Alonso Álvarez de Soria, autor marginal del
siglo XVI
Niza
Fabre
Recorriendo el Barroco en busca de los
grandes escritores de la época, nos hemos topado con Alonso Álvarez de Soria, poeta
marginal que había
ganado cierto prestigio en su tiempo. Sus poesías de alta calidad se equiparan
a las de Góngora
y Quevedo de tal manera que muchas se confundieron en el laberinto barroco de
los manuscritos. Por ejemplo, el poema “Quando señor vuestra famosa
espada” en algunos folios se encuentra entre las obras de Góngora y en otros se
aclara que es de Alonso Álvarez de Soria. Dicho poema cobra gran
importancia no sólo
por su aspecto artístico
sino también
por el contenido patriótico
en que el autor expresa impaciencia por la pasividad del duque de Osuna, que no
responde con valor a los ataques del enemigo:
¿Cuándo señor, vuestra famosa espada en sangre del Guzmán teñida?
¿Cuándo, rendido, ofrecerá la huida que tan
alegre sigue la jornada?
¿Cuándo a vuestra destreza celebrando /veremos dar
siquiera una herida?
Porque no he visto yo en toda mi vida satisfacción más bien considerada.
[1]
Lo mismo pasó con el poema “Ninfas
que en las tasqueras”, cuyo lenguaje
quevedesco dio lugar a que se la colocara entre la producción de Quevedo; después se verificó la autoría de Álvarez de Soria,
maestro de la escatología.
Conocedor del bajo mundo, el poeta recrea fielmente el ambiente putesco de su
ciudad. En efecto,les dedicó estas imágenes a las prostitutas de
Sevilla:
Ninfas que en las tasqueras/del Compás Resolanos, San Bernardo,/sobre humildes esteras/tendéis el pobre y traqueteado fardo,/y por virtud del hongo
a vuestra ambrosía parago y mondongo.
Mientras del sol matando estáis/ el pacientísimo piojo/ y en el bosque rascando/
arrancáis con la uña al ojo/ la ladilla hambrienta/
que entre granos y parches se alimenta . . . (p.
53).
Satírico ponzoñoso, Álvarez de Soria
lanzaba punzantes dardos a todo lo que le desagradaba.
Estando en la cárcel de Sevilla atacó con saña verbal a un compañero de prisión que tenía fama de “conveniente”
porque, sabiendo que su mujer lo traicionaba, continuaba haciendo vida marital
con ella:
Cornudo, cornudillo, cornudete/que eres hembra en obra y en palabra/
llámate doña flor o doña Cabra/ y déjate a un Doctor el Alderete/ . /
eres de los cornudos quintaesencia (p. 60)
El contrincante responde aludiendo al
origen judío
del agresor:
Enemigos judíos maldicientes,
perdigados los más a la ley vieja.
Si tenéis de mi vida alguna queja
no pensáis desquitaros entre dientes/
. . ./
que yo he visto aquí tras esta reja
Presas y presos vuestros descendientes (p. 69)
Su producción acaparaba la atención de las autoridades
de la pluma. En una ocasión, Lope dijo: “Tenía gallardía de estilo,
vocabulario poético
y limpieza de las frases”. Su porte y figura también sirvieron como
fuente de inspiración
para obras de teatro y creación de personajes. En la comedia A
un señor descrito, Lope
de Vega lo perfila en detalle:
“Por ahí veo pasar/ ese mozo ….pisa bien . . .
Soy yo tentador también
Desto de brío y pisar.
Vile una daguita al lado./ buen cuerpo, sombrero a orza./
el cuello como una alcorza/el bigote cultivado/
aunque lo comienza a hilar/ que había poco que salió./
aunque lo comienza a hilar/ que había poco que salió./
Los ojos de arriba abajo
El talla a medio parar. ” (p. 20)
Su figura aparece aquí y allá en la literatura. Según los estudiosos, Alonso Álvarez de Soria es el “andaluz tozudo”, “tirador repentista” de El Viaje del Parnaso, y también es Loayza en El celoso extremeño.
La figura y la fama de Lope enfadaban a Álvarez de Soria. En
una ocasión
cuando aquél
visitó
en Sevilla a su tío
el inquisidor Miguel de Carpio, su presencia alteró el ambiente porque
que para este tiempo “El monstruo de la naturaleza” [2] ya había adquirido fama y
cundía
la envidia en contra de él. En esta atmósfera de chisme e
inquina, de un momento a otro apareció un soneto que andaba de boca
en boca, cuyo estilo denunciaba a su autor, Álvarez de Soria, por
el lenguaje blasfemo e hiriente:
Lope dicen que vino- no es posible,/ Vive Dios; que pasó por donde asiste…!
No lo puedo creer, -¡Por Jesucristo!
-¡Que no os miento! –Callad, que es imposible.
-Dijo que es chanza. Anda que voto a Cristo.
que entró por Macarena ¿Quién lo ha visto?
-Yo lo vide- No hay tal que es invisible.
¿Invisible?, Martín- Eso es engaño.
Porque Lope de Vega es hombre y hombre
-Como yo, como vos y Diego . . .Diez . . .
¿Es grande? –Sí; será de mi tamaño
-Si no es tan grande, pues, como es su nombre.
Cágome en vos, en él y en sus poesías (p. 57).
En 1603 Álvarez de Soria inventó “una jamás oída forma de versificar
(no le faltaba talento para ello): una medida de acortar los versos, los de ‘cabo
roto’, extravagante cuerda, que luego tañeron otros celebrados vates”
(p. 57). Haciendo alarde del nuevo tipo de verso de su creación, compuso un poema
corto punzante en contra de Lope cuando éste envió a Juan de Arguijo el
manuscrito de El peregrino en su patria para
que se lo aprobara:
Envió Lope de Veal/ señor don Juan de Arguiel/libro del peregria/
que diga si está buey/ es tan noble y tan discreque/estando como está madice/
es otro Garcilaen/su traza y compostumas/luego entre si quien duno
diga que está bella- (p. 57).
El joven improvisaba fácilmente. En general
el diario acontecer era su fuente de inspiración; ello también incluía sus aventuras
amorosas, como la que tuvo con una jovencita a la que se llevó a Madrid y luego la
abandonó:
Otra vez, Sierra Morena,/ con más contento te vi/
cuando dos cuerpos y un alma/pasábamos a Madrid./
Cuando mi querido dueño,/con esfuerzo varonil/rompiendo dificultades/
dejó a su padre por mí/era entonces a mi vista/ esta montaña un jardín/
y el más seco roble suyo/verde naranjo en abril/en la más inútil mata/
nacía el blanco jazmín/para que le viese a ella/lo que ver no merecí/
más ¡Ay triste de mí!/que vengo con el alma que la di;/y pues sin ella vengo (pp.22-23).
La magnitud de su talento y su creatividad eran impresionantes. Desgraciadamente,empleaba su capacidad imaginativa para atacar a sus enemigos, y fue este mal uso de sus dotes artísticas lo que lo llevó al patíbulo cuando hizo blanco de sus injurias a don Bernardino González Delgadillo y Avellaneda, quien tenía autoridad para condenarlo a la horca. Vengativo y poderoso, don Bernardino llevó a cabo su venganza sin escuchar los ruegos del pueblo que pedía clemencia para el reo. Juan de
“A don Bernardino de Avellaneda, asistente de
Sevilla, queriendo ahorcar a Alonso Álvarez de Soria”:/ No des al febeo la muerte,/
oh gran don Bernardino, así te veas/conseguir todo aquello que deseas/
oh gran don Bernardino, así te veas/conseguir todo aquello que deseas/
en aumento y mejora de tu suerte./el cruel odio en piedad convierte
qu’en usar del tu caridad afeas.
Cierra el oído, ciérrale, no creas
Al vano adulador que se divierte./de ese que tienes preso,/
el dios Apolo es su juez/no sufraganeo tuyo;/
ponlo en libertad, dalo a su foro/que de hacelo así, de polo a polo.
el dios Apolo es su juez/no sufraganeo tuyo;/
ponlo en libertad, dalo a su foro/que de hacelo así, de polo a polo.
Irá tu insigne nombre, y en el suyo
Hispalis te pondrá una estatua de oro”
[3]
Álvarez
de Soria fue ejecutado cuando sólo tenía 30 años de edad, y su desaparición ocasionó el llanto popular. La
sociedad entera lo recordaba. El contenido de un romance anónimo nos informa cómo se revivía su trágica muerte a través de representaciones
teatrales:
“Elevada está Sevilla/ Toda la gente suspensa./
Concurren a la gran plaza/ de San Francisco con prisa,/
porque oy lunes en la tarde/ dicen que se representa/
de Alonso Álvarez el bravo/ la lastimosa tragedia [4]
Quevedo alude a este triste final en El buscón,
cuando Don
Pablos dice: “los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron
tiernamente al malogrado Alonso Álvarez’, apodado el “Tuerto”.¿Quién es este Alonso Álvarez…que tanto se ha
sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y
buen compañero’.
–dijo el otro (I, II, cap.X).
La muerte, paralelo de la vida, cuando
llega a destiempo marca con sello distintivo al individuo de acuerdo a cómo ha actuado a lo
largo de su existencia. El triste final de Alonso Álvarez de Soria
corrobora el dicho mexicano: “Dime cómo mueres y te diré quién eres”[5].
Notas
1. Juan Antonio Escobar. Alonso
Álvarez de Soria, biografía amarga de un poeta hampón de la
Sevilla del siglo XVI, MS3890,
p. 44 (Biblioteca Nacional) De aquí en adelante entre paréntesis en el texto.
2. Cervantes llamó “monstruo de la
naturaleza” a Lope de Vega por su capacidad de escribir e
improvisar dramas y comedias en abundancia para
satisfacer la demanda del público.
3, B.J. Gallardo. Ensayo de una biblioteca española de libros raros y
curiosos, I. II. Madrid,
1863-6 (cita de Lara Garrido)
4. R. de León. Grandeza
y miseria de Andalucía.
Testimonio de una encrucijada histórica
(157816160, ed. De P. Herrera Puga. Granada,
1981, Cita de Lara Garrido, idem, pp.12-14)
5. Octavio Paz.
El laberinto
de la soledad, “El día de los muertos”, cap. III.
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