© Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia
de Cuba (Exilio).
La Academia Norteamericana de la Lengua[i]
(ANLE), cuyo Director es don Gerardo Piña-Rosales, ha publicado recientemente
(2011) un riquísimo volumen monográfico[ii]
sobre la personalidad y la obra de la escritora chilena Gabriela Mistral,
coeditado por su Director, su Secretario (don Jorge Ignacio Covarrubias) y el
también Académico de número don Orlando Rodríguez Sardiñas (escritor, poeta y profesor natural de La Habana).
Como señaló Juan Marinello en un ensayo[iii]
publicado hace ochenta años sobre las figuras egregias de la Premio Nobel de
Literatura de 1945 y el Apóstol de la Independencia de Cuba, en el que reseñaba
una conferencia pronunciada por Gabriela Mistral a la que había asistido, “La
mujer llega esta noche a sus oyentes de la mano de José Martí, gran guiador.
José Martí tiene en esta mujer una resonancia de limpia autenticidad, de son
cercano y distinto. El dolor agónico de su América se lo dará el cubano en su
lamento viril y dulce y la llamará desde
ayer a la faena de hallarle vías de salvación al indio y el hijo del español.
Esta mujer, que tiene oídos milagrosos, dará la mano al Libertador en una
sombra cargada de porvenir y se estremecerá en el lamento desecho. Pero vendrá
después la lucha con su sexo. Porque esta mujer –espíritu- es también carne sexuada. Su visión poderosa
saldrá a veces empañada de sangre maternal. Con ojos maternos mirará al “manojo
de pueblos” desentendidos de su necesidad, maestros en querellas lugareñas, sordos, ciegos y sin
tacto en sus siestas perennes, indiferentes a su destino. Su palabra se volverá
entonces seca y pelada com0 la leña de hacer fuego. Regañará como madre de
aldea, la mano implacable como la boca. A ocasiones, el espectáculo de hermanos
que se niegan le sacará palabras lloradas de desesperanza…En Martí –esta mujer
lo ha dicho- se hizo el milagro de la femineidad en carne de hombre. En él
anduvieron ternezas, blanduras, rendimientos, silbos de la más neta mujereidad.
Con gesto de mujer se acercó al niño, al desvalido, al tímido, al enfermo, al
pecador remordido y al pecador naturalizado en su rencor. Con ojo femenino
advirtió el detalle humilde y la artería que le rondaba a toda hora la decisión
generosa. Y cuando tuvo que mirar a sus pueblos, a su continente, a su mundo
(“patria es la porción de mundo que nos ha tocado contemplar más de cerca
–dijo-) se guardó los ojos de mujer, que acercan demasiado las cosas, y se puso
los de hombre que miden la distancia subterrán ea y señorean el privilegio de
totalidad…Ahora habla la mujer de lo tropica en Martí y le viene a las menos el
resplandor húmedo de su vallecito chileno enjoyado de plátanos…Después de Martí
–dice la mujer- el trópico ha vuelto a ser invencible”.
La reiteración de
la existencia de esta relación discipular de Gabriela Mistral respecto de José
Martí la ha hecho el escritor cubano Alberto Müller hace apenas unos días[iv]
, en la ponencia presentada en el Desayuno Martiano ofrecido por la
Organización Peter Pan en el Salón Félix Varela de la Ermita de la Caridad, en
Miami, en la que ha recordado que “la insigne poetisa chilena” llamó a Martí
“una mina sin acabamiento”, y apostilló con contundencia que debía decir “que la Mistral amó a Martí –sin conocerlo-
con pasión franciscana. Consideraba al Apóstol el pensador americano por
excelencia. Fue y murió siendo una gran admiradora de José Martí.”
Tampoco podemos
olvidar el paralelismo en las pasiones y
preocupaciones de los pensamientos martiano y mistraliano en lo tocante a
la unidad de los pueblos del continente americano, y las parecidas
apreciaciones que ambos hicieron tanto con signo positivo (respecto de la
sociedad y la civilización estadounidense) como con signo negativo (respecto de
la política exterior practicada hacia los países situados al Sur del río Grande
por la Potencia en cuyo territorio ambos residieron, trabajaron y escribieron
durante parte de sus vidas).
Así lo recuerda
respecto de Gabriela Mistral, en el volumen publicado por la ANLE[v],
el Conservador de la Biblioteca Nacional de Chile, Pedro Pablo Zegers Blachet,
cuando cita la admiración de la escritora por los EE.UU. en el apóstrofe
elogioso que les dirige (“Reconocemos en las creaciones vuestras una exultación
tal de la voluntad del hombre que honra a la humanidad”) y en el cálido
recuerdo que le dedica a Ralph Waldo Emerson (“Yo cuento entre los domadores de
mis carácter a vuestro Emerson, fortificante como un aire de pinares e
iluminador de las minas ciegas del alma humana”); sin perjuicio de citar, al
mismo tiempo, el artículo “La cacería de Sandino”, publicado por la autora en
1928, crítico del intervencionismo de Washington en Nicaragua.
Respecto de Martí,
son de sobra conocidos los pensamientos expuestos en la carta escrita desde el
campamento de Dos Ríos, en la víspera[vi]
de su muerte en combate, a su “hermano queridísimo” Manuel Mercado, a quien le
habla sobre lo que estima su deber de “impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados
Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.
Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y
como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y
de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª
alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los
pueblos, —como ese de Vd. , y mío,— más vitalmente interesados en impedir que
en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles,
el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la
anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los
desprecia, —les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este
sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le
conozco las entrañas;— y mi honda es la de David.”
Como también son notorios el elogio póstumo de Emerson
que publicó en “La Opinión Nacional” de
Caracas, el 19 de mayo de 1882, y la categórica aseveración hecha en la carta
(conocida como “Vindicación de Cuba”) remitida al New York Evening Post y
publicada por éste el 25 de marzo de 1889 respecto de la distinción entre las
dos caras de la sociedad estadounidense (“Amamos a la patria de Lincoln tanto
como tememos a la patria de Cutting”).
La verdaderamente
enciclopédica compilación que ha reunido la ANLE de análisis desde distintos
puntos de vista hechos por muy cualificados críticos e investigadores en torno
a la estancia y la obra de Gabriela Mistral en los EE.UU. constituye una
aportación inapreciable al conocimiento de la trayectoria vital y cultural de
la gran escritora chilena y de toda nuestra América.
Roberto Soto Santana |
[i] Creada en 1973, por iniciativa de Tomás Navarro Tomás, miembro de
número de la Real Academia Española (titular del sillón h) y entonces exiliado en Nueva York.
[ii] Gabriela Mistral y los Estados
Unidos
[iii] Revista Sur (Argentina), págs. 156-163.
[iv] El 29 de enero de 2012. Vid. el blog http://albertomuller.net
[v] Págs. 241-252.
[vi] El 18 de mayo de 1895.
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