Por J. A. Albertini.
El individualismo imbíbito en nuestra raza
hace a cada uno quijote de su propia aventura.
Jorge Mañach.
Del ensayo: La crisis de la alta cultura en Cuba.
Armando de Armas, escritor y periodista cubano, es autor
de los libros de relatos Mala jugada
y Carga de la caballería, así como de
la novela La tabla y los ensayos Mitos del antiexilio y los Naipes en el espejo. También, a su
quehacer creativo, se suman cuentos y cultas reseñas literarias e históricas
que han visto la luz en medios de prensa de países hispanohablantes y de otras
lenguas.
Y en esta oportunidad, Armando de Armas, bajo el sello de la editorial Atmosfera Literaria, nos entrega una
obra escrita en Cuba hace más de dos décadas pero de publicación reciente: Caballeros en el tiempo, novela corta donde se aprisiona una
intensidad de vida que desborda los límites de la existencia, dejando en el
lector el regusto de lo que fue; el regusto de lo posible junto con la certeza
que el tiempo, una y otra vez, vuelve con escenarios engañosos en los que se
impone la imagen del Primer Monicongo y la ineludible corte de
monicacos que Jorge y Amadís, desde todos los periodos de la Isla, combaten,
cada cual a su estilo, para obtener la libertad. Primero la personal y
familiar; luego la de los demás sin llegar a la colectivización de la violada y
usada palabra, con sabor a promesa meliflua de texto bíblico y figura de
meretriz digna y jamona que, se dice, mora en el confín de las esperanzas.
Jorge a punto de desembarcar en la Isla Prodigiosa,
intuye que sus hombres no confían en él y vuelven al intento de motín que se
conserva en las brumas de una madrugada de octubre de 1492, en la que el
almirante Cristóbal, desde el puente de la carabela La Santa María, cavila lo
mismo que Jorge, pero no con la determinación del isleño que añora sus pisadas
en tierra propia porque: un hombre en el
exilio era un hombre en dos mitades, un estar sin el estar, un transcurrir sin
transcurrir...
Amadís, por su parte, proxeneta exitoso, ratón de bayú, en lapso único,
enrevesado y retornante que gravita sobre la Isla; digno caballero jodedor de
coyunturas, gracias a las enseñanzas sociales y humanas aprendidas durante su
trayectoria chulesca y al disfrute espiritual y carnal que las pupilas le han
proporcionado, horrorizado con la matanza que genera la Guerra Civil Española
decide, como buen cubano, aportar su granito de arena para, empleando el goce
siempre creativo, único e irrepetible de los orgasmos femeninos y las
eyaculaciones masculinas, contribuir al fin de la contienda fratricida y así
finiquitar, de una vez y por todas, con el rígido y falso sentimiento religioso
de las ideologías que indefectiblemente desembocan en exilios forzosos,
prisiones, torturas, paredones de fusilamientos y solitarios tiros de gracia.
Y Amadís se va a España, en la que un Jorge que viaja a
lomo de épocas lo ayuda en el empeño pacificador y altruista de las vulvas
húmedas y las vergas lácteas para, acto seguido, en un presente de caballeros
siempre evanescentes que pactan una batalla, avanzar en medio del bramido de
cañones de siglos en pos de la Isla. Ínsula que en el recorrido del cronógrafo,
en algún intervalo, emergerá ataviada de
Palma Real que imbuida del tributo de
sus vástagos, orgullosa y serena terminará con la leyenda del Primer Monicongo. Todos los monicongos y
sus monicacos.
Quien busque simple entretenimiento en la lectura de Caballeros en el tiempo no lo hallará.
La novela es una narración de contenido intenso, uso magistral del tiempo, la
historia y el idioma; elementos que Armando de Armas amalgama y cubre con la patina de su ingenio creador. Además,
considero que para comprender la intención plena del autor es recomendable leer
la totalidad de su producción literaria y conocer sobre la azarosa existencia
que el escritor experimentó en su Cuba nativa en la cual, desde muy joven, por
cuestiones de libre albedrío sufrió marginación, hostigamiento y detenciones.
Sin embargo, a pesar de múltiples inconvenientes y llegar
a sentir, en tierra propia, el zarpazo discriminatorio de la ideología espuria,
Armando de Armas comenzó a hilvanar historias desde el latido de su independencia; independencia individual,
acosada y a veces lacerada, pero no obstante propia y genuina que lo convierte
en una especie de quijote que, armado de pluma y papel, arremete contra molinos
de aspas utópicas por medio, casi siempre, del terco Amadís, personaje que en
los relatos que integran el volumen de Mala
jugada y la novela La Tabla
aparece una y otra vez, como una suerte de
Amadís de Gaula tropical,
admirador de los barcos camaroneros y la siempre luna del malecón cienfueguero,
a cuya luz cabalgó a mujeres como Oriana y la Pía, invariablemente ataviado con
su armadura de ensueños refulgentes.
El mismo Amadís
tomador de ron que no eludía una pelea pero evitaba caminar descalzo por aquello de que los parásitos entran por
la planta del pie y que ahora en Caballeros
en el tiempo recordando a los guayabitos
franceses que intentaron secuestrar la soberanía de San Isidro se une a Jorge
en la intemporalidad de la literatura que se hace leyenda para con determinación
de dados, que muestran las caras en el tapete verde, discurrir con aires de
Tenochtitlán: Vivir en el ademán del Gran
Cortés en la quema de las naves... subsistir en el ahora, en un eterno
despedirse de las gentes y las cosas, no echar ancla en puerto alguno,
posponiéndolo todo para el después libertario...
Armando Armas dixit...(y lo dice con razón y bien)
ResponderEliminarLa obra narrativa de Armando de Armas ha cruzado el Atlántico con el respaldo de la Fundación Hispano Cubana, con sede en Madrid, que ha patrocinado la presentación -el 29 de noviembre de 2013- de su obra CABALLEROS EN EL TIEMPO, y la publicación -en 2008- de su novela LA TABLA.
Por otro lado, en su otra vertiente como comentarista de plantilla de MARTI NOTICIAS, en una crónica periodística publicada bajo su firma durante el pasado verano -el 20 de julio-, Armando de Armas dijo que "De hecho se ha especulado, y esperado con expectación, entre ciertos sectores de las élites europeas y estadounidenses, y aún dentro de cierto exilio cubano, que Cuba adopté el modelo chino como vía de arribo a la jauja de la democracia...Pero unos y otros parecen olvidar que ambos países están regidos por sus respectivos partidos comunistas y la ideología que los manda, de modo que para ambos regímenes las reformas capitalistas, con mayor o menor éxito, se llevan a cabo no para arribar a la democracia sino para apuntalar el socialismo real en un mundo que se les hizo demasiado complicado al desparecer el antiguo Bloque del Este".
En su epítome crítico de esta novela corta, José Antonio Albertini -creador destacado, por derecho propio, dentro del género narrativo- reseña el desarrollo del iter episódico encuadrado en un marco estilístico surrealista, cuyo plantel de personajes encarna -de forma simbólica- el choque entre las violencias opuestas desatadas aunque morigeradas por la criolla lujuria. Subyace el repudio visceral hacia el prístino impulso en pos de la aniquilación física del contrario, y el arribo a una tierra mítica -que nada tiene que ver con el parque de atracciones que funciona en la ribera mediterránea de las tierras alicantinas- en la que acabará el dominio del Dictador -en el que se personifica al caudillo latinoamericano, emblematizado bajo el rótulo de Primer Monicongo, y de sus esbirros, aludidos con el lema de Monicacos- y "la Isla...emergerá ataviada de Palma Real" [evidente alusión perifrástica a Cuba] .
A la férula dictatorial cuya perspectiva de periclitación se predica cabe desearle Requiem æternam dona eis (Dále, Señor, descanso eterno), y que deje al mundo descansar en paz, y reponerse, de sus barbaridades.