(Publicado por D. Jácome)
Tomado de: Cuba en la Memoria(Facebook)
En el año de 1558, después del ataque del corsario Jacques de Sores a la Villa de San Cristóbal de La Habana, las autoridades coloniales y sus pobladores se quedaron con una gran sensación de desamparo.
Felipe II, dispuesto a defender su imperio ultramarino, decide establecer un sistema defensivo para todo el Caribe que garantice el intercambio seguro de mercancías entre el Viejo y el Nuevo Mundo. El puerto de La Habana, punto de encuentro de las naves procedentes del continente americano antes de emprender su regreso a la Península, será un sitio clave para lograr su objetivo. Desde ese momento la historia de la ciudad ya será diferente, y se concierte en una de las mejores defendidas de Nuevo Mundo.
Desde la prehistoria se conoce que la construcción de una muralla, como protección, era la solución más efectiva, pero en La Habana, varios factores retrasarán su acometido. Por un lado, la carencia de la fuerza de trabajo necesaria y por otro, la diversidad de opiniones de ingenieros y gobernadores.
No será hasta principios del siglo XVII que, bajo el gobierno de Francisco Rodríguez Ledesma, quien gobernaba la entonces “Capitanía General de Cuba”, que las autoridades coloniales españolas encargan la elaboración del plan para construir una muralla que rodee y proteja la ciudad. En 1603 se le encomienda, a Cristóbal de Roda, llevar a cabo este proyecto de amurallamiento, que inicialmente se realizará con troncos de árboles.
Las obras definitivas, comenzadas el 3 de enero de 1671, se extenderán hasta 1797. En 1689 ya se había concluido su recorrido sobre tierra firme, desde el Arsenal, actual Terminal de Ferrocarriles, hasta el castillo de La Punta, continuando su construcción hasta finalizar el tramo más complejo, sobre la bahía, en 1740. La Habana quedó amurallada más de 100 años después de que naciera la idea de construirla y a un costo de tres millones de pesos.
La muralla, con forma de polígono irregular y con nueve baluartes, tenía una extensión de unos 4 892 metros y, como promedio, 1,40 metros de espesor y 10 de altura. Inicialmente contó solo con dos accesos a la villa: al oeste la “Puerta de La Muralla”, después llamada Puerta de Tierra, y al norte la “Puerta de La Punta”. Posteriormente se haría necesario abrir otras, llegando a tener hasta nueve puertas activas, como las de Colón, Monserrate, Luz, San José, Jesús María y el Arsenal, que contaban con una dotación de 3 400 hombres y un armamento de 180 piezas de artillería.
A partir de entonces, a todo lo que quedó dentro del recinto se le llamó intramuros, siendo la zona preferida de los peninsulares, mientras en extramuros habitaban los llamados naturales del país o “criollos”. Los que vivían fuera del muro, pasaban de un lado a otro cuando se abrían las puertas, lo que anunciaba un cañonazo, a las 4:30 de la mañana, junto al toque de diana. A las ocho de la noche, al toque de retreta, se anunciaba el cierre de las puertas y nadie podía entrar ni salir de la ciudad.
El disparo se hacía desde el buque de guerra que servía de Capitanía, más tarde comenzaría a hacerse desde la Fortaleza de La Cabaña. Con el tiempo cambiaría también la hora y desde entonces empezó a escucharse a las nueve de la noche, como conocemos en la actualidad.
Si hacia 1630 la población de La Habana se estimaba en unos 6.000 habitantes, al final del siglo alcanzará algo más del doble de esa cantidad. Durante el siglo XVIII su crecimiento será aún mayor dentro del recinto intramuros, llegando a tener 50,000 habitantes a finales del siglo. Sobre lo complicada y ruidosa que se convirtió la vida intramuros para sus pobladores, les comenté en una publicación.
Este descomunal crecimiento demográfico y las nuevas actividades industriales, como pueden suponer, requieren de gran cantidad de terreno, lo que obligó al entonces Capitán General de Cuba, Miguel Tacón, a aprobar la urbanización de nuevos terrenos en extramuros y nuevos barrios crecerán en torno al Paseo del Prado, el Parque de la Fraternidad y el Parque Central, superando las antiguas murallas que constreñían La Habana.
La muralla tampoco había cumplido su objetivo militar, ya que la única ocasión en que pudo haber resultado de utilidad ocurre durante la toma de La Habana por los ingleses, pero el sagaz enemigo estratégicamente la evitó y penetró en la ciudad por la desprotegida loma de La Cabaña.
Cuando Domingo Dulce y Garay, comienza en 1862 su primer mandato como Gobernador de la Isla, la muralla ya no brindaba ninguna utilidad de protección a la ciudad y solo se había convertido en un permanente obstáculo para el tráfico y el comercio de sus habitantes, por lo que se decide pedir autorización a Madrid para derribarla. Su solicitud es aprobada.
En 1863 comienza su demolición con el derrumbe del gran muro por las Puertas de Monserrate y no será hasta comienzos del siglo XX que culmina. Por notas encontradas en la prensa de ese año, es evidente que la noticia del derribo fue asumida con alegría y satisfacción por todos sus pobladores. Después de más de un siglo de hacinamiento entre los muros, la ciudad crecía abriéndose hacia nuevos espacios que mejoraban la calidad de vida de sus habitantes.
El moro muza, Año 4, Agosto de 1863
…En nuestro siglo, sobre todo, no hay acontecimiento verdaderamente grande que no lleve consigo un baile proporcionado al público regocijo, y pocos sucesos habrán ocurrido más importantes para la Habana que el derribo de las murallas, dignamente solemnizado en estos días…”
“…Por ahora no puedo decir más sino que ya debemos irnos preparando a gozar en las fiestas con que va a celebrarse el fausto acontecimiento del derribo de las murallas y yo quiero dar el ejemplo…”
“…Difícil era, por esto mismo, poner la alegre festividad a la altura de la satisfacción pública, y sin embargo, esta dificultad ha sido felicísimamente superada por el Excmo. Sr. Marqués de Castell Florit, quien, a la estimación que gozaba como gobernante, agrega hoy las universales y cariñosas simpatías que se ha conquistado como galante caballero…”
Domingo Dulce Garay, Marqués de Castell Florit, Gobernador y Capitán de Cuba, sin dudas reconocido por su política conciliadora y liberal, por su lucha contra el tráfico de esclavos y su posición a favor de la libertad de prensa en la Isla, no dudo en sumar su apoyo a las festividades.
Ese mismo año Valeriano Weyler hará su primera visita a Cuba. La Isla estaba marcada por la crisis económica desde 1857…sus habitantes pagaban altos impuestos y tributos a la Corona…un rígido control comercial afectaba enormemente su economía… En solo cinco años será el Grito de Yara y comenzará la Guerra.
No obstante, estaban de fiesta… como siempre ocurre.. tambor y cerveza.
CUBA EN LA MEMORIA 08/06/2016
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