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domingo, 15 de noviembre de 2015

UNA CARTA AL CIELO


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By Pedro Briceno

     Don Recio publicaba en El Mocho Ilustrado cualquier cosa que tuviera algo de interés y lo acomodaba si había que hacerle unos arreglos a su gusto y moralidad. La gente le daba chismes, historietas, cuentos, fábulas y cartas sin sobres que llegaron después que pusieron a Tuculpita en el mapa. Una de esas cartas es la de Juanito Tucupé que se había ido al Norte a aprender inglés y para nunca regresar.

                                                                      El Norte, un día más frío que otros.

Querida abuelita donde quiera que te encuentres:

          Perdona que no te haya escrito en los últimos años, pero es que la vida por aquí en el Norte es un trajín, no hay tiempo para nada. Te puedo contar lo que hago en diez palabras, "de la casa al trabajo del trabajo a la casa", esa es mi vida, si se le puede llamar así. Te puedo decir por experiencia propia que no creas que todo lo que leías en las revistas faranduleras es verdad acerca de este lugar tan lejano. Sí es verdad que se puede hacer de todo, pero hay que trabajar más que el burro del platanero. Yo he aprendido mucho, tú estarías muy orgullosa.  No soy el chico flojo que tú conociste, uno no se puede dar ese lujo por acá, hay que doblar el espinazo. Te acuerdas de ese dicho que dice: "nadie es profeta en su tierra". Bueno así me pasa, allá en el pueblo no es que era sinvergüenza sino que como los tenía a todos ustedes y a mi gente; uno sabe que puede contar con fulanito en caso de falta de centavos o de comida. Para eso uno tiene compadres y hay donde pasar la borrachera. Pero por aquí es más difícil que matar  un burro a pellizcos. Cada quién está en lo suyo, bien independientes. Entonces como te darás cuenta tengo que arreglármelas como pueda por mi cuenta, y a trabajar todo el día porque no tengo donde caerme muerto ni quien me entierre.
          Como te contaré hay muchas conceptos falsos acerca de este lugar polar y es polar por el frío endemoniado que le penetra a uno hasta  los huesos. Para empezar, no es un país que está en una perdición, más bien el que estaba perdido era Cristóbal Colón, pero esa es otra historia que cuando tenga más tiempo te la cuento, que por cierto la leí, después crees que estoy inventando cosas. Te recuerdas cuando me decías que tuviera cuidado con las prostitutas, bueno, estabas equivocada o la sordez te hacía oír todo distorsionado. No es un país de prostitutas, sino de protestantes. Claro, todavía no he aprendido tanto inglés y no sé ni entiendo de qué tanto protestan. Hay más iglesias que bares y más pizza que yuca. Si comparamos este congelador con el pueblo esto es el purito cielo como diría las comadres en las reuniones de la tarde en la plaza donde se reunían todas ustedes a arreglar la situación geográfica, política y astronómica del pueblo, del país y del mundo. Me las imagino allá en el cielo con San Pedro en la puerta, discutiendo quién entra y quién no.
          Imagínate, para que tú veas, todo el mundo tiene derecho a algo, no importa de qué tamaño seas, ni de qué peso, ni de qué tono de piel. Hasta los que son medio raros como el hijo del panadero que era medio amanerado tiene derecho a protestar. Aquí hay para todo el mundo. No es como decía la gente, que los americanos son todos iguales, que parecen todos como los chinos porque todos tienen trabajo, todos tienen casa con jardín, y compran carro sin dinero. Hay unos que tienen para regalar y otros que están más perdidos que el hijo de Lindbergh.
          Una mala manía que tiene el gobierno de por aquí es el de ponerlo a uno en diferentes castas, como lo hacía el compadre con los toros para la corrida. Mira no más que a mí me pusieron en el grupo de los hispanos, no sé si es porque  hablo español o soy descendiente de andaluces. Lo cual ni es verdad ni es completamente mentira. Yo sé que a ti no te gusta que diga mentiras pero no había mucho que escoger y hay que escoger, no pataleo. Te preguntan si eres blanco, negro, indio, asiático, hispano u otro. Blanco soy por el tatarabuelo que vino en la Niña, negro soy por la tatarabuela que vino como esclava del África. Indio-Asiático soy por la más tatara de mis abuelas que creó la leyenda del Dorado, que sus antepasados cruzaron por el mar Bering mucho antes del imperio romano. U otro no soy. Yo seré diferente, pero del otro lado eso sí que no, y si fuera así, eso no se dice así no más a todo el mundo. Hay que ser discreto cuando se trata de gustos y disgustos. Entonces, como verás tuve que hacer un timarín de dos pirigüelas cucaramanga titiri fuera. Pero sólo lo hago cuando tengo que llenar una aplicación para un trabajo o para pagar impuestos al gobierno federal, al gobierno estatal y no sé a que otros tantos gobiernos.
          Eso sí, abuelita, aquí parece que uno trabajara para el gobierno de tanto impuesto que se paga. Aunque no protesto porque soy católico, lo hago con gusto porque por lo menos se ve donde va el dinero. Todo es tan organizado. Todo se hace hoy. No es como en el pueblo, que todo se deja para mañana. Mientras se roba y se deja robar. Es un mete mano y a ver quién saca más. Ya sé lo que vas a decir. ¡Que si te conozco! Claro que aquí hay ladrones, pero no abusan tanto, o lo hacen muy disimuladamente, no en tu cara. Para que veas te doy un ejemplo: las carreteras son unas autopistas sin huecos, derechistas y de tres y cuatro carriles donde puedes poner el piloto automático y el carro va solito mientras duermes una siesta, como un avión. No como la carretera del pueblo que parece un cráter lunar y tienes que manejar con cuatro ojos y el freno de mano puesto y tienes que reencauchar cada dos meses así tengas pagando peaje por años. Te acuerdas cómo se distribuía el peaje que se pagaba para cruzar el puente cuando el bolívar valía algo. Se le pagaba un bolívar al soldado, del cual el se quedaba con un centavo y le daba el resto a su cabo, sargento y comandante que se tomaban una locha cada uno y le daban el resto a su general que se disponía de un medio y resto se lo repartían en la capital. Bueno, no quiero aburrirte con mi cuento. Después vas a creer que soy uno de esos que se agringorizó y lo que hace es criticar del hueco de donde salió. Y eso sí que no, ya que los únicos que tienen derecho a criticar a su país son los que están pariendo en él, y no uno que se fue a otro lado a dar a luz.
          Tu nieto está más alto que un rascacielos con todos sus dibujos y creaciones en la puerta del refrigerador. Sí, del refrigerador, por aquí se tiene la costumbre de pegar lo que sea  de importancia en la refrigeradora; y con más trofeos que un deportista profesional. A tu nieto le dan trofeos no más que por participar, no importa si gana o pierde, los psicólogos dicen que es bueno para su autoestima. Yo siempre le cuento que cuando yo era chiquito, para ganarse un trofeo había que correr más que una liebre y saltar más alto que un canguro y mis dibujos iban a parar al escaparate donde los ratones los estaban esperando, pero que más da, los tiempos cambian. Imagínate que tanto es así, abuelita, que me acuerdo de que mi padre nos daba palo por adelantado porque sabía que íbamos a hacer una travesura antes de terminar el día. Pero por aquí se recomienda usar psicología con los pelados, imagínate, hablar y conversar a crédito de los problemas. Qué te puedo decir sino que yo estoy más enredado que un kilo de estopa, porque me criaron de una forma pero trato de criar en otra. Es como llevar un gallo para la ciudad y pedirle que no cacaree en la madrugada. Pero ahí vamos luchando y tratando de escoger lo mejor de los dos mundos.
          Algo muy bueno es que habla el inglés mejor que yo, que tengo más de diez años por acá. Dicen las malas lenguas que es más fácil aprender un idioma extranjero cuando se empieza de niño. Eso explica mi acento, porque vine por estos lugares  ya hecho y derecho y como dicen las buenas lenguas: "loro viejo no aprende a hablar". También que cuando llegué al Norte, primero llegué a lo que llaman la Pequeña Habana y lo que aprendí fue a hablar cubano, y a comer ropa vieja. Después, me fui al Bronx y aprendí el puertorriqueño  y después a los Ángeles y aprendí el mejicano. O sea abuelita, que soy políglota, que no es lo mismo que comportarse como un idiota. Total que a donde fuera, nadie hablaba inglés, por eso ahora vivo en Alaska. Aunque se habla un inglés medio raro, porque no hay mucha gente para practicarlo, pero no pierdo la esperanza de aprenderlo perfectamente. Me va a tomar unos añitos, pero a eso fue  que vine para empezar.
          Bueno, te tengo que dejar porque tengo que cortar leña para la chimenea y traerla en mi lomo de regreso, que me hace extrañar a mi burro, que Dios lo tenga en su gloria; me saludas a toditos por el sur, tu nieto que te quiere y extraña:

                             Juanito Tucupé

                                      

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