Academia Cubana de la Lengua. Organismo rector de la norma y el uso de la variante cubana del español, reúne a los intelectuales más destacados por su contribución al fomento de la lengua española en Cuba. Pertenece a la Asociación de Academias de la Lengua Española.
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[ocultar]Origen y Constitución[editar]
La Real Academia Española se constituyó el 6 de julio de 1713. No obstante, no fue hasta el 3 de diciembre de 1714 cuando, mediante una Real Orden de Fundación, el rey Felipe V autorizó la redacción de sus estatutos y les concedió a sus miembros ciertos privilegios. Esta institución encaminó su labor hacia la salvaguarda de la lengua literaria, aunque también prestó atención a la lengua usual. En el siglo XVIII ya existía la conciencia de que la lengua española había alcanzado un alto grado de perfección. El lema << Limpia, Fija y da Esplendor >> y el emblema – que muestra un crisol puesto al fuego- dan fe de la Academia: afianzar los vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad y elegancia. Cuando las colonias americanas alcanzaron la independencia de la Metrópoli, la Real Academia comprendió la necesidad de fomentar la creación de Corporaciones en la nuevas Repúblicas. El nacimiento de estas Academias Correspondientes no estuvo motivado por intereses políticos, sino porque consideraba que los ciudadanos de todas esas naciones tenían por patria común una misma lengua y, por tanto, compartían el patrimonio de una misma literatura. Las Academias Americanas y de Filipina surgieron a partir de un acuerdo tomado el 24 de noviembre de 1870. Así el 10 de mayo de 1871, nace la Academia Colombiana de la Lengua, la primera Correspondiente americana, con sede en Bogotá; y luego, en 1874, 1875 y 1876, le siguieron las Corporaciones ecuatoriana, mexicana y salvadoreña, en este orden. Desde el momento de su fundación, la tarea esencial de estas instituciones sería colaborar con su casa matriz en la elaboración del Diccionario y la Gramática, e informarla permanentemente del estado de la lengua en cada región. Entre 1922 y 1930, se organizaron ocho Academias que patentizaron la voluntad de España de conservar la unidad lingüística con sus antiguas colonias. Esta intención fue factor importante que propició el surgimiento de una Corporación semejante en Cuba. Sin embargo, lo más significativo es que la Academia Cubana de la Lengua se funda en Madrid el 19 de mayo de 1926, y no es hasta el 2 de octubre del mismo año, según consta en actas, cuando se reúnen por primera vez en La Habana los miembros designados para su constitución oficial. La directiva quedó compuesta por un director, un vicedirector y un secretario; estos tres cargos, establecidos por la Real Academia Española, fueron desempeñados por Enrique José Varona, Fernando Ortiz y Antonio L. Valverde, respectivamente. La fundación de la Academia Cubana de la Lengua tuvo gran repercusión en la prensa de la época: el acontecimiento fue reseñado en varios periódicos, tales como el Diario de la Marina, El País y la revista mensual El Fígaro, fundada por Manuel S. Pichardo. Una vez constituida la Correspondiente cubana, se acordó crear una comisión integrada por Fernando Ortiz, Antonio Sánchez de Bustamante y Francisco de Paula Coronado para redactar el reglamento que regiría el trabajo y la vida académica. En 1927 aparecen los primeros estatutos, que serán modificados con posterioridad en lo que respecta a los cargos y al número de miembros. La cifra inicial, que fijaba en 18 el número de académicos, después de 1960 se incrementa a 24; actualmente por las letras del alfabeto. En 1927 se había establecido que la Academia tendría una publicación periódica en la que saldrían trabajos de diversa naturalezas, entre ellos los que reflejaran su vida interior y oficial; más no fue hasta 1952 cuando se publicó por primera vez el número correspondiente al trimestre enero-marzo de ese año. Otros cambios significativos introducidos son la creación de la dignidad de académico correspondiente aunque desde antes se hacían estos nombramientos y la celebración de las elecciones en juntas especiales. En el proyecto inicial de estatutos se instaura como requisito indispensable realizar un discurso de ingreso pero, al parecer, los primeros académicos fueron eximidos de ello, pues no hay evidencias de que se hayan llevado a efecto. Hasta 1951, según consta en actas, se resolvió mantener la suspensión del reglamento en lo que se refiere a este punto; sin embargo, más tarde se acordó defender la entrega de un trabajo que seria leído en acto público. En 1953 es refrendada la obligatoriedad de este ejercicio.
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