Foto tomado de: Wikipedia |
By: Robert Baird
1850
Eran las diez y cuarto
aproximadamente cuando echamos anclas ante la ciudad (La Habana), en compañía
de otros tres vapores americanos que habían llegado.
Debo mencionar, de paso,
la magnitud de los vapores americanos. Ningún país en el mundo dispone de
barcos de este tamaño; Inglaterra tampoco. Cerca del nuestro está anclado un
buque de guerra español, con 96 cañones; ¡resulta tan chiquito, comparándolo
con los vapores americanos “Georgia” y “Ohio”! El desplazamiento de estos
barcos es de tres mil toneladas, desarrollan dos mil caballos, y, por término
medio, avanzan ocho mil brazas a marcha ordinaria, mientras sus ruedas dan 567
revoluciones.
La Habana, centro de los
plantadores ricos cubanos y del gobierno, es un lugar de reposo muy
interesante, y, seguramente, el más agradable en toda la América, a lo que
también contribuye su verano perpetúo. Este encanto puede ser uno de los
móviles de las visitas masivas de turistas extranjeros. Hay aquí una ópera ilustre, el Teatro Tacón, en donde actúa una
compañía insigne. Los cantantes italianos y de otras nacionalidades, que
acabaron sus carreras en los teatros famosos de Europa, vienen aquí, y aunque
sus voces se hayan desgastado demasiado, podemos ver y escuchar espectáculos
deliciosos en su interpretación. Me sorprendió, por lo tanto. Que entre los
nombres de los artistas figuraban los de
Salvi, Badiali y Morini.
Por fin, debo decirles
también algo sobre el tabaco; de lo contrario, mi descripción sería parecida al
dicho: “anda por Roma y no va a ver al Papa”.
La fabricación de puros
de La Habana tiene fama mundial, y es una de las ramas industriales de las que
provienen las enormes riquezas. El motivo de este hecho es que el tabaco cubano
es el más apropiado para el puro, por su fragancia exquisita, pero no lo es
para fumarlo con pipa, por ser demasiado fuerte. En mi país, he oído muchas
veces decir que, al que haya visto su proceso de fabricación, éste le daría
asco; mujeres negras repugnantes tuercen el tabaco sobre sus muslos ulcerosos.
Pero, yo he visto ente trabajo en muchas fábricas, y de creer que los que
sostienen la mencionada falsa afirmación, nunca estuvieron en La Habana, ya que
en las fábricas de tabaco los trabajadores son hombres y no mujeres, y tuercen
el tabaco no sobre sus muslos, sino que tienen para eso mesas especiales,
llamadas vapores.(444)
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