Foto tomada de: Wikipedia |
René León
El 24 de
marzo del 1921, fue botado al agua el velero danés “Kobenhawn” el “Gran Duque”
como era conocido. De cinco mástiles de acero, con una altura de unos 200 pies,
su velamen de 5,200 metros cuadrados. Dos motores diesel, radio transmisor para
comunicarse en caso de emergencia. Medía 130
metros de largo. Su primer
capitán el barón Nils Juel-Brockdorf.
Barco
escuela y al mismo tiempo de carga con la cual se pagaban sus gastos. La tripulación la formaban, un
capitán, oficiales, contramaestres y 29 marineros, más los estudiantes cadetes,
que se embargaban en él, con edades que oscilaban de quince a veinte años, cuyo
entrenamiento en sus viajes tenía la finalidad de obtener la licencia de oficial
de la Compañía Danesa de Asia Occidental.
El
“Kobenhawn” estaba considerado el velero más grande mundo. Había circunnavegado
dos veces la vuelta del mundo. Viajes de entrenamiento en numerosos países,
donde siempre era admirado por ser uno de los últimos veleros que surcaban el
mar.
Zarpa
del puerto de Norrensundy en el norte de Jutlandía, el 21 de septiembre de
1928, con destino a Buenos Aires, Argentina, con una carga de cemento y otros
productos. Llega 17 de noviembre, después de un viaje de 57 días. El negocio de
carga en los veleros se hacía más difícil en aquellos años, por no poder
competir con los grandes barcos de carga que surcaban los mares.
Su llegada
al puerto fue un acontecimiento, los muelles se encontraban lleno de público,
residentes daneses en la ciudad se sentían orgullosos y fueron admirar al “Gran
Danés” orgullo de la marina de su país. Pasaban los días los marineros y
estudiantes
Recorrían la ciudad, e hicieron amistad con los
bonaerenses. El capitán había dado
permiso para que las autoridades visitaran el barco, al mismo tiempo
fueron invitados a una comida a bordo.
El barco
había estado más tiempo del esperado por su capitán, quien no había podido
conseguir una carga para Melbourrne, Australia, donde le esperaba otro cargamento.
Había carga para otros puertos, pero muy alejado de su destino. El capitán
había tomado la decisión de salir para Australia, y se llenaron sus bodegas de
lastre. Zarpa el 14 de diciembre de 1928, -un viernes- día que no fue del
agrado de la tripulación, por ser superticiosos, en las costumbres marinas.,
que consideraban era un día malo para ello. El puerto se encontraba lleno de
público. El lastre lo componían 1900 toneladas de balastro y 700 de arena. La
carga la correspondencia de Navidad para
Europa. Tenía provisiones para unos 100 días. El “Gran Danés” fue llevado fuera
de la bahía por un remolcador. Empezaba su viaje a la eternidad.
En su
viaje se encontró con otros barcos que navegaban por esa zona, uno de ellos fue
el vapor “Pearlmoor” que se dirigía a Buenos Aires, que se cree fue el último
en verlo. Su capitán declara en las investigaciones sobre su desaparición:
“Temprano por la mañana, nos acercábamos al río de la Plata, en dirección a
Buenos Aires, cuando nos cruzamos a
babor…Tenía todas las velas desplegadas y lo miré hasta que se perdió en el
horizonte”.
El
“Pearlmoor” había esquivado los temidos bloques de hielo flotando, que era el
temor de todos los navegantes. El rumbo del “Kobenhawn” era hacia el sudeste,
donde se encontraban los temidos “Cuarenta Bramadores”. Su final nadie puede decir cual fue, o atrapado por un
enorme bloque de hielo, o por uno de los temidos vendavales del mar. Su última
comunicación fue en la noche del sábado 22 de diciembre de 1928, cuando se
intercambiaron señales con el vapor noruego “William Blumer”, donde le
informaba que todo estaba en calma, que
la tripulación y cadetes se preparaban para celebrar la Navidad. Al pasar por
Cabo de Buena Esperanza, los barcos que navegaban por la zona reportaban por
radio a otros barcos que se habían encontrado grandes iceberg flotando a la
deriva.
En
Melbourne esperaban el barco, pasaban los días y sus velas no se vislumbraban
en la lejanía. Todos se preguntaban que había pasado. La Lloyds de Londres
informaba a la firma naviera en Melbourne que el barco se había retrasado, al
mismo tiempo se informaba a la compañía danesa East Asiatic. Se solicitó la ayuda de los barcos que navegaban por
donde se suponía que pudiera estar los restos o algún superviviente. Después de
266 días sin tener noticias, se daba por perdido el barco, con una tripulación
de 25 tripulantes, 45 cadetes estudiantes. El valor del velero era de 2
millones de dólares (de los antiguos).
Según los
conocedores de los accidentes marinos y en especial en la zona que navegaba el
velero, “El poder de los iceberg antártico es enorme. Incluso un ligero golpe
de un oponente tan implacable es capaz de destrozar un buque en unos pocos segundos”.
El 16 de
septiembre de 1934 en el “New Times” aparecía una información que decía que en
la isla desolada de Bouver (Noruega), a 1600 millas al sudoeste del Cabo de
Buena Esperanza, se había encontrado una botella con un mensaje. Que era un
pequeño diario: comenzaba el 20 de enero de 1929, donde se informaba de una
“terrible galerna”. El día 28 que se habían encontrado iceberg. El 1 de febrero
“montañas de hielo nos rodean”. El 14 de febrero que se encontraban a la
deriva. El 22 de febrero “vimos a la
distancia como el buque era estrujado entre dos iceberg”. Por lo que se puede
ver habían abandonado el velero, desde el bote salvavidas presenciaron el final
de ello, y quizás más tarde llegaría el de ellos. Le fue enviado a la Lloyds de
Londres, el pequeño diario, para que ellos pudieran anotar en sus archivos lo
que se sabía sobre la desaparición del “Kobenhawn”.
Publicado en: Nuevo Siglo, Tampa, jueves 22 de
febrero del 2001.
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