Asamblea de Guáimaro
Fecha:
10 al 12 de abril de 1869
Lugar:
Poblado de Guáimaro, jurisdicción de Puerto Príncipe
Descripción:
Reunión cumbre de los patriotas cubanos alzados
en armas en Oriente, Camagüey y Las Villas
Ejecutores o responsables del hecho:
Patriotas cubanos
por Roberto Soto Santana
El 2 de marzo de 1845, la reina Isabel II firmó en
Madrid una Ley aprobada en Cortes por la que se ilegalizaba y castigaba el
comercio y el contrabando de esclavos en la Península e islas
adyacentes, en las provincias de América (reducidas, en la práctica, a Cuba y
Puerto Rico), y en las posesiones de África. Se especificaba, sin embargo, que
“en ningún caso ni tiempo podrá procederse, e inquietar en su posesión á los
propietarios de esclavos con pretesto de su procedencia”[1]
Teóricamente, la trata negrera quedaba suprimida, no así la esclavitud, que
subsistía indemne.
Durante los próximos diez años, al lado de la actitud
integrista de la población españolista en Cuba –que no concebía ni aceptaba la
posibilidad de la separación política de Isla-, las cabezas pensantes de las
élites criollas (en cuanto comerciantes, miembros de las profesiones liberales
y, sobre todo, los dedicados a la tenencia y explotación de tierras en una
economía del tipo de “plantación”) se fueron inclinando cada vez más a favor de la anexión de los
EE.UU., con vista a ingresar como un Estado esclavista más de esa Unión, en
parte para aquietar la preocupación de los 450 mil blancos libres de la Isla frente a los 600 mil
negros privados de la libertad y de los derechos más elementales (por temor a
una sublevación como la de Haití), y en parte como una reacción de rechazo ante
la actitud que exhibían las Cortes de 1837 cuando, en sesión secreta del 16 de
enero, tomaron el acuerdo de nombrar una comisión especial para que informase
sobre una propuesta del diputado Sr. Vicente Sancho relativa a las provincias
de Ultramar, consistente en que pasaran a regirse por leyes especiales, a la
que se sumó la comisión encargada del proyecto de constitución; ambas,
constituidas por acuerdo de las Cortes en comisión extraordinaria, decidieron
presentar el 7 de marzo la propuesta de que se declarase que “No siendo posible
aplicar la constitución que se adopte en la península e islas adyacentes a las
provincias ultramarinas de América i Asia seran éstas rejidas por leyes
especiales i análogas a su respectiva situacion i circunstancias propias para
hacer su felicidad, i que en su consecuencia no tomaran asiento en las cortes
actuales diputados por las espresadas provincias.” [2]
Cuba seguía sometida al régimen de facultades omnímodas concentradas en las
manos del Gobernador y Capitán General desde la época de Dionisio Vives, en
virtud de Real Cédula de 28 de mayo de 1825.
Así. Gaspar Betancourt Cisneros, el Lugareño, desde el periódico La Verdad , en Nueva York, se
dio a la tarea de propugnar la anexión, como le escribió a José Antonio Saco[3]:
“Vas a escribir, dices, sobre anexión, y lo harás como un sacrificio que debes
a la patria, es decir, contra tus sentimientos. Te comprendo y yo quisiera que
los dos nos viésemos ciudadanos de una nación independiente y libre, figurando
entre los pueblos soberanos de la tierra. Pero entendámonos y convengamos en
que primero es la Patria
que las vanidades de la nacionalidad, que el tiempo puede satisfacer, quizá con
usura…¿Y crees tú, Saco, que hijos esclavos de españoles pueden ser hombres
libres? Te perdono el falso testimonio y te remito a los guachinangos, a los
sambos, y a los Santa Annas, Flores, Monagas, etc. ¿Cómo podríamos nosotros
primero conquistar nuestra independencia y después sostener un gobierno
liberal?” El Lugareño, descartando la
viabilidad de la independencia, veía la anexión a los EE.UU. preferible a que
Cuba continuase en la condición de factoría colonial.
En los siguientes años, el movimiento anexionista –que
sin embargo pervivió como una aspiración en el ánimo de las capas “ilustradas”
de la sociedad cubana- quedó frustrado por el fracaso de las gestiones de
sucesivos gobiernos estadounidenses con el objetivo de comprar la isla de Cuba
a España, y los hacendados (como principales beneficiarios de la explotación de
mano de obra esclava en el país) se sintieron tranquilizados por la firme
defensa que de sus intereses económicos hacían los gobiernos peninsulares y las
autoridades coloniales.
Relevó al anexionismo el movimiento reformista,
inspirado desde el periódico El Siglo
por el conde de Pozos Dulces, y limitado por éste mismo a luchar “por obtener
para Cuba todos los atributos de provincia española de que hoy carece”,
incluida la reforma de la ley arancelaria, “la cesación de la trata de negros,
y la representación política de Cuba en el Congreso nacional” 4
Peticiones todas que naufragaron en las tareas de la Junta de Información convocada
por el nuevo Ministro de Ultramar en 1867, con la asistencia de dieciséis
comisionados de Cuba y seis de Puerto Rico, ya que el Ministro declaró cerradas
sus sesiones sin llegar a adoptar ninguna de las recomendaciones de los
comisionados que habían acudido a la cita.5
No quedaba más salida a los cubanos que emprender la Guerra por la Independencia ,
proclamada con el Grito dado en Yara l 0 de octubre de 1868.
El 10 de abril de 1869 la Cámara de Representantes
reunida en el poblado camagüeyano de Guáimaro proclamó la Constitución6 de la República en Armas, el día 11 se adoptó la
bandera de Narciso López, y el día 12 se invistió a Carlos Manuel de Céspedes
como Presidente y a su cuñado Manuel de Quesada como general en jefe.
Pues bien, según el acta de la sesión pública de la Cámara de Representantes de
29 de abril de 1869 se acordó dirigir la siguiente manifestación al Congreso de
los EE.UU.: “PRIMERO: Comunicar al
Gobierno y al Pueblo de los Estados Unidos que h recibido una petición suscrita
por un gran número de ciudadano en que se suplica á la Cámara manifiesta á la Gran República los
vivos deseos que animan a nuestro pueblo de ver colocada á esta Isla entre los
estados de la federación Norte-Americana. SEGUNDO: Hacer presente al Gobierno y
al Pueblo de los Estados Unidos que este es realmente, en su entender, el voto
casi unánime de los cubanos, y que si la guerra actual permitiese que se
acudiera el sufragio universal, único medio de que la anexión legítimamente se
verificara, ésta se realizaría sin demora. TERCERO: Pedir su apoyo al Gobierno
y al Pueblo de los Estados Unidos, para que se no se retarde la realización de
las bellas esperanzas que, acerca de la suerte de Cuba, este anhelo de sus
hijos hace concebir”.7
El acta fue suscrita por el Presidente de la Cámara , Salvador Cisneros
Betancourt, por el Secretario, Antonio Zambrana, y por los demás miembros de la
misma, José Mª Izaguirre, Miguel Gerónimo Gutiérrez, Fernando Fornaris y
Céspedes, Arcadio S. García, Lucas Castillo, Miguel Betancourt, Pedro Mª
Agüero, Tomás Estrada Palma, Manuel de J. de Peña, Dr. Antonio Lorda,
Tranquilino Valdés, Jesús Rodríguez, Eduardo Machado, Pío Rosado, y Francisco
Sánchez Betancourt. Sancionó el acuerdo el Presidente encargado del Poder
Ejecutivo, Carlos Manuel de Céspedes.
En una carta del 21 de noviembre de 19018 al Director del diario “La Discusión ”, Manuel
Sanguily relató que el original y el duplicado –también original- de dicho
documento “quedaron en el Archivo de la Junta Republicana
de Cuba y Puerto Rico. Disuelta ésta, conservó aquel Archivo en depósito, como
Secretario que era de ella el señor Néstor Ponce de León, y habiendo fallecido
este ilustre cubano, ha quedado el Archivo todo en guarda de su hijo don
Julio”. En la misma carta, Sanguily dejó aclarado que el acuerdo “fue enviado
al Representante de Cuba en los Estados Unidos [Miguel Aldama], para que lo
elevara al Gobierno de esa Nación…Éste, sin embargo, considerando muy grave el
documento, consultó el caso a las personas más caracterizadas e importantes de
la emigración cubana. Es público y notorio que se reunieron más de sesenta de
ellas y que aconsejaron al señor Aldama que no lo presentara al Gobierno
americano”.
La ensoñación anexionista de los asambleístas de
Guáimaro duró todavía algún tiempo: “El 4 de julio de aquel año de 1869, en que
celebran los Estados Unidos la declaración de su independencia, en la
residencia de la Cámara insurrecta de Cuba, que era entonces el
ingenio Sabanilla, cerca del caserío de Sibanicú, y en el mismo salón de
sesiones, tuvo lugar una reunión pública (meeting)
para conmemorar aquella fecha extranjera. No se conserva, que yo sepa, más que
uno de los discursos que se dijeron con tal ocasión; pero es nada menos del
hombre que ocupaba el puesto de vicepresidente de la Cámara , el respetable y
honradísimo Miguel Jerónimo Gutiérrez. Habló poco, y a la verdad sin
brillantez; pero hizo afirmaciones, como la de que Cuba <se considera…de hoy
más una parte integrante del territorio donde ondea la bandera estrellada, que
no muy tarde quizás se enorgullecerá de verla tremolar al cariñoso halago de
sus frescas y apacibles brisas…>, y concluyó con los siguientes votos:
<¡Viva el 4 de Julio! ¡Viva Washington! ¡Vivan los Estados Unidos de América!
¡Viva Cuba, libre y esplendorosa estrella en la Constelación Americana !>
sin que nadie, sin embargo, dijese una palabra de protesta; al contrario, tengo
cierta reminiscencia de que no solamente fue muy aplaudido aquel discurso, sino
que se insertó en el periódico oficial”9
Todo lo cual no obsta un ápice a la grandeza de esos
hombres, algunos de los cuales pagaron con la vida su participación en la
sublevación armada (por enfermedad mortal contraída en la manigua, como Antonio
Lorda; o asesinados por la guerrilla española, como Miguel Jerónimo Gutiérrez y
Tranquilino Valdés).
Sirva este esclarecimiento para rechazar el dogmatismo
de las interpretaciones revisionistas de nuestra Historia (y de la Historia de cualquier
otro pueblo), que atribuyen un contenido rectilíneo al carácter de cada
protagonista, arrojando nada más que luces sobre algunos y nada más que sombras
sobre otros. Nuestros héroes de la lucha por la Independencia se
perfilan tanto más grandes cuanto más se profundiza en su trayectoria, y se
aprecia la evolución que muchos supieron emprender para enriquecer su
comprensión del tiempo que les tocó vivir así como su personal aportación a la
conformación de nuestra identidad nacional.
1 Documentos para
la Historia
de Cuba, Hortensia Pichardo, Tomo I, págs. 327-330, Editorial de Ciencias
Sociales. Instituto Cubano del Libro. La Habana , 1971.
2 Historia de la Isla de Cuba, con Notas e
Ilustraciones, Pedro J. Guiteras,Tomo Segundo, Nueva York, 1866.
3 En carta del
19 de octubre de 1848.
4 Objetivos expresamente mentados en carta firmada por
más de veinte mil reformistas cubanos y remitida al entonces Senador Francisco
Serrano, ex capitán general de Cuba.
5 Curso de
Historia de Cuba, Dres. Edilberto Marbán y Elio Leiva, Parte Segunda,
págs.229-279. La Habana, 1955.
6 Cuya redacción salió casi enteramente del magín de
los asambleístas Antonio Zambrana e Ignacio Agramonte.
7 Páginas de la
Historia, Manuel Sanguily, Tomo VI, Libro Primero, págs. 257 y 258, A . Dorrbecker
(Impresor), La Habana, 1929. El texto lo copió Manuel Sanguily en Nueva York,
el 15 de septiembre de 1898, en la casa del Dr. Néstor Ponce de León –quien
falleció en diciembre de 1899-.
8 Manuel Sanguily, ibíd., págs. 253 a 255.
9 Manuel Sanguily, Oradores
de Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana , 1981, p. 71.
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