Orestes Ferrara |
Por Roberto Soto Santana
Según Orestes Ferrara[i]
(testigo y partícipe de los acontecimientos),…”el desequilibrio que nos afligió
en el periodo 1904 a 1906, se debió a que, formados los partidos políticos, el
Presidente Estrada Palma decidió gobernar
con el Partido minoritario, o sea
con el Partido Moderado, constituyendo una camarilla palaciega de los jefes de
este partido, e invistiéndola de todo poder, por encima del partido mismo. Estrada Palma era personalmente un hombre de
orden, pero inactivo y hasta despectivo y aislado. Sus amigos eran caballeros perfectos, como
los Zaldo, los Lores, los Párraga, los Dolz, los Font y otros…Empezó la lucha.
El grupo gobernante consideraba que era preciso unirse al viejo Presidente, formar
con él un Gobierno de autoridad inflexible, limitar el sufragio y, en
definitiva reelegir a la fuerza a Estrada Palma, por otros cuatro años más. Se
presentó el fenómeno habitual de todos los gobiernos de fuerza –el nepotismo- y
como corolario se usó el favoritismo en todos los actos gubernamentales. Los
grandes bufetes de los abogados amigos del Presidente disponían a su antojo de
la administración del país.
…”Lo cierto es que…se formaron dos
facciones con opuestos principios y opuestas pasiones.
…”Era perfectamente constitucional
que el Partido Moderado llevara al primer Presidente de la República nuevamente
a las urnas. Pero se murmuraba en el país y en el pueblo que Don Tomás sería
reelegido de todas maneras…hubo una reunión en el Palacio Presidencial en la
cual se acordó que era necesaria la reelección de Estrada Palma de cualquier
manera que fuera…Fui uno de los primeros en conocer el hecho por boca de Oscar
Fonts Sterling y de Ricardo Dolz, quienes habían asistido a la reunión…”
Lo que confirma Néstor
Carbonell[ii]
cuando escribe que “Aunque tropezando aquí y cayendo en errores allá, gobierna
tres años sin dejarse llevar de la venenosa influencia de los partidos
políticos militantes. Mas luego, arrastrado por segundones aduladores, se
afilia al Partido Moderado y acepta ir a la reelección. Entonces, a la sombra
de su gobierno, se atropellaron derechos y se hizo befa de la justicia. Las
elecciones verificadas en 1905 fueron una burla sangrienta al sufragio, primera
conquista de la revolución libertadora. Reelecto en esas elecciones oscuras,
poco más de un año le fue dable continuar en el poder. Una revolución poderosa
lo amenazaba con derrocarlo violentamente. Frente a la probabilidad de que esto
fuera un hecho, prefirió, antes que pactar con los revolucionarios, llamar al
extranjero y dejarlo de nuevo dueño de la patria…Con la cabeza tenazmente en
alto, como encarando al mundo, dos años después, murió en la capital de
Oriente, reverenciado por sus fieles. Hoy sus restos reposan en el cementerio
de Santiago de Cuba, entre silenciosos amigos y enemigos…”
Los liberales, denunciando fraude
electoral, acuerdan ir al retraimiento en las elecciones de 1905, por lo que
Estrada Palma se presenta sin contrincantes, y resulta reelegido con los votos
del 71.41 por ciento del censo electoral de 429,730 votantes, de los cuales
317,974 ejercieron el derecho de sufragio
La llamada guerrita o alzamiento de
agosto de 1906 estalla en Vueltabajo el día 19 de aquel mes, inspirada por el caudillo Liberal José Miguel
Gómez. Renuente el Presidente Estrada Palma a negociar con los sublevados, su
Secretario de Estado, Juan O’Farrill, envía al Cónsul norteamericano –sin
conocimiento ni consentimiento del Congreso cubano- la siguiente nota, con
fecha 12 de septiembre: “La rebelión ha tomado incremento en las provincias de
Santa Clara, Habana y Pinar del Río, y
el Gobierno cubano carece de elementos para hacerle frente y para defender a
los pueblos e impedir que los rebeldes destruyan la propiedad. El presidente
Estrada Palma pide la intervención americana, y ruega que el presidente
Roosevelt envíe a La Habana, con la mayor reserva y rapidez, dos mil a tres mil
hombres para evitar una catástrofe en la capital. La Intervención que se pide
no debe ser conocida del público hasta que las tropas americanas estén en La
Habana.
“La situación es grave y cualquier
demora puede producir una matanza de ciudadanos en La Habana”[iii]
Una semana después se producía la llegada
a La Habana de la Comisión de Paz nombrada por el Presidente Theodore
Roosevelt, formada por el Secretario de Guerra Sr. William H. Taft y el Sub Secretario Sr. Robert R. Bacon, así
como la de cinco acorazados cuyas tripulaciones no desembarcaron ni cuyos
cañones entraron nunca en acción.
Los Comisionados traían un Plan de paz
que consistía en
-la renuncia del Vicepresidente de la
República, todos los Senadores y Representantes, Gobernadores y Consejeros
Provinciales elegidos en diciembre de 1905,
-el subsiguiente cese de hostilidades
por parte de los sublevados,
-la creación de una Comisión especial,
integrada por tres Letrados del Partido Liberal y uno designado por el
Presidente norteamericano, a fin de
promulgar determinadas leyes,
-la celebración de elecciones el 1 de
enero de 1907, con arreglo a una nueva Ley electoral que la citada Comisión
debería redactar.
Los insurgentes aceptan este Plan, pero
el Presidente Estrada Palma lo rechaza de plano (aunque su propia renuncia no
está contemplada en ese documento). El Presidente Roosevelt
intenta disuadirle, haciéndole llegar una nota en la que le dice a Estrada
Palma: “Encarecidamente le ruego que sacrifique sus propios sentimientos ante
el altar de su país, y acceda a la petición del Sr. Taft, de que usted continúe
en la Presidencia el tiempo necesario para que se establezca el nuevo Gobierno
temporal bajo el cual sea posible llevar a cabo las negociaciones de paz. Yo
envié a Cuba al Sr. Taft y al Sr. Bacon, en virtud de los repetidos telegramas
de usted manifestando que renunciaría; que tal determinación era irrevocable y
que no podía continuar más tiempo en el Gobierno…Bajo su Gobierno y durante
cuatro años, ha sido Cuba república independiente. Yo le confieso, en bien de
su propia fama de justo, que no debe insistir en conducirse como hoy lo hace,
porque la responsabilidad del colapso de la República, si tal cosa llegase a
suceder, podría recaer sobre sus hombros”.
Haciendo oíos sordos, Estrada Palma primero
acepta la renuncia de todos sus Secretarios del Despacho, y a renglón seguido
presenta por escrito al Congreso su renuncia irrevocable al cargo de Presidente
de la República, pidiendo su aceptación, como igualmente lo hace el Vicepresidente
Domingo Méndez Capote.
A continuación, el Congreso se reúne bajo
la presidencia de Ricardo Dolz, el titular de dicho cargo en el Senado, a fin
de considerar las renuncias del Presidente y del Vicepresidente de la
República. Acuerdan reanudar la sesión en la noche del 28 de septiembre de
1906. Pero la ausencia de los Representantes y Senadores del Partido Moderado
priva del quórum reglamentario a la sesión , y hace imposible que el Congreso
designe a un nuevo Presidente de la República -para lo que estaba facultado, a
tenor del último párrafo del Artículo 59 de la Constitución de 1901, entonces
vigente-.
La República quedaba, así, acéfala.
Y es de esta guisa que se da pie a la
Segunda Intervención, que iba a durar hasta 1909, tras la proclamación hecha
por el Secretario de Guerra William H.
Taft, a través de la que se investía del cargo de Gobernador Provisional de
Cuba con fecha 29 de septiembre de 1906, manifestando en dicho documento que
“El no haber tomado el Congreso acuerdo en cuanto a la renuncia irrevocable del
Presidente de la República, o elegido un sustituto, deja a este país sin
gobierno en una época en la que prevalece gran discordia, y se hace necesario,
de acuerdo con lo pedido por el presidente Estrada Palma, que se tomen las
medidas debidas, en nombre y por autoridad del Presidente de los Estados
Unidos, para restablecer el orden, proteger las vidas y propiedades en la Isla
de Cuba, y cayos adyacentes, y, con este fin, establecer un Gobierno
Provisional”.
Desde luego, Estrada Palma no fue el
responsable único de esta anómala situación, porque le precedieron con sus
renuncias los Secretarios del Gabinete[iv],
le acompañó la renuncia del Vicepresidente de la República[v],
y los miembros de ambas Cámaras legislativas afiliados al Partido Moderado
boicotearon la sesión del Congreso en la que se podrían haber cubierto todas
las vacantes –impidiendo con su ausencia la declaración del quórum necesario-,
sin que nada de esto mitigue la responsabilidad solidaria de los conmilitones de
Estrada Palma, ya que sin su cooperación necesaria no se habría podido cometer
el despropósito. Fue un verdadero ejercicio colectivo de irresponsabilidad
política por parte de Estrada Palma y demás gerifaltes del Partido Moderado.
No obstante, en el haber de Estrada Palma
quedó una útil obra hacendística y legislativa. Como ejemplos sobresalientes de
esta última, la Ley del Servicio Diplomático y Consular, la Ley Orgánica de la
Guardia Rural, la Ley del Descanso Dominical, la Ley que creó la Comisión de Ferrocarriles,
la Ley del Régimen Provincial, y la Ley sobre deslinde de Haciendas Comuneras,
así como el Tratado de Relaciones Permanentes con los EE.UU., el Tratado
Hay-Quesada (que reconoció la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos, aunque
no fue ratificado por Washington hasta 1925), y los Tratados Comerciales con
Italia y España.
En las inmejorables palabras de Portell Vilá[vi],
“El Presidente Estrada Palma, hecha abstracción de su política partidarista,
había sido un buen gobernante bajo cuya administración honrada y progresista
Cuba había adelantado mucho”.
Otros historiadores distinguidos tampoco le
han escatimado elogios, como administrador del erario público[vii],
llamándole “el honrado Tomás Estrada Palma” y diciendo que “A pesar de sus
errores políticos, su austeridad y patriotismo hacen de él una de las figuras
cubanas más nobles de su tiempo…Estrada Palma tuvo en alto grado una virtud que
ni aun sus más enconados enemigos políticos le negaron nunca: su honradez acrisolada en el manejo de los fondos
públicos. Fue también un prudente gobernante a la hora de regular los ingresos
y los egresos del estado, pues consideraba que éramos un pueblo de modestos
recursos que debía mantener, por dignidad y previsión, una constante vigilancia
de los gastos nacionales”, así como que el primer proyecto de presupuesto
sometido al Congreso en 1902 tras su
toma de posesión “Era el presupuesto más pequeño tenido por Cuba desde mediados
del siglo anterior, a pesar de tener los servicios públicos bien atendidos. El
mismo criterio siguió el presidente Estrada Palma en los tres años siguientes,
colocando siempre prudentemente los egresos muy por debajo de los ingresos
calculados”.
Acerca de su encaprichamiento reeleccionista,
Rafael Martínez Ortiz ha comentado[viii]
que “Don Tomás, a quien ya había pasado por la mente igualarse a los grandes
presidentes de Norteamérica que la obtuvieron casi siempre, se sintió halagado
por la esperanza de conseguirla. Tamaño cuerpo cobró el deseo, que llegó a ser
en él una verdadera obsesión. En cuanto se le insinuaba algo sobre tal
posibilidad, la satisfacción le retozaba en los ojos y no podía disimular. Por
semejante motivo los aduladores, abundantes siempre en derredor del poder, se
hacían lenguas ponderando sus ventajas y echaban tupidísimo velo sobre sus
inconvenientes”.
Ensombreció, lastimosa y lamentablemente, su
hoja de servicios al país, al ceder a la tentación de ir en pos de la
reelección, y forzar sobre Cuba, a causa de su tozudez, una nueva ocupación
militar por parte de los EE.UU. (a pesar de que en este caso la Potencia
Interventora era renuente a ello, por conveniencias coetáneas de su política
exterior hacia los demás países al sur
del Río Grande), lo que –junto al designio protervo de perpetuarse en el Poder,
por parte de otros gobernantes de entre los que vinieron detrás de Estrada
Palma- tantos sinsabores ha traído al pueblo de Cuba desde la proclamación de
la República.
© Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).
[ii] “Próceres”. Imprenta El
Siglo XX. La Habana, 1919.
[iii] Mario Riera Hernández, “Cuba Libre 1895-1958”, pág. 55. Miami, 1968.
[iv] Que eran: Manuel F. Lamar Portillo (Instrucción Pública), Juan F. O’Farrill Chapotín (Estado), Juan Rius Rivera (Gobernación),
Rafael Montalvo Morales (Obras Públicas), Ernesto Fonts Sterling (Hacienda),
Gabriel Casuso Roque (Agricultura) y Jorge A. Belt Muñoz (Presidencia).
[v] Domingo Méndez Capote.
[vi] “Nueva Historia de la República
de Cuba”, Ibid., pág. 104.
[vii] Dres. Edilberto Marbán y Elio Leiva,
Curso de Historia de Cuba, Parte Segunda, pág. 521 a 523.La Habana,
1955.
[viii] Cuba, Los primeros años de
Independencia.
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