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domingo, 1 de abril de 2018

De La VIda Real: HASTA EL ALTAR

Foto tomada de: sheknows.com

Por: Rene Leon 

Hija, Arturo es el hombre que te conviene. Este muchacho Juan Carlos, no es mala persona, pero no tiene porvenir.

Mamá, yo a quien quiero es a Juan Carlos. No me interesa Arturo, ni el rango de su familia.

La madre y la hija llevaban rato discutiendo. Agustina que así se llamaba la mamá de Violeta, quería que su hija se casara con Arturo. Ambas fa­milias se conocían desde hacia años. Ellos sabían que Arturo no era muy buen muchacho, le gustaba el juego, la bebida y las mujeres. Juan Carlos era to­do lo contrario. Su padre tenía un negocio que servía para mantenerlos en una posición cómoda. El joven trabajaba de inspector en los trenes, y pensaba ir a La Habana a estudiar ingeniería, cuando su hermano terminara los estudios de medicina. El pa­dre no podía pagar todos los gastos.

Violeta, que así se llamaba la joven, estaba sentada junto a los cristales de la ventana que daba a la calle. Las lagrimas corrían por sus meji­llas. Era una muchacha trigueña, con ojos grandes azules, mirada clara,boca pequeña, dientes blancos como el marfil, delgada, pero de muy bonita figura. Era una belleza.Una de las cosas más llamativa que ella tenía, era su pelo negro como el azabache,que cuando se lo soltaba, le llegaba a la cintura.
Cogió la costura que tenía en sus piernas y la dejó sobre la mesita de la sala, se levantó y se fue rumbo a su cuarto.

- Como siempre, Violeta, te vas para no terminar la conversación. -le dijo la madre- Mira hija, espérate un momento.

Violeta se detuvo, mirando a su madre.

- Yo lo Único que te pido no es un sacrificio grande. Arturo cuando se case el cambia. Yo lo que quiero antes de morirme, porque yo me siento mal, es ver que tu vayas hasta el altar con él. Tu serás después feliz. Cuando yo me casé con tu padre, al principio no estaba enamorada, y ves nos queremos mucho.

Violeta la miró por un momento.

- Bueno mamá, mañana te contesto.

Se fue hacia su cuarto. Cuando pasaba por el cuarto de su hermana Hortensia ésta le dijo.

- ¿Te casas o no te casas con Arturo?.

- No se todavía, pero qúizás mañana te lo pueda decir. Eres intrusa Hortensia, en todo te metes.

Violeta, si mamá no me deja casar con Rafael, me voy con él. El que sea sargento de la Guardia Rural, eso no lo demerita.

Violeta se encerró en su cuarto, se tiró sobre la cama y se puso a llorar.

  La madre era la dueña absoluta de la casa. El padre nada más lo que hacía era trabajar duro. Lle­vando sus negocios, que le iban muy bien. Cuando Antonio llegó a la casa se encontró con el auto de Isidro el médico. Ya el sabia que su mujer tenia una de sus jaquecas. Se fue a la cocina, a ver a la cocinera Micaela, diciéndole que le hiciera un buen café.

-¿Mi mujer está enferma hoy, Micaela?.

- Si, ella está enferma y brava con Violeta, por que su hija no se quiere casar con Arturo y la niña está llorando.

- Mi mujer no cambia. Mira, hazme el café y lléva­melo a la sala y déjale a Isidro, para cuando salga.

Al día siguiente, temprano en la mañana, Vio­leta con Joseíto que trabajaba en la casa, le man­dó un recado a Juan Carlos. Ella deseaba hablar con él. Se citaron para cuando ella terminara de dar las clases en la escuela que enseñaba.

Los jóvenes se encontraron en el lugar indica­do, cerca del parque. Estuvieron hablando largo ra­to. Cuando se separaron, Violeta iba llorando.

- Mamá, te voy a complacer. Voy a ir al altar con Arturo. Con una condición, quiero una fiesta muy familiar, y sin mucho gasto.

La madre se puso a llorar de alegría. Le besó varias veces.

- Hija mía, me haces muy feliz. La fiesta va ser la más linda y grande de por aquí.

Violeta, con la cara colorada, le dijo a la madre.

- Si tu quieres que te complazca, se va hacer una fiesta como yo digo. Si no, nada.

- Mujer, ya tu hija te dijo que sí y lo que ella quiere. Si por mi fuera, yo no te haría caso A­gustina.

La boda sería en agosto. Había que empezar a preparar los ajuares. La ropa de baño y de cama se enviaría a que le bordaran las iniciales. Las tarjetas de los invitados fueron enviadas. Los preparativos para el pequeño banquete estaban completos.

La iglesia estaba adornada con flores. Antonio nada más que hacía protestar por el frac, que le quedaba muy apretado, al igual que los zapatos. Horten­sia estaba vestida de largo rosado, lucía muy bonita. Agustina loca de contento por la boda de su hija.

Ya la iglesia estaba llena de invitados. Agus­tina parada en la entrada, recibía las felicitaciones de los invitados. La boda daba comienzo. Un organista tocaba la marcha nupcial, acompañado de una señora de voz melodiosa. El ambiente era relajante.

Los novios se encontraron en el altar. El pa­dre Alfredo Gabriel, les leía los rituales. Al pre­guntarle a Violeta si recibía a Arturo por esposo. Ella miró al futuro esposo por un momento, y dijo.

- NO, -que hizo estremecer a los que estaban cerca del altar-.

El padre Alfredo Gabriel, no sabía que hacer. Era la primera vez que esto le sucedía. Arturo, cambió tres o cuatro veces de color.

Violeta se dirigió a donde estaba su madre.
Cuando vió al médico Isidro, - le dijo-

- Creo que mamá lo va a necesitar. Mirando a la madre.
Mamá, te complací . Tu me dijiste que querías que viniera hasta el altar con él. Te complací.

Se fue adonde estaba el padre, le dió un beso

- Papí, lo siento mucho. Pero no lo quería.

Fue directo a la puerta de la iglesia donde Joseíto, tenía un auto de alquiler, para llevarla de regreso a la casa.

En su cuarto, se cambió de ropa. Llenó una ma­leta de ropa. Salió, tomando el auto que la esperaba. Se fue directo a la terminal de trenes, sacan­do un boleto para La Habana.

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