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Siempre tuve la sospecha de que María Mantilla no había existido. Los niños se buscan amigos imaginarios. Los exiliados se inventan amigos que sustituyen a los amigos dejados atrás. Los solitarios sueñan con la familia que no tienen. Quizás Martí —pensaba—, que era exiliado y solitario, y que tenía ojos de niño, habría imaginado esa hija que añoraba tener.
Y es que más allá de sus cartas a María, y de los versos de la bárbara abeja que picó a su niña en la frente, y de la mención de la foto en el pecho contra las balas —que al final no sirvió de talismán ni de escudo—, es difícil hallar cualquier rastro de su existencia. César Romero juraba ser su hijo, pero, pensaba yo, muy bien podría tratarse de un ardid publicitario de su agente en Hollywood. ¿Y la anciana que visitó Cuba en 1953 para celebrar el centenario de Martí y apareció en aquella Bohemia que guardaba mi abuela como un tesoro? Bueno, quizás Batista había contratado a la misma actriz que hacía el papel de madre de César Romero para que visitara a los isleños olvidadizos y les hiciera los cuentos que querían oír.
Eso temía hasta la semana pasada, cuando me pasé una tarde leyendo el periódico. Como es sabido, no hay nada más viejo que un periódico de ayer, pero un periódico de hace un siglo puede estar lleno de noticias frescas. Leyendo la edición del New York Times del 29 de abril de 1895, por ejemplo, se entera uno de que la noche anterior, en el Hardman Hall, los cubanos de New York se habían reunido a homenajear a Carlos Manuel de Céspedes, el hijo del Padre de la Patria, que acababa de llegar de Francia y anunciaba su próxima partida a los campos de Cuba.
Céspedes había sido recibido en el puerto de New York una semana antes por una muchedumbre de quinientos cubanos. Venía, contaba el Times el 22 de abril, a recaudar dinero para la causa, a desmentir el rumor español de que la guerra era "una rebelión de negros y bandidos", y a sumarse a las tropas mambisas. Pero la noche del 28 fue el recibimiento oficial de los cubanos exiliados a aquel hombre destinado casi cuarenta años más tarde a ser presidente de Cuba por tres semanas para ser depuesto por Batista. Traduzco algunos fragmentos del artículo del Times:
Vítores para el joven Céspedes
Declara estar dispuesto a dar la vida por su patria
Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, el hijo del revolucionario cubano y presidente de la república, fue recibido anoche en el Hardman Hall por los miembros de la colonia cubana que apoyan la insurrección contra España.
Fueron tantos los asistentes a la recepción que más de cien se quedaron sin asiento. Prácticamente todos, incluso muchas mujeres hermosas y jovencitas entusiastas, estaban adornadas con la bandera cubana, que tiene una estrella blanca en un triángulo escarlata sobre un campo de franjas blancas y azules. La cuarta parte de los asistentes eran personas de color, algunas de las cuales, pese al manifiesto revolucionario que declara la igualdad, siguieron la práctica discriminatoria y fueron a la galería del teatro, aunque algunos menos delicados fueron bien recibidos por los patriotas blancos de ambos sexos.
[...]Antes de que el Sr. Céspedes pronunciara su primera docena de palabras, se hizo evidente no solo que tiene una voz excelente, sino que posee una habilidad oratoria extraordinaria. [...] "En el combate", añadió, "intentaré ser el digno hijo de San Lorenzo".
Final del artículo del New York Times del 29 de abril de 1895 |
Lo primero que llama la atención en el artículo son los desvelos sureños del cronista delTimes. ¿Sabría que Céspedes, el padre, había dado la libertad a sus esclavos cuatro años después de que Lincoln terminara la infamia del Sur?
El artículo menciona los principales asistentes: Juan Fraga, Enrique Trujillo, Emilio Agramonte, Estrada Palma (al que el Times llama "Palma Estrada"); menciona el discurso de Fraga y resume y cita el de Gonzalo de Quesada. El último párrafo es muy breve. Dice simplemente: "Después de que el Sr. Quesada leyera la proclama revolucionaria de Máximo Gómez y José Martí, la Srta. María Mantilla tocó el himno 'La Bayamesa' y concluyó la reunión."
Pensé enseguida que Martí hubiese sido feliz leyendo esa oración del New York Times, pero Martí tenía pactada su cita con el destino tres semanas exactas después de aquella noche, y el correo entre New York y Dos Ríos era entonces tan lento como ahora. Habría leído feliz su nombre y el de María Mantilla en la misma oración. Habría sabido que seguía tocando el piano, y que seguía yendo al Hardman Hall a apoyar la causa con sus manos breves.
Me pregunté también con qué ojos habrá mirado Carlos Manuel de Céspedes, el hijo, a aquella muchacha que era de algún modo la hija de quien ahora ocupaba el lugar del Padre de la Patria.
María Mantilla aparece mencionada otras dos o tres veces en las crónicas del Times de la época sobre los actos en apoyo de la independencia de Cuba. La última mención significativa es del 21 de mayo de 1903. En el primer aniversario de la proclamación de la República, el pueblito de Central Valley, donde Estrada Palma vivió y tuvo se escuela, declaró el 20 de mayo como el "Día de Palma". Pusieron banderas americanas y cubanas en todos los postes y en la noche unos 500 cubanos se reunieron en el Century Lyceum a celebrar la independencia. Cuenta el Times que, además de los discursos, esa noche recitó un poema Francisco Sellén, y que la Srta. María Mantilla cantó una canción. Por alguna razón, la historia cubana prefiere recordarla solamente como la niña que recibía las picadas de las abejas y las cartas de Martí. (O hacerla el centro de la manida pregunta sobre de dónde procedían la mitad de sus genes.) Habría que decir alguna vez que la conmovió también la causa que desvelaba al autor de aquellas cartas, el dueño de aquellos genes.
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