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miércoles, 15 de octubre de 2014

Presencia hebrea en La Habana


Yamira Rodríguez Marcano




La llegada de los judíos a Cuba se remonta a los tiempos de la colonización americana, cuando el 2 de noviembre de 1492, Luis de Torres, judío converso y primer terrateniente hebreo en Cuba, “pisaba suelo cubano” para iniciar un proceso migratorio que no se detuvo aunque creció de forma silenciosa y encubierta. Judíos eran también Rodrigo de Jerez y Martín Alonso Pinzón, quien avistara y gritara: ¡Tierra! En las naos colombinas navegaron alrededor de 160 judíos que, conversos u ocultando su verdadero origen, se lanzaron al nuevo mundo por la conquista de tierras vírgenes y su liberación de la hoguera inquisitorial.

Judía conversa lo fue igualmente Isabel de Bobadilla, primera mujer gobernadora de Cuba en el siglo XVI, al partir su esposo Hernando de Soto a colonizar la Florida. Su ausencia interminable hizo que la vigilia de esta mujer, según la leyenda, sirviera de modelo para esculpir la Giraldilla que coronara el Castillo de la Real Fuerza y trascendiera a nuestros días como símbolo de la ciudad capital.

Tres momentos significativos en la migración judía hacia la Isla lo constituyen el arribo de los sefarditas a partir de 1908 provenientes de España, Portugal y África del Norte; la llegada de los asquenazis en los años de 1920 desde Europa Central y Oriental; y los refugiados que el nazismo arrojara del occidente europeo con la Segunda Guerra Mundial.

Es así como esta gran diáspora del pueblo hebreo integrada por diferentes profesiones, credos y culturas, se inserta en cada nuevo lugar que le sirve de consuelo a su desarraigo natural y espiritual. La capital cubana concentró el mayor número de judíos y dentro de ésta, La Habana Vieja fue el primer asentamiento donde la zona portuaria ofrecía posibilidades de alojamiento económico y facilidades para las operaciones del comercio.


De a poco, la parte más antigua de la ciudad, y especialmente las calles Acosta y Muralla, se convirtieron en los ejes donde la presencia hebrea se adueñó de ellas, convirtiéndolas en el escenario de vendedores ambulantes o la sede de sus establecimientos variados y sui géneris. Han dejado su huella en la ciudad o la memoria de sus habitantes el café Lily, el restaurante Moishe Pipik, la panadería Flor de Berlín o la carnicería kosher, aún existente para la familia hebrea. Fue también La Habana Vieja centro de la fundación de sus colegios, sociedades religiosas, culturales, de salud y ayuda mutua.

En Inquisidor perduran señales de la otrora sinagoga Shevet Ahim y en Acosta y Picota ejerce la de la congregación Adath Israel. Fuera del perímetro del centro histórico, justamente en El Vedado, la sinagoga del Centro Sefardí y el Patronato de la Comunidad Hebrea en Cuba, Beth Shalom, reciben a los miembros de su comunidad.


Los moros y polacos –popularizados con estos motes durante la República- han dejado tras su muerte, no sólo la existencia de sus inconfundibles necrópolis en Guanabacoa, si no también, el respeto del pueblo cubano a quienes fundaron el Primer Partido Comunista de Cuba, -dígase Fabio Grobart-, lucharon contra la tiranía machadista, o han ennoblecido el arte y las ciencias, la historia, y las letras cubanas. Recordemos a Saúl Yelín, pionero del cine cubano y dirigente del ICAIC; Ludwing Chajovitz, fundador e impulsor del Teatro Universitario; Erich Kleiber, músico excepcional, Director de la Orquesta Filarmónica; Boris Jaskovitz, astrónomo, Director de Astronomía del Observatorio Nacional; Heinrich E. Friedlaender, economista, autor de la primera Historia Económica de Cuba; Abraham Marcus Matterin, primer director de la Biblioteca del Patronato Hebreo y destacado promotor cultural que residiera en la calle Curazao en La Habana Vieja; y Sandú Darié, célebre artista plástico, cuyo Árbol de la vida, en el Parque Lenin, exalta la más alegórica imagen del Menorah.


El reconocimiento a la multiplicidad de etnias y religiones ha permitido que la comunidad hebrea celebre sus principales festividades y conmemoraciones, y mantenga activos sus centros más importantes. A la par, otros nuevos, como el hotel Raquel y el Parque Memorial del Holocausto, en la ciudad antigua, se alzan para evocar la presencia de los hijos de Separad, del Israel.

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