AVISO
Verónica salió del baño, su mirada se posó sobre el
gran lecho matrimonial vacío, esa noche por primera vez su esposo se vio
obligado a sustituir al socio que tenia en el negocio la responsabilidad de
viajar. Su ausencia era tan inusual que ella se sentía intranquila, decidió
tomar una medicina que él necesitaba cuando los negocios lo alteraban, ella
nunca tomó nada para dormir ni un té pero sabia que esta noche de no hacerlo no
dormiría, esas pastillas eran muy efectivas ya que era lo único que lograba que
su esposo conciliara el sueño y ante la idea de dormir sola por vez primera
desde su boda prefirió romper su habito de no injerir medicamentos.
Su hija no había regresado de ver un juego con sus
amigas y su hijo mayor estudiaba en otra ciudad. Se sentía muy orgullosa de
ellos, eran muy buenos hijos, en verdad tenia una familia como pocas, estaba
agradecida de la vida, Dios jamás la dejó de la mano, fue una niña feliz, una
adolescente alegre y una mujer plena, a veces al conocer la desgracia ajena se
sentía culpable de ser tan afortunada, pero se decía a si misma que esa vida
saturada de paz, amor y comodidades siempre había sido regalo de Dios y por
tanto ella no debía sentirse culpable de la desdicha ajena. Siempre ayudó a los
que pudo, claro que en su yo interno reconocía
(Censurándose aunque esta censura nunca cambio su proceder) que daba lo
que no necesitaba, jamás sus donaciones fueron un sacrificio a pesar que a los
ojos del mundo fueran obras de caridad.
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Verónica se extrañó al regresar del trabajo y no
encontrar el auto de su esposo, supuestamente ya debía haber regresado desde
hacia horas de su viaje y ella no había recibido ninguna llamada por cambio de
planes, tampoco estaba el auto de su hija, recogió la correspondencia y entró a
su silenciosa casa, se dirigió directamente a la cocina y se preparó un
café que estaba necesitando antes de
cambiarse de ropa y comenzar a preparar la cena, deseaba sorprender a Diego con
su comida preferida. Hasta en ese aspecto era afortunada, le agradaba cocinar,
esa tarea domestica diaria que a otras mujeres les molestaba tanto, ella la
disfrutaba. Le achacaba a su gusto culinario el hecho que Diego ya no la
llevaba a cenas románticas alegando siempre que nada superaba una cena en casa
pero ella no se molestaba por eso al contrario se esforzaba cada vez más en
todos los detalles.
Revisó las cartas y le extrañó muchísimo ver una de su
hijo, jamás escribía ni siquiera una postal, siempre llamaba por teléfono a
diario. Nerviosa abrió el sobre y comenzó a leer, era una carta muy amorosa que
hacia para comunicarle lo que no tuvo valor de decirle por teléfono. Hacia poco
tiempo se había inscrito en el ejercito y ya lo mandaban a una base para
posteriormente enviarlo a la guerra..
Verónica creyó que su asiento giraba como un trompo y
que ella caía en un abismo, no era posible que algo así estuviera sucediendo,
necesitaba a Diego, su apoyo, asegurándole que no era cierto lo que su hijo había
escrito, marcó el numero del celular del hombre y él no contestó y su hija que
no llegaba, seguramente estaba con el novio que ella no aceptaba en la casa
alegando que su niña no tenia edad para una relación, eso resultó peor porque
sin darse cuenta su hija dócil y obediente se estaba alejando. Se escuchó
maldiciendo la guerra e insultando a todos los que la promovían, no entendía
por qué tenían que ir a ella los que no la iniciaron, no era justo que las
madres tuvieran que sufrir esa pena. Visualizó a su hijo, siempre tan pacifico,
amistoso, noble, jamás le seria posible adaptarse a estar en una guerra ni a
ella asimilarlo.
Olvidó sus planes de cocinar y corrió al saloncito
acercándose a su mesita en la cual siempre tenia sus libros de oraciones, era su
lugar especial, siempre pasaba allí unos minutos en algún momento de la tarde
para meditar y orar, se desplomó en su butaca y alcanzó su libro preferido,
debajo de este vio un sobre con su nombre escrito por la letra de su esposo,
temblando convulsivamente y a toda prisa bebió de un solo trago metafóricamente
hablando el contenido de la carta. Diego le comunicaba (No podía decírselo
tranquilamente en persona, tal y como había hecho su hijo) que la abandonaba,
su abogado le enviaría los papeles del divorcio, tenia otra relación paralela y
eso estaba acabando con sus nervios haciendo que viviera estresado y como no
podía continuar así sin perjudicar su salud decidió irse de la casa.
Verónica quedó alelada, no lloraba ni gritaba ni
siquiera se movía, veía la vida en su mente como si fuera una película y ahora
la sacaban de escena, ya no seria mas la actriz principal, rompían el contrato.
Le estaban pasando la cuenta por tanta paz a lo largo de su existencia, sintió
rabia, sentimientos desconocidos para ella comenzaron a nacer en su pecho.
Escuchó sonar y sonar el timbre del teléfono y no podía levantarse, continuó
con su película mental, siempre junto a Diego, su primer novio, el único hombre
de su vida, nunca tomo sola una decisión, él era su complemento y ahora se daba
cuenta que alucinaba, veía a su esposo en un avión que caía por eso la llamaban
para comunicarle que era viuda, sí, seria viuda no divorciada, era más
elegante, menos humillante, nadie se burlaría de ella ni peor aún provocaría
lastima, además si el moría ella siempre sabría donde estaba como
equivocadamente pensó hasta ahora y allí nadie se lo querría quitar.
Se horrorizó de
sus propios pensamientos, siempre creyó ser noble y buena y se daba cuenta que
no era cierto, era feliz y eso la convertía en una mujer sensible: Feliz =
buena, ahora era desgraciada y sentía el odio anidar en ella, que fácil le
había resultado ser caritativa teniéndolo todo, ahora estaba comenzando a
descubrir el sufrimiento y la furia se apoderaba de su razón. A pesar de cuestionarse
a si misma continuaba sintiendo odio, deseos de venganza y de que desapareciera
de la faz de la tierra todo lo que le producía dolor. Pasó la vida criticando a
las personas que reaccionaban brutalmente y ahora se sentía capaz de arrasar
con todo lo que se interpusiera en su tranquilidad. Deseaba saber quien era su
rival para maldecirla una y mil veces. No podía soportar la idea de haber sido
tan crédula ante todo lo que le decía su esposo y mucho menos pensar que si
otras personas lo sabían se hubieran reído de ella. En su desesperado estado
emocional llego a creer que su hija no llegaba porque también se había ido con
la otra que quizás para atraerla le apañaba el novio. Deseaba gritar y no
escuchaba su voz, quería llorar y se ahogaba, debía hacer algo y estaba
inmóvil.
El teléfono recomenzó a sonar insistentemente, sintió
horror que sus malévolos pensamientos se convirtieran en realidad al ver que la
llamada provenía de un hospital, no supo
como contestó ya que le parecía que no se había movido.
Era una amiga de su hija, la llamaba para avisarle que
a su niña, su bebita, a escondidas le habían practicado un aborto y la amiga
tuvo que llevarla al hospital de emergencias porque algo no había salido bien.
A pesar de su
dolor y angustia su mente le reprochaba lo distinto que seria
todo si ella no se hubiera negado a esa relación, de haber consentido
que se desarrollara en la casa su hija no le reprocharía en silencio y con su
alejamiento su intransigencia.
Ya no pensaba ni maldecía.
Una sensación de oscuridad y devastación terrible le
golpeaba el pecho, se iba, escapaba de tanto dolor, se sentía en un pozo negro
pero su cabeza comenzó a sentir unos golpes atormentándola como un martillar
insoportable, con esfuerzo paso una mano por su frente, abrió los ojos y apagó
el despertador.
*
Blanca
M Segarra
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