doña Isabel de Bobadilla
René León
Doña
Isabel de Bobadilla pertenecía a la Casa de los Darias Dávila, señores de Alcovendas,
San Agustín, Pedrezuela, Villalba, Puñoenrostro, Condes de este último título.
En su escudo nobiliario: en mantel, primero de plata, con la cruz de Calatrava
de gules; segundo, también de plata, con el águila de sable; y tercero, de
sinople con un castillo de plata y un tao de azur en la puerta. Bordura de
gules con ocho castillos de oro, siete escaleras de plata y una bandera de este
metal, alternando, y colocando esta bandera a la diestra del castillo central
del jefe.
Su madre,
Isabel de Bobadilla y Peñalosa, nombrada así por su tía paterna, Isabel
Bobadilla, como dama de doña Isabel la Católica y esposa de don Alvaro de Luna.
Su padre,
Pedrarias Dávila, llamado El Galán; y
también El Justador, por su gracia y
destreza en los torneos de la ciudad de Segovia. Se había distinguido en las
guerras de Granada y África. Ya viejo, pasado los setenta años, es enviado a
América, siendo nombrado primero gobernador de Castilla de Oro, que era como se
llamaba al Darién; y del Darién, en 1520 pasó a gobernar Nicaragua, hasta 1530, donde fundó las
ciudades de Panamá, Granada y León.
En 1536
contrajo matrimonio en España con Hernando de Soto, natural de Jerez de los
Caballeros, Badajoz, nombrado por el Rey gobernador de Cuba y Adelantado de La
Florida en 1538.
La
expedición preparada por Soto sale de Sanlúcar de Barrameda en mayo de 1538,
llegando a Santiago de Cuba el 7 de junio de 1538, y en el mes de agosto partió
Isabel con su familia y la infantería en los cinco barcos que constituían la
flota en ese momento, rumbo a la villa de La Habana, mientras Soto, sus
oficiales y caballerías, hacían el viaje por tierra en número de cincuenta jinetes.
Doscientos jinetes más iban divididos a razón de ocho días cada sección, a fin
de facilitar su alojamiento en La Habana. En el viaje a La Habana, los
oficiales y jinetes cometieron atropellos con los naturales de la isla. En las
navidades de aquel año ya estaba reunida toda la expedición, sólo faltaba
alguna caballería que llegó el mes de abril de 1539.
El historiador José Hernández Díaz en un trabajo
publicado en el Instituto Hispanocubano de
Historia de América, dice que la flota de Hernando de Soto se componía de
siete navíos y tres bergantines. Los
nombres de algunos de ellos eran: San
Cristóbal, La Magdalena, San Juan, Buena Fortuna, Concepción, San Antón y Santa
Bárbara.
Soto,
después de encomendar a su esposa sus obligaciones, la dejó como gobernadora de
Cuba, responsabilidad que supo bien llevar en el tiempo que residió en la villa
de La Habana. En el gobierno de La Habana dejó Soto a Juan de Rojas y en de
Santiago de Cuba, a Bartolomé Ortiz, y según refiere el historiador Jacobo de
la Pezuela, en su Historia de la isla de
Cuba, Madrid, 1868. : “nominalmente del de toda la isla a su esposa doña
Isabel de Bobadilla”. Emilio Roig de Leuchsenring la califica como “primera
mujer que en tierras americanas fue elevada a la altísima categoría de gobernadora”. La expedición de Soto sale el 19
de Mayo de 1539, disponía de 9 navíos, 900 hombres, y 237 caballos.
Isabel de
Bobadilla no tuvo noticia cierta de la muerte de Soto hasta finales de 1543. Dice
Pezuela; “un pliego dirigido al llegar a
Pánuco por Moscoso (uno de los sobrevivientes) cambió su ansiedad en funesta
certidumbre”. Se sabe que después de recibir la noticia de la muerte de Soto
empieza a liquidar todas las propiedades y prepara el regreso a Castilla con
sus familiares y servidumbre. No como dicen algunos historiadores “su vida se
extinguió algunos meses después”.
Ahora
veamos lo que cuenta la leyenda y las historias que a los turistas se les dice:
Según algunos, la pobre Isabel iba todas las tardes a la vieja Fortaleza y
desde su torre, miraba a la lejanía en espera de su amado, y otros que al saber
de la muerte de Soto, “doña Isabel murió de amor”. Y la historia que en aquella
misma torre de la vieja Fortaleza se colocó una estatua semejante a la Giralda
andaluza, como recuerdo de ella. Pero ahí no termina, esa estatua fue modelada
de la misma Isabel.
El
historiador Pedro A. Herrera López, en su ensayo sobre La Gíraldilla y Doña Isabel de
Bobadilla, publicado en Palabra
Nueva, dice: “Entre doña Isabel de Bobadilla y la Giraldilla no existió
relación alguna de identidad, como tampoco la hubo entre la torre de la
Fortaleza vieja y la torre del Castillo de la Real fuerza, por pertenecer a dos
edificaciones distintas en el tiempo y en la ubicación. Esta es la realidad de
la Historia y no la fantasía de la leyenda. La Giraldilla fue, es y seguirá
siendo una veleta en forma de mujer”.
Aclaremos
ciertos datos históricos. Primero, vamos a lo de la Fortaleza. La primera Fortaleza fue levantada por el
maestro alarife Francisco de Aceituno, por orden de Hernando de Soto, y se da
por terminada el 12 de marzo de 1540. En carta de Aceituno al Emperador”…acabada
y para poder ser habitada y morar y defender”. El Emperador Carlos V lo nombra
su primer Alcaide con un sueldo de setenta y cinco maravedíses anuales. Por lo tanto, no es la del Castillo de la Real
Fuerza, pues la anterior fue destruida por el pirata Jacques de Sores, en 1555,
y esta fue terminada en 1639.
La
historia de la Giraldilla es otra de esas historias que con el tiempo se ha
vuelto en Leyenda de los habitantes de La Habana y de los guías de turismo en
la ciudad para ser más interesante el recorrido de los lugares históricos. La
estatua de las girardillas o giraldas se refiere a las veletas, con forma de
figuras humanas, que giran con el viento. La estatua original tiene un medallón
donde aparece el nombre del autor y dice: “HIERONIMUS MARTIN PINZO ARTIFEZ AC
FUSOR EAM SCULTIT’ que traducido al español dice: “GERÓNIMO MARTÍNEZ PINZÓN,
ARTÍFICE Y FUNDIDOR, LA ESCULPÍO”
Pero sea lo que sea, para los vecinos de
aquella pequeña villa, la belleza y señorío de Isabel de Bobadilla dejó un gran
recuerdo durante su estancia. Otra cosa muy importante en ella fue que, siendo
joven y bella, mostró su entereza de carácter en venir al Nuevo Mundo sin
importarle los peligros no sólo del viaje sino de la vida en tierras
desconocidas.
En el año
de 1926 la furia del ciclón que azotó a la ciudad de La Habana hizo caer a la
estatua y perdió las ramas de la palma que portaba en su brazo derecho. En La
Habana se encuentra ahora dicha estatua en el Museo de los Capitanes Generales.
Mientras que otra reemplazó la antigua y vigila la entrada de los modernos barcos
de hoy.
Según nos dice el Prof. René León, Hernando de Soto dejó en el gobierno de toda la Isla de Cuba, "según refiere el historiador Jacobo de la Pezuela, en su Historia de la isla de Cuba, Madrid, 1868, a su esposa doña Isabel de Bobadilla”. Emilio Roig de Leuchsenring la califica como “primera mujer que en tierras americanas fue elevada a la altísima categoría de gobernadora”.
ResponderEliminarEn el mismo siglo, otras dos mujeres ocuparon cargos cimeros en los dominios coloniales americanos de España: Isabel Barreto, que se convirtió en la única almiranta de la Armada de Felipe II, y Mencía Calderón, mujer de Juan de Sanabria, quien tras la muerte de su marido se encargó de la expedición al Río de la Plata y está considerada como ”la madre española del área del río de la Plata”.
En cuanto a Isabel Barreto, el 16 de junio de 1595 zarpó del puerto de El Callao, en Perú, una expedición con cuatro navíos y más de 350 personas a bordo. Su destino, las Islas Salomón. Capitaneados por el marido de Isabel,Álvaro de Mendaña, con la tripulación iba su esposa, de familia noble y de fuerte carácter. El 18 de octubre, en tierras de las Islas de Santa Cruz, Álvaro de Mendaña murió a causa de la malaria. Antes de morir, y para sorpresa y desacuerdo de muchos, nombró a su esposa gobernadora en tierra y a su cuñado almirante de la expedición. Pero éste murió a los pocos días, lo que hizo recaer todo el mando en Isabel, como Adelantada del mar océano, título que ostentó una mujer por primera vez en la historia.
El 11 de febrero de 1596 las naves de Barreto llegaban al Puerto de Manila. Ella se ganó la fama de mujer caprichosa pues mientras la tripulación moría de hambre y sed, ella custodiaba los víveres y lavaba la ropa con agua dulce sin ningún tipo de miramiento.
A todo ello, no le temblaba el pulso al ordenar la ejecución de cualquier miembro de la tripulación que pusiera en duda su poder.
En Filipinas, y cuando no se había cumplido ni un año del fallecimiento de su primer esposo, Isabel se volvió a casar, esta vez con el general Fernando de Castro, caballero de la orden de Santiago. Los nuevos esposos continuaron su vida expedicionaria navegando de nuevo a América donde se le pierde la pista y de nuevo surgen divergencias sobre la fecha y lugar de fallecimiento. Mientras unas fuentes sitúan su muerte en 1610 otros la datan en 1612, hay quien la sitúa en el continente americano mientras otros aseguran que volvió a pisar tierras españolas.
Bibliografía: http://grandesmujeresenlahistoria.blogspot.com.es/2013/01/la-primera-mujer-almirante-isabel.html
En materia de equiparación de hombres y mujeres en cuanto a derechos civiles y políticos, el primer precedente parece haberse producido tras la Independencia, en la República de Colombia. Allí, la provincia de Vélez estaba formada por el antiguo cantón de Vélez, al que pertenecían los distritos parroquiales de Vélez, Chipatá, la Paz, la Aguada, San Benito, Güepsa, Cite, Puente Nacional, Guabatá, Jesús María y Flórez, todas ellas ubicadas en el territorio de lo que hoy es el sur de Santander. En ese momento también formaron parte de esa provincia los cantones de Chiquinquirá y Moniquirá, cuyas poblaciones actualmente pertenecen al departamento de Boyacá.
ResponderEliminarEn 1825, la provincia contaba con 60,335 habitantes. A mediados del siglo XIX, había unos 109.000 habitantes, con una ligera mayoría de mujeres, distribuidos en unas 300 leguas cuadradas, de las cuales la mitad se hallaba cubierta de bosques vírgenes. Mientras en varios pueblos de la provincia lo corriente era que sus habitantes fueran propietarios, en Vélez, su capital, se advertía que era mucho más numerosa la "clase pobre", pues por cada acomodado había doscientas personas sin recursos.
Una Constitución para ese territorio fue debatida por la asamblea legislativa de la provincia, y la misma se promulgó el 11 de noviembre de 1853. A los cabildos parroquiales se encomendó preparar una lista de los vecinos de cada distrito con los nombres de los mayores de 21 años, casados o no, "haciendo la separación debida de hombres y mujeres". De ella se extraerían otras dos: "una de los varones que sepan leer y escribir, y otra de las mujeres que tengan las mismas cualidades", con el objeto de escoger al azar y en igual proporción de sexos el número necesario de jurados (Ordenanza de la Legislatura Nº 6 del 24 de noviembre de 1853).
El gobernador de Vélez, Antonio María Díaz, sancionó la Constitución como lo ordenaba la ley 16 de 1853, no sin antes dejar constancia ante el poder ejecutivo nacional de su desacuerdo con varios artículos que consideraba inconstitucionales, y entre ellos, específicamente,al que establecía la elegibilidad, para la que bastaba por toda condición "la confianza de quien haga la elección", alegando que contradecía el mandato de la Constitución nacional que exigía la calidad de ciudadano y que sólo amparaba a los varones que "sean o hayan sido casados o que sean mayores de 21 años"; igualmente y por este mismo razonamiento, consideraba que no estaba justificada la extensión del derecho de sufragio a todos los habitantes de la provincia sin distinción de sexo.
La extensión del derecho al sufragio a las mujeres no pasó inadvertida en los círculos políticos de diversas regiones del país.
No está claro si las mujeres de la provincia de Vélez lograron hacer uso de su derecho al sufragio. En cualquier caso, la Corte Suprema de la República anuló la Constitución provincial, señalando "que los habitantes de la provincia no podían tener más derechos y obligaciones que los demás granadinos" -granadinos quería decir "colombianos", ya que el nombre en época colonial del territorio sobre el que se extendía la República había sido el de Virreinato de la Nueva Granada-.
Bibliografía: Revista Credencial Historia (Bogotá - Colombia). Edición 163, JULIO de 2003