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sábado, 1 de diciembre de 2012

LA POLÍTICA DE LOS PAÑOS CALIENTES -

Por  Roberto Soto Santana 
de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

            En la edición del 20 de julio de 2010 de ENFOQUE3, el analista, ex preso político y Académico de la Historia de Cuba Saturnino Polón ha hecho un comentario tan incisivo como claro sobre la actitud conciliadora del  Episcopado cubano respecto del régimen comunista. Sin estridencias pero con firmeza, el Sr. Polón comienza por distinguir entre la Iglesia Católica como comunidad de fieles –de un lado- y la jerarquía episcopal que la pastorea y su culmen gubernativo radicado en el Vaticano –del otro lado-. Sentada esa distinción, el Sr. Polón señala que la Santa Sede “ha estado secundando la solución mediante la componenda por ya más de un tercio de siglo…Pero ni el cardenal Ortega es comunista ni el Vaticano es un nido de izquierdistas. Ellos sencillamente están operando desde su óptica, con lo que ellos consideran buenas intenciones y, por supuesto, tratando de adelantar sus intereses…Nada mejor que convertirse en eficiente e imprescindible mediador con el fin de restablecer su Carisma y una preeminencia moral e intelectual. El objetivo del Vaticano es claro y transparente cuando se tiene la cabeza clara y se razona con precisión. Pero el objetivo del Vaticano es genuino, y a ello tienen derecho. Para muchos, entre ellos obviamente este autor, sus Fines no son del todo convenientes a la Nación Cubana. Y sus métodos francamente discutibles…la crítica absurda e irracional es francamente detestable y debe rechazarse y denunciarse…Es la hora de las definiciones y la cabeza existe para pensar. Que cada cual escoja, pero que no alegue luego que no sabía…Como dijo José Martí, hay que estar dispuestos a escoger la estrella que ilumina y mata…Porque a los mansos bueyes que prestan servicio a los Señores solo les toca un Destino…Ahogarse en el fangoso océano de la servidumbre…sin alcanzar jamás la orilla…”
            Resulta evidente que con exquisitas maneras –como debe hacerlo un buen polemista- el Sr. Polón lanza un aviso para navegantes sobre el hecho de que de la política de equidistancia entre el pueblo cubano y el Régimen comunista (que Monseñor Jaime Ortega practica desde que encabeza la Iglesia Católica cubana al serle impuesto el capelo cardenalicio en 1994) solamente se beneficia ese Régimen –lavándole la cara ante la opinión pública mundial, sin que tenga que ceder un ápice de su política represora de cualquier discrepancia ideológica ni permitir el más mínimo ejercicio de la plenitud de los derechos y libertades consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por la O.N.U. en 1948-.
            ¿Es que a estas alturas puede quedar alguna duda en cualquier persona bienpensante de que en Cuba no se respetan la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (Artículo 18) –sí, incluso la libertad de religión, ya que la declaración de fe religiosa sigue impidiendo el acceso a la enseñanza universitaria y a la promoción laboral-; la libertad de opinión y de expresión y a recibir informaciones y opiniones y difundirlas sin limitación de fronteras ni de medios (Artículo 19) –sí, ni se respeta el derecho a no ser molestado a causa de sus opiniones, ni existe el acceso libre a ningún medio de comunicación social independiente, en prensa, radio, televisión o Internet, salvo aquéllos cuyo contenido escoge y regula del Estado y, en el caso de Internet, limitado a los usuarios que autoriza caso por caso el Estado, sin perjuicio de la supervisión y control por la Policía política de todo el tráfico cibernético-;  la libertad de reunión y asociación (Artículo 20) –sí, que no puede ejercerse para dar voz a un movimiento de opinión contrario a las directivas del Estado-; el derecho a participar en el gobierno de su país (Artículo 21) -del que hace befa la imposición del Partido único, de la ideología única, y de la proclamación de una única candidatura en cada circunscripción, a través del procedimiento de la mano alzada-; el derecho a fundar sindicatos (Artículo 22) -cuyo ejercicio acarrea la persecución policíaca y el ostracismo político-social-; y un largo etcétera?
            Pues bien, a pesar de todas estas evidencias, en Cuba, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal ha expuesto públicamente el 28 de diciembre pasado, en su calidad de Vicario General de la Arquidiócesis de La Habana y durante la inauguración en el Obispado de Cienfuegos del aula Félix Varela, una serie de verdades a medias que dejaban en buen lugar al Régimen comunista, mientras callaba las que pondrían el dedo sobre la llaga de su verdadero e inveterado cariz opresor (véase el comentario insertado por el escritor y ex preso político Alberto Müller en su sitio www.albertomuller.net).
Así, Monseñor C.M. de Céspedes afirmó que hay que conocer el marxismo, aunque llegará el momento en que no haya un gobierno marxista en Cuba. Subrayó la necesidad imprescindible que el aula Félix Varela no se limitara a los católicos sino que estuviera abierta a todos los cubanos, incluyendo a los marxistas, a los cultos sincréticos, a los protestantes, a todos. Y asimismo, transcribiendo entrecomilladas las palabras de dicha crónica, "Ante una de las preguntas de los asistentes al evento, Monseñor de Céspedes expresó su apreciación de que hay voluntad de cambio en Raúl Castro y en sus más cercanos colaboradores, cambios que consideró que serán lentos, pasito a pasito, hacia una Cuba que no será un paraíso, algo que nunca fue, pero que deberá ser un país aceptable, donde todos quepan.
"En cuanto al marco legal de la Cuba futura, planteó que existen tres posibles soluciones en materia constitucional: usar la Constitución del 40 mejorada, aprovechar la del 76 con sus modificaciones incluidas, pero también mejorada o una constituyente que formule una nueva Constitución para Cuba". Ahí tenemos la actitud prudente, cautelosa y, sobre todo, muy cuidadosa por parte del tataranieto del Padre de la Patria, de no expresar protesta alguna, y mucho menos condena alguna, respecto del Régimen responsable de tantas salvajadas contra el pueblo de Cuba y contra la Iglesia Católica en especial. Habría sido impensable que su tatarabuelo hubiese entrado en un culipandeo similar al de quien aprecia voluntad de cambio en Raúl Castro y que estima sería posible aceptar la Constitución comunista promulgada en 1976 y modificada en 1992 -con su institucionalización por siempre jamás de una Cuba sin libertades y sin derechos, porque su Artículo 3, tercer párrafo, dispone (por cierto, con falta de concordancia gramatical de número entre sujeto y verbo) que “El socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución…es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo”.
¿Sería concebible que el Padre de la Patria hubiese aceptado dócilmente la continuación de la tiranía colonial y de la esclavitud, declarándose dispuesto a apreciar una voluntad de cambio en el sanguinario capitán general conde de Valmaseda, bajo el imperio de la Constitución colonialista española de 1869, en la que se mencionaba a Cuba una sola vez, y para eso en el Articulo 108 al solo efecto de incluir una pía expresión de buenas intenciones, sin compromiso firme alguno, al decir que  "Las Cortes Constituyentes reformarán el sistema actual de gobierno de las provincias de Ultramar, cuando hayan tomado asiento los Diputados de Cuba o Puerto Rico, para hacer extensivos a las mismas, con las modificaciones que se creyeren necesarias, los derechos consignados en la Constitución”?¿Son respetuosas con la lucha del pueblo cubano en todas las épocas, por su dignidad y sus libertades y en contra de todas las tiranías, las siguientes apreciaciones calzadas con la firma de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, aparecidas en el periódico santaclareño VANGUARDIA del 27 de mayo de 2008 y reproducidas en la edición digital del 12 de junio siguiente del periódico GRANMA –órgano oficial del  Comité Central del Partido Comunista de Cuba-, bajo el título de “Breve aproximación personal al Che Guevara”?: “Casi todo en el Che debería ser contemplado a la luz de su opción coherente y radical por los pobres; de su pasión por lo que solemos llamar «justicia social». Tan coherente y radical, tan acerina fue su pasión, que lo llevó a la ofrenda de su propia vida. Y cuando un hombre entero llega a esos extremos, las discrepancias con él adquieren otro tono, pues tal hombre merece, no solo respeto, sino también admiración entrañable…A la hora de juzgar los hechos de una persona, no deberíamos eludir las motivaciones que tuvo para realizarlos, para asumir una actitud ante la vida. El Che no es una excepción. Una cosa son los excesos que podría haber cometido en el marco de esa «preocupación», y otra, de muy diverso carácter, las que cometen hombres y grupos por las sinrazones del egoísmo y la ambición desmesurada”.
Invocando esta argumentación el prelado cubano excusa, con la “preocupación” que estimaba animaba al lugarteniente de Fidel y Raúl Castro, “los excesos que podría haber cometido”  -es decir, sus fechorías-.  Horroriza pensar que con esta fundamentación “ética”  cualquier crimen contra la Humanidad pueda intentar ser disculpado o justificado.
Con esas valoraciones, no concitará Monseñor las simpatías ni de los supervivientes ni de los deudos de las víctimas de los espantosos juicios sumarísimos y los macabros fusilamientos dirigidos por Guevara en los fosos de la fortaleza habanera de La Cabaña, entre enero y noviembre de 1959. La pasión por la justicia social que cree haber advertido Monseñor en Guevara y que le llevó a sentir una “admiración entrañable” por él la dibujó en gruesos trazos el propio Guevara en el discurso que pronunció ante la Asamblea General de Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964, cuando dejó caer la siguiente perla (transcrita en el sitio www.discursosparalahistoria.wordpress/com): “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba”.
 Ya en una entrevista concedida al “Magazine de las Religiones en Cuba 1990” (Año 2, Nº 5), publicado por la agencia noticiosa Inter Press Service, había dicho Monseñor C.M. de Céspedes que “Siempre ha habido un apoyo por parte de la Iglesia norteamericana a la Iglesia cubana, por ejemplo y para citar un caso: fue la primera Iglesia que institucionalmente apoyó la declaración de los Obispos Cubanos contra el bloqueo”, validando así la imputación de bloqueo hecha por el Régimen comunista (para justificar el estrepitoso fracaso de sus políticas económicas) a lo que sólo ha sido un embargo comercial practicado por un único país (los EE.UU.) –y que, por cierto, siempre ha tenido muy limitados efectos prácticos, dada la exclusión del mismo de los medicamentos y de los productos alimenticios-.
Finalmente, cabe recordar que, en entrevista concedida en marzo de 2008 al programa radial miamense “La Noche Se Mueve”, a la pregunta sobre su reacción al anuncio hecho a mediados de 2006 de que Fidel Castro dejaba sus cargos temporalmente por motivos de salud, Monseñor C.M. de Céspedes contestó –entre críptico y encomiástico- que estando enfermo, abandonara sus cargos y los depositara en Raúl que era el sucesor evidente, me parece un buen gesto; que se enfermara sí lo lamenté, porque yo me lamento de cualquiera que sufre, también de Fidel Castro, porque se que su situación fue muy dura y sigue siendo dura y por supuesto lo lamentamos todos, los que eran amigos de él desde siempre y los que no eran amigos, simplemente por un problema de sentimiento cristiano para con otro. Ya valorar quién va a hacer mejor su gestión si él o el hermano, no es cuestión de decirlo y mucho menos de establecer comparaciones, son dos personalidades distintas, creo que las dos, independientemente que siempre tengan o no acierto, tienen un deseo grande de servir a Cuba a su modo, no siempre compartido ni por mí ni por todo el mundo, eso es evidente y el tiempo es el que hará el último juicio”.
Sin restarle merecimientos eclesiales e intelectuales al citado prelado –que los tiene de sobra- no se compaginan las anteriores declaraciones y actitudes –de paños calientes, ora tímidas, ora  obsequiosas, ante el Poder- con los sufrimientos del pueblo cubano, tanto el que está en  el Exilio como el que está dentro de las fronteras geográficas de la Patria.


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