros
concurrentes. Sabía no sólo de la atmósfera y sus fenómenos, sino que tenía su
teoría acerca de cómo se forman los ciclones.
“Recordaba uno de los chistes oficiales que me había contado Juan
Marinello, el dirigente comunista. Hablaba Castro para los carboneros de la
ciénaga y hasta habían instalado un televisor para captar sus palabras y
transmitirlas. Castro habló, como siempre, del carbón vegetal, de su
fabricación y hasta de su venta en los mercados populares. Cuando terminó su
relato todos los congregados aplaudieron. El responsable de la reunión vino a
conversar sobre su tema favorito: Fidel Castro. Se dirigió a un carbonero ya
mayor para preguntarle qué le había parecido la intervención del Máximo Líder:
"Oh", dijo el carbonero, "ese hombre sabe de todo", pero se
detuvo para agregar: "Ahora, que de carbón no sabe".
“Como tampoco sabía de huracanes y ciclones y se embarcó en una risible
teoría, evidentemente, de su propiedad, y se enfrascó en su teoría de ciclones
y contradicciones y su efecto devastador. Pero, para los que estábamos reunidos
para ver cómo su versión en la mesa redonda se convertía en una digresión de la
que no podía salir y que nadie se atrevía a interrumpir porque el Máximo Líder
sabía todo lo que había que saber de huracanes y su paso por la isla. Faltó que
uno de los concurrentes se atreviera a decir: "Este hombre sabe de todo,
ahora que de ciclones no sabe".
(1-Véase la siguiente fuente)
(2- Quien en los años
cincuenta del pasado siglo XX –durante la Dictadura del general Fulgencio
Batista (1952-1958), con la que mantenía un enfrentamiento político-- comenzó a
ejercer el periodismo en el campo de la crítica cinematográfica, en la revista
semanal Carteles, disimulando
su identidad real bajo el seudónimo G. Caín -contracción de la inicial de su nombre y de
las dos primeras letras de ambos apellidos-).
(3- PURSC fue el anagrama
con el que se conoció al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba,
amalgama que Fidel Castro impuso el 26 de marzo de 1962 para fusionar bajo su
sola égida al Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo
y el Partido Socialista Popular, y que finalmente -el 3 de octubre de 1965- se
transformó en el Partido Comunista de Cuba. El antecedente directo e inmediato
del PURSC fue el Discurso de Fidel Castro ante los Intelectuales de los días
16, 23 y 30 de junio de 1961).
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