Rowland J. Bosch
Miembro de la Academia de la Historia de Cuba
(Exilio)
Uno de los
gobernantes más discutibles de la República Dominicana lo ha sido, sin lugar a
dudas, Ulises Heureaux (conocido por Lilís). Llegó a ser presidente de su país
en dos ocasiones, del 1 de septiembre de 1882 al 1 de septiembre de 1884,
y del 6 de enero de 1887 al 26 de julio
de 1899, cundo es asesinado. Gobernó a la patria en que le tocó nacer como un
predio privado y creó un caos político y
económico que finalizó con su muerte por asesinato en 1899. Lo que trajo como
consecuencia la falta de estabilidad económica y política que daría motivo a la
intervención norteamericana de 1916.
La Dra.
Estrella Betances en su libro Origen y
Proyecciones del Protectoralismo Dominicano, dice “…que la tendencia culmina con Ulises
Heureaux quien no vaciló en poner en manos extranjeras la recaudación y el manejo de la principal fuente de
ingresos del fisco, o sea las aduanas, a cambio de recibir dinero de los
banqueros extranjeros”. Sobre él, se dice que era un hombre elegante y físicamente
alto, de impresionante figura, que había aprendido a conducirse con finos
modales. De su crueldad han quedado expresiones en su país como “ese es más
malo que Lilís” o “es más cruel que Heureaux”. Rivaliza con Rafael Leónidas
Trujillo por ser uno de los gobernantes más sanguinarios de su nación. Nace el
21 de octubre de 1845, en San Felipe de Puerto Plata, hijo natural de Josefa
Lebert, de las Islas Vírgenes y José Alejandro D’Assás Heureaux Fortune, nacido
en Haití, capitán de navío de la Marina Francesa. Fue abandonado por su padre, quien
al pasar los años lo reconoce como su hijo. Un amigo de la familia le brinda la
oportunidad de educarse en las letras y matemáticas. Desde joven llega a hablar
y escribir fluidamente en francés, inglés, creole y el español.
Quizás su
poliglotía y sus aptitudes innatas le
abrieron las puerta del camino de la
fama y del poder. Joven va a combatir en
el Sur del país, donde demuestra coraje y
capacidad de soldado. Es herido en combate demostrando su intrepidez: al
terminar la campaña, había obtenido el rango de general. Guerrero audaz y
temerario, poseedor de una inteligencia fértil, logró deshacerse de sus
enemigos mediante la astucia, la intriga y el crimen. Fue un verdadero
discípulo fiel de Maquiavelo.
El afecto
que Heureaux sentía por Cuba descansaba en el anhelo de los cubanos por romper
las cadenas del yugo colonial de España. Muchos de los cubanos que emigraron a Santo
Domingo a raíz de la guerra de los Diez Años, eran plantadores de caña. Al ver el
beneficio para el país del cultivo y elaboración de la caña de azúcar, Lilís les
regala grandes terrenos en los valles de la costa sureste, donde se construyen
los primeros ingenios mecanizados del país, que vendría ser una fuente de ingreso, y al mismo tiempo
otra manera de enriquecerse.
Asombra pensar cómo un individuo de la calaña
de Lilís, desprovisto de normas morales, simpatizaba con la independencia de
Cuba. Habilidosamente coqueteaba con España, en tanto que ayudaba secretamente
a los cubanos. Solía decir “lo que pasa es que España es mi señora y Cuba mi
querida”. Lo que significaba que él no podía pasearse del brazo por las calles
y plazas con Cuba, y que queriéndola tanto estaba obligado a guardar las formas
protocolares con España, la señora, a quién el había combatido durante la
guerra de restauración.
En 1880
Lilís tuvo la oportunidad de demostrar su simpatía por la causa de Cuba en la
persona de Antonio Maceo quien se hallaba en Puerto Plata, después de su
peregrinaje por varios países tras el Pacto de Zanjón, y se hospedaba en un
hotel que fue registrado infructuosamente por las fuerzas de Lilís. Desde
luego, ya Maceo había ocultado las armas después de haber sido avisado por
Lilís. De esta manera se salvaba al patriota y al mismo tiempo se calmaba a los
españoles que habían denunciado el caso. Maceo salió del país, colmado su
espíritu de gratitud para el presidente Luperón y Lilís.
En el
tercero y último viaje de José Martí a
la República Dominicana se puso una vez más a prueba la personalidad de Lilís.
Llega a Montecristi el 7 de febrero de 1895, donde ya se encontraba Máximo Gómez,
con quien redacta y firma el célebre
“Manifiesto de Montecristi”. Sus actividades revolucionarias preocupaban al
presidente Lilís y a sus subalternos. Todos ellos simpatizaban con la causa
cubana. Las autoridades españolas presionaban al gobierno para que actuara en
contra de éstos. España conocía las simpatías de los dominicanos por Martí y la
causa de Cuba. En un acto excepcional, se le permitió a Martí le fuesen
mostrados los restos de Cristóbal Colón, gracia que sólo se concedía en
ocasiones muy especiales.
Ardiendo
ya la guerra en la manigua cubana, se hacia necesario a Martí y Gómez
trasladarse a Cuba, pero el dinero escaseaba. Gómez le sugiere a Martí la idea
de ir a la capital dominicana y hablar con Lilís. Martí, al siguiente día
emprende el camino a Santiago de los Caballeros, pero precavidamente no
continuó el viaje y comisionó al fiel general José María Rodríguez (Mayía) para
que se reuniese con Federico Henríquez Carvajal y Jaime Vidal a la sazón
Ministro de Fomento, y juntos obtener el permiso de Lilís para una entrevista.
La entrevista se hizo viable y tras larga conversación con los tres visitante,
se convino en ayudar con dos mil pesos oro para la expedición. Había que hacer
notar la difícil situación económica del país y la del propio Lilís, quién
esperaba ansiosamente el dinero de un préstamo de bancos extranjeros en
aquellos días. Mayía le contaría a los dos jefes cubanos, cómo después de
ponerle algunos reparos había expresado: “Todo sea por Cuba”, y al momento de
retirarse le dijo “Nadie sabe y el presidente Heureaux menos que nadie, ni de
esta entrevista ni del resultado de nuestra conferencia”.
Guelito
Pichardo hombre de confianza de Lilís, no era ajeno a las dificultades de los
expedicionarios, ni menos Lilís. Los dos temían a una represalia por parte de
España. Lilís escribía a Pichardo, que los jefes cubanos no sabían la manera
como eran espiados, pero afortunadamente él estaba en condiciones de servirles.
El mismo Guelito expresaba a Martí y a Gómez en Montecristi, entusiasmado por
el verbo de Martí, “…si no tuviera el compromiso de servir a Lilís, me iba con
ustedes a defender la libertad de Cuba”. A la salida del barco que llevaba a
los expedicionarios cubanos, Guelito informó al cónsul de España que estos
habían salido para Santiago de los Caballeros, tratando de despistarlos.
Lilís
explicaba que consentía y hasta auxiliaba a los conspiradores pero que no le
era posible dar rienda suelta a su simpatía por Cuba, y hacía una comparación
de que si bien los Estados Unidos eran el águila y España era la gallina, Santo
Domingo era la cucaracha en peligro de ser aplastada, si no andaba prevenida.
Heureaux
continuó ayudando a los cubanos a tal extremo que casi a finales de la
contienda cubana, y a petición del general Rius Rivera, salvó un contrabando de
guerra dirigido a los insurrectos. Un buen amigo de Máximo Gómez, que dirigía
una conspiración para derrocar a Lilís se disgustó con aquel porque no quiso
entregarle las armas que ya no se necesitaban en Cuba. Gómez le hizo saber con
muy sentido de la gratitud que no podía actuar contra quien había sido un buen
amigo de Cuba.
Al
finalizar la guerra en Cuba, Heureaux tuvo el gesto de enviar un barco de
guerra dominicano para trasladar el generalísimo a su tierra. Tras el asesinato
de Lilís, Gómez se vio obligado a refutar en un periódico la información de que se había alegrado de su muerte, y
respondió: “Qué importa para el caso que Lilís fuese un tirano cruel y hasta
ladrón y todo lo que se quiera decir del muerto, si al mismo tiempo fue un buen
amigo de Cuba y le tendió la mano en sus horas de mayores conflictos”.
Lilís a
pesar de ser un hombre que rara vez perdonaba a sus enemigos tuvo gestos nobles
en su vida como cuando fue a buscar al general Luperón, que vivía exiliado y
enfermo en Saint Thomas, y lo hizo regresar al país, donde murió al poco tiempo. Luperón había sido su enemigo durante muchos años.
Heureaux
había ido al pueblo de Moca en julio de 1899, sin escolta, hospedándose en la casa de Carlos María Rojas.
Al siguiente día, se reunió con los comerciantes para buscar el apoyo de éstos y
obtener seguridad de ellos de respaldarlo en los nuevos planes financieros. Un
grupo de jóvenes revolucionarios se presentó en el lugar donde él se encontraba,
con la intención de asesinarlo y
dispararon sus armas en contra de Lilís, la tarde del 26 de julio de 1899. El
nombre de los ajusticiadores era: Jacobo de Lara, de 16 años de edad, quien fue
el primero en dispararle, el otro fue Ramón Cáceres.
¿Era en
verdad un tirano Lilís?. Un tirano habría estado al lado de España y no de
Cuba. Sabemos y reconocemos que fue un gobernante muy negativo para el sufrido
pueblo dominicano, pero para los cubanos tuvo siempre un enfoque positivo.
También Máximo Gómez fue un dominicano que peleó en su tierra del lado de los
peninsulares, y sin embargo en Cuba resultó ser uno de los grandes pilares, forjadores
de la nación cubana. Ironías del destino.
Bibliografía Consultada
Teresita
Martínez-Vergne, Nation and Citizenship
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Univ. of North Carolina Press, Chapel Hill, N.C. 2005
Frank
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Rodman, Quisqueya: A History of the Dominican Republic , Univ.
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Emilio Rodríguez Demorizi, Maceo en Santo Domingo, Editorial El Diario, Santiago, R.D., 1945
Francisco Berroa Ubiera, Notihistoriadomicana, La muerte de Ulises Heureaux en Moca, agosto
11 de 2009
Estrella Betances de Pujadas, Asuntos dominicanos; Literatura, artes y cultura, S.L. Editorial
Arcos, 2001
Comentario
Muy interesante el artículo El General Heureaux y la Independencia de Cuba,
especialmente la parte donde narra que a José Martí se le otorgó el privilegio
de ver los restos del Almirante de la Mar Océano Cristóbal Colón. Por lo que
veo no se lo habían llevado para Cuba después de la independencia de Santo
Domingo.
Joaquín Sueiro
Rowland J. Bosch
Miembro de
la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)
Miembro del Círculo de Cultura Panamericano, y del
Colegio Nacional de Periodistas Cubanos en el Exilio, de la Academia Poética de
Miami, del Club Cultural “Atenea”, Y Miembro Fundador del Pen Club de Miami.
Heureaux no salió siendo general de la guerra de la Restauración, sino Alférez.
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