Foto tomado de: Wikipedia |
René León
Conocí el
nombre de W. Somerset Maugham, al ver la película “Al Filo de la Navaja ” interpretada por el
artista americano Tyrone Power. Desde ese día, busqué el libro para tratar de
penetrar en su estilo. Hubo críticos que buscaban una excusa para criticar sus
obras; otros, que eran la mayoría, lo elogiaban y mencionaban en sus artículos
en los periódicos. Otros decían que “Al Filo de la Navaja ” (1944) era una “delicia”.
Gore Vidal calificaba esta obra como
“impresionante viaje en busca del sentido del mundo”. La novela fue la más
importante de las publicadas por el autor. Se desarrolla en Europa, y sus
personajes son americanos, y no británicos. Describe cómo el autor,
decepcionado de la
Primera Guerra Mundial, lo abandona todo y sale en busca de
un cambio general de su espíritu. El personaje, como se verá, es un retrato del
mismo Maugham, como voluntario de una unidad de ambulancia de la Cruz Roja. Su búsqueda
del misticismo oriental y el rechazo de los horrores de la guerra conformó un
tema que fue de mi gusto, y desde entonces, busqué siempre, en revistas y
diarios, comentarios sobre su obra. Leía todo lo que se refería a él.
Su carrera
no fue muy fácil, pero se supo sobreponer a los contratiempos de la vida.
Obtiene el título de Doctor en Medicina, para satisfacer a su padre. Al pasar
el tiempo, llegó a la conclusión de que su destino no iba ser esa carrera; el
cambio fue trascendental: había escogido la pluma.
Su primera
novela, sobre los recuerdos de su vida
en el Hospital de Lambeth (1897), fue recibida con gran entusiasmo y se vendió
en cuestión se semanas: Liza de Lambeth,
narración sobe un adulterio en la clase pobre y sus consecuencias. El mismo
Maugham, en el prólogo de la novela, dice que “…es imposible eliminar los
errores del hablar de Liza y de los otros personajes, por lo tanto tendrá que
recomponer en sus pensamientos las imperfecciones necesarias de los
diálogos.”Gore Vidal ha dicho que “sus viajes parecen escapatorias de lugares
de trabajo o de descanso, escondites”.
Después vienen otras que no son del agrado de los lectores: Pasta de Santo (1898), Orientaciones (1899), y El Héroe (1901). Al ver que no había
obtenido el elogio de los críticos y los lectores, se dedica a escribir obras
de teatro. Las primeras representaciones no recibieron los aplausos a los que
él aspiraba. Tiene que volver a intentarlo, como él dice en su bibliografía, y
presenta otra de sus obras de teatro,
Lady Frederick, que alcanza desde su comienzo él éxito esperado. Es desde
este momento que su fama se eleva velozmente.
Sus cuentos son del agrado del público en general, sus novelas son
escogidas para aparecer en el cine. Se traducen a diferentes idiomas, su vida
da un cambio general, el dinero le llegaba a manos llenas, a todas partes
adonde iba era una sensación.
Pero son
sus cuentos cortos los que llamaban la atención al público en general. Su
técnica era sencilla. De las pequeñas
cosas de la vida que se le presentaban en su camino podía escribir una
aventura. De los hombres, de las mujeres, de las cosas cotidianas, de sus
viajes alrededor del mundo, de ellos salían cuentos agradables al mundo que lo
rodeaba. Sus amigos y los políticos aparecían con nombres figurados. Estos
relatos tenían un don especial de alegrar al lector.
Teatro:
Lady Frederick (1912), The
Constant Wife (1927), The Letter (927), The Sacred Flame (1928) y otras.
Su prosa
hallaba inagotables fuentes de inspiración. Él habla de cosas reales que ve y
palpa. Encuentra su inspiración en pequeñas cosas, y en accidentes de la vida
que lo rodea, y las cuenta con gran exquisitez.
Relata las cosas de Inglaterra, que conoce por haber vivido en ella y
caminado por sus calles, por los barrios pobres, y haber entrado en lugares que otros no visitarían, escudriña en
ellos y luego los lleva a sus libros o cuentos cortos. Algunas de sus obras han
alcanzado el rango de “clásicas” en la literatura británica.
Antes de
morir, donó todos sus manuscritos a la Royal Literary
Fund.
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