Dibujo tomada de: kisspng.com |
por Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba
Tal como quedó dicho en crónica anterior, el militar español Rafael Trujillo Monagas vivió en Cuba colonial entre julio de 1865 y por lo menos el año 1895 (cuando desapareció su rastro en los registros administrativos). Fue el abuelo de quien en el siglo XX ejerció durante treinta años como tirano de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo Molina –desde 1930 hasta su asesinato en 1961-.
Trujillo Monagas se destacó con luz propia en la historia antillana, sobre todo en Cuba, pues llegó a ser Inspector del Tercer Distrito y Segundo Jefe de la Policía habanera.
En los cargos de cuidador del orden público que desempeñó, desarrolló sus instintos de “sabueso” o investigador criminal dentro del Cuerpo de Policía de La Habana, habiendo dejado sus memorias e impresiones en el libro que en 1881 publicó bajo seudónimo, “Los Criminales de Cuba y el Inspector Trujillo”.
Se puede decir, metafóricamente y a título de licencia literaria, que fue “nuestro” Hercule Poirot, aplicándole el nombre del personaje principal de las novelas de Agatha Christie protagonizadas por el ficticio detective solucionador de crímenes de sangre.
Curiosamente, y como evidencia de que la naturaleza del malhechor ha variado poco o nada desde cuando Trujillo Monagas publicó sus apreciaciones, hace 137 años (aunque parezcan escritas hoy por la mañana) éste nos dice en su libro que “la Policía ha tenido necesidad de variar su organización y sus procedimientos según lo han exigido las evoluciones y los procedimientos de los criminales. Hoy, por ejemplo, aunque desgraciadamente no dejan de cometerse robos y asesinatos en las carreteras y ferrocarriles; en las casas de campos y en las quintas de recreo, por malhechores á mano armada y organizados en cuadrilla, como lo prueban los cuerpos de Guardia Civil, Gendarmería, Cazadores y otros de la misma clase, que han de mantener en activo servicio los Gobiernos de todas las naciones, para mantener el orden y asegurar las propiedades y las vidas de los habitantes de los campos y de los viajeros, es notorio que actualmente son más frecuentes que en otras épocas cierta clase de delitos que se cometen en las grandes poblaciones contra personas y contra propiedades, por medio de procedimientos que en nada se parecen á los que emplean los malhechores organizados en cuadrilla para robar á mano armada. Los envenenamientos y los asesinatos á domicilio, introduciéndose los criminales en las casas de los vecinos pacíficos por medio de llaves falsas ó con el auxilio de servidores infieles; las falsificaciones, estafas y otros delitos de la misma índole, son hoy más frecuentes que en otras épocas; y esto en gran parte consiste en que ha variado por completo el modo de ser de las sociedades: el movimiento mercantil, el crédito; el papel moneda; las sociedades anónimas; las compañías de seguros de vidas y de establecimientos que pueden excitar en las mujeres el deseo de enviudar, quedando con dinero, y en el hombre el de cobrar por triplicado el valor de los efectos que se le quemen, facilitan á la gente pervertida en nuestros días los medios de cometer crímenes de cierta clase, que solo podrán ser descubiertos y sus autores castigados en los países donde la Policía tenga la organización que este mismo nuevo modo de ser de las sociedades modernas ha hecho necesaria: esto no pueden desconocerlo en ningún país los que han de nombrar á los jefes de la Policía y proporcionarle el personal y los elementos que necesita para desempeñar bien su difícil cargo. Si se tiene en cuenta que los delitos de cierta clase han de tener por autores y cómplices a personas de reconocida inteligencia y de esmerada instrucción; que ocupan importantes posiciones y tienen buenas relaciones en la sociedad; que desempeñan altos cargos en las compañías y empresas, en los establecimientos de crédito, en la banca, en el comercio y en la Administración pública; que tienen fama de artistas distinguidos ó que son hombres de ciencia aventajados, se comprenderá cuánta habilidad, cuánto tino, cuánto celo deben desplegar los jefes y agentes de la Policía para descubrir los delitos cuando sus autores pertenezcan á los indicadas clases. En estos tiempos se han visto criminales que para consumar delitos de cierta índole han aprovechado los últimos descubrimientos de las ciencias y de las artes.
Nadie puede desconocer la necesidad de conferir la dirección de la Policía á personas que conozcan perfectamente el país y las costumbres de sus habitantes y que hayan tenido la oportunidad de estudiar el modo de vivir de las diversas clases de la sociedad y los vicios que en cada una de ellas predominan. Deben los encargados de la policía conocer los puntos donde se reúnen las gentes de mal vivir: las relaciones que personas al parecer honradas pueden tener con otras de malos antecedentes; debe la policía conocer los jefes que eligen á los ladrones y combinan los robos y quiénes son los encubridores que se encargan de vender los efectos robados. El jefe de policía y sus principales agentes deben saber quiénes pueden ser los sujetos más á propósito para falsificar documentos
y para negociarlos; y hasta debe tener noticia de los cafés, fondas y paseos públicos donde se alojan, se encuentran y se reúnen los criminales de cierta clase para preparar sus negocios. Como es imposible que los falsificadores puedan consumar sus delitos sin que varios individuos de distintas profesiones se pongan en contacto y queden de una vez acordadas las funciones que debe desempeñar cada uno de los comprometidos, la policía puede sacar gran partido del conocimiento de sujetos que se encargan de poner en relaciones á los criminales de distintas profesiones, cobrando su parte del botin y sin contraer compromisos serios. Para esto es necesario que los agentes de policía conozcan bien el país é inspiren confianza suficiente á las personas honradas, para que les digan sin temor de ser descubiertos lo que sepan respecto á las relaciones y conferencias entre sujetos sospechosos. Sin la confianza que en el jefe ó agente de policía han de tener las personas honradas, cuya confianza no se conquista sino después de haber dado pruebas repetidas de formalidad y de prudencia, la mitad de los delitos que se cometan en una ciudad no podrán ser descubiertos
ni castigados. Esto lo ha probado ya la experiencia en todos los países; y por esto al tratarse de organizar una buena policía lo primero que los gobiernos procuran es buscar jefes que á las altas condiciones de inteligencia, valor y elevación de carácter que se necesitan para ejercer dignamente tan elevado cargo, conozcan además el país y sus habitantes; tengan relaciones íntimas con gentes de todas condiciones y clases y hayan conquistado suficiente nombre para imponer temor á los perversos y para inspirar ciega confianza á las personas honradas.”
Los primeros servicios destacados del Inspector Trujillo Monagas, prestados en el año 1867, tuvieron que ver con la captura de dos bandidos de nota, la identificación y arresto de un asesino en La Habana y de otro huido a la Península, la reducción a prisión de un delincuente que fungía como cabecilla de una gavilla de bandoleros, y de un agresor de cuatro personas, con el resultado de la muerte de una de ellas.
El mismo Trujillo Monagas relata en tercera persona: “El dia 1º de Abril de 1867, dos famosos bandidos conocido el uno de ellos por el Habanero, que acababa de herir al Capitán de Cojimar, se hallaban en un café del Mercado de Cristina, Súpolo Trujillo, y auxiliado por un artillero que á su paso encontró, pudo capturar á los dos bandidos que se habían hecho célebres entre los criminales de su tiempo.
“El dia 1º de Mayo del mismo año de 1867 auxilió al Inspector del segundo distrito en el descubrimiento del autor del asesinato que se perpetró en la fonda del Templete, y cuyo cadáver apareció embaulado, á bordo de la goleta "Golondrina," atracada entonces en el muelle de Paula.
“El asesino con el dinero y el pasaporte de la víctima, se había embarcado en un buque de vela, despachado para la Coruña: descubierto el crimen y sabiendo quien era y hacia donde se dirigía el criminal, se aprovechó la Policía del cable submarino, y al llegar el buque á la Coruña, el asesino fué en el acto reducido á prisión y conducido inmediatamente a l a Habana, donde fué sentenciado á muerte, y en seguida ejecutado en garrote en el lugar de costumbre junto al castillo de la Punta.
“El dia 14 de Junio de 1867 consiguió Trujillo capturar á un moreno llamado José Govino, autor de un asesinato.
“El 21 de Julio el Excmo. Sr. Gobernador General tuvo noticia de que D. Fernando Curaveda, conocido por el Asturiano, y que habia sido célebre capitán de bandoleros en la misma Isla de Cuba, acababa de llegar procedente de la Península, con nombre supuesto y con el propósito de reunir de nuevo á sus antiguos cómplices, que habían quedado dispersos, y capitanearlos como antes para repetir sus antiguas fechorías. El General comisionó á los funcionarios de Policía más distinguidos de aquella época para que descubrieran y redujeran á prisión á tan temible sujeto: á Trujillo cupo la suerte de descubrir el paradero del Asturiano y capturarlo, sin auxilio de ninguna clase.
“El 13 de Setiembre siguiente, con el auxilio de varios vecinos de la calle del Sol, capturó á un pardo que acabada de herir á cuatro personas respetables y quedando muerta una de ellas.”
[Continuará]
No hay comentarios:
Publicar un comentario