Diego Velasquez |
Por: René León
La mayor virtud del buen historiador, es
contar sus vivencias, impresiones y recuerdos con la mayor exactitud, sin
mistificaciones, alejado de los embustes que se encuentran hoy en día. Sin
estas cualidades primordiales el historiador se pierde en vericuetos oscuro y
son capaces de sembrar la duda y el desinterés sobre los personajes en este
caso históricos que se van a analizar o estudiar. Desviando su objetivo y
hacerlos parecer como entes raros
carentes de toda realidad: como seres humanos que fueron, poseen vida y alma
dotada de razones terribles, exteriorizadas o recónditas, pero en este caso,
explicables.
Don Diego Velázquez es uno de esos personajes
históricos con resplandor extraordinario que los cronistas de Indias poco o
nada han sabido o han querido resaltar. Se le considera como el verdadero
fundador de la civilización española en la isla de Cuba. Es muy cierto que no
se puede estudiar su vida desvinculada de la estrecha relación que adquirió con
la de Hernán Cortés, desde el momento en que se relacionaron hasta su muerte;
pero no es menos cierto que la gloria adquirida por el conquistador de México
opacó la suya, en gran parte por el poco interés de los cronistas en reconocer
y resaltar la importancia que tuvo la actuación de don Diego Velázquez en la
conquista y colonización de Cuba y en parte de la llamada Tierra Firme. Entre
1465 (la fecha no es segura), nació en Cuellar, pueblo de la provincia de
Segovia, un gentilhombre nombrado Diego Velázquez, “de buen cuerpo, -anota el
cronista- y de bella figura blanca y rosa, vivo y amable en la conversación,
prudente y hábil; tanto que más tarde cuando sus cualidades se desarrollaron
nadie como él supo conquistar la autoridad y conservarla”.
Apenas Colón despertó y alentó el entusiasmo
español por el anhelo de aventuras que atormentaba a estas almas caballerescas,
se vio al joven Velázquez precipitarse por ese camino. Formó parte de la última
expedición de Colón destinada a poblar lo que es hoy Haití. Acogido con gran
beneplácito por el gobernador Bartolomé Colón, se le encomendó varias
expediciones importantes dentro de la isla. Fundó las villas y poblados de Vera
Paz, Salva Tierra, Jacomeló y San Juan. En todo este período de su vida mostró
tanta prudencia como valentía. Sometió a varios caciques y fue elegido por Don
Diego Colón para colonizar a la isla de Cuba.
A finales de noviembre de 1511 con trecientos
hombres; caballeros, soldados, prisioneros liberados que esperaban redimir sus
faltas por medio de alguna aventura, acompañaban a Diego Velázquez al desembarcar en la parte oriental
de Cuba. La villa Salvatierra de la Cabana “que estaba en el cabo desta isla
(Española) en la punta del cabo de Tiburón”. Informa Las Casas –será el lugar
donde Diego Velázquez integra su expedición. Poco antes que los colonizadores
había llegado a Cuba un cacique que Velázquez nombraba Yacagüey y los cronistas
Hatuey, para oponerse a su desembarco. Cuando Hatuey y los indios sublevados
vieron llegar las velas españolas, tiraron a la mar los metales preciosos que
tenían con ellos, creyendo que su posesión del oro y la plata era la única
ambición y avidez de los españoles; ellos se equivocaron. Los indios fueron
perseguidos por los bosques y montañas por los hombres de Velázquez, terminando
con el aprisionamiento de Hatuey. Y he aquí la mancha más odiosa de esta vida
llena de empresas y de valor. Quemar vivo al infeliz indio sin conseguir su
conversión al cristianismo, en nombre del cual actuaban los invasores.
Pero el resto de su conducta dirigida o
aconsejada por el célebre Fray Bartolomé de las Casas, su amigo íntimo, nos
asombra por la rapidez del éxito tanto como por la paz bienhechora de sus
actos. Nada de violencias, asesinatos ni de iniquidades. En menos de cuatro
años, desde 1514 fueron fundadas siete villas, Baracoa, Santiago de Cuba,
Bayamo, Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Trinidad y La Habana. Se
establecieron las relaciones mercantiles con La Española, Jamaica y Tierra
Firme. Comenzó la explotación de las minas de cobre y el desmonte de las
tierras, esto era suficiente para subsistir. Se acometió al reparto de lotes de
tierra o encomiendas donde se le entregaba a parte de lotes de tierra a los
expedicionarios, cierta cantidad de indios para trabajar la tierra o en las minas. En esto se cometieron muchos
abusos contra los indios. Estos o se fugaban a las montañas y se unían otros y
formaban un pequeño “kilombo”. Otros
optaron por el suicidio de familias enteras tirándose de los precipicios de las
montañas. Diego Velázquez cuando se
enteraba del maltrato de los indios, optaba por quitarle los indios y las
encomiendas. Velázquez estableció las relaciones mercantiles con La Española,
Jamaica y Tierra Firme. Se comenzó la explotación de cobre y el desmonte de las
tierras para utilizarla para el cultivo. Empezó a repartir la tierra con los
nuevos expedicionarios que iban llegando. Las noticias de los rápidos progresos
alcanzados en Cuba no tardaron en divulgarse. Las medidas de Velázquez de
honradez en el gobierno de la isla, no
habían sido bien vista por los nuevos colonos, estos contrariados trataron de
rebelarse e independizarse. Velázquez reprimió estas tentativas haciendo
prisionero al más considerado jefe entre ellos y fue enviado al Virrey. Los
otros colonos contrariados por su seguridad buscaron la forma de hacer llegar a
la Autoridad Suprema sus acusaciones. Para cumplir esa difícil y arriesgada
misión se ofreció un joven, el mismo Secretario del Gobernador: Hernán Cortés.
Cuyo nombre más tarde sonaría fuerte en la historia de América. Velázquez lo hizo prender. En el momento de la
traición, es perdonado y decide enviarlo a España. Cortés, tan arriesgado como
astuto encontró el modo de romper las cadenas que ataban sus pies en la bodega
de la nave. Mientras la tripulación dormía se refugia en una iglesia.
Aprovechando el derecho de asilo. Al lado de la iglesia vivía un gentil hombre
de Granada, llamado Juan Suárez, con su hermana Catalina, a las que Cortés
contaba sus cuitas amorosas. La audacia de su huida y el reto de sus amores
hubieran irritado a un hombre vulgar, a un tirano, pero Velázquez tenía un alma compasiva y lo perdonó. No
sólo lo perdona su alta traición, sino que lo honra y distingue, asombrado tal
vez por su audacia, y su coraje. Le concede el perdón, caso inaudito, le da
tierras y esclavos y lo nombra Alcalde Ordinario, de la que se aprovecha Cortés
para hacer fortuna. Hombre de extraordinario carácter, ofreciéndole una nueva
oportunidad para ser traicionado esta
vez definitiva. Cortés se casa con Catalina Suárez, y Velázquez le bautiza su
primer hijo.
Diego Velázquez reclama el derecho de
gobernar la isla, sin depender para nada del Virrey de las Indias. Hizo ver a
la corte que Cuba era la verdadera llave necesaria para todas las expediciones
que se intentaran a Tierra Firme;
incluyo un mapa de toda la isla y obtuvo la autorización pedida.
El error de Velázquez fue su ambición de
aumentar su poder sobre tierras desconocidas. Hombres más jóvenes se lanzaron a
conquistar otras tierras. Pero el más peligroso fue Hernán Cortés.
Ya en abril de 1518 dieron comienzo sus
recelos al descubrir Yucatán, Francisco Hernández de Córdova, que pagó con su
vida. Juan de Grijalva, trayendo 15,000 piastras de oro dándole la información
a Hernán Cortés, antes que a Velázquez de la mejor manera de llegar.
Informaciones de la población y de unos castellanos que estaban viviendo en
ella desde hacía varios años al estrellarse la nave que regresaba con oro a
España.
Busco mil pretextos para censurar a Grijalva
y acabo por decirle: ”Usted sirve para monje, pero no para jefe de guerreros”.
Hiriendo con estas palabras a Grijalva. Temía la futura rivalidad de su
subalterno y solicitó para sí del gobierno de Madrid, el título de Adelantado
de todos los países que Grijalva bajo
sus órdenes pudiera descubrir.
Velázquez pensó en varios candidatos, los
analizó uno a uno y amedrentado por sus
fuerzas o por su debilidad, lo repudio a todos. Sólo dos hombres tenían su
confianza, Andrés de Duero y Amador de Haris estos se habían puesto de acuerdo
con Cortés y lo recomendaron a Hernán Cortés, el mismo secretario que le debía
todo que por su generosidad había sido elevado
a la categoría de Alcalde. Cortés se convirtió en el orgullo de
Velázquez y en su hombre de confianza. Sólo la traición le esperaba.
Hernán Cortés |
Hernán Cortés aceptó la misión a él
recomendada y los preparativos de la expedición se iniciaron en el puerto de
Santiago de Cuba. Una noche Velázquez acompañado de Cortés y de varios de sus
hombres, fueron a visitar la nueva escuadra. Se hicieron planes y se habló de
los barcos: “Ellos darán caza y harán huir al enemigo si se presenta”, dijo el
Gobernador. El bufón del Gobernador
dijo: ”La caza, replico el bufón es a Cortés a quien muy pronto habrá que
dársela si usted no se pone en guardia”. Las palabras del bufón fueron
proféticas. Desde ese momento la duda penetró en el espíritu de Velázquez. El
18 de noviembre de 1518 en la mañana, cuando paseaba por la playa, vio una
chalupa que llevaba armas, equipaje y al mismo Cortés que abordaba una de las
naves. El viento hincho las velas de la escuadra: Velázquez permaneció en la
orilla y Hernán Cortés partió para la conquista de México. El estandarte de la
expedición llevaba una cruz y este lema, “Sigamos la Cruz, que con esta señal
venceremos”. Sólo se necesitaron seiscientos veinte hombres para darle al Viejo
Mundo un Nuevo Mundo.
El 18 de febrero de 1519, a los tres meses
justos de haber partido de Santiago de Cuba, salieron los expedicionarios. La
armada estaba formada de once navíos. Las fuerzas estaban formadas de 518
soldados, 32 ballesteros, 13 escopeteros, 16 jinetes y 110 marineros. Llevaban
10 cañones de bronce 4 falco-netas, 200 indios, 2 negros y 16 caballos y
yeguas. También iban en la expedición 8 mujeres.
Destino grande y triste, mezcla de luz y
sombra, lleno de gloria hasta el umbral de la vejez y en las angustias de los
celos hasta la tumba acompaño a Diego Velázquez.
¡Cómo las injusticias humanas engendran
nuevas injusticias! La mayoría de los historiadores de Hernán Cortés han
ignorado o disminuido las grandes acciones de su jefe Diego Velázquez, como si
estos dos personajes no resplandecieran aun en la rivalidad y fuese necesario
opacar una vida para que brille más la otra.
Cómo las injusticias humanas engendran nuevas injusticias! La mayoría de los historiadores de Hernán Cortés han ignorado o disminuido las grandes acciones de su jefe Diego Velázquez https://ideandando.es/contenedor-organico-que-tirar/
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