“Están aquéllos que limitan los 56 años de la vida republicana a la
chambelona, el tiempo muerto, el plan de machete, Machado y Batista. También los que idealizan un tiempo
en que la comida valía centavos, todos vestían dril 100 y usaban zapatos de dos
tonos y las victrolas tocaban boleros y guarachas en cada esquina. De ambas
visiones hubo y mucho más. No todo fue tan malo ni tan bueno. Por el justo
medio debió estar la República…”[i]
La reivindicación de la figura de
Tomás Estrada Palma, apenas a diez años de su fallecimiento, fue tempranamente
recabada por el Capitán del Ejército Liberador y escritor Néstor Carbonell[ii]
en su joyel de escorzos biográficos intitulado “Próceres”[iii],
en el que dijo que “El basamento donde se levanta hasta ahora la figura de Tomás Estrada Palma está formado de
ternuras y de cóleras, de aplausos y de denuestos. La historia, mañana, pesando
sus virtudes y sus errores, acaso logre colocarlo sobre justo pedestal.”
Casi cien años después, es hora de
dejar a don Tomás en su lugar en la
Historia de Cuba -si
no metafóricamente en un pedestal, al menos en un dosel, pero no víctima en
efigie del feroz ensañamiento iconoclasta que entrañó que unos bárbaros, por
orden o como mínimo con la tolerancia del régimen castrista –como hicieron con
el águila del monumento a las víctimas de la explosión del acorazado Maine, en
el Malecón habanero- al inicio de la era comunista mutilasen su estatua de cuerpo entero situada en la
habanera Avenida de los Presidentes (en la intersección de la calle G con la
calle Calzada, en el Vedado) –haciéndola desaparecer, salvo los dos zapatos en
bronce, que siguen aferrados a su base- y arrancasen la dedicatoria de la
tarja. Don Tomás no fue ni un asesino ni
un malversador, ni condonó torturas o cometió crímenes de lesa
humanidad –como hoy los define el Derecho Penal Internacional-, que le hagan
merecedor de ser relegado al olvido.
No merece ser apartado del Panteón
de hombres ilustres de la
Patria quien se sumó al levantamiento de 1868, fue
sucesivamente Secretario del General Donato Mármol, constituyente de Guáimaro,
miembro de la Asamblea
de Representantes, Secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno, y
Presidente de la República
en Armas (desde el 29 de marzo de 1876) hasta que fue apresado en la manigua
oriental (el 19 de octubre de 1877) y llevado a España, donde permaneció en
prisión hasta pasado medio año de la firma de la Paz del Zanjón, cuando fue liberado –en
cumplimiento del Artículo 2º de aquel Convenio, sobre “Olvido de lo pasado”,
por el que se disponía “la libertad de los encausados o que se hallen
cumpliendo condena dentro o fuera de la
Isla ” por motivos
políticos[iv]-. No parece que deba ser infamado quien, en
sucesivas cartas fechadas en Montecristi (República Dominicana), en una es
saludado por José Martí como “Mi amigo muy querido”[v]
y en la otra le es dicho por el Apóstol en la despedida “Acabo, no de amarlo.
Gracias por su alma, tan alta, y para mí tan tierna. Quiera a su amigo, y al
amigo de su casa”[vi].
No merita ser tachado quien fue
proclamado como sucesor de Martí[vii],
a la muerte en combate de éste, en el cargo cimero de Delegado del Partido
Revolucionario Cubano, y poco después (el 18 de septiembre de 1895) fue
designado por la
Asamblea Constituyente de Jimaguayú como Agente Diplomático
en el extranjero de la
República en Armas[viii].
Acabada la guerra e instalada la
ocupación militar norteamericana con el General Leonard Wood a su frente,
Estrada Palma regresó, en 1899,
a su hogar y al Instituto bilingüe que había fundado en
Central Valley (en el estado de Nueva York)[ix].
Sin que, por el momento, se involucrase en las contiendas políticas de la
todavía non nata República soberana.
A la vista de las elecciones
presidenciales convocadas para el 31 de diciembre de 1901[x],
el Generalísimo Máximo Gómez –tras declinar enfáticamente su postulación, por
entender que el Presidente de la
República debería ser un cubano de nacimiento- se trasladó
personalmente a Central Valley a fin de recabar la aceptación por parte de
Estrada Palma de la candidatura al Poder Ejecutivo[xi].
A veces da la impresión de que
algunos historiadores abordan el análisis de la actuación de las personalidades
cubanas en esta crisis de alumbramiento de la República como si dichas
figuras hubiesen tenido su comportamiento motivado única y exclusivamente por
una de dos posturas : la pro y la anti injerencista, partiendo de ese argumento petitio principii para hacer
abstracción de las previas rivalidades personales y afinidades ideológicas, que
frecuentemente constituían diferencias más amplias en su distanciamiento
político que la aceptación o rechazo de la Enmienda Platt como
apéndice a la
Constitución de 1901.
En una carta a su amigo
Teodoro Pérez Tamayo[xii],
fechada en Matanzas el 10 de octubre de 1906, Estrada Palma afirmó lo
siguiente: “Jamás he tenido empacho en afirmar, y no temo decirlo en voz alta, que es preferible
cien veces para nuestra amada Cuba una dependencia política que nos asegure los
dones fecundos de la libertad, antes que la República independiente
y soberana, pero desacreditada y miserable por la acción funesta de periódicas
guerras civiles”. Con esta declaración,
el patricio de Gibara y maestro de Central Valley dejaba clara su visión
pesimista del funcionamiento de las
instituciones políticas republicanas, cuya mediatización veía inevitable sin la
intervención arbitral de una Potencia
exterior.
En
todo caso, en la
Convención Constituyente se pusieron de manifiesto tres
tendencias: la de los que “justificaron y aprobaron la Enmienda Platt como
garantía de la independencia y soberanía nacional”[xiii], la de quienes consideraban “preferible la
independencia con ciertas limitaciones a la continuación de la ocupación
norteamericana”[xiv]; y
la de los que rechazaban de plano el apéndice constitucional impuesto[xv]. El 8 de mayo de 1901, en una primera
votación sobre el texto, al que se adjuntó una declaración interpretativa, se
depositaron 15 sufragios a favor y 14 en contra, mientras que dos
convencionales no participaron en la votación[xvi]. El 12 de junio de 1901, en una segunda
votación, excluida la coda interpretativa –que el Presidente William McKinley
no aceptaba- , el texto del apéndice constitucional se aprobó por 16 votos a
favor y 11 en contra[xvii].
Como
han concluido los investigadores Dr. Sergio López Rivero y Lic. Francisco Ibarra[xviii], “Las condiciones de ocupación militar en
que se encontraba la Isla ,
obligaron a los ‘representantes del pueblo’ de Cuba a negociar sobre las
relaciones entre el gobierno de Cuba y el gobierno de los Estados Unidos. En
consecuencia, el criterio de actitud en el análisis debe cambiar: de plattistas
y antiplattistas a transigentes e intransigentes”.
Así,
al producirse la
Segunda Intervención norteamericana, el 29 de septiembre de
1906, el Dr. Cosme de la
Torriente renunció a su cargo de Ministro Plenipotenciario de
Cuba en España, el que desempeñaba por nombramiento de Estrada Palma. Pero no
por el hecho de la
Intervención sino, como explicaba en su carta de renuncia,
“por el espectáculo que los cubanos habían ofrecido ante el mundo…Para el
Coronel del Ejército Libertador, la intervención estadounidense era el
resultado de la bochornosa confrontación entre las facciones liberales y
moderadas en las pugnas por alcanzar el poder político. En el mes de Diciembre
de 1907 expresó: ‘…dada la actitud en que se colocaron unos cubanos contra
otros en Agosto del año pasado, nada mejor pudo ocurrir que el regreso de los
interventores’[xix]”. Cinco lustros después[xx], el Coronel de la Torriente[xxi] reiteraba que “La Enmienda Platt se
elaboró para mantener la independencia de Cuba…y por tener un tratado en que
basarse para evitar toda injerencia de las grandes potencias mundiales en los
problemas cubanos lo que constituiría un peligro para la soberanía de nuestra
República”.
Desde un principio fue factor predominante en la liza política el enfrentamiento
personal. Por ejemplo, el existente entre los caudillos independentistas Máximo
Gómez y Bartolomé Masó, surgido no porque el primero aceptase y respaldase
inicialmente la Intervención
norteamericana[xxii] y
el segundo la rechazase[xxiii],
sino que venían de muy atrás. No habían comenzado a saltar chispas en las
relaciones entre ambos sólo durante el
desempeño por Masó de la
Presidencia del Consejo de Gobierno, del 10 de octubre de
1897 al 7 de noviembre de 1898[xxiv]
y con motivo de la posterior adhesión de Masó a la destitución de Máximo Gómez
(como Generalísimo del Ejército Libertador) por la Asamblea de
Representantes del Cerro, el 12 de marzo de 1899[xxv].
Mucho antes, durante la Guerra
–el 1 de diciembre de 1895-, y como consecuencia de acusaciones presentadas
ante el Consejo de Gobierno por el General Antonio Maceo, Masó había sido
relevado por Gómez del cargo de jefe del segundo Cuerpo del Ejército, con estas
severas palabras puestas por escrito: “En virtud de no haber Ud. cumplimentado
la orden que no se transmitiera de poner a disposición del mayor general Maceo,
jefe nombrado del Cuerpo del Ejército invasor, toda las fuerzas del segundo
Cuerpo del Ejército que Ud. mandaba, y habiéndose por esa causa sucedido
demoras y trastornos, y lo que es más, crear desavenencias sensibles entre Ud.
y el general en jefe del Ejército invasor, principalmente en los momentos en
que todo debe ser puntualidad y concordia, para el mayor éxito de las operaciones”[xxvi]. Con
la Constitución
de 1901 y su Apéndice plattista en vigor, las elecciones de compromisarios para
la elección del Presidente tuvieron lugar el 24 de febrero de 1902, a las que
acudieron Bartolomé Masó y Tomás Estrada
Palma como únicos candidatos presidenciales, y resultó este último proclamado
por el Congreso como ganador el 15 de mayo siguiente, con el respaldo –a través
de los compromisarios obtenidos- del 47.32 por ciento del censo electoral de
335,699 votantes, de los cuales 214,116 ejercieron el derecho de sufragio[xxvii].
La fecha del 20 de mayo, de instauración de la República , fue declarada
de fiesta nacional, por Ley promulgada
por el propio Presidente Estrada Palma, el 18 de marzo de 1903.
Hay que recordar lo que ha dejado subrayado el Prof. Herminio Portell
Vilá[xxviii]
respecto a que “El general Masó era conocido como hombre excelente y de altos
ideales, pero sin tener una fuerte personalidad para resistir las influencias
de sus amigos y partidarios, entre los cuales había muchos que figuraban entre
los descontentos y los más radicales elementos de la época en la vida nacional
cubana, gentes que en realidad empujaban a su candidato para que adoptase una
actitud ultranacionalista…el general Masó se retiró de la contienda
electoral…Estrada-Palma fue elegido por una mayoría muy superior a la que de
otro modo habría tenido, pero no hay duda de que había tenido derecho a
triunfar como el mejor entre los dos candidatos…Los “masoístas” denunciaron que
había habido favoritismo y fraude, pero Estrada-Palma, que aspiró ‘in absentia’
y no vino a Cuba para pronunciar un solo discurso político, tenía un
extraordinario prestigio y la necesaria
popularidad, además del respaldo del generalísimo Máximo Gómez y del apoyo que
el gobierno interventor le había dado”.
El programa electoral de Estrada Palma para el periodo 1902-1906 era
muy sencillo, y quedó expuesto en una carta que le dirigió al General Juan Rius
Rivera con fecha 7 de septiembre de 1901: el pago de los haberes prometidos a
los Veteranos del Ejército Libertador, el mantenimiento de relaciones políticas
y comerciales estables con los EE.UU. de América, y el empleo honrado y frugal
de los fondos públicos necesarios para la reconstrucción del país, devastado
por la guerra.
Al término de su cuatrienio presidencial, Estrada Palma pudo mostrar en
su haber el cumplimiento de estos propósitos[xxix].
Ha sido Emilio Martínez Paula el que ha aclarado[xxx]
que, no siendo suficiente para los pagos a los Veteranos (ordenados por Ley de
27 de febrero de 1903) el préstamo exterior inicial de $35 millones,
Estrada Palma fue autorizado (por Ley de
29 de agosto de 1905) a colocar títulos de Deuda Interior por otros $11,174,100[xxxi]
a los que sumar sobrantes de partidas del Presupuesto con el fin de completar
un segundo montante de $35 millones para aplicar a este mismo destino.
© Roberto Soto
[i] Luis Cino, “La Republica , justo al medio”, La Habana , 24 de mayo de
2009/Cubanet (en www.cubamatinal.es).
[ii] Quien, en su calidad de Presidente del club patriótico Ignacio Agramonte de Tampa, invitó a Martí a participar en una fiesta
cuya recaudación iba a ir en beneficio de dicho club, prevista para fines de
noviembre de 1891. El 26 y el 27 de ese mes, en el Liceo Cubano de Tampa, Martí
pronunció en esa su primera visita a la conocida como “Cigar City” -por su
barriada de torcedores de tabaco cubanos emigrados asentados en Ybor City- sus
emotivos discursos conocidos con los nombres de “Con todos y para el bien de
todos” y “Los Pinos Nuevos.”
[iii] Imprenta Siglo XX, La
Habana , 1919.
[iv] “Documentos para la
Historia de Cuba”, por Hortensia Pichardo. Tomo I, págs.
403-404. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1971.
[v] En la misiva del 16 de marzo
de 1895, en Obras Completas, Tomo 4,
pág. 86. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1975.
[vii] El 18 de julio de 1895, en el Hardman Hall de Nueva York (Vid. “Estrada Palma y Honduras”, por la Dra. Margarita
García-Estévez, publicado en LA
VOZ de Elizabeth, N.J. el 17 de julio de 2008).
[viii] Sarabia, Nydia. "Noticias
confidenciales sobre Cuba. 1870-1895."
Editora Política. La Habana ,
1985.
[ix] Dra. Margarita García-Estévez, op. cit.
[x] Bajo el imperio de una Ley electoral –promulgada en desarrollo de la Constitución aprobada
el 21de febrero de 1901- que restringía el derecho de sufragio a los varones
mayores de 21 años de edad que supieran leer y escribir, o poseyeran bienes por
valor superior a 250 pesos, o hubieran ingresado en las filas del Ejército
Libertador antes de julio de 1898.
[xi] José Duarte Oropesa, Historiología
Cubana, Tomo II, p.107. Ediciones Universal, Miami, 1974.
[xii] Vid. Orlando Freire Santana, en un artículo de 18 de enero de 2011
para Cubanet, publicado en http://balancecubano.blogspot.com
. Cf. Pedro Pablo Arencibia Cardoso, “Sobre
la Constitución
de 1901” ,
Revista Vitral, Nº44, julio-agosto 2001 en http://vitral.org
.
[xiii]La actitud de los constituyentes Diego Tamayo, Eliseo Giberga y Pedro
González Llorente. Cf. “La
Aplicación de la Enmienda
Platt en 1906 y su Impacto en el Pensamiento Político
Cubano”, por la Dra. Miriam
Fernández Sosa y la Lic. Concepción Planos (de la Universidad de La Habana ), en http://rodin.uca.es .
[xiv] Manuel Sanguily, José N. Ferrer, José Miguel Gómez, Emilio Núñez y
Domingo Méndez Capote.
Cf
Dra. Miriam Fernández Sosa, op.cit., pág. 150.
[xv] La posición de Salvador Cisneros Betancourt y Juan Gualberto Gómez
[xvi] A FAVOR: Leopoldo Berriel, Pedro Betancourt, José Miguel Gómez, Pedro
González Llorente, Domingo Méndez Capote, Martín Morúa Delgado, José de Jesús
Monteagudo, Emilio Núñez, Gonzalo de Quesada, Joaquín Quílez, Alejandro
Rodríguez, Manuel Sanguily, Eliseo Giberga, Diego Tamayo, Enrique Villuendas.
EN CONTRA: Alfredo Zayas, Rafael Manduley, José Fernández de Castro, José N.
Ferrer, Miguel Gener, Luis Fortún, José Lacret Morlot, José B. Alemán, Manuel
R. Silva, Eudaldo Tamayo, Rafael Portuondo Tamayo, José L. Robau, Juan
Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt. NO PARTICIPARON: Antonio Bravo
Correoso y Juan Rius Rivera. Cf. Carlos Márquez Sterling, “A la ingerencia extraña, la
virtud doméstica”, pág. 74. Ediciones Universal, Miami, 1986.
[xvii] Beatriz Bernal Gómez, en “Estudio
Histórico-Jurídico de la
Constitución de 1901” (que se puede consultar en www.bibliojuridica.org) menciona que
la votación fue de 16 votos a favor y 11 en contra, sin ofrecer más detalles,
los que sí aportan el Dr. Sergio López Rivero y el Lic. Francisco Ibarra, “En
torno a 1898. Una exploración en el curso de la aprobación de la Enmienda Platt en la Convención
Constituyente cubana durante el año 1901” , http://www.raco.cat
Según esta última fuente, que a su vez
cita a República de Cuba. Senado, Memoria
1902-1904, Imprenta y papelería de Rambla, Bouza y Compañía, La Habana , 1918, votaron A FAVOR: L. Berriel, P. Betancourt,
J.M. Gómez, P.G. Llorente, D.M.Capote, M. Morúa, J. Monteagudo, E. Núñez, G. Quesada, J.M.
Quílez, A. Rodríguez, M. Sanguily, E. Giberga, D. Tamayo, E. Villuendas y J.N.
Ferrer; votaron EN CONTRA: A. Zayas, R.
Manduley, J.F. de Castro, L. Fortún, J. Lacret, J.B. Alemán, M.R. Silva,
E. Tamayo, R.M. Portuondo, J.G. Gómez y S. Cisneros; NO PARTICIPARON: M. Gener y J.L.
Robau. [Sin embargo, en esta relación nominativa faltan los nombres de los
convencionales J.M. Correoso y J. Rius
Rivera, quienes tampoco estuvieron presentes en la votación]
[xviii] Dr. Sergio López Rivero y Lic. Francisco Ibarra, Ibid.
[xix] Cf. Dra. Miriam Fernández Sosa, op.cit, p.160.
[xx] La
Enmienda Platt y el Tratado Permanente, Imprenta
Rambla y Bouza, La Habana ,
1930, p.39.
[xxi] Fundador del Partido Conservador, Secretario de Estado (1913), Senador
(1917) y Presidente de la Comisión de Relaciones
Exteriores, Fundador de Unión Nacionalista, uno de los actores principales en la Mediación de los EE.UU.
en 1933, Secretario de Estado de nuevo (1934), Presidente de la Asociación de Veteranos
de la Independencia ,
Académico de Número de la Academia Cubana
de la Historia
(1944), Doctor Honoris Causa por la
Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la Universidad de La Habana (1951), Gran Cruz de
la Orden Lanuza ,
Medalla de Servicios Distinguidos del Ejército de Cuba, Medalla de Honor de la Liga Interamericana
Bolivariana, Presidente de la
Sociedad de Amigos de la República (fundada en 1948 por el Dr. Jorge
Mañach) desde 1952 hasta su fallecimiento en 1956.
[xxii] Como consta en el último párrafo de una carta al todavía Gobernador
español de Cuba, Capitán General Ramón Blanco (de fecha incierta, 20 de marzo
de 1898 o principios de mayo de ese año): "Así son para mí las naciones, y
hasta el presente, sólo he tenido motivos de admiración hacia los Estados
Unidos. He escrito al Presidente Mc Kinley y al general Miles, dándoles gracias
por la intervención americana en Cuba. No veo el peligro de nuestro exterminio
por los Estados Unidos, a que usted se refiere en su carta. Si así fuese, la
historia los juzgará."
Aunque, como una muestra del peso de la
experiencia sobre las opiniones
personales, el Generalísimo Máximo Gómez, en carta del 2 de abril de 1899 a su esposa Bernarda
Toro, tras ser destituido por la
Asamblea de Representantes del Cerro del cargo de General en
Jefe del Ejército Libertador, comentó lo siguiente: “Los que esperan, están
desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada
situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este
pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo
tan elevado y sentido, mi gratitud eterna...La actitud del Gobierno Americano
con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, no revela a mi
juicio más que un gran negocio... Nada más racional y justo, que el dueño de
una casa, sea el mismo que la va a vivir con su familia, el que la amueble y
adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir, contra su
voluntad y gusto, las imposiciones del vecino. La situación pues, que se le ha
creado a este pueblo; de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido
en todos sus actos de soberanía, es cada día mas aflictiva, y el día que
termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni
un adarme de simpatía”.
[xxiii] Bartolomé Masó – Discurso leído por el Académico de Número
Dr. Emeterio S. Santovenia y Echaide en la sesión solemne celebrada el 22 de
diciembre de 1930 para conmemorar el primer centenario del nacimiento de aquél,
pág..15. La Habana ,
Imprenta El Siglo XX, La Habana ,
1930.En carta dirigida al General José Lacret Morlot, Masó opinó de la manera
siguiente sobre los medios empleados por el gobierno norteamericano: “Ese
derecho es el de la fuerza, del que ha nacido la ley Platt, esa decantada ley
que tan horrorosa decepción nos ha hecho sufrir, haciéndonos aceptar, entre
otros, el juicio del pofesor italiano Camazza Amari, que ‘condena la
intervención como resultado de la tendencia que tienen siempre los fuertes de
dominar a los débiles e imponerles su ley y atacar y destruir a su vez al
autonomía de loa estados’
[xxiv] Ibid.,Pág. 12.
[xxv] Emeterio S. Santovenia, en “Un
Día Como Hoy”.Editorial Trópico, 1946, págs. 153-154.
[xxvi] “Una revisión histórica del 24
de febrero de 1895: ante el primer centenario de la guerra de Cuba”,
Guillermo Calleja Leal, Vocal electivo de la Comisión española de
Historia Militar, Doctor en Geografía e Historia. Conferencia pronunciada el 15
de febrero de 1994 en el paraninfo del Centro Superior de Estudios de la Defensa , en el marco de
las Primeras Jornadas de Historia Militar. Boletín de Información nº235,
mayo-junio de 1994, del Ministerio español de Defensa.
Hay que decir que, al día siguiente de su
destitución, aceptó la vicepresidencia
del Consejo de Gobierno, y que, más adelante, una comisión designada por el
Consejo de Gobierno, e integrada por el Secretario de Interior Santiago García
Cañizares y el subsecretario de la
Guerra , General Mario García Menocal, absolvió al Mayor
General Bartolomé Masó de todas las imputaciones por las que había sido
destituido.
[xxvii] Ministerio de Relaciones Exteriores – Cuba, en http://embacuba.minrex.cu (Sri Lanka).
[xxviii] “Nueva Historia de la
República de Cuba”, pág. 62. La Moderna Poesía ,Inc. Miami,
1986.
[xxix] Ibid., pág. 87. El empréstito concertado con Speyer and Co. por 35
millones de dólares y destinado al pago de los haberes de los Veteranos se hizo
recibiendo el 91.5 por ciento de dicha cantidad, aunque por supuesto el interés
pactado del 5 por ciento anual se pagaría sobre el nominal de la deuda (por lo
que sólo se recibieron 31,675,000 dólares).
[xxx] “Momentos Estelares en la Historia de Cuba”,
pág. 290. Ediciones Universal, Miami, 2007.
[xxxi] Cfr. “Piedras y Leyes”,
Fulgencio Batista Zaldívar, pág. 187. Madrid, 1963.
Don Tomás de Estrada Palma fue ademas de un GRAN CUBANO el más adelantado, sabía que Cuba sin experiencia ninguna de autogobierno sería muy fragil, ya para entonces La Unión venía demosttrando su capacidad de gobierno incluso frente a Europa que aún hoy es incapaz de integrarse, los 50 estados de La Unión en cambio, funcionan como engranajes acoplados.
ResponderEliminarSi entonces se hubiese escuchado la voz sabia del Generalisimo Estrada Palma, Dubai fuera apenas un reflejo del esplendor de Cuba y no la desesperante isla miserable en que la han convertido, porque Cuba es un paraíso natural y si algún puñetero cubano me demuestra lo contrario, yo me meto a comunista!
El Generalisimo Don Tomás de Estrada Palma fue a no dudarlo un Gran cubano, si no el mejor.