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jueves, 1 de junio de 2017

Academia de la Historia de Cuba

La creación de una Academia de la Historia fue un acto de reafirmación nacional, en medio del nuevo estatus político económico marcado por la tutela e influencia de los Estados Unidos. La propia fecha de la sesión inaugural, el 10 de octubre de 1910, a un año de la restauración de la República tras la segunda intervención norteamericana, resulta reveladora al respecto. Ese día se cumplía el aniversario 42 del inicio de la Guerra de los Diez Años, momento inaugural de la gesta independentista del pueblo cubano. La Academia de la Historia de Cuba (AHC) fue una de las primeras del continente americano, solo precedida por las de Venezuela, Argentina, Colombia y Perú.

Contenido
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1 Primera época
1.1 Inicios
1.2 Reconocimiento como corporación oficial
1.3 Misión
1.4 Membresía
1.4.1 Fundadores
1.4.2 Otros académicos de número
1.5 Modificaciones en los reglamentos
1.6 Publicaciones
2 Segunda época
2.1 Misión
2.2 Atribuciones
2.3 Membresía
2.3.1 Junta Directiva
2.3.2 Miembros
3 Bibliografía
Primera época
La primera época de la Academia de la Historia de Cuba abarca desde 1910 hasta 1962.

Inicios
El primero en gestionar la fundación de una Academia de Historia después de la independencia fue Francisco de Paula Coronado, secundado por Vidal Morales y Néstor Ponce de León. Pero el fallecimiento de este último dejó la gestión en suspenso. La idea se mantuvo de una forma u otra hasta que Mario García Kohly le brindó su apoyo. Para esto consultó a Domingo Figarola Caneda, cuyo informe fue fundamental para la elaboración del decreto presidencial e incluyó una propuesta inicial de estatutos. Entre otros aspectos, lamentaba la destrucción de valiosas muestras de la civilización e historia de Cuba: edificios de gran valor arquitectónico, escudos, emblemas, estatuas, lápidas, retratos y otros testimonios iconográficos, al igual que importantes documentos personales, corrían el riesgo de perderse por la falta de un organismo oficial encargado de conservarlos.

La Academia de la Historia de Cuba fue creada por Decreto Presidencial fechado el 20 de agosto de 1910 e inaugurada el 10 de octubre del propio año. Tuvo en sus inicios carácter independiente, adscrita a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes; en julio de 1914 se le concedió personalidad jurídica propia y plena capacidad civil para todos los efectos legales.

Estuvo dirigida por un presidente de honor, que debía ser a su vez el secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, un presidente efectivo, un secretario y un bibliotecario. El primer presidente fue Fernando Figueredo, sustituido tras una corta etapa por Evelio Rodríguez Lendián.

Reconocimiento como corporación oficial
Conforme a lo tratado en relación con la necesidad de legalizar la vida de la Academia, el 2 de julio de 1914, el Presidente de la República Mario García Menocal, sancionó la ley del Congreso que reconocía a la Academia de la Historia de Cuba y a la Academia Nacional de Artes y Letras, carácter oficial y autónomo. De acuerdo al texto de la ley, ambas academias tendrían personalidad jurídica propia y plena capacidad civil para todos los efectos legales, así como vida autónoma, con arreglo a sus estatutos y reglamentos.

Misión
La misión fundamental de la Academia consistía en preservar la historia cubana, en medio de una situación de República intervenida, para ello tenía que investigar, adquirir, coleccionar y clasificar todos aquellos documentos que en mayor o menor grado pudieran ser una contribución al enriquecimiento de la historia del país.

Organizó concursos, ofreció conferencias y publicó monografías, colecciones y documentos. Contó con un archivo compuesto por más de diez mil documentos, entre los cuales figuran originales de Carlos Manuel de Céspedes y Salvador Cisneros Betancourt y copias valiosas extraídas del Archivo de Indias, relacionadas con la historia de Cuba. Se le encargaba, asimismo, salvar todo lo que constituyera un recuerdo histórico.

Membresía
Para el cumplimiento de la misión de la Academia fueron nombrados inicialmente un total de 30 Académicos de número, con residencia en La Habana, quienes debían seleccionar 30 académicos correspondientes, en el resto del país o el extranjero. Este cargo, para el que fueron señalados ciertos requisitos y que en lo adelante sería electivo, se confería de modo vitalicio, aunque con algunas condiciones, como la de no renunciar a la nacionalidad cubana.

Fundadores

Los treinta miembros fundadores de la Academia de la Historia de Cuba en 1910, fueron:

Francisco de Paula Coronado y Alvaro.
Juan Miguel Dihigo Mestre.
Tomás de Jústiz y del Valle.
Manuel Sanguily Garrite.
Evelio Rodríguez Lendián.
Rafael Fernández de Castro y Castro.
Luis Montané Dardé.
José Antonio González Lanuza.
Ramón Meza y Suárez Inclán.
José Miró Argenter.
Juan Gualberto Gómez.
Rodolfo Rodríguez de Armas.
Alfredo Miguel Aguayo Sánchez.
Rafael Cruz Pérez.
Fernando Figueredo Socarrás.
Enrique José Varona y Pera.
Enrique Collazo y Tejada.
Alfredo Zayas y Alfonso.
Fernando Ortiz Fernández.
Raimundo Cabrera y Bosh.
Sergio Cuevas Zequeira.
Domingo Figarola Caneda.
José de Armas y Cárdenas.
Eusebio Hernández y Pérez.
Ezequiel García Enseñat.
Manuel Pérez Beato.
Álvaro de la Iglesia y Santos.
Ramón Roa y Garí.
Pedro Mendoza Guerra.
Orestes Ferrara y Marino.
Otros académicos de número

René Lufríu y Alonso.
Joaquín Llaverías.
Antonio L. Valverde.
Francisco González del Valle.
Salvador Salazar y Roig.
Emeterio S. Santovenia.
José A. Rodríguez García.
José Antonio Cosculluela.
Rafael Montoro.
Néstor Carbonell y Rivero.
Carlos M. Trelles y Govín.
Manuel Márquez Sterling.
Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.
Roque E. Garrigó.
José Manuel Pérez Cabrera.
Gerardo Castellanos.
Diego González.
Emilio Roig de Leuchsenring.
Carlos Márquez Sterling.
Benigno Souza y Rodríguez.
Gonzalo de Quesada y Miranda.
Federico de Córdova y de Quesada.
Enrique Gay Calbó.
Jorge Mañach y Robato.
Cosme de la Torriente.
José María Chacón y Calvo.
Pánfilo D. Camacho y Sánchez.
Manuel I. Mesa Rodríguez.
Juan J. Remos y Rubio.
Ramiro Guerra y Sánchez.
Enrique Loynaz del Castillo.
Manuel Isidro Méndez.
Elías Entralgo y Ballina.
Miguel Ángel Carbonell.
José Manuel Carbonell.
Luis A de Arce.
Gabriel García Galán.
José Conangla Fontanilles.
José Luciano Franco.
Luis Felipe Le Roy.
José Andrés Martínez Fortún y Foyo.
Francisco J. Ponte Domínguez (elegido en 1957).
José M de Ximeno.
Carlos M. Raggi Ageo.
José Rivero Muñiz.
César Rodríguez Expósito .
José Luis Vidarrueta.
Julio Morales Coello.
Juan Jerez Villarreal.
Modificaciones en los reglamentos
Las mayores modificaciones en los reglamentos de la Academia se centraron en la cantidad de numerarios, el reglamento de 1924 rebajó el tope a 25 y en cambio eliminó el de 30 para los correspondientes. Sin embargo, en marzo de 1926 los nuevos académicos Lufríu y Santovenia, propusieron reducir a 15 los académicos de número, pero aceptaron la propuesta de Néstor Carbonell de que fueran 18 los numerarios. A esto se opuso Jústiz, que había aceptado la reducción a 20. Finalmente se acordó fijar en 20 los académicos de número.

Un nuevo proyecto de reforma del reglamento de 1934, a cargo de Santovenia, Llaverías y Lufríu, retomó la idea de que fueran 15, pero la enmienda de Néstor Carbonell de dejarlos en 20 resultó aceptada por estrecho margen. A diferencia de ambas posturas, Carlos M. Trelles estimó que los numerarios debían ser 50. Justamente el aumento de sillones a esa cantidad, fue la modificación más notable en el reglamento de 1960. No obstante, le precedieron otras reformas intermedias. La primera, cuando se redujeron a 15 los miembros de número en 1940; la segunda, cuando se restituyó la cantidad de 20 en 1943 y la tercera cuando se añadieron tres puestos de académicos de honor, en 1948.

En los primeros reglamentos fue requisito para ocupar los sillones de académicos de número el hecho de residir en La Habana, lo que se modifica en 1935 para incluir a los residentes en municipios limítrofes, junto a la condición de tener más de 30 años. En el caso de los correspondientes, a partir de 1924 la obligación de presentar discursos de ingreso quedó circunscrita a los nacionales, quienes tratarían un asunto inédito relativo a la historia de Cuba. Además de eliminarse el límite de 30 correspondientes, se les permitió a estos la asistencia a las sesiones con voz en cuestiones de índole histórica, pero sin voto. A partir del segundo reglamento se incluyó en la mesa directiva el cargo de vicepresidente. De manera controlada, se tendió a facilitar la consulta de la biblioteca y archivo de la corporación. Se produjeron, asimismo, cambios en el ritual e indumentaria académica, por ejemplo lo establecido para el vestuario e insignias a portar en actos académicos u oficiales, al igual que en el tratamiento entre los numerarios y correspondientes.

El funcionamiento de la Academia no pudo sustraerse a los procesos sociales, culturales y profesionales a medida que avanza el siglo. Así se pudo ver en las precisiones incorporadas en el reglamento de 1935, a partir de la experiencia acumulada, en cuanto a objetivos de esclarecer y divulgar la historia de Cuba, estimular su estudio, fomentar el amor a su conservación y contribuir a todo empeño beneficioso a la cultura histórica; se incluyó lo referente a la emisión de informes a solicitud de los centros oficiales de la República, la respuesta a las consultas particulares, la intervención en asuntos de interés histórico, así como la celebración de actos conmemorativos en honor de grandes personalidades y acontecimientos, con preferencia los nacionales, y honrar la memoria de los historiadores de Cuba considerados clásicos.

Publicaciones
En 1919 apareció el primer tomo de Anales de la Academia de la Historia, publicado bajo la dirección de Domingo Figarola-Caneda. Su último número apareció en 1956. La Academia editó, entre 1944 y 1956, un Anuario que recogía en sus páginas las actividades y diversas cuestiones administrativas relacionadas con la institución. También publicó importantes obras como: Centón Epistolario de Domingo del Monte, la Historia de la Isla y catedral de Cuba, por Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, entre otras. (Diciembre 1958)

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