Carlos
Benítez Villodres
Málaga
(España)
No te conocí en persona, solo por tus libros, tus
correos, tus críticas literarias escritas sobre ciertos libros de mi autoría
publicados, mis diálogos con mi hija y con quienes te conocieron. Por ello, este
día es de los más tristes de mi vida. ¿Por qué te fuiste tan en silencio y sin
quejas ni lamentos?
Pienso,
desde que te marchaste, que una lava ardiente quema mi corazón y mi mente.
Tuviste gran amor a las personas que te conocieron y a otras, como mi hija que la animaba y la ayudaba a continuar por el
camino de su vida y a seguir escribiendo.
Sé
cuánto sufriste. Sé de tu enorme amor por la historia en especial la cubana,
por la poesía, por aquella joven que falleció a los 15 años. Nuestro último adiós
nos los dimos el 26 de mayo de este año, y no, no es fácil encajar la noticia
de tu fallecimiento. Desde aquel día vivo en las entrañas del silencio. Me
siento pequeño en la inmensidad del universo, y pienso que hoy estamos, pero
mañana ya no, de que la vida y la muerte están separadas por un finísimo hilo
que, en un segundo, se rompe. Caminamos por la vida como la persona que pasea
un rato por un parque y las horas le pasan velozmente, de que la vida es tan
corta como una tarde de invierno.
Ya
partiste a otro lugar, un lugar desconocido para ti y para mí y para cualquier
persona. Me dejaste, querido amigo René, con el alma rota. Fuiste, eres y serás
una de las personas más importantes en mi vida, porque fuiste simplemente tú,
único, una buena persona irrepetible que, desde un lugar, me estás protegiendo
y ayudando en mi caminar por la vida. Disfruta y hazlo todo como lo hiciste en
vida.
Recuerdo
la canción ·Cuando un amigo se va”, del peruano Alberto Cortez Olaya, más
conocido por “El Original”, aunque nacionalizado en Argentina, también falleció
en abril de 2019, solo unos días antes que tú.
Es
evidente que la humanidad no sabe, me incluyo yo, nada del misterio del
nacimiento y de la vida, del destino y de la muerte. Me dejaste en este valle
de lágrimas, donde aún vivo, llorando tu muerte y expresándote, aunque ya no me
escuchas ni lees lo que te escribo, mi respeto, mi afecto y mi agradecimiento.
Espérame,
en el lugar, donde te halles, para que un día nos encontremos, y encuentre, en
ti, nuevamente, tu alegría y tu seriedad, tu cariño y tu buen hacer con los
hombres y mujeres que contigo caminaron y aún continúan su camino sobre esta
selva agridulce.
Guíame,
con tu ejemplo e ilusión, para que, aunque no tenga tu presencia, sepa siempre
hacer lo mejor en esta vida. Tu recuerdo es algo que pervivirá, en mí, para
siempre. Nadie ni nada me lo puede arrebatar. Te agradezco sumamente tu ejemplo
y tu amistad, tu afecto y tu saber vivir.
Querido René, pasaste a formar parte de mi historia, a ser un personaje
más del libro, en blanco, que es la vida. Te ganaste, por derecho, un trocito
de mi alma, ese que se fue contigo. Siempre me sentí muy dichoso por ser tú mi
buen amigo.
Ansío que descanses eternamente
colmado de paz en algún lugar que todos los seres humanos desconocemos. Un
lugar, donde no exista el tiempo. Allí nos encontraremos de nuevo, amigo René,
y, cuando esto suceda, seguiremos poniendo nuevos nombres a los luceros.
(En memoria de René León
González, fundador y editor de la Revista PENSAMIENTO, fallecido, en Tampa,
Florida, EE UU, el 26 de mayo de 2019)
RENÉ LEÓN GONZÁLEZ. IN MEMORIAM
Te cegó la guadaña
tus rosales,
deshojando sus pétalos
de oro
que en mi vetusta ánfora
atesoro
junto al mármol
helado de mis males.
Ya nunca te veré,
luz de ideales,
y cada día, con mi
miel, te imploro,
que no se tale nunca
el sicomoro
primaveral de
todos tus panales.
Oh René, amigo
mío, tu madura
fruta esclarece,
con tesón, mi río
de albas rebeldes
y de gran bravura.
Abonan mis
recuerdos, con trapío,
tus veneros de
amor y de ternura,
que resplandecen
hasta en lo baldío.
Carlos
Benítez Villodres
Málaga
(España)
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