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jueves, 1 de junio de 2017

Sensualidad y Musicalidad en la Poesía de Marcelino Arozarena

Nancy Morejón con Marcelino Arozarena (poeta cubano). Foto Miriam DeCosta Willis
 Foto tomada de: www.cervantesvirtual.com

Por René León 

  Con las corrientes literarias vanguardistas al final de la Primera Guerra Mundial, empieza a tomar fuerza el tema negro en tierras antillanas. Desde que el negro esclavo  llegó a tierras americanas, dio rienda suelta a su espíritu. La lucha de aclimatación tanto física, síquica como social y económica que sostuvo el negro africano liberto en la sociedad colonial cubana fue dura y ardua, pero al final se impuso su fuerte constitución física.
  La poesía afrocubana con la temática de la sensualidad y la musicalidad, tiene toda la inspiración heredada de la corriente literaria oral africana. Esta temática fue cultivada desde el continente africano y se continuó cultivando en la época colonial en Cuba, dentro de las canciones y recitaciones de los cabildos negros y esclavos que funcionaron en la Isla, llegando inclusive con la misma fuerza y dinamismo, a la etapa republicana. 
  Los pregones negros cantados por los vendedores de frutas, vegetales, dulces y mariscos fueron metiéndose en el lenguaje popular. Vocablos de origen bantú, ibo y yoruba llegaron a fundirse dentro del castellano. La Música popular fue tiñéndose de ritmos africanos y de vocablos africanizados en el hablar diario, comprensibles para las multitudes blancas que compartían la música negroide.
  La característica principal del negro es su deseo de fuga espiritual, y ello lo lleva a acentuar su sensualidad. En la música, carnavales, bailes y la poesía es donde emerge la sensualidad. En la referencia constante a las caderas, nalgas y movimientos eróticos del caminar o bailar de la mulata o de la negra que aparecen en las imágenes de los poemas afrocubanos, es lo que hace de ésta poesía cargada de sensualismo.
    Uno de los pocos poetas negros que cultivó la poesía afrocubana fue Marcelino Arozarena, y se dice que uno de los pocos, porque por regla general los intelectuales negros cubanos despreciaban este estilo poético por ofrecerles poca confianza la forma, el tema, y la musicalidad africanista de su composición. Nicolás Guillén utilizó la temática negroide pero desde un punto de vista social, ya que la poesía de Guillén es una poesía negrista pero con compromisos políticos por su militancia en el Partido Comunista Cubano desde su fundación.
  Arozarena hizo algunas publicaciones en periódicos locales  y en una revista bimensual semi-intelectual dirigida por Juan Marinello, otro intelectual del Partido Comunista. Marcelino Arozarena cultivó este género, pero no dio a la publicidad hasta el año de 1966, su producción. En su libro Canción negra sin color publicado en Cuba por la U.N.E.A.C (Unión Nacional de escritores y artistas cubanos), pudiéndose comprobar que sus primeros poemas afrocubanos tenían ese sabor sensual y musical de toda la producción de aquella época. El que se cita a continuación fue uno de sus más sonados poemas afrocubanos con el sensualismo de sus imágenes y la musicalidad de sus versos: “Caridad”
¡Guasa, Columbia, a conconcó mabó!
 La garganta de aguardiente raja en el eco rojizo
y en la fuga galopante del bongó
hay desorden de sonidos desertores del embriago
y rugiente tableteo del rabioso pacatá.
¿Por qué no viene a la bacha la hija de Yemayá,
la pulposa, la sabrosa, la rumbosa y majadera Caridá?

La mulata que maltrata la chancleta chacharosa
en el roce voluptuoso,
en el paso pesaroso
de su grupa mordisqueante y temblorosa,
tentadora del amor.

La epilepsia rimbombante que revuelve sus entrañas,
el sopor electrizante que le endulza la emoción,
resquebraja su cintura
y la exprime con locura
en la etiópica dulzura del sabroso guaguancó,
que es embrujo en el reflujo de la sangre azucarada
y es espasmo en el marasmo del trepidante bongó.

¡Guasa, Columbia, a conconcó mabó…!

¿Por qué no viene a la bacha la rumbera Caridá,
si su risa guarachera de mulata sandunguera,
cuando la rumba delira,
llama, rabia, grita y gira,
percutiendo poderosa sobre el parche del bongó?
En dulce sopor que embriaga de la magia del embó,
este diablo de mulata resquebraja la cintura
y la exprime con locura en la dulzura del sabroso
guaguancó.

¡Guasa, Columbia, a conconcó mabó…!
¿Por qué no viene a la bacha la hija de Yemayá,
la pulposa, la sabrosa, la rumbera,
majadera y chancletera Carida? (1)

  El tema de esta poesía gira en torno a la mulata Caridad y el por qué no quiere bailar, el poeta trata de reproducir con precisión los pasos y sus movimientos voluptuosos al oír los diferentes acentos de los tambores. El poeta va describiendo el baile de manera sensualista, el movimiento de las nalgas y la atracción erótica de sus traseras  pulpas.
  El etnólogo y crítico literario  Idelfonso Pereda Valdés, se refiere al sensualismo de la poesía afrocubana en estos términos:
  “Es lógico que quienes hayan sentido mejor la sensualidad de lo negro sean los poetas “antillanos”: para ellos la sensualidad es cuestión de profundidad y no de periferia.” (2)
  En su poema “Liturgia etiópica” el poeta da rienda suelta a su sensualismo en las imágenes de la rumbera Mersé, la cual bailando al compás del ritmo del bongó que toca el negro José Caridad, es una figura lúbrica que inspira visiones eróticas, cargadas de musicalidad a través de la descripción que de la danza hace el poeta. Voy a extractar los versos:

Sobre la liturgia pura del etiópico ancestral
tonante toque en tumulto tam tam tamborilea
No hay un giro, ni hay un viro,
en que no bulla la bulla de la bacha que emborracha
diluida en la guaracha de la timba del solá.

¡Tiembla los cueros, José Caridá!
Llama a tu ecobia que baile el bembé,
que mueva la grupa,
que estire los pies,
que salte, que grite,
se agache, se pare y se vire al revés.

Lasciva, rugiente, se ríe Mersé:
desencaja la cintura
y la apura con bravura en tamtambaleante paso
que es en su ebúrnea canela
mórbida y vibrante estela de lujuriante sopor.

En torpe rebambaramba de aguardiente y de sudor
tonante toque en tumulto tam tam tamtamborilea.

Entona su canto José Caridá;
lamiendo la bemba vigila a Mersé;
y en tanto cansado y sudado cantaba el bembé
pensaba orgulloso:

_Tu paso sabroso que mata, mulata
lo éta protegiendo Babalu Ayé.

Violentamente vibrando sobre el parche que se parte,
ecos secos repercuten su macámbica genial

-Teberé, monina, teberé:
¡qué sabroso baila mi ibana el bembé!
Y no hay bulla que no bulla de la bacha que emborracha
diluída en la guaracha de la timba del solá.

Y mientras la mulata su cuerpo menea,
tonante toque en tumulto
tam tam tamtamborilea
sobre la liturgia pura del etiópico ancestral. (3)

  Esta poesía mantiene toda la fuerza sensual que se presentan en las imágenes de la bailadora de bembé, baile que ha pasado al olvido entre los mestizos cubano de la actualidad. Al respecto opi-
na Idelfondo Pereda Valdés:  
 “Aquí hay ritmo negro, canción de bongó transformada en lascivia, en sensualidad, su erotismo. El desenfrenado ritmo de la danza negra, la bulla de la bacha, o de la cumbancha, es ritmo lujurioso en “Liturgia etiópica”. (4)
  He elegido la opinión de la Dra. Hortensia Ruiz del Vizo (†), porque la misma venía vinculada desde Cuba a la literatura de tendencia afrocubana, y nos dice del habla popular usado por los poetas  que utilizan el tema negro:
  “Esta poesía tiene diferentes variantes: social, folklórica, mítica, etc., pero contiene una serie de elementos que le son propios, es decir, que no se encuentran fuera del campo de ella, como son: el ritmo musical, la imitación rítmica de los instrumentos de música típicamente negra, el uso de jitánforas, plasticidad, la gran utilización de voces africanas, la captación del movimiento de los bailes negros y la sexualidad”. (5)
  Marcelino Arozarena abandono su primer estilo, pero los poemas que dejo son verdaderas piezas poéticas afrocubanas de sabor negro con un sensualismo y musicalidad patente en todo momento en sus imágenes.
  Esta poesía afrocubana, marcó una época y dejó una escuela que integró dentro de ella a los mejores autores de dicho estilo por espacio de muchos años, llegando a estos tiempos gracias a la continuidad de dicha tradición estilística entre los poetas cubanos que partieron de Cuba a raíz de 1959. 

Bibliografía
  Pereda Valdés, Idelfonso. Lo negro y lo mulato en la poesía cubana. Ediciones Ciudadela, Montevideo, 1972
  Ruiz del Vizo, Hortensia. Poesía negra del Caribe y otras áreas, Ediciones Universal, Miami, 1972.

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