Tomada de: La Jiribilla
Enrique Sosa | La Habana
Key West es el nombre oficial del islote -tiene menos de diez millas cuadradas- y la ciudad de Norteamérica más próxima a la isla de Cuba, separados entre sí por el estrecho de la Florida, surcado por ese gigantesco río marítimo que es la Corriente del Golfo, secular propiciador de navegaciones entre el golfo de México, Europa y la costa este de los
actuales Estados Unidos: la antigua y peligrosa ruta de los galeones de las flotas imperiales españolas de las Indias Occidentales que, con puerto final de reunión en La Habana, transportaban al Viejo Mundo riquezas del Nuevo, cuando no naufragaban a causa de la violencia de los elementos naturales, por el desconocimiento de los peligros de la ruta o por la emboscada de otros hombres, de otros pueblos, prestos para el ataque y el saqueo, con amenaza de siniestras calaveras y tibias emblemáticas, de los tesoros que allende el Atlántico facilitaron la acumulación originaria de capitales de Holanda, Inglaterra, Francia o Alemania.
La proximidad geográfica -Key West está más cerca de La Habana que de cualquier otro puerto de la costa atlántica de los Estados Unidos-, la compartida importancia estratégica, intereses económicos favorables para el intercambio múltiple de mercancías y gentes, y hasta por coparticipación de banderas pues la española ondeó en la Florida hasta 1819 cuando, bajo los términos del tratado Adams-Onis, España vendió a los Estados Unidos la península, ocupada en 1821 con el actual Key West converti-do en base naval en 1823, año en el cual se creó el condado Monroe1 el 3 de julio, con sede (county seat) en Key West a partir del 8 de enero de 1828.
Es aproximadamente en esos años cuando fue bautizado como Key West, pero antes, y siempre para los cubanos, fue Cayo Hueso; nombre que la tradición hace proceder, según Jefferson Beale Browne y otros autores, del hecho de que españoles que arribaron al islote encontraron su suelo cubierto de huesos humanos, restos de indios, quizás calusas, que defendieron allí sus vidas por última vez, imposibilitados de huir más hacia el sur -pues Key West es el último de los cayos que, como un rosario, se extienden al sur de la Florida-, perseguidos por otros indios, quizás seminolas (Creek), que les arrebataban, con su espacio vital, la existencia. Pero también, pensamos nosotros, con la posibilidad de que murieran de sed, pues en los cayos mencionados no existen fuentes de agua potable -sólo en años relativamente recientes se le ha conducido por cañerías y bombeo desde Hampstead-, lo que determinó que permanecieran deshabitados durante siglos, sólo visitados por navegantes de diversos orígenes y procedencias dedicados a la pesca.
De ser cierta esta hipótesis, ese holocausto de indios, debido a seminolas que penetraron en la Florida para combatir a otros grupos étnicos allí asentados, debió producirse después de 1750, año que se reporta como el de su entrada en la península floridana. Pero esto parece improbable, pues los cayos eran ya conocidos por los españoles, aunque no habitados, desde el siglo XVI.
Sea como fuere, lo que nos interesa destacar es que Key West fue resultado de la pronunciación anglizada de Cayo Hueso; un producto histórico, no un nombre originario, como sí lo fue Cayo Hueso, aunque el que quedó oficialmente fue derivación, con key por corrupción de cay, a su vez corrupción de la palabra castellana cayo, y west (oeste) por hueso (bone).
El cubano Gerardo Castellanos divide en tres períodos la historia de Key West hasta finalizar el siglo XIX: hasta 1822, con el islote prácticamente desplobado, posesión americana de España con vínculo principal con Cuba y con una heterogénea población que incluía sobre todo a gentes procedentes de las islas Bahamas, con presencia de cubanos; de 1822 a 1869, integrado al condado Monroe del estado norteamericano de la Florida, con sus pobladores dedicados principalmente a la pesca, al rescate de tesoros de barcos hundidos en los peligrosos arrecifes rodean el cayerío -actividades que procedían del anterior período-, al comercio y al uso de Key West como estación naval, siempre con relación principal con Cuba y extensión a otras partes del Golfo y de la costa este de los Estados Unidos; de 1869 a 1899, con auge del poblamiento y la interrelación múltiple entre Key West (para los cubanos Cayo Hueso o, simplemente, el Cayo) y Cuba.
Este auge se debió al traslado a Key West de parte importante de la industria manufacturera de tabacos de La Habana, que comprendió a miles de obreros cubanos dedicados a su elaboración. Auge que llevó a José Martí a escribir con orgullo en Patria, en un poema dedicado a Hortensia Lechuga en 1893:
Yo he visto en mi Cayo amado,
en el hogar y en la escuela,
lucir como en castigado
torvo mar, la limpia estela.
[Martí, XVII : 219]
El significado de estas palabras puede constatarse con las siguientes cifras: en 1869 Key West tenía una población de unos 2 000 habitantes y en 1870, sobre todo por emigración de cubanos dedicados a la industria tabacalera -con otros que tuvieron que abandonar la Isla grande por motivos políticos- era de 5 657.
En 1875 era la segunda ciudad de la Florida, sólo inferior a la de Pensacola, a la cual ya superaba en 1880, para ocupar el primer lugar con 9 890 habitantes, en su mayoría vinculados a la industria tabacalera en cincuenta y siete talleres que empleaban 2 295 obreros. En 1890, en vísperas de la primera visita de Martí al Cayo cubano, donde encontró hogar, amor y recursos para la gesta independentista que organizaba con el fin de dar libertad a Cuba, Key West tenía una población de 18 080 habitantes, 12 000 de ellos de origen cubano. Fue con esa población, con su vanguardia aglutinada en clubes y sociedades de todo género, con la que pudo contar para su magno empeño.
Pero la industria manufacturera de tabaco, con materia prima procedente de Cuba, no se inició en Key West en 1869; procedía, con asistencia de mano de obra especializada de cubanos, de mucho antes, al menos de 1831, año en el que, según se cita, se origina en el establecimiento de William H. Wall (destruido por un fuego en 1859), que tenía cincuenta obreros, seguido por la apertura de otros más, con inclusión de propietarios y obreros llegados de Cuba y de otras partes, como la fábrica de tabacos Globe, del alemán Samuel Seidenberg, que llegó a tener doscientos obreros que, es de suponer, eran también cubanos en su mayoría.
Lo que se produjo a partir de 1869 fue, repetimos, el auge de esta producción, con rápido avance desde el traslado de la fábrica que elaboraba los taba cos de la afamada marca Príncipe de Gales, del español amigo de Cuba Vicente Martínez Ibor, a su vez seguida por otras más, no sólo de Cuba, pues de Nueva York trasladó su gran taller el generoso cubano, también amigo de Martí, Eduardo Hidalgo Gato.
Esta larga y nutrida residencia de cubanos en Key West impregnó a la localidad de un vigoroso y multifacético carácter cultural hispanocubano, que, por cubano, fue también afrocubano, favorecido por el origen clasista y racial de los cubanos en Cayo Hueso, con muchos obreros de la raza negra, entre quienes, como veremos, los hubo hasta africanos en proceso de cubanía. La "ruta del esclavo" en América fue tan rica y compleja como la historia de los pueblos a los que se integraron.
Las fábricas de tabaco en Cuba, en particular en La Habana, se contaron entre los grandes centros laborales, junto a los puertos y los mataderos, con proliferación ñáñiga en el siglo XIX, con membresía limitada a tres ciudades portuarias: La Habana (con otras localidades próximas como Marianao, Regla y Guanabacoa), Matanzas y Cárdenas. A ellas debe sumarse ahora, como veremos, Key West/Cayo Hueso, con por lo menos una "tierra" (tierra/nación afrocubana en el Cayo) organizada en la segunda mitad de ese siglo, posiblemente en año posterior a 1869, como resultado adicional del gran éxodo de obreros negros tabaqueros que hemos descrito.
Allen Morris expone que "los negros que llegaron a la Florida procedentes de África conservaron poco de su herencia africana" (Morris:10). Ése no fue el caso de los negros llegados de Cuba, que llevaron consigo al Cayo de las tabaquerías aspectos culturales de su herencia africana, como el ñañiguismo, con vigencia durante muchos años, hasta el siglo XX, cuando ya la industria del tabaco en Key West se hallaba en proceso de desaparición, con importante mengua de la población de origen cubano allí domiciliada.
Dos autores cubanos establecidos en el Cayo a partir de 1869 testimonian en sus libros la presencia ñáñiga en Key West: Gerardo Castellanos García y Juan Pérez Rolo. El primero en Motivos de Cayo Hueso, de 1935, rememoró: "En el afán de divertirse efectuaban los ñáñigos, el Día de Reyes, esas raras ceremonias y paseos con el consabido diablito y demás funcionarios al toque del ronco tambor"2 (Castellanos:250); el segundo, en Mis recuerdos aparecido en la década del veinte del siglo pasado, atesta de nuevo que los ñáñigos salían a las calles el 6 de enero, con paseos "que fueron suspendidos [no dice fecha], pues la colonia cubana creyó que esos espectáculos desdecían de la cultura de la emigración" (Pérez Rolo:23).
Ambos testimoniantes recuerdan los desfiles ñáñigos el 6 de enero, una práctica que tuvo su equivalente en La Habana, donde fue prohibida por las autoridades coloniales en años que coinciden con los de su práctica en Key West. Su prescripción, de acuerdo con lo informado por Pérez Rolo, debió preceder a la desaparición de la(s) sociedad(es) secreta(s), síntoma de un ocaso que se inició, posiblemente, con el de estos desfiles en 1923.
Importada de Cuba, la palabra "ñáñigo" apareció en Key West como una religión, una secta fraternal y de ayuda mutua entre negros en el período de 1880 y 1890. El último baile ñáñigo callejero se produjo en el Cayo en 1923 [Wells:47].
Estas palabras, transcritas por el autor de este artículo de un trabajo de Sharon Wells, quien al parecer las tomó del escrito de Stetson Kennedy titulado "Ñáñigos in Florida", publicado en 1940 en el volumen IV, número 3, de la revista Southern Folklore Quaterly de la Universidad de la Florida, dan una vigencia al ñañiguismo cubano/cayero de no menos de cuarenta años, con la siguiente explicación adjudicada a un cubano de Key West al que se le pidió que lo definiera:
Ñáñigo es una orden fraternal secreta sólo para hombres, aunque ocasionalmente se admite a una mujer muy vieja. Sólo son iniciados los hombres más valientes y viriles, a quienes no se permite recibir desaires [slights] ni insultos de nadie, excepto de un hermano ñáñigo. Los distintos grupos son competitivos y no tiene relaciones. Los miembros cooperan estrechamente dentro de su propio grupo, ayudándose entre sí de ser posible, sobre todo en casos de enfermedad, etcétera. Con frecuencia se crean problemas cuando el miembro de un grupo daña a un miembro de otro [Ibíd.].
Otro cubano en Key West informó respecto al origen de la palabra "ñáñigo":
Su nombre real, al ser llevados los esclavos africanos a Cuba, era Carabalí Apapa Abacua. Con la primera palabra por el lugar de su procedencia, la segunda por algo que es viejo y grande para ellos y la tercera por compromiso (pledge). El ritual fue tomado por los blancos y nombrado por ellos ñáñigo [Ibíd.:48].
Nada nuevo para nuestros días, excepto esa significativa equiparación de la palabra "abakuá" con "voto" o "compromiso" y la aclaración de que fue a partir de la incorporación de blancos a las sociedades que sus miembros recibieron el nombre de ñáñigos.
Wells admite que su breve ensayo fue escrito basándose en "materiales compilados por investigaciones en Key West por Stetson Kennedy en la década del treinta con los auspicios de la Works Progress Administration (WPA)". Como observamos, con datos errados y hasta contradictorios, como los que utilizó para definir el ñañiguismo.
El ñañiguismo no es un producto de Cuba o de los cubanos. Es una sociedad secreta con origen en el Bajo Congo y otras partes de África, importada a Cuba por esclavos africanos. Entre los dioses de la sociedad está Ecue, hijo de Abasi: ser supremo; Changó, el espíritu del bien y el mal, poseedor del poder del castigo; Yemayá, un espíritu del aire; Negues [¿ñeques?], genio del mal; y Ñañga, espíritu supremo del mal [Ibíd.].
El autor (o el informante) se limitó a oír las campanas... y lo confundió todo. Admitió que el ñañiguismo procedía del Bajo Congo, a pesar de que antes, con acierto, relacionó el término "carabalí" con su lugar matriz en África, aunque es posible que no supiera su derivación de Calabar (Viejo y Nuevo), en el sureste nigeriano y su frontera con Camerún y la de Ecue (no Dios) con el sacrosanto tambor/receptáculo espiritual del fambá.
La confusión integra al ñañiguismo orichas de la regla de ocha cubana, posibles ñeques y un "espíritu supremo del mal" con el nombre de Ñañga, que pensamos puede proceder de la nganga propia de la regla conga o palo monte.
Así planteado, desbrozando el párrafo para revelar posible información adicional, se puede conjeturar que, en el afrocubanismo de los cubanos de Key West, coexistieron cubanos ñáñigos, santeros y paleros, pero sólo como proposición, pues del único complejo cultural afrocubano del que disponemos evidencia documentada es del ñañiguismo.
Esta incógnita, requerida de investigación, se complica aún más cuando Wells y Kennedy suman a los ingredientes apuntados el vuduísmo, una indefinida pero temible brujería, y hasta la obeah jamaiquina:
La perpetuación de lo oculto también fue evidente en la idolatría y el antropomorfismo inherente al primitivo culto de la brujería. Los poderes de la brujería se centran en la fusión de la idolatría, un número variable de divinidades menores, elementos de catolicismo, brujería, y un dios preminente, Olorun. Este culto y el de obeah, un tipo similar de secta de los negros de las Indias Occidentales, comprenden un misterio y hermetismo que eran remanentes de religiones tribales africanas, significativas para el vuduísmo que existía en Key West. De acuerdo con el estudio de Kennedy: "...el vuduísmo es menos una ideología religiosa organizada que un intento inicial para comprender los fenómenos; es una religión en una de sus formas más primitivas [...]" [Ibíd.: 49].
Kennedy y Wells resultan tan oscuros para nosotros como para ellos debieron ser las religiones de origen africano importadas de Cuba y -según sus textos- de Jamaica y de Haití, además de las islas Bahamas, que debieron investigar en Key West.
Lo que extraemos de su lectura nos lleva a la certeza de la existencia de ñáñigos, a la posible presencia, organizados o no, de adeptos de la cubana regla de ocha, y a dudar de la de vuduístas. Concluimos su pre-sentación con dos párrafos adicionales que una vez más desconciertan más que informan:
Gran parte de [...] las tradiciones en Key West, preservadas hasta el siglo XX por el aislamiento geográfico del Cayo, tienen sus raíces originales en África, Bahamas y Cuba. Costumbres y cre-encias, cultos vuduístas y supersticiones, prácticas funerales y canciones transmitidas -con reflejo de derivaciones en no pocas de ellas- que se han filtrado por primera vez por inmigrantes negros de Bahamas y latinos [sic] para particularizar la mezcla singular de la cultura de Key West [...].
Dos primitivos cultos religiosos que incorporaron africanismos se documentaron al finalizar el siglo [XIX]. Aunque las prácticas de ñañiguismo y brujería comparten una herencia común afrocubana centrada en el hermetismo, el ritualismo y la creencia en lo subrenatural, cada una es distinta [...] [Ibíd.]
En fin, volvemos al inicio: de Cuba, así les pareció, llegaron el ñañiguismo y esa "brujería" que no sabemos si fue considerada también como "vuduísmo". De más interés es la fisonomía que adquirió Key West como consecuencia de su rápido y heterogéneo crecimiento demográfico en el sur de los Estados Unidos. Wells recoge que "los nuevos residentes, de origen bahamense o cubano, tendieron a establecerse en distritos (pockets) culturales" y menciona que en 1880 existían, con límites mal definidos, "Conch Town", "Nigger Town" y "Cuban Village", localidades con patrones de vida y comportamiento social distintos [Ibíd.:34].
Los cubanos Pérez Rolo y Castellanos coinciden en esta apreciación, pero no en los nombres, que españolizan; escribe Castellanos:
Imitando el principio yanqui de yanquizar los nombres, dieron nombres suyos a las calles, parques, edificios, o los cubanizaron, como, por ejemplo, a los conchs (anglonorteamericanos), les llamaron concos, al barrio de los nativos le llamaban conco taon [...]. El idioma castellano desplazó al inglés [...]. Millares de cubanos, mujeres y hombres, pudieron allí vivir más de un cuarto de siglo sin necesidad del idioma inglés [Castellanos:142].
Por su parte, Pérez Rolo apunta que al arribar a Key West la gran emigración de cubanos iniciada en 1869, las calles no tenían nombres y los recién llegados las bautizaron como sigue: Remates (Front), Hospital (Emma), Esponjas (Elizabeth), Banderas (Duval), Tablas (Simonton), Fambá (Thomas). Ésa era la parte cubana, con callejones como los de Poyo (por José Dolores Poyo), del Dr. Español (por el doctor Juan González), de los Muertos, de San Carlos, de la Ceiba, de Castellanos... A lo cual debemos añadir la costumbre de los grandes fabricantes de construir albergues para sus trabajadores, comunidades adicionales de cubanos, más o menos grandes, como, en Key West, Gatoville para obreros de la fábrica de Eduardo Hidalgo Gato, en la calle Simonton entre Truman y South Beach; Pohalsky City para trabajadores del tejano Pineus Pohalski, fundador de la marca Montecristo, cerca de las calles White y Truman, costumbre continuada en Tampa, donde se estableció Ibor City, o en Ocala con Martí City.
De todas estas denominaciones es muy sugerente, en relación con los ñáñigos, la que tuvo por nombre Fambá, palabra que denomina el cuarto secreto y sagrado de sus sociedades. En el lugar así bautizado en Key West pudo existir tan nutrida concentración ñáñiga que condujo a que recibiera ese nombre, lo cual debió servir también para el surgimiento y conservación de sociedades secretas de ese tipo en el Cayo cubano.
Una última fuente valiosísima -por tratarse de José Martí quien, como es sabido, estuvo en muy íntima relación con la colonia cubana del Cayo- es un artículo que apareció en el número de Patria del 1 de abril de 1893, titulado "Una orden secreta de africanos", dedicado a Tomás Surí, el africano "que ha cumplido los setenta años en el destierro del Cayo" (Martí, V:324).
Martí no utilizó la palabra "ñáñigo" en este escrito, pero, como veremos, es evidente que se refiere a ellos, entre los cuales militó Surí, un ejemplar hombre y patriota con hijos cubanos, al parecer también acogidos en el exilio de Key West. Sobre el ñañiguismo que no reconoció, escribió:
Es de una orden secreta, de una tremenda orden secreta de africanos, con ordenanzas y quién sabe qué, que dejó ir a unos hermanos porque querían aún el tambor, y los demás ya no querían más tambor en la orden, sino escuela. De una misteriosa, peligrosa, funesta orden secreta es Tomás Surí, donde el tercer grado no lo puede obtener el que no sabe leer [Ibíd.].
Es obvio que a Martí no le gustó -tampoco tuvo tiempo para conocerlo- el ñañiguismo, que era "tremendo", "peligroso" y "funesto"; pero sí le agradó un representante suyo como el negro Surí quien, a los setenta años, ingresó en una escuela, ¡en la propia sociedad a la que pertenecía!, para aprender a leer y a escribir y poder ascender al tercer grado jerárquico de la sociedad.
No creemos que se tratara de un dilema planteado entre los que querían tambor y los que querían escuela. Dadas las características ceremoniales y hasta el sistema básico de creencias ñáñigas, el tambor -su sonido sagrado o estimulante- es indispensable.
Lo que nos sorprende, por no haber encontrado una situación semejante en las sociedades cubanas, es el establecimiento de una escuela en la "tierra" del Cayo y la disposición alfabetizadora de sus miembros para ascender en su seno, como en el caso de Surí, sobre quien añadió Martí una anécdota que lo honra como cubano cabal a pesar de su origen africano: un día apretó en sus brazos a un patriota cubano blanco y le dijo: "Yo lo hice, y lo hice cuando la pelea, y tengo tres hijos, y si no vuelven a ser como yo, esos tres no son mis hijos" (Ibíd.:325), palabras que lo revelan como mambí del '68 y paterno promotor de mambises para el '95.
Eso respecto al ñáñigo mambí de Key West, Tomás Surí, y su decisión de alfabetizarse para hacerse mejor ñáñigo y mejor cubano, digno de asistir a un fambá, que Martí presenta como: "...sala embanderada [...] la sala que adorna sus fiestas con la bandera de la revolución (Ibíd.:324). A lo cual agrega:
En reunión regular que celebra la orden los jueves, Juan Pascual, que así se nombra el venerable director, propuso que la orden donara una cantidad que ayudase a engrosar los fondos de la guerra, porque ellos también quieren contribuir con algo al día de la patria. Fue unánime la aprobación, y se dijo mucho bueno, aunque no con mucho adorno, pero creo que con el mejor, porque hablaban con el corazón [Ibíd.: 325].
En la introducción a la biografía Martín Morúa Delgado. Vida y mensaje, de Leopoldo Horrero Estuch, el autor recoge que las sociedades de la raza de color en Key West, como en otras ciudades de los Estados Unidos, siguieron las instrucciones del Directorio que en Cuba presidía Juan Gualberto Gómez, a su vez estrechamente vinculado a las orientaciones procedentes de José Martí, y anota las sociedades: la Gran Orden Misioneros No. 1, fraternal, presidida por V. D. Pascual, y la Sociedad de Instrucción y Recreo El Recreo, dirigida por Francisco Guerra, ambas con membresía de tabaqueros.
¿Acaso el ñáñigo Juan Pascual fue el mismo V. D. Pascual o alguien de su familia? La coincidencia del apellido es muy sugerente; puede admitirse error de quien le puso el nombre de Juan o las siglas V. D. de ser Pascual la misma persona y sin que el autor citado mencione otra sociedad de gente de color El Progreso en Key West y esta fraternal Gran Orden Misioneros No. 1, tampoco es aventurado adjudicar ese nombre a la sociedad ñáñiga que presentamos en Key West. Con enriquecimiento de datos que nos conducen, a partir del Directorio y de Juan Gualberto a José Martí y la organización del Partido Revolucionario Cubano en el exilio cubano de los Estados Unidos. Contribuye también a explicar tres básicos principios martianos en su seno: la integración de todos los cubanos al proyecto mayor de hacer libre a Cuba, el interés en la educación para "ser culto que es la única forma de ser libre", y el rechazo de toda forma de segregación o discriminación racial.
Pero hay algo más: una legítima pregunta que necesariamente suscita: ¿fue ese ejemplo seguido por otras sociedades ñáñigas en Cuba? No parece lógico sustentar ese trabajo patriótico del Directorio sin suponerlo para las "tierras" ñáñigas existentes en Cuba, o al menos para alguna de ellas.
Por último, resulta interesante el nombre de la sociedad: ¿misionero?, ¿en Key West? La selección de esa palabra, con el añadido de "No. 1" hace de sus miembros portadores-dependientes, es decir, personas responsabilizadas con la propagación de su culto y sistema de creencias, dependientes de "casas matrices" que sólo podían estar en Cuba, en La Habana.
La decisión unánime de los miembros de la Gran Orden Misioneros No. 1 de apoyar el proyecto martiano para independizar a Cuba de España, en una habitación adornada con la bandera de Guáimaro, con hombres que comprendían a ex mambises y a otros dispuestos a serlo, es tan comparable a la de los clubes revolucionarios de Cayo Hueso, Tampa y otras ciudades, que puede admitirse su adición a éstos, aunque entonces no se pensara así por tratarse ¡de ñáñigos! El "corazón cubano" que los condujo a su generoso y patriótico gesto era tanto más celoso y ferviente porque, según el citado artículo de Martí:
...ellos, los que habían sido esclavos, eran los únicos que habían ganado con la revolución, que la mucha sangre y lágrimas que había costado a los hombres que, no estando acostumbrados a la guerra, se lanzaron a ella generosamente, sólo habían servido para conquistar la libertad de los negros; que no es posible que hombres que se reúnen para progresar, quedaran sordos y ciegos en el momento en que todo se mueve para terminar la tarea interrumpida [Ibíd.].
Martí escribió su artículo a partir de una carta recibida del Cayo; desde aquel día, añadió, los ñáñigos pagaron su cuota "puntuales y contentos", transcribiendo el sentimiento de su testimoniante, a todas luces un cubano blanco radicado en Key West.
¡Ah!, amigo, no falta quien me critique y me tenga a menos porque me siento con ellos en los bancos de aprender; pero cada día sigo con más interés en mi tarea, porque nunca me he reunido con tanto hombre honrado y de verdad en tan poca gente [Ibíd.].
También merece atento cuidado y estima la escuelita, aun cuando sólo fuera para alfabetizar. Key West, situado al sur de los Estados Unidos, compartió la férrea e indignante práctica segregacionista que caracterizó, sobre todo, a la extensa parte sureña del poderoso país de Norteamérica. Los cubanos en Key West la conocieron y tuvieron que aplicarla, aunque no igual, ni siempre.
La segregación por razas, hasta entre cubanos, comprendió los barrios, las sociedades, las logias masónicas y las escuelas. En tanto que los cubanos controlaron los trabajos relacionados con la elaboración del tabaco y parte importante del comercio, el gobierno de la localidad y la administración de justicia se conservaron -salvo raras excepciones como durante la alcaldía de Carlos Manuel de Céspedes (hijo)- en manos de los conchs (o concos). Una situación que generó no pocos problemas, pues en esos aspectos, a pesar de su número, los cubanos -con los negros de cualquier procedencia- estuvieron en desventaja.
Respecto a la desegregación escolar, ésta sólo se logró en la Florida entre 1954 y 1960, con oposición para su aplicación hasta por la Corte Suprema del Estado. Sólo en 1870 se abrieron en Key West las primeras escuelas públicas, una para niños blancos y otra para negros; pero en 1871, a pesar de leyes y repudios, en el glorioso Club San Carlos, recién creado como Sociedad de Recreo e Instrucción de San Carlos, se abrieron, con suerte inestable pero larga historia, escuelas para niños y niñas que posiblemente fueron las primeras escuelas integradas (para niños blancos y negros) y bilingües (inglés y español) en el sur de los Estados Unidos.
Los ñáñigos de Key West siguieron su ejemplo democrático, desinteresado, fraternal e igualitario, y Martí dejó constancia de ello en su artículo:
En la escuela son sublimes, pues en ella se recibe a todo el que desee aprender [ya vimos que también a adultos], sin preguntarle quién es. El niño de cualquier color que a ella llega sólo tiene que sentarse en un banco, y encuentra quien lo enseñe. No tiene que hacer otra diligencia para entrar en la escuela [Ibíd.].
A partir de 1894 se inició un creciente éxodo de cubanos de Key West hacia otras ciudades de los Estados Unidos, en particular hacia Tampa, que logró el primer lugar en la producción tabacalera en ese país. Las primeras décadas del siglo XX fueron de decadencia y despoblamiento para Key West, pero las relaciones étnicas, culturales y de otro tipo entre Cuba y el venerable Cayo tabacalero y martiano no desaparecieron: allí permanece el venerable San Carlos, viven descendientes de cubanos y se celebra anualmente un Festival de la Herencia Cubanoamericana (Cuban American Heritage Festival), pero sin presencia ñáñiga.
BIBLIOGRAFÍA
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HORRERO ESTUCH, LEOPOLDO. Martín Morúa Delgado. Vida y mensaje. Comisión del Centenario, La Habana, 1956-1957.
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MAHONEY, WALTER C. A Sketch of the History of Key West. University of Florida Press. Gainsville, 1968
(1ª edición en 1876).
MARTÍ, JOSÉ. Obras completas. T. V y XVIII. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
MORRIS, ALLEN (comp.). The Florida Handbook. The Peninsula Publishing Company, Tallahassee, Fla., 1991-1992.
PÉREZ ROLO, JUAN. Mis recuerdos (copia fotostática obtenida en la Universidad Internacional de la Florida, 192?).
Cuban Heritage Collection Division (programa). University of Miami, Library of Florida International University.
WELLS, SHARON. Forgotten Legacy. Blacks in Nineteenth Century Key West. Historical Key West Preservation Board, Key West, s.a.
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