Roberto
Soto Santana
En el corriente año de 2009 se acaba de cumplir el primer centenario
del fallecimiento de la ilustre patricia y filántropa santaclareña Marta Abreu
y Arencibia y del de su esposo, el primer vicepresidente de la República , Luis Estévez
y Romero. Ambos murieron en París, donde residían, con unas pocas semanas de
diferencia, ella el 2 de enero y él el 4 de febrero. Los restos de ambos fueron
trasladados a Cuba el 20 de febrero de 1920, y desde entonces reposan en la
tumba de la familia Abreu Arencibia en el Cementerio habanero de Colón.
Sobre la obra benefactora de Marta Abreu se ha escrito profusamente. En
la ciudad de Santa Clara hizo levantar el teatro La Caridad , que donó con
destino al sostenimiento del Asilo de Ancianos que también fundó; creó el Asilo
San Vicente de Paúl para el alojamiento de pobres sin albergue, la escuela “El
Gran Cervantes” para la educación e instrucción los niños negros, la Estación Meteorológica
(a la que dotó igualmente de material científico), el cuartel de Bomberos;
igualmente cedió la casa y el instrumental necesario para el establecimiento
del dispensario “El Amparo”, dio el dinero necesario para la construcción de un
puente y la reparación del camino sobre el arroyo “El Minero”; participó con
una importante contribución económica en la construcción de la Estación de
Ferrocarriles; y fundó el plantel de enseñanza “Escuela de Buen Viaje”.De su
peculio particular asimismo sufragó la instalación de una planta eléctrica para
el servicio del alumbrado público y de una fábrica de gas en su villa natal,
así como el establecimiento de cuatro Lavaderos Públicos con plenas
comodidades, basados en los que había visto en uno de sus viajes a Suiza.
Tras
el Grito de Baire, se constituyó en 1896 en París un comité de emigrados, con
el urólogo Joaquín Albarrán al frente, y la colaboración de otros distinguidos
cubanos tales como el esposo de Marta Abreu, Luis Estévez Romero; el abogado,
periodista y publicista Raimundo Cabrera; el hacendado Tirso Mesa; y el
periodista y escritor Domingo Figarola-Caneda, que comienza a publicar “La República Cubana ”,
un periódico en francés y español en apoyo de la causa libertadora (y que
financia Marta Abreu).
Pues
bien, desde comienzos de aquel año, Marta Abreu también realizó sucesivas contribuciones
en dinero desde París, al Comité Revolucionario Cubano de New York, cuyo
Delegado era Tomás Estrada Palma: el 14 de enero, $2,000; el 26 de febrero,
otros $5,000, girado en nombre de ella y en el de su hijo Pedro; en abril, $4,000
adicionales, y un cheque de 50 mil francos de ayuda a Rafael Cabrera para
organizar su expedición a Cuba, así como $10 mil pesos oro para comprar mil
fusiles; en mayo, otro giro a Estrada Palma, por $15,000 con destino a los
fondos generales del Partido Revolucionario Cubano, seguido de otra remesa de
$20,000 –en julio- con la misma aplicación.
LAS LIBRERÍAS DE LA HABANA VIEJA
Los que éramos adolescentes
estudiantes de Bachillerato en La
Habana de la quinta década del pasado siglo podíamos recorrer
una y otra vez, encontrando siempre joyas bibliográficas que añadir a nuestras
incipientes colecciones particulares, el abundante elenco de estupendas,
acogedoras y bien surtidas librerías (sobre todo, en La Habana Vieja ) donde proveernos
tanto de libros de texto como de cualesquier otros géneros, especialmente los
que nos interesábamos por la
Historia y la
Literatura de nuestra Patria.
La calle mejor abastecida de
comercios de libros era sin duda Obispo, a partir de la minúscula Plaza de
Supervielle –con vista a la
Manzana de Gómez- hasta la Avenida del Puerto, donde comenzando por La Moderna Poesía
–Cultural, S.A.- (en Obispo 525) y la Librería Cervantes
(en Obispo 527), se encontraban la
Librería y Filatelia Venecia (en Obispo 518), la Librería Minerva
(en Bernaza 9, esquina a Obispo), la Editorial Lex (en Obispo 461), la librería de
Ricardo del Campo (en Obispo 518), la Editorial González
Porto (en Obispo 409), y la Swan American
Bookstore (en Obispo 255). En la vecina y paralela calle O’Reilly podíamos
visitar la Librería
Económica (en O’Reilly 505), la Librería Contemporánea
(en O’Reilly 466) –donde recuerdo adquirí en 1959 un ejemplar de la biografía
de Fouché, de la autoría de Stefan Zweig-, La Casa Belga (en O’Reilly
455) –donde había muy buenas obras en francés-, y la Editorial Selecta
(en O’Reilly 357).
Merece recordarse la memoria del Dr.
Manuel Fernández Supervielle, un político honesto que fue decano del Colegio
Nacional de Abogados y ministro de Hacienda en el gobierno del Presidente Grau,
quien se suicidó de un balazo en el corazón el 4 de mayo de 1947 ante su
impotencia para dar solución a los problemas de abastecimiento de agua que
entonces aquejaban a la capital de la República.
En
aquellos años, el tráfico de vehículos de motor era infernal, los peatones
tenían que circular estrictamente sobre las estrechas aceras de Obispo,
O'Reilly y demás calles de la
Habana Vieja , porque las calles adoquinadas estaban repletas
de vehículos de motor y además de autobuses que subían y bajaban hasta la Avenida del Puerto (aviso
a los lectores no cubanos: los que en España se llaman coches en Cuba se conocen
como “máquinas” o “carros”). La calle
Monserrate, en particular, olía a monóxido de carbono en altas concentraciones,
proveniente de los tubos de escape de las guaguas y automóviles la densidad de
cuyo tráfico (por aquel entonces, a la “terrorífica” velocidad de cincuenta o
sesenta kilómetros por hora) hacía difícil a los peatones cruzar de la acera
donde estaba la sede central de la
Cruz Roja hasta la acera donde había varios almacenes de
tejidos regentados por familias judías (a quienes se llamaba genéricamente
"polacos"). Por esa concentración de gases procedentes de la combustión
en los motores de vehículos, que tenían en suspensión residuos, los toldos de
los comercios en esa calle Monserrate, lo mismo que los de Obispo
y O'Reilly, estaban permanentemente ennegrecidos (aunque
originalmente hubieran sido de diversos colores y diseños).
Desde
hace varios años, la calle Obispo es una calle peatonal, por la que no discurre
el tráfico rodado.
En
diferentes partes de la ciudad existían otras muchas librerías interesantes. Por
ejemplo, al lado de la
Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Reina 467 casi
esquina a Belascoaín, se encontraba Al Bon Marché, especializada en efectos
religiosos y misales, libros de primera comunión, devocionarios, y libros de
encuadernación fina. Allí estuve por última vez hacia el año 1977, cuando ya no
quedaba casi mercancía en la tienda, no entraban clientes, y atendía una sola
señora muy entrada en años, a quien por cierto le compré unas postales de
felicitación finísimas, que era prácticamente lo único que quedaba en la
tienda, al precio de un peso por cada postal (y resultaban baratas, para el
trabajo en relieve que tenía cada una).
EL GALIMATÍAS DEL CALLEJERO URBANO QUE NUNCA EXISTIÓ
EL GALIMATÍAS DEL CALLEJERO URBANO QUE NUNCA EXISTIÓ
La fuerza de la costumbre es impepinable. Pretender modificar los nombres
tradicionales de las calles siempre ha constituido una afición de los
Ayuntamientos de cualquier ciudad, y La
Habana , desde la proclamación de la
República en
1902, no ha sido una excepción. Pero el pueblo nunca ha aceptado los cambios,
aunque trasciendan a la guía telefónica.
Así, en ninguna época han calado, entre otros muchos, los siguientes
nombres que se han querido imponer a antiguas calles y avenidas habaneras:
Avenida de Italia (Galiano), Simón Bolívar (Reina), Máximo Gómez (Calle Monte),
Salvador Allende (Carlos III), Avenida de Bélgica (Monserrate), Ignacio
Agramonte (Zulueta), Calzada de Diez de Octubre (Calzada de Jesús del Monte),
Avenida de la
República (San
Lázaro), Padre Varela (Belascoaín), Zenea (Neptuno), Paseo de Martí (Paseo del
Prado), Finlay (Zanja), Presidente Zayas (O’Reilly) y Pi y Margall –que en 1897
se llamó fugazmente calle Weyler- (Obispo).
Roberto Soto a escrito una interesante crónica sobre tiempo pasado en Cuba. Cosas interesantes que uno desconoce.
ResponderEliminarMaria P. Josefa
Lei con agrado el articulo del senor Soto. Cada dia uno aprtende mas en estas paginas digitales, que en la prensa de Miami, que escriben tantas basura los que dicen que saben de historia.
ResponderEliminarMe ha gustado lo que se publica en Pensamiento, lei los otros meses y estoy encantada
Leonida Gonzalez viuda de Echevarria