Por Rowland J. Bosch
Se ha
hablado de canto, cantantes, canciones, arias y opera. Hay quienes no
distinguen estos términos. Cantar una canción, un lied o un aria con la voz
natural no es igual a cantarla con una voz educada. Educar una voz necesita
años de estudio, esfuerzo y sacrificios. Además el intérprete ha de poseer los
dones que nos regala la Naturaleza: oído, voz, alcance, volumen, entonación,
memoria, melodía y poder de interpretación y tal vez otras cosas más.
España ha
sido cuna de muy buenos cantantes del género clásico. Alfredo Kraus fue un
ejemplo español de tenor lírico. En el pasado ha habido varios líricos de
primera magnitud: veamos. D’Stefano, Alessandro Bonci, Giuseppe Anselmi,
Giorgini, Luciano Pavarotti, Jan Kiepura, Ferrucio Tagliavani, Beniamino Gigli,
Nicolai Gedda y otros, pero la voz de Kraus fue completamente lírica. Hay otras
clasificaciones de tenores, veamos, lírico-ligero y wagneriano. Kraus fue siempre
esencialmente lírico.
Todo
cantante debe ser bastante inteligente y sobre todo conocer su voz. Saber lo
que puede hacerse o no con ella y hasta donde debe ser empleada. Kraus fue uno
de estos cantantes inteligentes. Su carrera musical acaba de terminar cuando
arribaba a los setenta y dos años de edad, después de un período de dos años de
sufrimiento, depresión y desolación tras el fallecimiento de su esposa Rosa
Blanca Ley Bird.
Kraus
sabía dominar a plenitud su voz. Jamás osó apartarse del repertorio que le
encajaba. Operas como “La Favorita”, “Werther”, “Fausto”, “El Barbero de
Sevilla”, “Manon de Massenet”, “Don Pasquale” y otras más formaron su
repertorio habitual. No por eso dejó de grabar arias más dramáticas como “O
Paradiso” de “La Africana”, “Celeste Aida”, “Cielo e Mare” de “La Gioconda” de
Ponchielli y otras del repertorio dramático, pero siempre cuidando su cuerda. Y
lo hizó más aún conociendo la catástrofe vocal de Giusseppe D’Stefano por
aventurarse a cantar en obras más dramáticas.
Kraus
ciertamente murió de cáncer del páncreas pero para muchos de sus amigos como
Teresa Berganza, la excelente mezzo-soprano española y para Ana Botella esposa
del presidente del gobierno español, el cantante había muerto de amor. Le canto
al amor con amor y éste se lo llevó a la tumba.
A mediados
de los años cincuenta surgió en España una voz franca, voluminosa y de
extraordinario alcance, con pleno dominio de los “high C”, los que supo
utilizar durante toda su carrera artística sin el más mínimo desgaste físico y
con absoluta seguridad. Con notas altas que no lograron alcanzar Beniamino
Gigli, ni Tito Schipa, quienes apenas llegaban a un “high B” o a un “B bemol”.
Su pronunciación, su fraseo fácil y claro y su musicalidad le ganaron la
admiración de todos y lo hicieron favorito de los públicos de varios
continentes. Queda como recuerdo de su arte la grabaciones en discos, desde los
Montilla, compañía disquera de la que era condueño hasta las “piratas” de los
recitales que regaló al público en el Lincoln Center en Nueva York y en otras
salas teatrales.
La vida de
Kraus comenzó en las Palmas de Gran Canaria en noviembre de 1927. Hizo su
primer contacto con la música en el coro del colegio en que cursaba sus
primeros estudios en su tierra natal. Una profesora de canto lo oyó cantar y lo
animó a que comenzara sus estudios musicales. Kraus fue un perfeccionista y no
dejó de ensayar y estudiar canto durante toda su vida. Tomo lecciones de
Técnico industrial, pero el canto lo reclamaba y viajó a Barcelona a continuar
su preparación. Después pasó a Milán donde bajo la tutela de la profesora
Llopart completó su técnica vocal; continuó en Barcelona, con la profesora
Markoff y con el maestro Andrés en tierras valencianas. Viajó a Ginebra en
Suiza y ganó un concurso internacional y cantó “Tosca” y “Rigoletto” causando asombró por la hermosura
de su voz y su melodioso timbre. Ya propietario de una magnífica reputación
como cantante operístico recorrió Italia, España, Francia, Inglaterra, Alemania
y Portugal, lugar en que cantó con la gran diva María Callas en “La Traviata”.
En apenas
tres años se encontró ya en primera línea no sólo como el mejor tenor español,
sino como uno de los más grandes tenores de todos los tiempos, emulando la fama
de sus antecesores Viñas, Gayarre, Fleta y Lázaro, pero con una técnica única
que le permitió mantenerse a nivel mundial por más de cuarenta años. El “Met”
de Nueva York siempre lo reservaba en cada temporada, y por muchos años lo
hizo, de figura principal en óperas como “La Favorita”, “Werther”, “Don
Pasquale”y en otras más, pero Kraus tuvo la inteligencia de rechazar otros
roles no tan apropiados a su voz.
Kraus
tiene el mérito de haber sido uno de los pocos cantantes operísticos que con el
transcurrir de los años y debilitarse su aparato fónico, supo gracias a sus
profundos conocimientos técnicos vocales, cambiar la “impostación” de su voz y
mantenerse a la altura de sus mejores tiempos, cosa que pocas veces sucede;
también Tito Schipa lo hizo de tal modo que a los setenta y tres años, aún
arrancaba aplausos frenéticos a la concurrencia.
Ya por los
finales de los años setenta, Kraus comenzó a ofrecer mas recitales. Pasó por
Puerto Rico, Nueva York y por otras salas teatrales en Estados Unidos, Europa y
Latinoamérica. Kraus recorrió todos los géneros clásicos. Dominó la canción
napolitana compitiendo en calidad con tenores italianos como Franco Corelli,
Carlo Bergonzi, y Giuseppe di Stéfano, quienes fueron famosos en este género;
recorrió el campo de la ópera desde Verdi hasta Puccini, consagrándose a las obras de Donizetti, Rossini, Bizet y
Gounod y a los antiguos clásicos Gluck, Pergolesi, Scarlatti y Mozart e
interpretó fielmente a los veristas como Giordano y Mascagni. Actuó también en
películas. Ahí está como magnífico ejemplo la interpretación que realizó de su
antecesor Julián Gayarré en la cinta sobre su vida que años después filmó su
compatriota José Carreras.
Kraus fue
velado en el teatro Real de Madrid el domingo doce de septiembre de 1999.
Centenares de admiradores y amistades del tenor se aglomeraron a las puertas
del teatro para darle el último adiós. Su féretro fue más tarde colocado en la
cripta de la familia en el cementerio junto al de su esposa que le había
precedido en dos años.
La voz del
gran cantante se ha apagado para siempre pero el canto, la fama y la admiración
mundial que llenaron su vida seguirán vigentes por muchos años porque la voz de
Alfredo Kraus fue única y su insólito timbre y sus agudos inconcebibles nos
seguirán acompañando por mucho tiempo a través de sus grabaciones.
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