Foto tomada de: Icarito |
por
Roberto Soto Santana,
de la Academia de la Historia de Cuba en el
Exilio, Corp.
Como se ha dicho, el sistema político resultante de las reformas de
Solón, a los ojos de la actualidad, ciertamente no puede ser calificado como
democrático, sino más bien timocrático (hizo hegemónica a la aristocracia de la
riqueza, en vez de la del linaje, que era la que hasta entonces había ostentado
el poder político en solitario). Pero, en su época, entrañó que a todos los
ciudadanos de un estado, incluso a los desprovistos de todo recurso o
patrimonio excepto la disposición de su propia persona, se les reconoció por
igual un mínimo común denominador de derechos y libertades.
Tras una dinastía de tiranos, la de los Pisístratas, que dura medio
siglo, entra en escena un segundo gran reformador del sistema ateniense de
gobierno: Clístenes, a quien Herodoto calificó como “el hombre
que trajo las tribus y la democracia”. En verdad, Clístenes llevó a vías de
hecho una amplia serie de reformas en apenas dos años de gobierno. Instauró un
Consejo de los Quinientos (en lugar del antiguo Consejo de los Cuatrocientos)
encargado de preparar los trabajos de la Asamblea, y se eligió a sus miembros
sobre la base de la representación de cada uno de los 140 demes o núcleos de población
–según su tamaño, cada uno tenía derecho a nombrar desde 1 ó 2 hasta 22
consejeros-. Los pobladores de los 140 demes
quedaban repartidos, en número lo
más paritario posible, entre las diez tribus, cada una de las cuales designaba
por elección a un estratega o comandante militar (terrestre y naval a la vez). Demos ya significaba “el pueblo”, de
donde demes significaba “donde vive
el pueblo” o simplemente “población”. Que todos los demes tuvieran representación en el Consejo de los 500 implicaba
que los núcleos rurales podían equilibrar la influencia de los núcleos urbanos
–éstos, donde tradicionalmente se tenían las riendas del gobierno- y que toda
la población del Ática estaba interesada –se le había dado ese aliciente- en
defender el bienestar de Atenas como condición concurrente para el bienestar de
todas las comunidades sujetas a su gobierno-. Poco más de tres lustros después
de la muerte de Clístenes, Atenas aplasta la invasión persa en la legendaria
batalla de Maratón, librada contra las huestes del emperador Darío I. .
Con ocasión de la victoria de Maratón, quedó demostrado –en un momento
de suprema crisis- el funcionamiento de la regla de la mayoría incluso en el
terreno militar: aunque mandados por Milciades, los hoplitas (la infantería con
peto, coraza y escudo de bronce, que peleaba brazo con brazo en formación
compacta) fueron lanzados en carga a campo traviesa contra la caballería persa
en virtud de la opinión mayoritaria de los diez estrategas (uno por cada una de
las diez tribus impuestas por Clístenes, como mandaba la ley).
En la misma década de la victoria de Atenas en Maratón sobre los
persas, accede al gobierno del Ática un plebeyo: Temístocles, hijo de un miembro
de una prominente familia noble ateniense y de una concubina no ateniense y
posiblemente ni siquiera griega. Se daba cuenta de que los persas, bajo Xerxes
–el sucesor de Darío, el emperador derrotado en Maratón-, querían convertir a
Grecia en una satrapía y que para ello volverían a intentar otra invasión del
Ática, con una fuerza naval más fuerte y una caballería y cuerpo de arqueros
mucho más numerosos, contra los que los atenienses sólo podrían oponer 70
trirremes y su sacrificada infantería (formada por clases medias, que eran las
que podían sufragarse la panoplia de bronce que constituía su ajuar guerrero).
Esta vez los persas podrían vencer, por la sola fuerza del número. Temístocles
comprendió que, para no perder sus libertades, los ciudadanos libres de Atenas,
a través de su Asamblea, deberían decidir la inmediata construcción de una
flota.
Sucedió que súbitamente aumentó la producción de las minas de plata del
Laurio, propiedad del Estado, o tal vez se constató una acumulación de sus
existencias, y Temístocles logró que la Asamblea aprobara la asignación de ese
producto a la ampliación de la flota con carácter inmediato, de manera que
cuando Xerxes I acometió la esperada segunda invasión persa, justamente diez
años después de Maratón y apenas tres años tras la decisión de la Asamblea
respecto a la construcción de nuevos barcos, los trirremes atenienses ya eran
200 en vez de 70. Al final las fuerzas convocadas por Atenas derrotaron a los
persas en Salamina por mar y por tierra en Platea. Aparte del precio pagado en
vidas por la victoria, la propia Atenas fue tomada, saqueada y destruída por
los persas, antes de que éstos fueran derrotados y expulsados.
Se abre entonces, a mediados del quinto siglo antes del comienzo de la
era cristiana, un período de profundas reformas políticas en el interior de
Atenas seguido en paralelo por una agresiva y exitosa política exterior
imperialista. En un período de treinta años, el predominio de Esparta entre las
potencias griegas fue reemplazado por la hegemonía ateniense (que incorporó a
una gran cantidad de ciudades-estado a una alianza encabezada por ella, la Liga
de Delos, a la vez que fundó colonias propias en ambas márgenes –la europea y
la asiática- del mar Egeo, sometiendo a tributo a aliados y a cleruquías –grupos de ciudadanos
atenienses a los que se les asignaban tierras en suelo extranjero
conquistado-).
Pericles entra aquí en escena, para conducir a Atenas
a su Edad de Oro, antonomásticamente llamada el Siglo de Pericles. Durante los
treinta años en que dirigió la política interior y exterior y las campañas
militares de Atenas (hasta su muerte en el año 429 antes de Cristo), amplió el
número de las ciudades confederadas en la Liga de Delos hasta por lo menos
ciento cincuenta o acaso doscientos. Confundió deliberadamente la caja de los
tributos procedentes de los estados confederados con el tesoro ateniense,
rehusando dar cuenta detallada de la disposición de tales fondos a sus
aportantes (con el argumento de que Atenas los defendía a todos). Bajo su gobierno alcanzó su máxima extensión el
imperio ateniense, que llegó a abarcar prácticamente todas las islas del mar
Egeo, desde los Dardanelos hasta el Mediterráneo, el litoral anatólico en su
virtual totalidad, y buena parte de la margen noroccidental del Egeo
–fundamentalmente, la Calcidia-. Esparta mantuvo su carácter de primera
potencia terrestre, pero Atenas consolidó sin duda la primacía en el mar, tanto
en poderío comercial como en fuerzas navales de combate. Pericles favoreció y
protegió a pensadores y artistas, que pudieron madurar sus grandes obras
precisamente gracias al mecenazgo del Estado ateniense: así, el filósofo
Anaxágoras, el dramaturgo Sófocles, el historiador Herodoto, el escultor y
pintor Fidias.
A su muerte, ya se habían cumplido casi dos años del estallido de la
Guerra del Peloponeso, causada por la sempiterna prevención de Esparta contra
el expansionismo ateniense.
La guerra concluyó con el
desmembramiento del imperio ateniense, tras la derrota militar del año 405 a.
de C. en Egospótamos, la rendición formal ante el rey espartano Lisandro al año
siguiente, la subsiguiente demolición de las murallas de la ciudad, la
reducción de la flota a doce navíos, y la imposición abierta por Esparta de una
oligarquía (la llamada de los Treinta Tiranos) como forma de gobierno para
Atenas, si bien el régimen democrático se restablece formalmente con la
expulsión física de los Treinta Tiranos al cabo de unos pocos meses.
A partir de ese momento Atenas sobrevive como ciudad estado con algunas
posesiones coloniales en Anatolia y en islas del Egeo durante siete décadas
más, a la sombra de una Esparta que tuvo ocasión para humillar a Atenas con una
segunda rendición impuesta como desenlace de una guerra iniciada dos lustros
más tarde contra varios estados griegos a la vez. La independencia política de
Atenas se desvanece definitivamente en el 338 a. de C., cuando el helenizado
rey Filipo II de Macedonia derrota a una fuerza griega conjunta en la llanura
de Quersoneso, en la Beocia, e impone a los vencidos –al año siguiente- la
afiliación a la llamada Liga de Corinto, bajo la férula absoluta de Macedonia.
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