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viernes, 15 de febrero de 2019

AMIGOS

Foto tomada de: gananci.com



Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)


Un buen amigo vale más que todas las exquisiteces que nos ofrece la vida. “Una amistad delicadamente cincelada, nos dice Ortega y Gasset, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo”. Aseveración esta tan verdadera como todas las que brotaron de la claridad mental de nuestro filósofo y ensayista. Aquellos que beben, pues, del gratificante e inagotable manantial de la amistad sabrán valorar esta guirnalda de palabras rebosante de transparencia y armonía sobre este profundo afecto personal, totalmente sano y generoso, y siempre compartido con otra persona que te corresponde, con esa pureza y desinterés, como tú a ella. Los tres mosqueteros, del escritor francés Alexandre Dumas, es, sin duda, una historia arquetípica sobre la amistad, basada en los sentimientos y los comportamientos de sus personajes. Otros ejemplos variados de diversos tipos de amistades entrañables exhibidas en la literatura son: “Don Quijote y Sancho Panza”, “Sherlock Holmes y Watson”, “Butch Cassidy y Sundance Kid”, etc. Asimismo, en el cine y la televisión hallamos paradigmas de amistad en los ya clásicos “El gordo y el flaco” y “Los tres chiflados” hasta series de televisión estadounidenses como “Friends”, comedia que gira en torno a las relaciones de seis amigos.
 Ya Aristóteles, considerado el “Padre de la filosofía”, en su escrito “Ética nicomáquea” dedica los libros VIII y IX, de los diez libros que forman parte de ella, para hablar del valor humano que posee la amistad puramente afectiva y desinteresada.
El vínculo de la amistad es tan fuerte que no existen vicisitudes adversas ni términos o normas que puedan deteriorarlo o inutilizarlo. Esa es la auténtica amistad. La misma que, con el paso inexorable del tiempo, se va fortaleciendo y acrecentando para bien de los amigos, así como de aquellas personas de su entorno más o menos cercano. Aunque, al respecto, debo decir que “una amistad no crece, refiere Ada Ruth, por la presencia de las personas, sino por la magia de saber que, aunque no las veas, las lleva en el corazón”. Esto mismo es lo que les sucede a los amigos. Ciertamente, los amigos se ven de tarde en tarde, pero ellos saben, sin decirse nada, que uno está totalmente en los adentros del corazón (vida) del otro, y este en los de aquel, aunque, retomando otra vez a Aristóteles, asevero con él, ya que estoy totalmente de acuerdo con el filósofo griego, al expresar que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”.
Es evidente que la amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia. La amistad nace cuando las personas encuentran inquietudes comunes. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo. La verdadera amistad dura toda la vida.
Con los amigos compartimos nuestras vivencias. Con ellos, nos alegramos o entristecemos, ya sea por parte nuestra o por la de alguno de ellos. Entre amigos se dan consejos, que en muchas ocasiones pueden ser la solución de problemas y conflictos. Ciertamente, los amigos aprenden unos de otros y nos ayudan a ser mejores personas.
La amistad resiste el tiempo y la distancia porque resiste los avatares de la vida del amigo. Además, la amistad no solamente surge con quienes tenemos más afinidades en cuanto a gustos e intereses, o con quienes tenemos más parecido, sino que puede aparecer entre personas muy dispares. De hecho, a veces ese es un factor que fortalece la amistad, pues una buena amistad complementa y enriquece a la persona no solo en el intercambio de ideas, información y sentimientos, sino también en el hecho de compartir los buenos y malos momentos de la vida.
Relaciones de amistad pueden nacer en los más diversos contextos y situaciones: el lugar donde vivimos, el sitio donde trabajamos, la escuela, la universidad, fiestas, reuniones, el café que frecuentamos, a través de otros amigos, redes sociales, etc.
Mateo Alemán dijo una preciosa frase alusiva a los amigos: “Deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos”.
            Concluyo este artículo, con una décima de mi autoría, a la que le puse el título “El buen amigo”:

La amistad es un tesoro
que nadie compra ni vende,
pero su esencia sorprende
porque brilla más que el oro.
Ni abismo ni deterioro
el corazón del amigo,
sino que lo amo y lo abrigo
con la fecunda lealtad,
sarmiento de la bondad,
que siempre llevo conmigo.

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