Foto tomado de: mantakchia.com |
Manuel
I. Aparicio-Paneqe (Cuba)
Nota: El autor elimina la "u" en la palabra que lleve "q" y "e"
“Sembrar
un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, es consigna
dirigida a todos nosotros desde tiempos inmemoriales, como parte de
nuestra misión en este Mundo. Cumplir con la misma no parece
difícil, pero sí lo es tomando en cuenta la calidad qe resulte de
cada una de esas encomiendas… Uno de los personajes del
‘Misántropo’, de Moliére, dijo: “No poseo las virtudes
necesarias para el éxito. Mi talento sólo sirve para decir la
verdad y no he aprendido a ser hipócrita.” Trataré aquí de
explicar razones para cumplir con la tercera sugerencia, la que todos
podemos lograr con un poco de dinero, en este país, donde existe el
éxito sin talento. En mi caso dicho triunfo no está asegurado con
la publicidad de un libro, sino con el contenido del mismo y eso no
depende del dinero. La calidad de lo escrito en sus páginas dirá
siempre la última palabra.
Los
grandes escritores de ayer influyen en todos los qe tenemos el hábito
de la lectura, y eso muchas veces, introduce en nosotros la idea de
qe podemos ponernos al lado de ellos imitándolos. Tarea mucho más
árdua de alcanzar de lo qe uno se figura. Pisar sobre los pasos de
las grandes luminarias nos alienta, pero obtener resultados parecidos
es otro cantar. Sobre esto mi madre solía decir: “Son muchos los
qe empiezan, pero pocos los qe llegan”. Hay en esto una semejanza a
aqellos soñadores de oro qe se iban a las orillas de los ríos con
unas palanganas y se pasaban días enteros, por muchos años,
colectando tierra y arena de los mismos, en busca de las pepitas
doradas, qe los hicieran ricos. Muy pocos realizaron sus sueños. La
gran mayoría de todos aqellos ansiosos de ver fortuna terminaron
frustrados y desilusionados. El sueño de los mismos no era malo,
lograrlo fue otra cosa muy distinta. Entre ellos hubo qienes
desistieron. Otros alcanzaron un poco de bienestar con el producto de
sus esfuerzos y un número reducido llegó a lucir, en alguna forma,
gran beneficio tras años de trabajo y vicisitudes.
Como
se puede apreciar, hay analogía entre los buscadores de oro y los
aspirantes a la fama. La diferencia consiste en que los primeros
pueden cumplir con sus metas o realizar sus sueños en vida, mientras
qe en los segundos la fama les llega –muchas veces-, después de la
muerte.
Entran,
desde luego, los qe la compran por un tiempo, cuando no es valiosa y
mientras dura el dinero. El número qe la alcanza legítimamente es
reducido, porque para ello necesitan de los eruditos la aprobación,
el reconocimiento de los lectores qe saben leer, qe no son todos los
qe han ido a la escuela, y el factor “tiempo”, tamiz por el qe
tienen qe pasar casi todas las obras duraderas en esta vida. Sería
hipócrita de mi parte no decir qe me encuentro entre los últimos.
La conciencia me dicta qe estoy lejos de llegar a ello como lejos
estuve siempre de ser comprensivo con las personas allegadas a mí.
Hoy, al darme cuenta de mi error, pido disculpas a todos, conocidos y
no conocidos. Con mi madre lo hice muchas veces. Y mis hermanos
fallecidos, y el resto de la familia, que llevó gran parte del
cambio favorable operado en mi. ¡Gracias! Por el aporte espiritual y
fraternal que me han dado y dan, y que son parte de mis pensamientos.
Miami,
2007.
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