Por Roberto Soto Santana
de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)
En la edición del 20 de julio de 2010 de ENFOQUE3, el
analista, ex preso político y Académico de la Historia de Cuba Saturnino Polón
ha hecho un comentario tan incisivo como claro sobre la actitud conciliadora del Episcopado cubano respecto del régimen
comunista. Sin estridencias pero con firmeza, el Sr. Polón comienza por
distinguir entre la Iglesia Católica como comunidad de fieles –de un lado- y la
jerarquía episcopal que la pastorea y su culmen gubernativo radicado en el
Vaticano –del otro lado-. Sentada esa distinción, el Sr. Polón señala que la
Santa Sede “ha estado secundando la solución mediante la componenda por ya más
de un tercio de siglo…Pero ni el cardenal Ortega es comunista ni el Vaticano es
un nido de izquierdistas. Ellos sencillamente están operando desde su óptica,
con lo que ellos consideran buenas intenciones y, por supuesto, tratando de
adelantar sus intereses…Nada mejor que convertirse en eficiente e
imprescindible mediador con el fin de restablecer su Carisma y una preeminencia
moral e intelectual. El objetivo del Vaticano es claro y transparente cuando se
tiene la cabeza clara y se razona con precisión. Pero el objetivo del Vaticano
es genuino, y a ello tienen derecho. Para muchos, entre ellos obviamente este
autor, sus Fines no son del todo convenientes a la Nación Cubana. Y sus métodos
francamente discutibles…la crítica absurda e irracional es francamente
detestable y debe rechazarse y denunciarse…Es la hora de las definiciones y la
cabeza existe para pensar. Que cada cual escoja, pero que no alegue luego que
no sabía…Como dijo José Martí, hay que estar dispuestos a escoger la estrella
que ilumina y mata…Porque a los mansos bueyes que prestan servicio a los
Señores solo les toca un Destino…Ahogarse en el fangoso océano de la
servidumbre…sin alcanzar jamás la orilla…”
Resulta evidente
que con exquisitas maneras –como debe hacerlo un buen polemista- el Sr. Polón
lanza un aviso para navegantes sobre el hecho de que de la política de
equidistancia entre el pueblo cubano y el Régimen comunista (que Monseñor Jaime
Ortega practica desde que encabeza la Iglesia Católica cubana al serle impuesto
el capelo cardenalicio en 1994) solamente se beneficia ese Régimen –lavándole
la cara ante la opinión pública mundial, sin que tenga que ceder un ápice de su
política represora de cualquier discrepancia ideológica ni permitir el más
mínimo ejercicio de la plenitud de los derechos y libertades consagrados en la
Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por la O.N.U. en 1948-.
¿Es que a estas
alturas puede quedar alguna duda en cualquier persona bienpensante de que en
Cuba no se respetan la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión (Artículo 18) –sí, incluso la libertad de religión, ya que la declaración
de fe religiosa sigue impidiendo el acceso a la enseñanza universitaria y a la
promoción laboral-; la libertad de
opinión y de expresión y a recibir informaciones y opiniones y difundirlas sin
limitación de fronteras ni de medios (Artículo 19) –sí, ni se respeta el
derecho a no ser molestado a causa de sus opiniones, ni existe el acceso libre
a ningún medio de comunicación social independiente, en prensa, radio,
televisión o Internet, salvo aquéllos cuyo contenido escoge y regula del Estado
y, en el caso de Internet, limitado a los usuarios que autoriza caso por caso
el Estado, sin perjuicio de la supervisión y control por la Policía política de
todo el tráfico cibernético-; la libertad de reunión y asociación (Artículo
20) –sí, que no puede ejercerse para dar voz a un movimiento de opinión
contrario a las directivas del Estado-; el
derecho a participar en el gobierno de su país (Artículo 21) -del que hace
befa la imposición del Partido único, de la ideología única, y de la
proclamación de una única candidatura en cada circunscripción, a través del
procedimiento de la mano alzada-; el
derecho a fundar sindicatos (Artículo 22) -cuyo ejercicio acarrea la
persecución policíaca y el ostracismo político-social-; y un largo etcétera?
Pues bien, a pesar de todas estas evidencias, en Cuba,
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal ha expuesto
públicamente el 28 de diciembre pasado, en su calidad de Vicario General
de la Arquidiócesis de La Habana y durante la inauguración en el Obispado
de Cienfuegos del aula Félix Varela, una serie de verdades a medias que
dejaban en buen lugar al Régimen comunista, mientras callaba las que pondrían
el dedo sobre la llaga de su verdadero e inveterado cariz opresor (véase el
comentario insertado por el escritor y ex preso político Alberto Müller en su
sitio www.albertomuller.net).
Así, Monseñor C.M. de
Céspedes afirmó que hay que conocer el marxismo, aunque llegará el momento en
que no haya un gobierno marxista en Cuba. Subrayó la necesidad imprescindible que
el aula Félix Varela no se limitara a los católicos sino que estuviera abierta
a todos los cubanos, incluyendo a los marxistas, a los cultos sincréticos, a
los protestantes, a todos. Y asimismo, transcribiendo entrecomilladas las
palabras de dicha crónica, "Ante una de las preguntas de los asistentes al
evento, Monseñor de Céspedes expresó su apreciación de que hay voluntad de
cambio en Raúl Castro y en sus más cercanos colaboradores, cambios que
consideró que serán lentos, pasito a pasito, hacia una Cuba que no será un
paraíso, algo que nunca fue, pero que deberá ser un país aceptable, donde todos
quepan.
"En cuanto al
marco legal de la Cuba futura, planteó que existen tres posibles soluciones en
materia constitucional: usar la Constitución del 40 mejorada, aprovechar la del
76 con sus modificaciones incluidas, pero también mejorada o una constituyente
que formule una nueva Constitución para Cuba". Ahí tenemos la actitud
prudente, cautelosa y, sobre todo, muy cuidadosa por parte del tataranieto del
Padre de la Patria, de no expresar protesta alguna, y mucho menos condena
alguna, respecto del Régimen responsable de tantas salvajadas contra el pueblo
de Cuba y contra la Iglesia Católica en especial. Habría
sido impensable que su tatarabuelo hubiese entrado en un
culipandeo similar al de quien aprecia voluntad de cambio en Raúl Castro y
que estima sería posible aceptar la Constitución comunista promulgada en
1976 y modificada en 1992 -con su institucionalización por siempre jamás
de una Cuba sin libertades y sin derechos, porque su Artículo 3, tercer
párrafo, dispone (por cierto, con falta de concordancia gramatical de número
entre sujeto y verbo) que “El socialismo y el sistema político y social
revolucionario establecido en esta Constitución…es irrevocable, y Cuba no
volverá jamás al capitalismo”.
¿Sería concebible
que el Padre de la Patria hubiese aceptado dócilmente la continuación
de la tiranía colonial y de la esclavitud, declarándose dispuesto a apreciar
una voluntad de cambio en el sanguinario capitán general conde de Valmaseda, bajo
el imperio de la Constitución colonialista española de 1869, en la que se
mencionaba a Cuba una sola vez, y para eso en el Articulo 108 al
solo efecto de incluir una pía expresión de buenas intenciones, sin
compromiso firme alguno, al decir que "Las Cortes
Constituyentes reformarán el sistema actual de gobierno de las provincias de
Ultramar, cuando hayan tomado asiento los Diputados de Cuba o Puerto Rico, para
hacer extensivos a las mismas, con las modificaciones que se creyeren
necesarias, los derechos consignados en la Constitución”?¿Son respetuosas con
la lucha del pueblo cubano en todas las épocas, por su dignidad y sus
libertades y en contra de todas las tiranías, las siguientes apreciaciones calzadas
con la firma de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, aparecidas en el periódico
santaclareño VANGUARDIA del 27 de mayo de 2008 y reproducidas en la edición
digital del 12 de junio siguiente del periódico GRANMA –órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba-,
bajo el título de “Breve aproximación personal al Che Guevara”?: “Casi todo en
el Che debería ser contemplado a la luz de su opción coherente y radical por
los pobres; de su pasión por lo que solemos llamar «justicia social». Tan
coherente y radical, tan acerina fue su pasión, que lo llevó a la ofrenda de su
propia vida. Y cuando un hombre entero llega a esos extremos, las discrepancias
con él adquieren otro tono, pues tal hombre merece, no solo respeto, sino
también admiración entrañable…A la hora de juzgar los hechos de una persona, no
deberíamos eludir las motivaciones que tuvo para realizarlos, para asumir una
actitud ante la vida. El Che no es una excepción. Una cosa son los excesos que
podría haber cometido en el marco de esa «preocupación», y otra, de muy diverso
carácter, las que cometen hombres y grupos por las sinrazones del egoísmo y la
ambición desmesurada”.
Invocando esta
argumentación el prelado cubano excusa, con la “preocupación” que estimaba
animaba al lugarteniente de Fidel y Raúl Castro, “los excesos que podría haber
cometido” -es decir, sus
fechorías-. Horroriza pensar que con
esta fundamentación “ética” cualquier
crimen contra la Humanidad pueda intentar ser disculpado o justificado.
Con esas valoraciones,
no concitará Monseñor las simpatías ni de los supervivientes ni de los deudos
de las víctimas de los espantosos juicios sumarísimos y los macabros
fusilamientos dirigidos por Guevara en los fosos de la fortaleza habanera de La
Cabaña, entre enero y noviembre de 1959. La pasión por la justicia social que cree
haber advertido Monseñor en Guevara y que le llevó a sentir una “admiración
entrañable” por él la dibujó en gruesos trazos el propio Guevara en el discurso
que pronunció ante la Asamblea General de Naciones Unidas el 11 de diciembre de
1964, cuando dejó caer la siguiente perla (transcrita en el sitio www.discursosparalahistoria.wordpress/com):
“Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos
expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y
seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a
muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y
también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida
hoy en Cuba”.
Ya en una entrevista concedida al “Magazine de
las Religiones en Cuba 1990” (Año 2, Nº 5), publicado por la agencia noticiosa Inter
Press Service, había dicho Monseñor C.M. de Céspedes que “Siempre ha habido un
apoyo por parte de la Iglesia norteamericana a la Iglesia cubana, por ejemplo y
para citar un caso: fue la primera Iglesia que institucionalmente apoyó la
declaración de los Obispos Cubanos contra el bloqueo”, validando así la
imputación de bloqueo hecha por el Régimen comunista (para justificar el
estrepitoso fracaso de sus políticas económicas) a lo que sólo ha sido un
embargo comercial practicado por un único país (los EE.UU.) –y que, por cierto,
siempre ha tenido muy limitados efectos prácticos, dada la exclusión del mismo
de los medicamentos y de los productos alimenticios-.
Finalmente, cabe
recordar que, en entrevista concedida en marzo de 2008 al programa radial
miamense “La Noche Se Mueve”, a la pregunta sobre su reacción al anuncio hecho
a mediados de 2006 de que Fidel Castro dejaba sus cargos temporalmente por
motivos de salud, Monseñor C.M. de Céspedes contestó –entre críptico y
encomiástico- que “estando enfermo, abandonara sus
cargos y los depositara en Raúl que era el sucesor evidente, me parece un buen
gesto; que se enfermara sí lo lamenté, porque yo me lamento de cualquiera que
sufre, también de Fidel Castro, porque se que su situación fue muy dura y sigue
siendo dura y por supuesto lo lamentamos todos, los que eran amigos de él desde
siempre y los que no eran amigos, simplemente por un problema de sentimiento
cristiano para con otro. Ya valorar quién va a hacer mejor su gestión si él o
el hermano, no es cuestión de decirlo y mucho menos de establecer
comparaciones, son dos personalidades distintas, creo que las dos,
independientemente que siempre tengan o no acierto, tienen un deseo grande de
servir a Cuba a su modo, no siempre compartido ni por mí ni por todo el mundo,
eso es evidente y el tiempo es el que hará el último juicio”.
Sin restarle merecimientos eclesiales e intelectuales
al citado prelado –que los tiene de sobra- no se compaginan las anteriores
declaraciones y actitudes –de paños calientes, ora tímidas, ora obsequiosas, ante el Poder- con los
sufrimientos del pueblo cubano, tanto el que está en el Exilio como el que está dentro de las
fronteras geográficas de la Patria.
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